Heracles conociรณ la locura y las ulceraciones; Lisandro, las รบlceras; รyax, la locura; Belerofonte recorriรณ los desiertos. Empรฉdocles no es citado como poeta sino como “fisiรณlogo”. El murciรฉlago en vuelo es interpretado como significante de la tentativa del hombre de… Marco Siracusano no era nunca tan buen poeta como cuando estaba fuera de sรญ. Debajo de nuestras atenciones hay toda una serie de gรฉrmenes desagradables. Si no es por miedo, en todo caso serรก por pereza. ¿Me parece bien? No me parece nada. Si la belleza no estรก en ningรบn lado, entonces no la vamos a encontrar. Y si estรก, podrรญamos encontrarla o no; si estรก y no la encontramos luego de buscarla por mucho tiempo podrรญamos llegar a pensar que no estรก en ningรบn lado. Por lo tanto, lo mejor serรญa no buscarla y suponer que no estรก para ver si eso la hace venir. Es una propuesta. Lo mismo vale para el dinero, y lo mismo para el amor. Con la salud serรญa conveniente aplicar otro mรฉtodo, aunque no uno demasiado diferente. Para todos los que sufren hay una canciรณn; para los que no sufren, otra. Tambiรฉn se puede alternar, y tambiรฉn escuchar las dos a la vez. ¿Y vos? Nos dijiste que fuรฉramos a la casa de Aldo y le preguntรกramos por su mujer, pero no te hicimos caso. Tampoco te hicimos caso en lo relativo a los pagos y deudas con los almacenes locales. Si me preguntรกs por quรฉ, no tengo mucha explicaciรณn para dar: no se tratรณ de que nos parecieran mal tus disposiciones ni tampoco de que no tuviรฉramos ganas de ejecutarlas; al contrario, todo nos parecรญa perfecto, como siempre, y nuestro รกnimo para el trabajo estaba en un buen momento. Fue solo que no quisimos hacerte caso, digamos que una especie de capricho. Pero no solo no te hicimos caso al omitir las tareas, sino que hicimos casi lo contrario: fuimos a lo de Aldo y le preguntamos por su madre, y fuimos al lugar de trabajo de la mujer de Aldo y le preguntamos por Aldo, lo que provocรณ un desastre matrimonial. Despuรฉs, dejamos deudas con los almacenes con los que debรญamos saldar las deudas y saldamos las deudas con los que debรญamos dejar deudas. Todos los almaceneros se mostraron sorprendidos, porque tus disposiciones en general son previsibles, y no podรญan creernos, los que quedaron con su deuda saldada, que se tratara de una orden tuya: tuvimos que convencerlos para pagarles, porque no querรญan tomar un dinero que vos no habรญas dispuesto para ellos. “¿Estรกn seguros de que no hay un error, de que no estรกn leyendo mal?”, nos decรญan. “Sรญ, estamos seguros”, les respondรญamos, y les mostrรกbamos los papeles falsos que habรญamos llevado preparados. Al mismo tiempo, nuestros telรฉfonos no paraban de sonar con los llamados de los almaceneros que esperaban ver su deuda cancelada. “¿Estรกn seguros de que no deberรญan pagarnos?” “Sรญ, estamos seguros.” Imagino que vos, al leer esto, debรฉs estar mรกs sorprendido que los almaceneros. Y mรกs sorprendido que Aldo, que se sintiรณ entregado por vos, su Maestro. E incluso mรกs sorprendido que la mujer de Aldo, que no debe entender cรณmo te cayรณ en gracia de repente, por quรฉ te preocupaste por ella, vos, que despreciรกs en general a las mujeres. Nos gustarรญa poder explicarnos para que nos entiendas, si es que lo que hicimos puede entenderse. Nosotros no podemos entenderlo, pero vos seguro que vas a poder, porque tu comprensiรณn es infinita.
