Qué nos creemos. Qué me creo en 2015. Las creencias son ahora memes: objetos fugaces, chispazos cerebrales, carne de tuit. Aunque algunas están durando demasiado. Nota: no se incluye a Dios.
La creencia esencial es la empresa, paradigma y modelo de todo lo posible. La persona es empresa, la familia es empresa, isis es una empresa. La competitividad es personal. Darwin en casa, peleando siempre por todo. Como colchón (teórico) rige ese meme de la colaboración, cooperación, etc. Es un sucedáneo. Cuando competir es imposible, hay que colaborar. (Tendencias curiosas: empresas que mutan hacia el tercer sector: Kickstarter anuncia su reconversión a public benefit corporation). La culminación de esta creencia/meme es el Estado como empresa.
Segundo, la emoción. Se ha establecido que las emociones son todo. Las creencias se refuerzan entre sí: el corolario de las emociones en la empresa es hacer felices a los demás, a los empleados, clientes, comunidad. Inside Out es la peli que consagra este renacimiento de las emociones. Ya se ha demostrado la conexión fuerte entre el sistema inmunológico y el nervioso. La gestión de las emociones es el gran meme para sobrevivir. Es un paliativo universal que no entra en conflicto con la gestión dura, numérica, de la empresa y del mundo: es un complemento que también sirve de consolador individual: tómatelo por el lado bueno, sé positivo.
De la vigencia de las emociones y de internet se deriva el meme del marketing: trato personal al cliente. El marketing es la religión actual, gran suavizante de fricciones: la prueba es el papa. Tratamiento personal del cliente (escucharle, pedirle que colabore en el diseño de producto). Significa trato personal gestionado por máquinas. De ahí la importancia de entender las métricas, los datos esotéricos. Salto epistemológico: persona personalizada por máquina; sentimientos y emociones secuenciados como Big Data. Identificación inapelable: huella dactilar, iris, nube de bacterias individual. Trato personal de su algoritmo (Her) que confluye con el internet de las cosas. Eres tu algoritmo. En algún lugar de la cadena de máquinas todavía imaginamos a una persona de verdad, de carne. Pero no existe. La creencia derivada es el robot, Inteligencia Artificial; las advertencias de Bill Gates y Stephen Hawking. Parte de la actividad diaria del que tiene trabajo consiste en averiguar si ya hay máquinas que desempeñan ese trabajo.
El otro supermeme, ya muy consolidado, es el cambio (el cambio es lo único que no cambia). Grandes popes de empresa (¡Empresa!) abogan por instalar el cambio en la cultura corporativa, sobre todo para los subalternos. Obama, discurso en Chicago en 2008: “Allí está la verdadera genialidad de Estados Unidos: que Estados Unidos puede cambiar.” Esta apelación universal al cambio acaso contiene el reconocimiento implícito de que algo va mal. Quizá está claro que el objetivo de cambiar no es mejorar sino sobrevivir.
Digresión/hipótesis: el sustrato cultural de estas creencias o memes de la época o temporada larga es Borges. Ejemplos al azar: Cualquier hombre es todos los hombres. “Las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones.” Sospechamos que somos inmortales y tarde o temprano todo hombre hará todas las cosas y lo sabrá todo. Todo lo que ocurre me ocurre a mí ahora. Hay miles de sentencias borgianas en la base de nuestro imaginario. Somos Borges. Borges y Rulfo: el pensamiento o procesamiento actual se apoya en Borges y Rulfo. El mundo es un derivado de Comala, hablamos con los muertos, vivimos entre zombies. Tal vez nosotros mismos estamos muertos y no era para tanto.
El gran supermeme-creencia-divinidad es la ciencia. El microondas, la vitrocerámica, el láser, internet. Fernández Mallo (El Cultural): La ciencia se ha convertido en “el relato oficial al cual la gente vierte la casi totalidad de sus esperanzas”. “Hoy nos encomendamos a la ciencia, que aparece como verdadero discurso de salvación y legitimador de cuanto toca.” La ciencia es lo más aproximado a lo real, si es que existe tal cosa. Aquí confluye el marketing con la genética: medicinas individuales, personalizadas. Quizá haya que pagarlas a través de la siguiente creencia, que es:
Facebook es la onu personal. Integra ya a “los demás” y a todo lo que se mueve. Caso real: un hombre que no tiene cuenta en Facebook recibe una llamada de una mujer con la que, al parecer, ha concertado una cita. Ella dice que se han conocido a través de Facebook. El hombre descubre que alguien ha abierto una cuenta a su nombre y la usa para ligar. Tras algunas gestiones, la red social elimina esa cuenta falsa. Para solicitar esa anulación hay que tener una cuenta abierta, etc. Solo puedes hablar con la red desde dentro. El hombre tuvo que recurrir a alguien que sí tenía un perfil para que pidiera la anulación de su falsa cuenta. El tercer elemento del sustrato cultural, vital, es Kafka. Facebook es el aire: aunque no estés, estás. Te succiona, te engloba.
La creencia en el Estado ha decaído. El Estado balsámico es ahora un depredador, una empresa con restos de monopolio, sometida a los poderes que lo desbordan: mercados, grandes corporaciones, bancos centrales. Empresas como Kickstarter se pasan a public benefit corporation (sería gracioso que una de coches la imitara) y los Estados se vuelven empresa. El ciclo Enron, Lehman Brothers, etc., se reinicia con el caso Volkswagen. La empresa, creencia universal, fundamento de todo, reducto último de la (aspiración a la) confianza, se ha hundido de nuevo.
El último meme, el más asequible, es que hacer ejercicio es bueno: prolonga la vida, mejora la autoestima, etc. Piensa en positivo. ~
(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).