Como sus habitantes, la ciudad caga sus propios desechos. 20 millones de seres que generan 12 mil toneladas diarias de basura que ya no tienen a donde ir y a las que todos les cierran las puertas.
Ebrard cerró el tiradero más grande del mundo, el Bordo Poniente, porque simplemente no cabía ya ni un vaso maruchán más, y se esfuerza en industrializar las mil quinientas toneladas cúbicas de gas metano que el tiradero genera al año, y algunos desechos combustibles. Y lo hace con el apoyo de la CCI (Clinton Climate Initiative) de la Fundación Clinton, dirigida por un presidente neoliberal e imperialista norteamericano que seguramente tiene un plan secreto para etcétera.
Por lo pronto, se amontonan en la ciudad los gargajos esféricos del residuo ciudadano.
El horror, el horror.
Un paisaje de bolsas de plástico, promiscuidad esquinera de turdos infames, huevos bofos del intestino urbano, incubadoras bubónicas de styrofoam, coctel de la disentería.
La democracia del desecho: las latas ricachonas de paté Fauchon junto a las latas proletarias de frijoles Campbells, los restos del salmón de los diputados junto al papel grasoso en que durmió el taco de nana, el papel salivoso del académico junto al cuaderno babeado del escolapio. Todo bañado en salsa putrefacta. El cadáver del zapato, el pozole de gusanos, los pañales inmortales…
Crédito de fotografía: Los Angeles Times
Aunque, por otro lado…
El paisaje de basura que cubre a la ciudad de México ¿será premonición del 2012, este año que ya es, desde ahora, involvidable? ¿O es metáfora sólida de otros basureros impalpables? ¿El de la historia, el de la política Patria, el de la moral pública?
Contesta, oh Alexandre, hijo de Tournier, Dandy de la Defecación, que viste a la basura como una “arqueología del presente”, como una venganza de lo marginal sobre la decencia…
O tú, Belzebú, merécete tu nombre de Príncipe de los Desechos y contesta: ¿estos océanos de basura, son nuestro estado de ánimo no biodegradable y solidificado?
Estos cerros de pudrición, oh Victor Hugo, poeta que alabaste “la sinceridad de la inmundicia”, di ¿es acaso nuestra verdadera estela de luz?
Y si ellos callan, ¡contésta entonces tú, oh Tlazolteotl, Diosa de las Inmundicias, Bebedora de Abono! ¿Acaso hemos de morir apachurrados por una inundación de támpax y hojalata?
¡O tú, oh Tlaelcuani, Comedora de Cosas Sucias! Habla y di, ¿acaso has regresado, ídolo de caca, a reinar aquí? ¿Aquí al elevado ano de México? ¿Aquí a Defetitlán?
¿?
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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.