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¡Abrazar el cielo nebuloso! ¡Comer frutas todavรญa verdes! Ese es el espรญritu que me anima en este momento. Correr en direcciรณn a la casa de mis ancestros no parece, en cambio, algo posible por ahora. Porque ¿dรณnde quedรณ esa casa del tamaรฑo de un avispero? Segรบn me dijeron, hay en su lugar un instituto del gobierno, incluso una municipalidad. Todo en manos del enemigo. Si el enemigo se rinde, la casa volverรก a ser nuestra, pero eso tampoco parece posible por el momento. Asรญ que en esta pequeรฑa torre, rodeado de plantas y ladrillos medievales, puedo soรฑar con lo que no tengo: un televisor moderno, una computadora con conexiรณn a internet, una enciclopedia. Estรก bien: no tengo acรก nada de eso, pero mis ancestros tampoco lo tenรญan. Asรญ que, en cierto sentido, ¿puedo quejarme? Y, aunque pudiera, ¿me sacarรก alguien de este lugar sagrado? Me duermo y me despierto, me despierto un poco mรกs y salgo. En la calle los olores se extinguieron hace rato. Tambiรฉn se extinguieron los edificios antiguos. El รบnico que queda estรก tan lejos que no se lo podrรญa ver ni siquiera desde una torre especialmente diseรฑada. Vivo en medio de las sombras de mis temores. Me duermo rodeado de anguilas y pasto verdusco. Eso me provoca alergia, es cierto, pero ¿quรฉ cosa no provoca alergia? Reacciono ante mis colegas como ante la lluvia prรณxima. Me alegran y me asustan. No es verdad, es solo una metรกfora. La lluvia me alegra. Los edificios me despiertan. Puedo abrazarme con los olores, si quiero, pero sรฉ muy bien que no me conviene. Me conviene, en cambio, abrazarme a la comida. No asรญ a la bebida, que se deshace entre mis dedos. Mis ancestros creรญan en los รกrboles y en las piedras. Ellos, los รกrboles y las piedras, les dictaban sus deseos. Yo creo en las sombras que mis ancestros producen, y esas sombras me dictan mis deseos. Lo que yo produzco, a la vez, espero que sea parte del credo de alguno que ande medio perdido, y tambiรฉn que sirva de guรญa para los deseos. Si no me llevan de la mano me pierdo; si me sueltan vuelvo a mi torre. ¡Ladrillos del medioevo! ¡Plantas liberadoras de olores perfectos! Entre ustedes, amigos, me divierto conmigo mismo.
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Primero el profeta curรณ a alguien que no sabรญa que estaba enfermo, y esto en dos casos diferentes: en uno, curรณ a un enfermo que desconocรญa su enfermedad; en otro, curรณ a un enfermo sin saber que el enfermo estaba enfermo. Es decir, en un caso el enfermo no sabรญa y en el otro no sabรญa el profeta, pero en ambos casos hubo curaciรณn. Luego, en una tercera variante, curรณ a alguien que estaba enfermo sin avisarle que lo habรญa curado; es decir, el profeta vio a alguien con una enfermedad incurable caminando por la calle y lo curรณ sin decir nada, casi de costado, y esto tambiรฉn en dos casos: en uno el enfermo sabรญa que tenรญa una enfermedad incurable y en otro el enfermo desconocรญa su enfermedad. Son milagros importantes, mรกs importantes que los convencionales en los que el profeta curรณ a personas enfermas avisรกndoles y envuelto en todo un circo de curaciรณn. Es cierto que el circo no lo hizo el profeta sino sus seguidores, y que finalmente los casos mencionados al comienzo fueron intentos del profeta por evitar el circo de sus seguidores. Se preguntaba: ¿cรณmo curar sin circo? Por eso el รบltimo caso mencionado, el del enfermo que no sabรญa que estaba enfermo y que tampoco supo que fue curado, fue visto por el profeta como su mรกximo logro, y por
