Dos informes

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I. La Mosca que habríamos querido conocer

Nada tan fino y emocionante como una cortesana griega. Eran seres maravillosos, hadas eróticas en las que se aliaba armoniosamente la pasión y el genio poético, la belleza, el refinamiento y la cultura, y, desde luego, la “destreza en el arte de las ofensas”. ¿Qué más puede pedirse? De una de ellas nos habla Émile Deschanel en su libro Las cortesanas griegas (Editorial América, 1920).

Corina de Tebas o de Tanagra, célebre tanto por su belleza como por su ingenio, era discípula de Mirtis, y con ella dio sus lecciones a Píndaro, después de haberlo vencido cinco veces en las justas poéticas. Como este prodigase las figuras, las alegorías y las metáforas, ella lo reprendió: “hay que sembrar el grano con la mano y no derramar todo el saco”. Tuvo por sobrenombre la Mosca. Sus poemas formaron cinco volúmenes; de los que no quedan más que una veintena de fragmentos, el más largo de cuatro versos. De esta misma Mosca habla Luciano de Samosata.

Hubo entre los antiguos otra mujer de nombre Mosca, también poeta, sabia y hermosa en extremo. Y también meretriz famosa entre los atenienses, de esta Mosca dijo el poeta cómico: “esta Mosca ha picado a su enamorado hasta llegarle al corazón”.

A mí me gusta pensar que las dos son la misma mujer, y ante esta brillantez no quedaría sino cavilar melancólicamente si uno se equivocó al nacer no solo de día, de mes, de año o de siglo, sino de milenio.

2. Brevísima iniciación en el arte de Kurt Schwitters

Encontré en una bien nutrida biblioteca de libros de arte un enorme volumen dedicado al artista de Hannover Kurt Schwitters. Schwitters perteneció a la vieja guardia dadaísta con Tristan Tzara, Hugo Ball, Francis Picabia, Jean Arp y algunos otros. El movimiento dadá nació en 1916 en el Cabaret Voltaire de Zúrich y pronto se hizo internacional; tiempo después, su espíritu inquieto y liberador alimentó al surrealismo.

Schwitters es conocido como el fundador y único representante del arte Merz. Siguiendo la más ortodoxa devoción al azar, Merz es una palabra sin sentido tomada al azar de un periódico, derivada de Kommerz (“comercio”, separada por avatares tipográficos en Kom-merz; nuestro artista se adueñó del último trozo de la voz). La fama de Schwitters se sustenta, sobre todo, en un arte en el que fue maestro insuperado: el collage, construir sus obras pegando en la tela los más diversos materiales e imágenes. Sus trabajos en este orden de cosas son notablemente finos y modernos (en una exposición de arte surrealista que pasó por México hace años tuve ocasión de ver uno de sus collages, era pequeño y muy elegante).

No contento con reducir los cuadros al arte de las tijeras y el engrudo, Schwitters emprendió la construcción de edificios-collage (el arte del Merzbau). El destino le fue adverso o, si se prefiere, los dioses celosos se dieron a destruir sus voluntariosas torres de cartón: durante la Segunda Guerra Mundial fue arrasado su primer Merzbau, en el que había trabajado por dieciséis años; el segundo Merzbau, erigido en Noruega –adonde el artista huyó de la persecución nazi– ardió en 1951. Un tercer Merzbau, pequeño en comparación a los otros, se conserva todavía (¿hasta cuándo?) en Newcastle, donde el artista había acabado por refugiarse.

Schwitters, como muchos de los dadaístas, fue también poeta y cuentista. Dicen que leía en público sus escritos con una voz impresionante, esmeradamente cultivada al propósito, y una seriedad patibularia. El contraste entre aquella entonación solemne y engolada y la naturaleza extravagante de sus textos producía irresistible hilaridad. En el libro enorme del que hice mención figuran algunos de sus cuentos. Voy a resumir uno de ellos. En un zoológico se lleva a cabo una rifa de animales; el señor M. gana un león y el señor G. un hipopótamo. El señor M. pierde a su esposa por la voracidad del león y el señor G. pierde un brazo por la inclinación al juego de su hipopótamo. La prosa termina con una petición formulada por el artista con gran lentitud y gravedad: “queremos elevar la voz para exigir a las autoridades que prohíban terminantemente las rifas de animales en los zoológicos para prevenir en lo sucesivo este género de lamentables desgracias”.

¿Qué sería de nosotros sin el surrealismo?~

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(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.


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