Chile es el paĆs mĆ”s exitoso de los Ćŗltimos veinte aƱos, en desarrollo econĆ³mico y consolidaciĆ³n democrĆ”tica, en AmĆ©rica Latina. La gobernante coaliciĆ³n centroizquierdista, ConcertaciĆ³n, es la principal responsable de este logro. Pero veinte aƱos despuĆ©s de su creaciĆ³n, esa coaliciĆ³n arriesga ser vĆctima de su propio Ć©xito al demostrarse crecientemente incapaz de dar gobernabilidad a un paĆs cuyo desarrollo econĆ³mico, social y cultural ha evolucionado mucho mĆ”s rĆ”pido que su clase polĆtica.
La historia
Hay una forma estilizada y simplista de resumir lo que pasĆ³ en Chile desde que terminĆ³ la dictadura militar en 1990: la ConcertaciĆ³n, una coaliciĆ³n formada por partidos de centro y de izquierda, ha ganado todas las elecciones gracias a que supo mantener las polĆticas econĆ³micas neoliberales adoptadas por Pinochet. Y a la vez logrĆ³ introducir polĆticas pĆŗblicas diseƱadas para reducir la pobreza y reformas institucionales que permitieron la consolidaciĆ³n democrĆ”tica. Los cuatro gobiernos concertacionistas le han dado un rostro humano, democrĆ”tico y con atisbos de socialismo al modelo econĆ³mico neoliberal.
La dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990), que derrocĆ³ al gobierno socialista de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, implementĆ³ profundas reformas econĆ³micas neoliberales mucho antes de que el Consenso de Washington se impusiera en las polĆticas econĆ³micas de la regiĆ³n. La dictadura tambiĆ©n violĆ³ sistemĆ”ticamente los derechos humanos. De hecho, la dictadura militar chilena se constituyĆ³ en sĆmbolo de ese oscuro periodo autoritario de AmĆ©rica Latina. Si bien Pinochet fue un dictador sanguinario, el milagro econĆ³mico chileno comenzĆ³ bajo su mandato. Es mĆ”s, hasta hoy Chile estĆ” regido por la ConstituciĆ³n de 1980, diseƱada e impuesta por la dictadura militar. Si bien la ConstituciĆ³n ha sido modificada y ādemocratizadaā, Pinochet sigue siendo el padre del Chile actual.
Pero la ConcertaciĆ³n ha sido un mucho mejor padrastro. DespuĆ©s de ganar un plebiscito en 1988, la ConcertaciĆ³n llegĆ³ al poder en las elecciones de 1989. Desde entonces, nunca ha perdido unos comicios. La ConcertaciĆ³n lleva mĆ”s tiempo en el poder (diecisiete aƱos) que todo lo que estuvo Pinochet (diecisĆ©is aƱos y medio). Chile nunca creciĆ³ tanto y la democracia se convirtiĆ³ en la Ćŗnica opciĆ³n para el paĆs. Chile pasĆ³ de ser un paĆs de enemigos bajo Pinochet a una repĆŗblica de ciudadanos. Hoy, Chile es una democracia sĆ³lida en una preocupante constelaciĆ³n de aventuras populistas, democracias autoritarias, levantamientos populares y gobiernos inestables en LatinoamĆ©rica.
Cuando llegĆ³ al poder, sorpresivamente para muchos, la ConcertaciĆ³n mantuvo el modelo econĆ³mico implantado por Pinochet. El primer presidente democrĆ”tico, el demĆ³crata cristiano (DC) Patricio Aylwin, hablĆ³ de la economĆa āsocialā de mercado o del neoliberalismo con rostro humano. Se trataba de mantener el modelo de una economĆa abierta y concentrar los esfuerzos del Estado en subsidiar la demanda (la de los mĆ”s pobres). Con estas modificaciones, la ConcertaciĆ³n mitigĆ³ los efectos negativos de la globalizaciĆ³n, reduciendo la pobreza desde casi un 40% en 1990, a menos del 14% en 2006. La combinaciĆ³n de una rĆ”pida expansiĆ³n econĆ³mica (la economĆa hoy es un 130% mĆ”s grande que hace diecisiete aƱos) y polĆticas focalizadas del Estado explican el Ć©xito. Incluso los niveles de desigualdad, histĆ³ricamente altos, comenzaron a disminuir en aƱos recientes.