eso tampoco le comentรณ a nadie lo que habรญa hecho. Pero el problema que notรณ enseguida fue que el circo era de alguna manera necesario, porque, si bien รฉl lo despreciaba, se daba cuenta de que uno de los efectos del circo era propagar la verdad, y no solo eso: uno de los efectos del circo era curar. No porque los casos mencionados al comienzo no hayan sido verdaderas curaciones sino por algo mรกs complejo: el profeta, mientras curaba en medio del circo, tenรญa la sensibilidad suficiente como para darse cuenta de que una parte de la curaciรณn no la hacรญa รฉl sino el circo y que eso le ahorraba energรญas para seguir curando. Y, en ese caso, ¿podรญa ser tan malo el circo? ¿Habรญa que descartarlo asรญ nomรกs por pruritos รฉticos no del todo justificables? La decisiรณn del profeta fue no pensar mรกs: que el circo hiciera lo que quisiera cuando quisiera, รฉl no se iba a oponer. Otra vez, en otra escena, el profeta hablรณ en contra de la comodidad. Dijo: “Todos quieren estar cรณmodos, y eso como aspiraciรณn estรก muy bien, pero lo que no entienden es que para estar cรณmodos no hay que buscar la comodidad sino seguir un camino que nos va a llevar indefectiblemente hasta ahรญ, pero solo como efecto secundario. ¿Se entiende?” Nadie respondiรณ, entonces el profeta siguiรณ: “Lo que quiero decir es que la comodidad alcanzada cuando se busca la comodidad va a ser una comodidad falsa, porque se va a armar en base a negaciones, a la ocultaciรณn de las incomodidades. A la verdadera comodidad se llega pensando en la incomodidad, ¿se entiende?” “¡En casa tengo una silla muy cรณmoda!”, gritรณ alguien desde la muchedumbre, y el profeta intervino justo cuando sus seguidores estaban a punto de lincharlo: “¡Dรฉjenlo! Y vos, amigo, traรฉ la silla de tu casa: que alguien lo acompaรฑe y lo ayude.” Esperaron todos dos minutos en silencio hasta que llegรณ el bromista con la silla. El profeta lo hizo pasar al frente, colocรณ la silla en el suelo de cara a la muchedumbre y le dijo al dueรฑo de la silla: “¿Cuรกl es tu nombre?” “Invรกn”, le respondiรณ รฉl. “Bueno, Invรกn, te voy a pedir que te sientes en esta silla ahora mismo, delante de todos.” Invรกn, un poco asustado, se sentรณ. “¿Estรกs cรณmodo?”, le preguntรณ el profeta. “La verdad que no”, respondiรณ Invรกn. “¿Y por quรฉ? ¿Algo cambiรณ en la silla?” “No”, respondiรณ Invรกn, “pero ahora veo que esta silla solo es cรณmoda cuando estoy en mi casa.” “No es eso”, lo corrigiรณ el profeta, “sino otra cosa: vos solo podรฉs estar cรณmodo cuando estรกs en tu casa; ahora parate, por favor”. Invรกn se parรณ, mirรณ la silla, la levantรณ en el aire y mirรณ al profeta con odio. Los seguidores del profeta se acercaron alarmados pero el profeta los detuvo con la mano abierta. “¿Quรฉ vas a hacer, Invรกn? ¿Me querรฉs lastimar?”, le preguntรณ el profeta a Invรกn. “No, pero voy a reventar esta silla”, respondiรณ รฉl, y golpeรณ varias veces la silla contra el suelo hasta destruirla. Desde ese momento Invรกn se convirtiรณ en uno de los mรกs fieles seguidores del profeta. Unos dรญas despuรฉs, en una tercera escena, durante un almuerzo รญntimo con sus seguidores, se acercรณ al profeta el dueรฑo de la posada y le preguntรณ con insolencia: “¿Por quรฉ no sabemos tu nombre?” “Porque no tengo nombre”, le respondiรณ el profeta. “¿Y tus padres no te pusieron uno?”, insistiรณ รฉl. “Sรญ, pero yo era muy chico y ahora por suerte lo olvidรฉ.” “¿Y no te gustarรญa tener un nombre?” “No, el nombre es lo primero que hay que perder. ¿Vos cรณmo te llamรกs?” “Yo me llamo Isusabeti.” “Bueno, Isusabeti, desde este momento no tenรฉs mรกs nombre, y tampoco tu posada: serรกs posadero y tu posada posada.” Y asรญ fue.
