(Pablo Vargas Lugo en 5 solos, Galería OMR)
La idea que tenemos del espacio exterior es la de un lugar en el que parece no suceder nada: silencio y oscuridad con destellos. Pero esa tranquilidad no existe. Explosiones, rayos gamma y ultravioleta, movimientos de traslación y rotación, agujeros negros y colisiones se concatenan de forma incesante en toda la extensión del Universo. Un telescopio es un intermediario de la distancia, una herramienta que acerca lo invisible. En el objetivo, el firmamento es siempre una imagen plana. Casi un dibujo delineado de años luz.
En la serie Sombras para estrellas y algunos eclipses, obras con las que Pablo Vargas Lugo destaca del resto de los 5 solos en la Galería OMR, los Eclipses son producto de una observación astronómica de constelaciones ficticias, construidas con materiales terrestres: cartón y papel. La sencillez del material esconde el sentido de las piezas.
Pedazos de cajas de cartón son la bóveda celeste que neutraliza la violencia de ese espacio exterior para construir un prototipo de su estructura: el cartón es resultado de superponer varias capas de papel, una serie de superficies bidimensionales, aplanadas una sobre otra; un vacío pegado a otro.
El espacio exterior es también una extensión de vacíos superpuestos, aunque en una configuración tridimensional. Y cualquier hoja de papel, el otro material en juego, tiene características físicas que se asemejan a la teoría del Big Rip, o con el comportamiento de astros y galaxias: posibilidad de desgarro, resistencia al estallido, pliegues, porosidad.
Algunos eclipses es una versión comprimida del cosmos en la que picos de estrellas sobresalen de recortes ovoides en papel negro. El negro tapa gran parte de los cuerpos celestes para que suceda el eclipse, pero la superposición de capas produce más la sensación de estar a punto de implotar; el ocultamiento es solamente el proceso: untar el pegamento para poner los recortes encima. El resultado es en realidad un universo horizontal en el que las estrellas se devoran a sí mismas.
La obra de Vargas Lugo ha utilizado continuamente recortes de papel para hacer una tensión entre sucesos accidentales (la mayoría de las veces catastróficos) y su espacio inofensivo de representación gráfica, en el límite de lo abstracto: montones de piedras caen en una partitura vacía (Réquiem, 2005); un avión jala consigo el paisaje de un día soleado al desplomarse y se encuentra, justo antes de chocar con tierra, con su propia imagen reflejada (1 747-400, 1998), o un conjunto de rayos y nubes semejan una explosión que se despoja de formas indefinidas (Golgotha, 2000).
Mirar al cielo nocturno es voltear al pasado. Sabemos que muchas de las estrellas que hoy brillan murieron hace millones de años. El tiempo es un túnel que deja su estela marcada en el espacio, un continuo que la mirada puede detener. Un paisaje de elementos cotidianos abarca las complejas ecuaciones que definen el caos. Las piezas de Vargas Lugo son una maqueta efímera que, sin intermediarios científicos, nos muestra un continuo espacio-temporal, esa malla indescifrable en la que sucedemos y transcurrimos, desde el principio de algún momento hasta el origen de una historia milenaria.
– Verónica Gerber
(ciudad de México, 1981). Artista visual que escribe.