El electorado ha premiado la conducciĆ³n concertacionista con victorias en las presidenciales de 1993, cuando ganĆ³ el DC Eduardo Frei, y en 1999 cuando el socialdemĆ³crata (PPD) Ricardo Lagos ganĆ³ estrechamente. En 1999, las elecciones se realizaron en medio de una recesiĆ³n econĆ³mica y cuando Pinochet estaba bajo arresto domiciliario en Londres. Lagos fue el primer presidente de izquierda desde Salvador Allende. Pese a experimentar complejos desafĆos (incluida la crisis internacional producto de los ataques de ese otro 11 de septiembre), Lagos fue un presidente exitoso. FirmĆ³ acuerdos de libre comercio con la UniĆ³n Europea y Estados Unidos āpese a haberse opuesto en el Consejo de Seguridad de la onu a la guerra de Bush en Iraq. El paĆs tuvo mĆ”s democracia, mĆ”s crecimiento y mĆ”s libertad despuĆ©s de Lagos. Su Ć©xito fue tal que Lagos es ahora la mejor carta presidencial de la ConcertaciĆ³n para los comicios de 2009.
El presente
Michelle Bachelet se convirtiĆ³ en la primera presidenta de Chile al ganar la segunda vuelta electoral en enero de 2006. TambiĆ©n fue la cuarta vez consecutiva que la ConcertaciĆ³n ganaba las presidenciales. Nombrada ministra de Salud por Lagos en marzo de 2000, Bachelet pasĆ³ a ser ministra de Defensa en enero de 2002. Hija de un general de la Fuerza Ćrea que fue leal a Allende (y pagĆ³ con su vida), Bachelet viviĆ³ el exilio y se identificĆ³ con el ala mĆ”s izquierdista del socialismo. Su rĆ”pido ascenso polĆtico se debiĆ³ tanto a la determinaciĆ³n de Lagos de promover mĆ”s mujeres en cargos clave, como a que ella simbolizĆ³ el reencuentro de los chilenos. Una vĆctima de la dictadura se convirtiĆ³ en ministra de Defensa. Si ella perdonaba, y construĆa futuro, el resto de los chilenos tambiĆ©n podĆa hacerlo.
Pese a las dudas de la elite concertacionista āque habĆa gobernado con una lĆ³gica de todo por el pueblo, pero sin el puebloā Bachelet comenzĆ³ a subir en las encuestas. Si bien la dirigencia concertacionista parecĆa preferir a la ministra de Relaciones Exteriores, la DC Soledad Alvear, o al titular de Interior, el socialista JosĆ© Miguel Insulza, las encuestas terminaron imponiendo a Bachelet. Ella sabĆa que su nombre despertaba recelo en las elites. Por eso, astutamente iniciĆ³ una campaƱa basada en la gente. La participaciĆ³n ciudadana, las caras nuevas (ānadie se repite el platoā) y la paridad de gĆ©nero fueron sus promesas mĆ”s sentidas. Al final, la ConcertaciĆ³n entendiĆ³ que para mantener el poder debĆa aceptar la voluntad del pueblo y proclamar a Bachelet como su candidata.
Durante la campaƱa, Bachelet cometiĆ³ muchos errores. Su poca experiencia polĆtica y su desconfianza en las elites partidistas la llevaron a proponer una visiĆ³n de democracia desde abajo hacia arriba. Si la ConcertaciĆ³n privilegiĆ³ los acuerdos de elite āque facilitaron el Ć©xito de la compleja transiciĆ³n chilenaā, Bachelet estaba determinada a que el suyo serĆa un gobierno ciudadano.