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–Es un viajero que, perdido, encuentra una cabaรฑa cerrada. La cabaรฑa es sucia y huele mal. Toca la puerta pero nadie contesta. Vuelve a tocar y lo mismo. Da una vuelta, espรญa por las ventanas enrejadas y llega a la conclusiรณn de que en la cabaรฑa no hay nadie. Toma carrera, corre hasta chocar contra la puerta y ante el golpe la puerta se abre tan fรกcilmente que la inercia lo hace entrar corriendo a la cabaรฑa y tropezarse con algo. Cuando se para, ve que se tropezรณ con un cuerpo.
–¿Un cuerpo?
–Sรญ, un cuerpo humano. Lo levanta y lo lleva afuera; busca una pala y hace un pozo. Cuando estรก por meter el cuerpo en el pozo, el cuerpo empieza a bostezar. Bosteza un minuto seguido, como dando a entender que durmiรณ mucho. Despuรฉs el cuerpo se para, agarra la pala, tapa el pozo y, sin mirar al viajero, entra a la cabaรฑa y cierra la puerta. El viajero vuelve a golpear. “¿Quiรฉn es?”, preguntan desde adentro. “Soy un viajero, necesito comer algo y, si es posible, descansar un poco.” “¿Un viajero?”, dice la voz: “¿Y quรฉ quiere?” “Quiero comer algo y, si es posible, descansar un poco.” “Ajรก”, dice la voz. Pasa un minuto; pasan dos minutos. El viajero vuelve a tocar la puerta. No contestan. Espera un rato y vuelve a tocar. No contestan. Da una vuelta a la cabaรฑa y llega a la conclusiรณn de que no hay nadie. “Parece que no hay nadie”, dice, y toma carrera y corre hasta chocarse con la puerta, pero la puerta no se abre. Vuelve a hacer lo mismo y la puerta sigue firme. “Ay, mi hombro”, dice. Pero insiste, choca de nuevo y finalmente la puerta cede. En la cabaรฑa no hay nadie. El viajero abre una heladera y encuentra mucha comida. De la canilla sale agua perfectamente. Come, bebe y se acuesta en la cama. A la maรฑana siguiente, dormido, cree escuchar que alguien golpea la puerta, asรญ que escapa por una ventana.
–¿De quรฉ escapa?
–No de sรญ mismo.
–¿Pero para quรฉ escapa, si ya sabe que no va a poder escapar?
–Escapa porque tiene necesidad de escapar.
–¿Y quรฉ pasarรญa si dejara de escapar?
–Deberรญa aceptar, ya que en la medida que escapa no acepta.
–¿Aceptar quรฉ?
–El lugar del que escapa.
–¿Y si pudiera no escapar y no aceptar al mismo tiempo?
–Eso serรญa la gloria.
