El desasosiego de Kjell Askildsen

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Tres meses antes de publicar Desde ahora te acompañaré a casa (Lengua de Trapo, 2008) mandé una carta a Kjell Askildsen invitándole a venir a Madrid. Sabía que el verano anterior se había ido en autobús desde Noruega a Polonia, por tanto tenía la esperanza de que aún tuviera suficientes reservas para un corto viaje en avión a Madrid. De lo que no estaba tan convencida era de su ánimo para venir a presentar su último libro, tarea pesada y a veces ingrata. Tanto una de sus traductoras, Kirsti Baggethun, como sus editores de Oktober y otros amigos noruegos le habían dibujado como un hombre difícil, muy reservado, nada amigo de entrevistas (hacía más de diez años que no concedía ninguna). Tres semanas más tarde, me llegó su respuesta a través de mi gran aliada en su editorial, Froydis Kristiansen: sorprendentemente, era un sí. Era increíble, por fin, después de seis años y cuatro libros, tendríamos la ocasión de conocer a uno de los personajes más enigmáticos de nuestro catálogo y, lo más importante, a uno de los mejores. Sin menospreciar a los otros escritores de la colección “Otras Lenguas”, Kjell Askildsen es el más vendido de todos ellos a pesar de dedicarse al difícil y en principio poco comercial género del relato corto. Hay varias causas racionales que explican este hecho: su indudable calidad, la buena respuesta de la crítica española y la política de autor a la que esta casa trata de mantenerse fiel desde sus comienzos.

Aviso a navegantes: quien aún no haya leído nada de este escritor noruego, tiene que ser advertido de que no encontrará bucólicos retratos de fiordos, ni una épica narración, ni apasionados romances ni grandes tragedias. Encontrará, con una gran economía de estilo, una profunda disección del alma humana a través de personajes ordinarios y solitarios. Sus miedos, sus amores, sus temores, sus infidelidades… se ven reflejados en los cuentos de Kjell. Un retrato amargo y cínico de la humanidad: “Si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones”, dice el protagonista de Últimas notas de Thomas F. para la humanidad (Lengua de Trapo, 2004).

Atendiendo a lo que me habían contado, tengo que reconocer que mi estado de ánimo minutos antes de su llegada a Madrid era de cierto temor. No recordaba haber sentido esa aprensión desde que acudí a recibir por primera vez a António Lobo Antunes, cuando aún trabajaba en Siruela. Sin embargo, casi todos mis miedos (siempre hay que tener una reserva, por si acaso) desaparecieron cuando al tender mi mano para presentarme, Kjell la ignoró y me dio un cálido abrazo.

A lo largo de las siguientes 48 horas pude ir descubriendo más detalles sobre la vida y obra de quien, probablemente, sea uno de los mejores escritores nórdicos de la actualidad. Así averigüé que la primera incursión literaria del joven Kjell fue como editor del periódico de su instituto. Como único miembro del staff, hacía reseñas literarias, crónicas deportivas y poemas sobre pájaros que luego leía en la clase de literatura. Al terminar hizo algunos estudios básicos en la universidad y con veinticuatro años, en 1953, empezó definitivamente su carrera como escritor con la publicación de un libro de relatos homónimo al que se acaba de editar en España. (Aquí abro un paréntesis para aclarar algo que ha confundido a lectores y periodistas: mientras que la selección de 1953 eran sólo relatos de juventud, esta última abarca varias décadas de la escritura de Kjell, incluidos algunos del principio.) Este primer libro fue calificado de “inmoral” por la biblioteca pública de su ciudad natal (Mandal). Al leer estos relatos cuesta trabajo adivinar qué pudo causar semejante condena. Lo único que alcanzo a esbozar es que quizá sus conciudadanos no aceptaran el objetivo principal de su escritura: sembrar el desasosiego en el lector.