La estrategia fracasĆ³. Mientras la coaliciĆ³n de gobierno obtuvo un 51.7% de los votos en la contienda parlamentaria, Bachelet logrĆ³ apenas el 46% en la elecciĆ³n presidencial celebrada el mismo dĆa. Peor aĆŗn, los dos candidatos presidenciales de la oposiciĆ³n derechista, el empresario SebastiĆ”n PiƱera de la centroderechista RenovaciĆ³n Nacional (rn) y el ex alcalde de Santiago JoaquĆn LavĆn de la derechista UniĆ³n DemocrĆ”tica Independiente (UDI) sumaron 48.6% de la votaciĆ³n. La derecha superaba por primera vez a la ConcertaciĆ³n.
Como PiƱera obtuvo mĆ”s votos que LavĆn, Bachelet deberĆa enfrentar al derechista mĆ”s moderado en segunda vuelta. Aunque el nerviosismo cundiĆ³ en el oficialismo, la enorme popularidad del saliente presidente Lagos, la buena situaciĆ³n econĆ³mica y las heridas que habĆa dejado el enfrentamiento entre los dos aspirantes derechistas en la primera vuelta contribuyeron al triunfo de Bachelet. Pero la candidata debiĆ³ tambiĆ©n dar seƱales de haber aprendido la lecciĆ³n. En las cuatro semanas que durĆ³ la campaƱa para la segunda vuelta, Bachelet se acercĆ³ mucho mĆ”s a los partidos de la ConcertaciĆ³n. La campaƱa ciudadana habĆa fracasado. HabĆa que buscar los votos que faltaban en la exitosa coaliciĆ³n de centroizquierda.
DespuĆ©s de su victoria, Bachelet volviĆ³ a alejarse de los partidos. Al formar su primer gabinete, cumpliĆ³ su promesa de nombrar igual nĆŗmero de hombres y mujeres. Casi todos los ministros eran caras nuevas. Bachelet estaba decidida a promover un gobierno ciudadano, con democracia participativa (en contraposiciĆ³n a la tradicional representativa) y con polĆticas que privilegiaran el gobierno desde abajo hacia arriba. El paĆs habĆa madurado y Bachelet tenĆa una receta para modernizar la coaliciĆ³n de gobierno: acercarla mĆ”s a la gente.
Pero la receta de Bachelet tenĆa mĆ”s voluntarismo que estrategia. La promociĆ³n de un gobierno ciudadano ignoraba la principal fortaleza de la ConcertaciĆ³n, la gobernabilidad que da una coaliciĆ³n de partidos fuertes y organizados. Peor aĆŗn, el discurso de Bachelet se acercaba peligrosamente a las diatribas populistas de otros lĆderes de izquierda latinoamericanos. Porque la democracia es sĆ³lo igualitaria al momento de votar, las promesas de una democracia participativa inevitablemente otorgaban mĆ”s poder a los grupos organizados que podĆan ejercer presiĆ³n sobre un gobierno cuyo discurso parecĆa invitar a la gente a que saliera a las calles.
Las protestas de estudiantes del ciclo secundario, a mediados de 2006, tuvieron al gobierno contra la pared. Era una singular ironĆa que unos muchachos que no tenĆan edad para votar (y que en su mayorĆa habĆan nacido despuĆ©s de la dictadura de Pinochet) pusieran en jaque al āgobierno ciudadanoā. Bachelet logrĆ³ aplacar las protestas realizando concesiones, formando una gran comisiĆ³n (de ochenta miembros) para debatir reformas al sistema educacional y realizando un importante cambio de gabinete a cuatro meses de asumir el poder. Aunque mantuvo la paridad de gĆ©nero y las caras nuevas, el nuevo gabinete de Bachelet era liderado por un hombre que habĆa hecho carrera como subsecretario del Interior, a cargo de la seguridad pĆŗblica. El mensaje era claro. El gobierno participativo se habĆa terminado. Ahora, Bachelet volverĆa a intentar gobernar con los partidos.
