Como decía don Fabrizio Corbera, “el Gatopardo”, las cosas han de cambiar para que todo siga igual. Durante veinte años, y en tiempos de Luz y Fuerza del Centro, quienes vivimos en la Colonia Florida, delegación Álvaro Obregón, México, c.p. 01030, D.F., veníamos sufriendo frecuentes apagones y apagoncitos por dizque causa del viento o de tres o cuatro gotitas de lluvia mansueta (y a veces, incluso, con clima “normal”). Ahora los de Luz y Fuerza del Centro están fuera de la cosa pero siguen haciendo fuerza en el Centro (de la ciudad) en forma de protesta, y han venido los de la Comisión Federal de Electricidad a salvarnos de los desastres de un servicio ineficiente. Un gran cambio, en efecto, y…
Y, nada sorprendemente, todo sigue igual. Apenas caen cuatro gotas de lluvia o sopla un vientecito, o pasa un señor pisando la acera demasiado fuerte, o tose la viejita de la tiendita miscelánea de la cercana población de Axotla, ocurre el corte de energía, o en palabras menos finas: “el apagón”, y con ello las dificultades para, por ejemplo, continuar escribiendo en la computadora, llevar una ilación en el trabajo de escritura, contactar a alguien a través de internet, enviar un texto a Milenio o a Letras Libres, y no se diga para ver los telenoticiarios u oir música. Y así hemos estado por aquí desde hace veinte años, con LyF o con la CFE, y ahora, es decir desde hace quince días, hay apagones o apagoncitos a diario. Y cuando
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(En esto iba cuando sobrevino otro black-out, y a saber si no estarán ya sobrevolándonos los bombarderos nazis, tomándonos por Londres. Y antes de que aun sobrevenga otro, concluyo, por ahora.)
En fin, en este asunto de la electricidad más lujosa, por ser la más cara del mundo, las cosas cambiaron y todo sigue igual, señor don Fabrizio Corbera. Como decía la rumba inmarcesible: “Con el apagón, que cosa sucede,/ qué cos
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.