Collage, 1

Uno quisiera despertar con esa melodĆ­a que viene de donde venimos pero que no sabemos con certeza de dĆ³nde. Pero sĆ­ tenemos esa certeza.
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PƔginas de un diario

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Canetti inicia su obra mayor ensayĆ­stica, Masa y poder, diciendo que nada teme mĆ”s el hombre que ser tocado por lo desconocido. Y lo desconocido nos abruma por todas partes. Recibo una llamada, como tengo registrado el nĆŗmero veo quiĆ©n es. Pero no. Es otra voz, voz de mujer. Que me dice su nombre, que no creo porque no la identifico. Me pide datos. SĆ© que me habla alguien que conozco del nĆŗmero de alguien que conozco. pero no, no es ella. El caso es que hablamos. Al finalizar ella me dice lo mismo: que sabe que soy yo por el nĆŗmero pero que no soy yo.

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Leo dos ensayos de El XlX en el XXl (Sexto piso, Universidad del Claustro de Sor Juana, 2010) de Christopher DomĆ­nguez. Sobre Goncharov. No conozco Oblomov, pero sĆ­ su contraparte, del mismo autor: El mal del Ć­mpetu, una noveleta vertiginosa que no concede descanso al lector. SegĆŗn entiendo Oblomov viene a ser como el antecedente de Un hombre que duerme, de Georges Perec, una novela sobre una de las aristas de la depresiĆ³n.

El primer ensayo, "Oblomov y la teorĆ­a de la clase ociosa" presenta un verdadero cuadro de la literatura rusa. En no mĆ”s de diez pĆ”ginas, DomĆ­nguez Michael resume la esencia y el sentir de esa literatura. Vladimir Korolenko lo sintetizĆ³ asĆ­: "mi patria no es Rusia, mi patria es la literatura rusa".

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Con emociĆ³n, asombro y regocijo, entro en En defensa del fervor, de Adam Zawajeski. Un descubrimiento, mejor dicho, la confirmaciĆ³n de un descubrimiento. En la belleza ajena, que fue lo primero que leĆ­ de Ć©l, me pareciĆ³ de una belleza deslumbrante. Las pĆ”ginas donde habla de su infancia, de su acercamiento a la poesĆ­a y de su amor a la mĆŗsica son de una prosa impecable que me hace entender que mantiene intacto el momento de escritura. En defensa del fervor es la puesta en escena de su amor por la poesĆ­a. AquĆ­ crea los escenarios para librar la batalla contra lo que amenaza el impulso de la poesĆ­a. Sea Herbert, Alexander Watt, Cioran, todos ellos le sirven para aclarar su visiĆ³n y aclararnos sin duda una de las poĆ©ticas mĆ”s exaltadas del acto creador. Quedo en espera de tres libros suyos.

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En mi forma temporal, la de cien huesos y nueve orificios, hay tambiĆ©n algo que, a falta de una denominaciĆ³n mĆ”s adecuada, podrĆ­a llamarse duende volĆ”til, ya que recuerda una tela fina que se frunce y echa a volar elevada por el soplo mĆ”s suave de viento. Fue precisamente ese algo lo que hace muchos aƱos se puso a escribir poemas, primero sĆ³lo por diversiĆ³n, aunque aquella tarea no tardĆ³ mucho en llenar toda mi existencia. Tengo que reconocer que ese algo se hundĆ­a a menudo en una melancolĆ­a tan grande que se sentĆ­a decidido a abandonar, mientras que otras veces se hinchaba de soberbia lo bastante para complacerse en ilusorios triunfos sobre los demĆ”s. Desde que se dedica a la poesĆ­a no ha tenido ni un momento de calma, atormentado por toda clase de dudas. Un dĆ­a, en el afĆ”n de vivir una vida segura, decidiĆ³ ponerse al servicio de la corte; otro dĆ­a, deseando medir el abismo de su ignorancia, intentĆ³ convertirse en hombre de ciencia, pero su amor insaciable a la poesĆ­a lo salvĆ³ de lo uno y de lo otro. Porque de hecho no conoce otro arte que el de componer versos, por lo cual se limita a Ć©l con resignaciĆ³n.

