(Un proyecto de Begoña Morales en la Sala Gamboa del Museo de Arte Moderno)
29 de abril: “Sacerdote cayó de azotea; murió.” 3 de mayo: “Una menor resultó gravemente herida tras caer de la azotea de su vivienda.” 4 de mayo: “Desesperado por no saber de su mujer, un hombre intentó suicidarse tirándose de la azotea de la casa de sus suegros.” 8 de mayo: “Un joven de 24 años brincó de un techo a otro y perdió el control: se rompió las dos piernas.”
Mucha más gente de la que pensamos cae desde las azoteas; casi todos los días hay algún accidentado o muerto relacionado con las alturas en todo el mundo. Al parecer, las azoteas ejercen una especie de magnetismo que nos obliga a subir y admirar, desde su perímetro, la fuerza de gravitación universal. Algo sucede en lo alto, algo que tiene que ver con la presión atmosférica, el cambio de temperatura o los 360º. La azotea es un espacio eternamente árido, el lugar de ascetismo urbano por excelencia; un terreno baldío y finito lejos de la ruidosa comunidad. El romántico moderno sube a la azotea para contemplar un paisaje de asfalto y el ermitaño elije un cuarto de servicio como habitación.
El pasado 24 de abril fue inaugurado en la Sala Gamboa del Museo de Arte Moderno Fragmento & azotea, un proyecto de Begoña Morales (Perú, 1977). La pieza, construida con tablarroca, concreto, herrería, aluminio, vidrio, pintura, impermeabilizante y sillas de plástico, consiste en la reproducción de una azotea, emplazada casi al ras del suelo. El impecable recorte de metrópoli conserva la sensación de encierro en un lugar abierto, justo como sucede en una azotea, pero el paisaje es nulo. El piso de madera está tan cerca que absorbe el vértigo y se lleva el privilegio de mirar al mundo desde arriba: desde esta terraza interior la angostura de nuestro sentido de la vista es indiscutible.
Como si se tratase de una película de terror, el trabajo de Begoña Morales evidencia la crudeza del hogar e invierte el sentido simbólico de construcciones arquitectónicas para hacerlas fracasar. La maqueta de una casa, lugar donde vive la familia, núcleo de la sociedad, explota en decenas de pedacitos de madera balsa en la serie de Casitas explotando (2004), el árbol del patio apenas cabe entre las paredes, cuadriplica la dimensión de la morada en la serie Casa y jardín (2008) o las tablillas de un piso de duela en una recámara convencional empiezan a ceder, se arquean e imposibilitan el tránsito en Avenida Cuauhtémoc 112, interior 6 (2004).
La mirada es un punto de fuga que se extiende en una sola dirección a la vez y, desde esa perspectiva, es imposible abarcar la totalidad; advertimos sólo una fracción, estamos condenados a un recorte, las cosas suceden casi sin darnos cuenta. Fragmento & azotea nos devuelve la sensación de seguridad que sentíamos de niños viendo el mundo sobre los hombros de papá y, al mismo tiempo, nos hace encarnar a ese personaje torpe que choca con una puerta de vidrio cerrada pensando que estaba abierta.
– Verónica Gerber
(ciudad de México, 1981). Artista visual que escribe.