Cuatro poemas

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(dolmen)

Nada dice la piedra
De vosotros,
Los muertos míos, aunque nada sepa
De lo que fuisteis ni de lo que sois.
Sólo erige su calma,
Su quietud, su silencio
Para acogeros en
Este espacio sagrado,
En esta cista entregada al cielo,
Que si es concavidad no es abandono.
Nada dice. Y está
En esa plenitud
Que lo acabado tiene.

Decidme cómo dirigir mi súplica
A este espacio vacío
¿De vosotros? ~

 
(badajoz)

Allí en la altura, en la
Devastación
De edificios y espacios,
Donde ya la alcazaba y sus murallas
No son capaces de
Convocar ni siquiera sugerir
Pasado ni esplendor alguno
Ni erigirse en defensa frente al tiempo,
Los traficantes bajo el sol de invierno,
Cargados de sustancias,
Esperan la llegada
De quienes compran dosis
Que transportan a la aniquilación,
Ajenos a las aguas,
A la belleza antigua de ese espacio
Hoy devastado, en ruinas,
Zoco ya sin memoria ~

 
(trevejo)

Las tumbas en la roca
Ya vacías de cuerpos
Recogen hoy el agua de la lluvia.
El granito excavado
Muestra la anatomía en su oquedad
Y ya ni huesos quedan ni cenizas.
Las nubes en el agua
Entregan lo celeste a su reflejo
Como si sepultado
Se fuera a recoger, cuando se escapa.
Del hombre sólo el hueco
Formado en el granito permanece,
De su labor ya nada
Sino sillares del castillo en
la derrota del monte ~

 
(adrenalina)

Hervía allí en el cazo
La jeringuilla de cristal usada
Y asimismo la aguja
De una labra dorada sin fulgor,
Para inyectarse adrenalina.
Era el juego del frasco y de la ampolla,
Del polvo blanco convertido en líquido
Que se aplicaba con el pico al brazo.
Después siempre brotaban
Unas gotas de sangre
Sobre la piel aún tersa,
Que manchaban de vida el algodón.
También era otro juego
Del aire y de su ausencia,
Del asma y del ahogo,
Esa dificultad que entorpece vivir.

Abuelo, no se apure ~

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