                                                                                                                                      Basho

 

Lo increƭble es que despuƩs de ese epƭgrafe se pueda seguir escribiendo. Aunque a fin de cuentas, y el mƩrito por lo mismo es mayor, lo que hace Zawajeski es desmenuzar los postulados de Basho a travƩs de su experiencia y de la obra de otros autores. Pero hay una grandeza en su decir que lo hace vertical, inclaudicable.

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Escucho a Ligety. LĆ­gety, dicen que se pronuncia: Gyorgyo SĆ”ndor LĆ­gety. Meses que no me acercaba a Ć©l, que no me sorprendĆ­a. Que no recorrĆ­a con Ć©l los caminos tenues de su imaginaciĆ³n. Uno quisiera despertar con esa melodĆ­a que viene de donde venimos pero que no sabemos con certeza de dĆ³nde. Pero sĆ­ tenemos esa certeza. Que ya habĆ­a sido nuestra, que ya habĆ­a estado en nuestro cuerpo, recorriendo sus venas. Y andando con el paso de quien sabe que viene de regreso, que vuelve a casa de regreso. Otras veces despliega a los oĆ­dos todo el horizonte del mundo en un segundo. Y entonces el mundo toma otro rumbo. El suyo, que deja de pertenecernos para convertirnos en espectadores, en escuchas del milagro de la mĆŗsica.

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Un personaje de Javier GarcĆ­a-Galiano, dice que “hacer libros no es tan sĆ³lo vanidad”. Y alguien le responde: “Aunque se viva en quinto patio”. Cuatro son ya los tĆ­tulos que bajo el sello de Ficticia editorial, capitaneada por Marcial FernĆ”ndez, y en “El gabinete de curiosidades de Meister Floh”, colecciĆ³n dirigida por GarcĆ­a-Galiano, andan circulando en librerĆ­as: Claves de la Comedia, de Franc Ducros, Red de agujeritos, de Gerardo Deniz, Abril y otros cuentos, de Joseph Roth y La silla de Karpov, del director de la colecciĆ³n. De formato pequeƱo, la serie es un registro de preferencias que resulta difĆ­cil prescindir. Claves de la Comedia es el sustento de un curso sobre La Comedia dictado en la Universidad de Guadalajara; Red de agujeritos (con selecciĆ³n, prĆ³logo y entrevista de Fernando FernĆ”ndez, y con dos dibujos de Deniz en portada, reĆŗne los textos publicados en la dĆ©cada de los 90 en “Viceversa”); Abril y otros cuentos, de Joseph Roth, es una selecciĆ³n de cuatro cuentos de Roth y un epĆ­logo de GarcĆ­a-Galiano, traductor y seleccionador del volumen; La silla de Karpov, cuarto en el orden al bat, es la confesiĆ³n pĆŗblica de una nĆ³mina diversa de intereses, obsesiones y recurrencias, insistencias y manĆ­as. Lo interesante de esta diversidad, es que, dispersos aquĆ­, allĆ”, o no recogidos en libro, estos tĆ­tulos adquieren la categorĆ­a de inĆ©ditos salvados del naufragio. Si los dos primeros se coeditaron con la Universidad Veracruzana, el par reciente se logrĆ³ gracias a la coediciĆ³n con la SecretarĆ­a de Cultura del DF. Es de agradecer tĆ­tulos asĆ­.

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La noticia de la muerte de Bonifaz NuƱo. Esperada. Conmovedora. EscribiĆ³ poemas de una fraternidad y una solidaridad inigualables. Quien me da la mala nueva, horas despuĆ©s, me enseƱa un tatuaje que lleva en el sitio donde estĆ” el corazĆ³n: “aquĆ­ deberĆ­a estar tu nombre”, dice, como escribiĆ³ Bonifaz en la dedicatoria de El manto y la corona.

 

 

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Poeta y editor de Tabasco.


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