Astucias que le son y astucias que no le son
dijera Ovidio: los tacones
le son, ojalá altos, lo bestial
visible, los pezones, no importa
lo exiguo del formato, el beso
bien pintado, parisino
el aroma, azulosos
sin exceso los párpados, sigiloso
el zarpazo longuilíneo
de la piel, visionario
el fulgor, especialmente eso, visionario el fulgor.
Y, claro, áureos los centímetros
ciento setenta del encanto
del tobillo a las hebras
torrenciales del pelo. ”Piénsese
irrumpe entonces a esa altura Borges, ¿quién
sino el Aleph pudiera entera animala así olfatearla,
durarla, perdurarla en su enigma, airearla,
mancharla hasta serla, ya libre, des-
adjetivarla, quién,
especialmente eso, la hartara?”
Especialmente nada, muchachos, ¡videntes
de otra edad! ¡Borges,
Publio Ovidio!, nada: lo cierto
es que no hay nada, salvo
cada 28 sangre
de parir y ése es el juego. De ahí vinimos viniendo los
poetas malheridos aullando
mujer, gimiendo
hermosura, eternidad
que no se ve; especialmente eso, muchachos,
que no se ve. ~
Felicitamos a Gonzalo Rojas por la recepción, este mes, del Premio Cervantes de Literatura.