Pero los problemas no terminaron. Un efecto inesperado de la invitaciĆ³n de Bachelet a la gente a participar y expresar sus diferencias ha sido que entre los primeros en tomĆ”rsela en serio han estado los parlamentarios oficialistas. La presidenta pronto enfrentĆ³ revueltas en el Congreso. La celebrada gobernabilidad concertacionista estaba en entredicho. Y el liderazgo presidencialista que habĆa caracterizado a sus tres predecesores no existĆa. La popularidad de Bachelet cayĆ³ y el desorden āamĆ©n de los errores no forzadosā comenzĆ³ a convertirse en la principal caracterĆstica de su gobierno.
La desastrosa implementaciĆ³n de una radical reforma al sistema de transportes capitalino en febrero de 2007 volviĆ³ a poner al gobierno en jaque. DespuĆ©s de haber estado de vacaciones cuando fue iniciado, Bachelet pĆŗblicamente reconociĆ³ haber tenido la intuiciĆ³n de que el Transantiago no iba a funcionar. Las crĆticas, comprensiblemente, arreciaron. Bachelet se vio obligada a realizar un nuevo cambio de gabinete. Esta vez abandonĆ³ la paridad de gĆ©nero y sumĆ³ mĆ”s ministros experimentados. La vieja guardia concertacionista se empezĆ³ a ārepetir el platoā.
El gobierno de Bachelet perdiĆ³ el rumbo. El āsĆndrome Transantiagoā ya afecta a todas las dependencias pĆŗblicas. Nadie se atreve a implementar una reforma porque todos temen que salga mal. El gobierno estĆ” paralizado. Peor aĆŗn, los errores no forzados se repiten con demasiada frecuencia. Cualquier iniciativa que el gobierno promueve en el Congreso inevitablemente se encuentra con la oposiciĆ³n de parlamentarios oficialistas. Cunde el desorden en la coaliciĆ³n.
El futuro
Felizmente, el gobierno dura sĆ³lo cuatro aƱos. Las prĆ³ximas presidenciales son en diciembre de 2009. Si bien resultaba predecible que su legado mĆ”s importante se concretara el primer dĆa de su gobierno, Bachelet ahora arriesga pasar a la historia sĆ³lo como la primera presidenta de Chile, y casi nada mĆ”s.
Ya que ella siempre la ignorĆ³, ahora la ConcertaciĆ³n parece mĆ”s preocupada de reinventarse para 2009 que de apoyar a su presidenta. La carrera presidencial se ha desatado. AdemĆ”s del ex presidente Lagos, la senadora y presidenta de la Democracia Cristiana Soledad Alvear y el ex ministro del Interior de Lagos, el socialista JosĆ© Miguel Insulza (ahora secretario general de la OEA) estĆ”n en carrera. La percepciĆ³n generalizada es que el gobierno se acabĆ³ y hay que empezar a prepararse para lograr una quinta victoria presidencial en 2009.
Afortunadamente para la coaliciĆ³n oficial, la economĆa marcha bien. El paĆs crecerĆ” un 6% en 2007. Se espera un crecimiento similar en 2008, cuando se realicen las elecciones municipales. El desempleo estĆ” en torno al 6%. La pobreza ha disminuido ya a un 13.5%. La disciplina fiscal ha permitido acumular casi treinta mil millones de dĆ³lares en reservas (un 25% del PIB). Los altos precios del cobre permiten anticipar que el gobierno concertacionista tendrĆ” la billetera gorda para las prĆ³ximas elecciones. Aun con una fĆ©rrea disciplina fiscal, habrĆ” mucho dinero para gastar.
