Diccionario crítico de la UNAM: G

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Grilla

Sí, los jóvenes de Tiananmén eran estudiantes. Como los de Tlatelolco, o los de la Universidad de Kent en el 68 norteamericano, o las víctimas de la represión en Praga, y para qué seguir. Todos sabemos que, de China a Checoslovaquia, los movimientos estudiantiles son uno de los atractivos centrales de la vida universitaria, animadores del día a día escolar, una cara pública insolente bien necesaria y a veces hasta un motor de cambios sociales o políticos. En cualquier caso, caray, a quién, incluso entre los más incrédulos, le interesa estudiar en una universidad sin movimiento: vaya falta de glamour, de adrenalina, de fe.

También sabemos que más de un líder estudiantil ha escalado posiciones en la jerarquía política y que alguno de ellos, aquí o allá, no lo ha hecho mal como hombre de poder. Cosas de la vida.

Pero en ningún país es tan redituable apuntarse a las trincheras como en México, particularmente si uno estudia en la UNAM. La cosa llega de lejos. La ocupación de cargos públicos entre los veteranos del 68 es, a estas alturas, una muletilla, y sabemos bien que la de pronto muy conservadora Facultad de Derecho es una buena plataforma política en otros terrenos. Ahora bien, y perdonarán el casticismo: el verdadero chollo, si lo tuyo es el mitin, el paro y el rojo y negro, es la cara universitaria de la izquierda partidista. Si en algún lugar hay chamba para un defensor de las causas populares es en el PRD.

Se ve venir el torpedeo: que Letras Libres es la revista de la derecha, que es el brazo intelectual del neoliberalismo, que tiene línea. Como quieran. Pero maten estas currículas, apuntadas a vuelapluma y sin ánimo de exhaustividad. Carlos Imaz, dirigente histórico del CEU, el mismo a quien la tele agarró con unos billetitos y unas bolsas de súper, empezó como Coordinador de Participación Ciudadana en el gobierno de Cárdenas y luego fungió de delegado en Tlalpan y dirigente del PRD en el DF. Martí Batres, otro que se fogueó en la defensa ceuista del pase automático, dirigió también al Partido y es un veterano de las cámaras. No hace falta abundar en las trayectorias de la economista Rosario Robles, ex jefa de gobierno, o de Claudia Sheinbaum, la Pasionaria del obradorismo. Pero incluso los cuadros medios o bajos tienen un lugarcito en el presupuesto. Adolfo Llubere, mucho más joven, ha tenido tiempo de sustituir a Imaz en Participación, precandidatear en Tlalpan e incluso, suponemos que por su pericia técnica, de asumir un puesto directivo en los bomberos. Por tener, hasta Lucía Morett, la simpatizante de las FARC, tuvo su oportunidad, aunque bajo otras siglas: en las elecciones de 2009 alguien en el PT tuvo la idea de candidatearla como diputada. Hasta donde sabemos, solo el Mosh, entre los transformadores de las estructuras burguesas que rigen a la educación mexicana, anda en busca de chamba.

Para que luego digan que la UNAM no tiene salida de mercado.

– Julio Patán

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