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La vida perdida de Aldo Maguncia se parece a la vida perdida de mucha gente. Yo vi a los mejores de entre nosotros arrastrarse por el barro pidiendo “bolsas”. ¿Quรฉ “bolsas”? Ni ellos lo sabรญan. Aldo era primo de un amigo, pero tambiรฉn amigo mรญo, aunque en mi vida lo vi solo cuatro veces. Cada una de esas cuatro veces advertรญ un punto nuevo de su decadencia. ¿Vale la pena contarlos? No, porque cualquiera puede imaginรกrselos. Lo que sรญ vale la pena, me parece, es pensar cuรกl es el mรญnimo que hay que contar para lograr que se produzca algo en la cabeza de otro. Porque no es lo mismo decir “un hombre” que decir “un hombre flaco”. El problema es que asรญ planteado el asunto no tiene fin. Siempre una nueva palabra va a agregar un dato nuevo y ese dato se va a integrar en la imaginaciรณn. Entonces debe haber un lรญmite, un punto de saturaciรณn o algo. “Algo” es un buen ejemplo. Si digo “hay algo” estoy diciendo poco. Aunque, a la vez, es mucho y como frase resulta bastante agradable. “Todo” tambiรฉn. “Hay algo, todo”, es hermoso y perfecto. ¿Por quรฉ arruinarlo? “Hay un hombre, lo vemos” ya formaba parte de la frase anterior. Pero “suaves pรฉtalos se yerguen traviesos y yo los veo” es realmente diferente, aunque peor. Y, sin embargo, “los pรฉtalos mansos se yerguen traviesos y yo me caigo” es mejor que todas las frases anteriores. Asรญ que este es el mรฉtodo que voy a usar ahora. Aldo Maguncia presintiรณ en determinado momento el rubor de los caireles dorados. Sumiรณ su veleidad afrodisรญaca en humores vacuos. Aldo… Aldo… ¿Quiรฉn pudo verte arrastrรกndote por el piso del burdel de la tรญa Carmen? Los sabores del aire entran por nuestros ojos y salen por nuestros oรญdos. Lo que entra, en cambio, por los oรญdos es ruido, el ruido fugaz de los vapores satรกnicos. Las camas de la casa de la tรญa Carmen parecรญan devolver como rumor las noches pasadas allรญ por sus pupilas. En secreto, las pupilas soรฑaban tambiรฉn con una vida superadora. Solo una de ellas la alcanzรณ, y eso fue gracias a vos, Aldo. ¿Pero quรฉ misterio del equilibrio fue el que definiรณ el grรกfico de las curvas de tu vida y de la de ella? Mientras ella subรญa, vos bajabas; cuando ella estaba muy abajo, vos estabas muy arriba: lo primero fue la etapa final; lo segundo, el comienzo. Recuerdo cuando la conociste. Ella era una pupila mรกs, llena de fantasรญas y rencores, mientras que vos brillabas en cada lugar al que entrabas. “Ahรญ viene el gran Aldo”, decรญan todos con admiraciรณn, e intentaban tocarte, o al menos hablarte. ¿Serรญa que presentรญan que vos solamente buscabas con quiรฉn intercambiar destinos? ¿Serรญa que sabรญan que solo buscabas a otro ser humano para darle el futuro mรกs alto, el tuyo, y a la vez encaminarte en un descenso que cualquiera definirรญa como infernal? Quizรก sรญ, pero quizรก no. Lo รบnico que sabemos es el resultado. En tu funeral, Aldo, todos lloraban. ¿Y ella? Ella estaba presente, pero tan lejos, tan alto, que no podรญa ni siquiera conectarse con lo que la rodeaba. La rodeaban la muerte y la tristeza, y ella en cambio seguรญa su camino ascendente, que todavรญa hoy parece no tener fin. ¿Por quรฉ la elegiste, Aldo, por quรฉ a ella, que era una mรกs? Un amigo comรบn ensayรณ una respuesta posible: vos intuiste en ella el destino mรกs bajo de todos, que finalmente era lo รบnico que te interesaba para ejecutar tu sacrificio: dar y recibir, pero dar mucho y recibir mucho. Dar el destino mรกs alto y recibir el destino mรกs bajo. Nunca vamos a olvidar lo que dijiste al verla por primera vez: “Los pรฉtalos mansos se yerguen traviesos y yo me caigo.” No lo entendimos en ese momento, quisimos ver una frase llena de misterio como todas las frases a las que nos tenรญas acostumbrados. Y ahora vemos esa frase inscripta en el mรกrmol de tu lujosa lรกpida. ¿Quiรฉn la mandรณ a inscribir? Ella. ¿Quiรฉn pagรณ la lรกpida? Nosotros, tus amigos.