A ese primer libro siguieron pausadamente otras siete colecciones de relatos, que su editorial Oktober reunió hace cinco años en un volumen completo de unas quinientas páginas que tituló Todo como antes. El volumen incluía además las dos únicas novelas de Kjell, a las que su propio autor se muestra reticente a llamar así, porque dice que no son épicas. Y ésa es casi toda la obra literaria de quien es considerado uno de los autores fundamentales del canon noruego.

Kjell es un escritor preciso y meticuloso, que busca con obsesión la palabra exacta. Por ejemplo, en la mitad de la década de los sesenta, Kjell empezó a traducir del alemán la trilogía de Los sonámbulos de Hermann Broch, “una obra maestra”, y dedicó a esta tarea tres años de su vida. Y aunque habla inglés, su “neurosis” por la exactitud le impide hablar con los periodistas españoles en otra lengua que no sea el noruego: tal es su pánico a ser malinterpretado.

En su escritura se refleja en la voluntad de no decir nada del aspecto físico de las personas, o de su edad, excepto cuando refleja cómo el personaje se percibe a sí mismo, y en no amueblar las habitaciones de sus relatos. Para algunos esa economía de palabras es calificada como minimalismo, palabra que a Kjell le horroriza: “Tal vez sea lo que más me irrita. Puede que haya colecciones de poesía que encajen dentro de una denominación de ese tipo, en las que no pone nada de nada. Pero yo no soy para nada minimalista, si lo dicen, protesto. Nunca escribo menos de lo que tengo que escribir.”

También durante esos años Kjell hizo algunas incursiones en el terreno de la poesía política: “No son poemas fantásticos, pero no son tan malos. Uno de los periódicos noruegos de mayor tirada, Dagbladet, incluso publicó varios de ellos.”

Aunque Kjell no ha publicado ningún libro nuevo en más de diez años, no ha dejado del todo de trabajar con la escritura. Se ha dedicado sobre todo a traducir libros de August Strindberg, Samuel Beckett y Harold Pinter, por mencionar a algunos. Últimamente ha traducido Bajo el cielo abierto de Steve Tesich, que en la actualidad se está representando en el Teatro Nacional de Oslo.

Pero durante estos últimos años sus libros han trabajado por él: el número de traducciones ha aumentado y su número de fieles lectores ha crecido. No importa que sus cuentos transcurran en Oslo y sean tan escuetos. Kjell afirma que él escribe sobre nuestra época, sobre su espíritu, aunque sin decirlo con palabras: “Y a los que les gusta lo que hago, les gusta que lo haga de esta manera.”

Desde hace varios años Kjell vive en las afueras de Oslo, cerca de los saltos de esquí y de la casa de Jostein Gaarder, gran amigo suyo. Le gusta ver exposiciones, leer y viajar. Aunque ya no lo hace tanto porque su mujer tiene mal un tobillo. Cuando no escribe lee muchos periódicos, revistas, libros. Le gustan mucho las novelas policíacas: “Al menos son igual de buenas que una novela regular. Me gusta la emoción de la intriga y no me importa que además sean violentas”.

Pero también le gusta conversar y hablar de literatura con amigos, y durante la cena que compartimos con el embajador de Noruega nos brinda sus claras y precisas opiniones sobre sus contemporáneos. Y a pesar de su fama, Kejll no se considera un ser asocial, sino poco social: “Hay muchos escritores con talento que escriben porque no tienen grandes dotes para conversar y relacionarse. Necesitan expresarse y lo hacen a través de la escritura. Yo estoy a gusto conmigo mismo en soledad. Pero eso no quiere decir que no me relacione con gente”.

Y efectivamente, aunque de sus cuentos, poblados por personajes solitarios, misántropos y fríos, uno espere un escritor extraño, ajeno al mundo, Kjell Askildsen transciende a su obra. Es agradecido, generoso, humilde y tolerante. Cálido cuando la ocasión lo requiere. La ficción es ficción. ~

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