Sobre nuestro número de agosto: Los raros (núm. 131)
En una época donde la singularidad parece ser simple espectáculo y donde todos quieren ser diferentes solamente a partir de un performance externo del cual disponemos gracias a las “industrias culturales”, ser raro debe ser más que eso: significa una necesidad de no ceder a las vanguardias o ensalzar lo clásico solo por que así lo dispone el mundo de consumo. Ser raro significa crear una atmósfera de singularidad, ser un outsider como argüía el sociólogo Howard Becker, ello implica desafiar las normas pero sin negar que procedemos de una historia común –un espíritu del tiempo–. Ser raro es revitalizar el lenguaje y la mente, es poner muchas veces a jugar a las palabras y al mundo, con el único fin de que tengan un eco en al menos algún corazón sensible. No se trata solo de la fama del excentricismo ahora muy en boga, se trata de crear mundos posibles, incluso a partir de una trinchera sin mucha luz ni escaparates. ~
– Francisco
Sobre “Crónica de los años sesenta: Gabo, Mario y yo”, de José Miguel Oviedo (núm. 132)
Esta es una magnifica crónica sobre tres, y no solo dos maestros: García Márquez, Vargas Llosa y José Miguel Oviedo, que además de ser un gran crítico es un esplendido narrador, como vemos, y un magnífico promotor de jóvenes narradores. ~
– Enrico Mario Santi
Sobre “John Lukacs: El final de la edad moderna”, de Ángel Jaramillo (núm. 132)
Leí algunos de los trabajos de Lukacs y me decepcionó que considerara que la URSS colapsó porque sus ideas no eran atractivas y porque no logró expandirlas mas allá del Telón de Hierro. No mencionó el ataque terrible que Estados Unidos lanzó contra las izquierdas en Latinoamérica, ni los golpes de Estado, ni el Plan Condor, ni el 11 de septiembre del 72 en Chile. Con respecto a Churchill , ¿de verdad previó el colapso de la URSS? En otro sitio leí que Churchill exclamó una vez, después de terminada la guerra, “matamos al cerdo equivocado”. ~
– Luis Enrique