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Lentamente los minutos se alejan flotando, y no espero volver a verlos. Quizรก nos sentimos tristes porque nuestro pasado se va, pero todo lo mejor estรก por venir. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Tal vez en algรบn momento herimos a alguien sin querer: el calendario va a pasar esa pรกgina por nosotros. Y apurรฉmonos a buscar nuevas aventuras, digรกmosle al maquinista que acelere el tren. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Nuestro tren azul avanza y se balancea: es un tren expreso y realmente estรก acelerando. ¿Por quรฉ deberรญa terminarse este dรญa? Me gustarรญa que durara un aรฑo entero. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Si los lugares por los que avanza a veces nos inquietan, no deberรญamos preocuparnos. El futuro no estรก tan lejos, pero por suerte no demasiado cerca. No queremos que esto se termine, y si tenemos empeรฑo no va a terminarse nunca. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Cuando miro a mis acompaรฑantes a veces desconfรญo. ¿Quรฉ los trae junto a mรญ? ¿Quรฉ esperan de este viaje? Pero estas preocupaciones son rรกpidamente disueltas por el sol o por la luna, que desde la ventana nos iluminan alternativamente las caras. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Si no avanzara estarรญa descansando; si no fuera un descanso estarรญamos en problemas. Pero, finalmente, ¿quรฉ diferencia hay entre el descanso y el problema? Todo es parte de la vida, y todo lo que ella nos da es para que entendamos mejor nuestro destino. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Algunos de los colores que vemos al pasar son estimulantes, pero otros parecen hechos para sacarnos las energรญas. ¿Quรฉ es la energรญa, y dรณnde estรก? ¿Quiรฉn se va a animar a negarnos aquello por lo que luchamos? Nada llega sin esfuerzo, y el esfuerzo es el barniz que protege los tesoros entregados. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Algunas veces creemos estar enamorados, pero esto solo ocurre cuando no sabemos quรฉ es el amor. Si de repente nos hiciรฉramos la pregunta, deberรญamos tratar de olvidarla. No hay que pensar demasiado en lo que nos alegra: las ideas solo sirven para poner el tren en marcha cuando se detiene. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. No es tan cuidadoso el que nos habla con melindres; tampoco es hostil el que nos grita y nos exige. Todos estรกn dispuestos a ayudarnos si somos capaces de entregar cariรฑo: beberรกn cuando les llenemos la copa, fumarรกn cuando prendamos la pipa. Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Si alguno de ustedes piensa que me equivoco, probablemente tenga razรณn. Prefiero equivocarme a andar temblando, y ademรกs las equivocaciones no existen en el cielo. Miramos cรณmo el sol se oculta tras la nube. ¿O es la nube la que oculta al sol de nosotros? ¿O nos esconde a nosotros de รฉl? Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza. Hay una flor en un florero de vidrio; si quiero ver el tallo no tengo mรกs que mirar. Si el agua estรก muy turbia tendrรญa que cambiarla, pero eso ¿es un problema? No, es una acciรณn. No dejemos que un demonio travieso nos mueva los brazos, y si el demonio ya nos tiene, cortemos los hilos con firmeza y cantรฉmosle al demonio: “Suavemente, suavemente, el largo camino se abre frente a nosotros y cruza el horizonte. Todos deberรญan creer y desear lo mejor, y nuestro tren azul avanza.” ~
(Buenos Aires, 1977) es autor de textos experimentales. Ha publicado, entre otros libros, tres novelas. Quรฉ haces (Bajo la Luna, 2010), Gracias (Blatt & Rรญos, 2011) y Libertad total (Bajo la Luna-13)