La oposiciĆ³n, la derechista Alianza, parece mĆ”s preocupada de sus conflictos internos que de sacar a la ConcertaciĆ³n del poder. El empresario RN SebastiĆ”n PiƱera es su candidato mejor posicionado en las encuestas. Pero la UDI no le perdona que se haya opuesto a Pinochet en 1988. Los conflictos entre PiƱera y la UDI llevan mĆ”s de veinte aƱos, e incluyen escĆ”ndalos de espionaje telefĆ³nico, acusaciones de pedofilia contra senadores de la UDI (atribuidas por Ć©sta al cĆrculo cercano de PiƱera) y rencillas por la decisiĆ³n de PiƱera de entrar a la carrera presidencial en 2005, cuando JoaquĆn LavĆn, de la UDI, habĆa sido ya proclamado por la propia directiva de su partido. AsĆ las cosas, la Alianza parece decidida a ir a las prĆ³ximas presidenciales con dos candidatos. Aun en su peor dĆa de ingobernabilidad, la ConcertaciĆ³n siempre demuestra mĆ”s disciplina y unidad que la coaliciĆ³n opositora.
AsĆ y todo, la democracia supone competencia. Y la competencia eventualmente lleva a la alternancia en el poder. Aunque algunos temen que la derecha todavĆa no se sacude su legado autoritario pinochetista, la experiencia de otros paĆses nos permite anticipar que, cuando llegue al poder, la derecha serĆ” mĆ”s bien moderada y centrista. Es mĆ”s, bien pudiera ser que, sĆ³lo en el poder, la derecha logre finalmente librarse del fantasma de Pinochet. La ConcertaciĆ³n regularmente advierte que las opciones en Chile son la coaliciĆ³n centro-izquierdista o el caos. Pero la misma advertencia hizo Pinochet en 1988 y el paĆs supo entender que Ć©sa era una dicotomĆa falaz. La derecha puede ganar. De hecho, la mejor evidencia de que Chile es una democracia es precisamente que el paĆs puede soportar tanto gobiernos de izquierda como de derecha.
Aunque los fundamentos macroeconĆ³micos sean sĆ³lidos, la oposiciĆ³n derechista estĆ© dividida y la ConcertaciĆ³n cierre filas detrĆ”s de un candidato Ćŗnico, la tensiĆ³n entre la promesa de democracia desde abajo hacia arriba de la presidenta Bachelet y la realidad de democracia desde arriba hacia abajo de la ConcertaciĆ³n sigue sin resolverse. Si bien la situaciĆ³n coyuntural permite anticipar que resultarĆ” mĆ”s difĆcil separar a la ConcertaciĆ³n del Estado de lo que fue separar a la Iglesia CatĆ³lica del Estado en el siglo XIX, la coaliciĆ³n de gobierno enfrenta el difĆcil desafĆo de reinventarse para ponerse al dĆa con el paĆs que ayudĆ³ a construir.
Si pretende volver al pasado con un modelo de democracia elitista, donde las decisiones las toman los partidos, la ConcertaciĆ³n bien podrĆa estar pavimentando el camino para una victoria derechista en 2009. Pero si logra reinventarse, introduciendo algunos de esos componentes de ādemocracia desde abajo hacia arribaā que complementen y fortalezcan sus conocidas habilidades de ofrecer gobernabilidad a travĆ©s de sus partidos de centro e izquierda, la coaliciĆ³n gobernante lograrĆ” una nueva victoria en 2009 (y se prepararĆ” a cumplir veinticuatro aƱos en el poder, en 2013). Al mismo tiempo la ConcertaciĆ³n se habrĆ” anotado un Ć©xito aĆŗn mĆ”s escaso en la historia polĆtica latinoamericana: habrĆ” logrado no sĆ³lo permanecer democrĆ”ticamente en el poder, sino reformarlo desde dentro. HabrĆ” logrado no sĆ³lo gobernar al paĆs: tambiĆ©n habrĆ” conseguido gobernarse a sĆ misma.
Pero eso estĆ” por verse. ~
Es doctor en Ciencia PolĆtica por NYU, donde tambiĆ©n imparte clases. Profesor en la Universidad Diego Portales de Chile.