Anita y Jung en la fontana

Una escenaย deย La dolce vita, pelรญcula inadjetivable de Federico Fellini, convertida en mรณvil altar por la muerte de Anita Eckberg.
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Avanza Anita Eckberg, avanza por los callejones de Roma, avanza deslizรกndose, apariciรณn de luz curva, curvada y curvilรญnea; avanza, vasta y potable giganta hermosa, sinfonรญa de piel y cabellera, ligera y densa a la vez, acarreando consigo su cuerpo fastuoso; avanza por los callejones acariciando al gatito callejero, igual de blanco, y luego con el gatito en el nido de la cabellera sibilina, libre y dorada;

y mientras el otro gatito, Marcello, busca leche para el gatito, ella llega a la fuente de Trevi, y las estatuas de mรกrmol la miran y la acogen, hospitalariamente, porque es su encarnaciรณn, avatar lujurioso de su fiesta de agua, ella aรบn mรกs marmรณrea, mรกs carnal y corintia, Anita hipocampa y oceรกnica, neptunosa de agua, las estatuas celebrando en ella la abundancia, el flujo, el acueducto volcando su acqua vergine en la fuente, para que Anita nade caminando, flotando como una carabela curva con las velas de melena, y levanta los brazos larguรญsimos, y alza el rostro con los ojos cerrados entre el fragor del agua, su cuello un chorro aรบn mรกs fresco, y de pronto el vestido negro se descorre y los muslos salomรณnicos vibran entre el agua y el vestido, y Anita de perfil avanza de nuevo con los pechos magnรญficos inflamados de blancura, como un mascarรณn de proa con el cabello airoso, abrazando el milagro de vivir,

y grita “Marcello, ¡ven aquรญ!” y Marcello la mira subyugado y Marcello viene, y ella recoge una gotita de agua y lo bautiza en silencio y entonces los surtidores y cascadas de la fuente cesan y ella dice “¡Escucha!” y solo se escucha el silencio, y la cรกmara se abre, amanece en Roma, los amantes se besan en la fuente y yo, miserable mortal, soy acaso el panadero matutino que los mira desde la orilla.

Esa escena de La dolce vita, pelรญcula inadjetivable de Federico Fellini, es un mรณvil altar ante el que quemo incienso regularmente, como ahora, por la aparente muerte de Anita Eckberg, de quien he sido sรบbdito fiel desde que vi aquella escena por primera vez, subrepticiamente a mis catorce aรฑos, en un cinema astroso de Guadalajara.

El poder de la escena emana de la conjunciรณn de componentes arquetipales muy remotos. En la fuente, Marcello le pregunta ¿Quiรฉn eres? Religiosamente: es “la Ella”, la Diosa, la Anima (asรญ, en femenino, para distinguirla del animus masculino: el alma en espaรฑol es una lata). Lo genial es que esa anima vibre como lo hace en Anita Eckberg, una femineidad a tal grado potente que roza lo “fellinesco”, esa mixta categorรญa que une lo anรณmalo a la belleza. Corpรณrea, corpulenta, es casi monstruosa: una fantรกstica conjugaciรณn valquiria de carne y catarata.

“Todo lo que el anima toca —escribe Karl Jung— se hace numinoso, incondicional, peligroso, mรกgico”. En Ella palpitan Beatriz la de Dante, y Helena de Troya, y la Margarita de Goethe, y toda hรบmeda femineidad sagrada.  

La escena en la fuente lanza asรญ la imaginaciรณn a los reinos primordiales del origen, a la amniosis de lo maternal y a la liquidez de la Venus Espumosa, a los riesgos de Lilith y Melusina: el deseo de lo femenino y lo femenino mismo retozando en el acquaster, la linfa elemental. Anita entra a la fuente y, en Marcello (“vengo anch’io”), entramos con ella a la fuente de la libido, la de la eterna juventud, la bautismal, la fons vitae llena de mujer, de madre, de acqua permanens.

“El agua —regreso con Jung— es el sรญmbolo mรกs comรบn del inconsciente”. Es el agua “terrenal y tangible, el fluido del cuerpo sojuzgado al instinto, la sangre y el flujo de la sangre, el olor de la bestia, la carnalidad pesada de pasiรณn […] Es el mundo del agua, donde flota la vida suspendida, donde comienza el alma de todo lo que vive, donde soy esto y soy aquello de forma indivisa; donde experimento lo otro en mรญ mismo, y lo que es lo otro me experimenta a mรญ”.

Quizรก nadie haya logrado mejor este apretado nudo emocional en cine que Fellini en esa escena. Anita flota, extasiada de sรญ misma, y aunque sea yo el panadero mirรณn en mi butaca, me bautiza.

Gracias, bella, por ponerle dolce a la vita

 

 

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Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.


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