Como dicen los clásicos

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Un señor llamado Jota Jota fue a un sitio llamado Bar Bar donde le dio un tiro tiro en la cabeza a Salvador Cabañas, un futbolista. El alboroto subsecuente es asombroso. El resto de los horrores que sacuden al mundo y al país se disuelven ante lo ocurrido a un –como decían los clásicos— “ídolo de la afición”.

Según las crónicas, el Sr. Cabañas y su agresor se encontraron en el baño de caballeros de ese bar tartamudo. El señor Jota Jota reconoce al ídolo de la afición mientras éste –como dicen los clásicos– “hace sus necesidades” y le reclama que no meta más goles, o bien, que meta demasiados. En todo caso, como decían los clásicos, ambos caballeros “se hicieron de palabras”.

Ahora bien, las palabras de que se hicieron son muy interesantes. Luego del reclamo, el ídolo de la afición le pregunta a su agresor: “¿Y tú quién eres?” (pregunta retórica que incluye la respuesta: “tú no eres nadie, mientras que yo soy un ídolo de la afición”). La adrenalina sube, los gallitos sacan los espolones y el señor Jota Jota revira una respuesta que condensa con diafanidad las tribulaciones de la psique patria:

Yo soy el hijo de la chingada que te va a romper tu madre.

Para empezar, la opinión que tiene el señor Jota Jota de su señora madre, más allá de su veracidad, no es tan asombrosa que la que tiene de sí. Sería divertido leer la traducción que habrá hecho la prensa paraguaya, de donde es originario el ídolo de la afición, al narrar el percance.

Acto seguido, el señor Jota Jota saca la matona y la apunta a la cabeza del ídolo. Éste, arrebatado por el vértigo de la testosterona, enfrenta al señor Jota Jota y le dice:

¡Tírale, tírale si tienes muchos huevos!

CORTE A: El ídolo (como dicen los clásicos) “se debate entre la vida y la muerte”.

CORTE A: Los empleados del bar, los parroquianos, los mirones, los policías contaminan (como dicen los clásicos) “el escenario del crimen” y alguno hasta se lleva de “recuerdo” el casquillo percutido.

CORTE A: El pistolero y su guarura (como dicen los clásicos) “se dan a la fuga”.

CORTE A: Los peritos policiales por fin logran sacar a la gente del escenario del crimen, toman fotos, se quedan mirando con aire pericial.

CORTE A: Un locutor dice que la noticia del balazo (como dicen los clásicos) “ha sacudido a la sociedad”.

CORTE A: Al escuchar lo anterior, la sociedad efectivamente se sacude. Una hora más tarde llegan al hospital los primeros pederos que dicen venir (como dicen los clásicos) a “manifestar su solidaridad”. Se paran afuera del quirófano, echan lágrimas y porras, traen un crucifijo de tamaño natural en el que Cristo porta la camiseta del América, etc.

CORTE A: La fábrica de triangulitos amarillos numerados, donde el gerente dice: “Nos encargan series de triangulitos que vayan del 1 al 500. Hay que contratar más personal.”

Por último: no ha de ser fácil ser policía en México, un país en el que el concepto “escenario del crimen” es tan grande como el país y donde la violencia es un artículo de primera necesidad.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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