0.
Un caballo con la arena
de varios días abajo y el perro cojo
fingiéndose muerto o pateado
por la bota de nuestro líder
cuyas órdenes –se sabe–
pondrán en aprietos al enemigo
del bien común
promulgado ayer por los tres poderes
que a veces la memoria acoge
como un esquema imprevisto
por la infancia en sus cuadernos
de dibujos negros y rojos.
1.
Nos imagino enumerando los detalles,
el hueco pardo entre dos cimas,
cuatro ruedas en el aire raspando
un metal contra otro mientras el agua
predominante se arquea o reluce
para secarse luego en la brecha.
¿Cómo suena?
Un vacío desemboca en la guerra,
otro en la doctrina.
A nuestro líder le toca decidir
si las circunstancias
ameritan la aplicación de medidas.
En los desiertos a veces
las trincheras se oponen por inercia al relleno
y hay que sacar los cadáveres antes del verano.
Eso leí en un panfleto.
Pienso que si nuestro líder
clava la bota en la arena más persistente
el perro cojo husmeará la huella
y tú, mi amigo, recordarás ese conflicto
una tarde con un comisario
que solo quería cerrar una reja,
no impedir la entrada.
Pero a ti con tu perro cojo a un lado
la diferencia te resultó tan abstracta
como el hastío de la duración en una obra
de dos actos con la bobina en medio
del escenario repitiendo el mismo ruido
de un cuerpo que se mete con otro
y recita su placer sin entonarlo.
Las trifulcas conceptuales no tienen remedio.
O das la mano o no la das
y entonces habrá alguien que denuncie:
esto no es malo, es peor,
y alguien más que reponga
los números y los colores
para que la solución salte a la vista:
Aquí está la jaula, allá la gallina.
Usted escoja.
No hay imagen que soporte el régimen de fracturas.
En tus cuadernos, amigo del perro cojo,
trazarás la ruta continua, hasta mística,
de las personas que ocurren en cada cabeza:
cinco para mí, seis para ti,
traqueteando, si quieres, como un tren
cuyo paso distorsiona cierta costumbre
del silencio en un árbol antes de la brisa
con el pájaro que se aferra
convencionalmente a la rama
o la figura de un palo en la sombra del follaje,
golpeando bultos en la grava.
Si hay escarmiento,
tendrá que ver con el tamaño de la piedra.
O eso me digo en mi sector de la casa
donde corrientes diversas o difusas
van levantando hoy caravanas entre el polvo
y la madera en los rincones
y una minúscula pelota se forma
para que un ojo juegue con el otro. ~
(ciudad de México, 1959) es poeta y ensayista. Por su libro 'Muerte en la rúa Augusta' (Almadía, 2009) ganó en 2010 el Premio Xavier Villaurrutia.