Foto: Carlos Figueroa [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)]

La frustraciĆ³n en el oasis de paz

El descontento social que hizo erupciĆ³n en Chile nos recuerda que la desigualdad es una amenaza permanente para la estabilidad. Pero tambiĆ©n nos muestra que, cuando los paĆ­ses logran niveles superiores de desarrollo, un estallido de descontento social puede ser una oportunidad para construir una democracia mĆ”s inclusiva.
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Las democracias con altos niveles de desigualdad son como alcohĆ³licos en recuperaciĆ³n. Nunca se puede estar seguro de que no habrĆ” una recaĆ­da. Las protestas en Chile en los Ćŗltimos dĆ­as constituyen una sorpresiva recaĆ­da en un paĆ­s que para muchos habĆ­a logrado alejarse del fantasma de la inestabilidad que acosa a los paĆ­ses de AmĆ©rica Latina. El descontento social que hizo erupciĆ³n en Chile nos recuerda, por un lado, que la desigualdad es una amenaza permanente para la estabilidad. Pero, y esa es la buena noticia, tambiĆ©n nos muestra que, cuando los paĆ­ses logran niveles superiores de desarrollo y de estabilidad macroeconĆ³mica, un estallido de descontento social puede ser una oportunidad para construir una democracia mĆ”s inclusiva.

Chile era un improbable candidato para un estallido social. DespuĆ©s de todo, ha sido el paĆ­s que mĆ”s se ha desarrollado en AmĆ©rica Latina en los Ćŗltimos 30 aƱos. DespuĆ©s de su compleja transiciĆ³n a la democracia, Chile logrĆ³ un saludable balance de crecimiento econĆ³mico, reducciĆ³n de la pobreza y consolidaciĆ³n de sus instituciones democrĆ”ticas. La naciĆ³n sudamericana aparecĆ­a como un oasis de paz y tranquilidad en una regiĆ³n convulsionada. De hecho, el propio presidente de Chile, el multimillonario derechista SebastiĆ”n PiƱera ā€“electo para el periodo 2010-2014 y reelecto para un segundo cuatrienio no consecutivo en el periodo 2018-2022ā€“ lo definiĆ³ de esa forma hace solo unos dĆ­as en entrevista en el Financial Times.

Es verdad que Chile, al igual que casi todos los paĆ­ses de la regiĆ³n, tiene niveles muy altos de desigualdad. Pero incluso en esa dimensiĆ³n, Chile habĆ­a logrado mejoras. Nunca antes en la historia nacional, Chile habĆ­a sido a la vez tan desarrollado y habĆ­a tenido niveles tan bajos de desigualdad.  Los crĆ­ticos del modelo chileno correctamente apuntan a que la desigualdad ha disminuido de forma muy gradual. Pero nadie podrĆ­a negar que, en estas Ćŗltimas dĆ©cadas, Chile ha avanzado en la direcciĆ³n correcta.  

Es mĆ”s, a diferencia de lo que regularmente gatilla las crisis polĆ­ticas en AmĆ©rica Latina, Chile no estĆ” pasando por una recesiĆ³n econĆ³mica ni ha debido acudir al Fondo Monetario Internacional para un paquete de salvataje.  Al contrario, aunque la economĆ­a chilena crece menos que antes, sigue expandiĆ©ndose en un contexto regional de adversidad. Chile ademĆ”s posee una situaciĆ³n fiscal privilegiada. El paĆ­s cuenta con un fondo soberano al que puede echar mano para solventar mayor gasto pĆŗblico. AdemĆ”s, su sana situaciĆ³n fiscal le permite endeudarse a tasas privilegiadas en los mercados internacionales.

Luego, la crisis que explotĆ³ en Chile no es por el empeoramiento de las condiciones de vida. En Chile no funcionarĆ­a el mensaje de ā€œmake Chile great againā€ precisamente porque nunca en su historia el paĆ­s estuvo tan bien como ahora. La crisis es producto de que los chilenos tienen expectativas de mejoras superiores a lo que estĆ”n experimentado. Esta protesta responde a la frustraciĆ³n de estar a las puertas de la tierra prometida y todavĆ­a no poder entrar.

Es verdad que hay muchos nostĆ”lgicos del pasado que, al ver a millones de personas marchar por las calles de Santiago han recordado el discurso final del Presidente Salvador Allende, quien, poco antes de quitarse la vida el 11 de septiembre de 1973, dio un mensaje de esperanza ante la terrible realidad del inminente golpe militar. Allende dijo que ā€œmĆ”s temprano que tarde, se abrirĆ”n las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejorā€.  Las marchas de estos Ćŗltimos dĆ­as, especialmente la del viernes 24 de octubre ā€“la mĆ”s grande en la historia del Chile post golpe militar de 1973ā€“ han llevado a muchos a recordar las palabras de Allende.

Pero los chilenos que marchan no sueƱan con la vĆ­a chilena al socialismo de Allende. Tampoco aspiran a seguir el camino de otros paĆ­ses de AmĆ©rica Latina gobernados por lĆ­deres de izquierda. Los chilenos mayoritariamente no aspiran a ser como Argentina, Uruguay o MĆ©xico. Las encuestas de opiniĆ³n y el propio discurso de los polĆ­ticos mĆ”s crĆ­ticos del modelo muestran que los chilenos tienen como modelo a las democracias desarrolladas de los paĆ­ses de la OECD. En un paĆ­s donde muchos servicios pĆŗblicos han sido privatizados y donde el Estado es muchas veces dĆ©bil ā€“si no ausenteā€“ los chilenos quieren una cancha pareja en la que apliquen las mismas reglas para todos. 

Los chilenos vieron la tierra prometida y ahora quieren entrar. Especialmente ahora que la economĆ­a se viene enfriandoā€“y la gente teme que las puertas se estĆ”n empezando a cerrarā€“ esa creciente clase media, que todavĆ­a siente ese vĆ©rtigo de haber mejorado sus condiciones de vida rĆ”pidamente y el temor de volver a caer en la pobreza si las cosas empeoran, quiere que el Estado les ayude a cruzar esas puertas que estĆ”n fĆ©rreamente protegidas por la Ć©lite.

Para la Ć©lite chilena, que se siente orgullosa de liderar un paĆ­s con bajos niveles de pobreza, esa demanda de la clase media constituye una amenaza. Una cosa es querer que los menos afortunados dejen de ser pobres. Otra muy distinta es aceptar que esa nueva clase media te desafĆ­e y cuestione tus privilegios. Si bien el modelo capitalista supone la movilidad, la Ć©lite chilena aparece atemorizada de que esa movilidad signifique el riesgo de dejar el grupo de mĆ”s ingresos para que entren otros. Si en su discurso de despedida Allende dijo que los ricos en Chile no querĆ­an renunciar a sus granjerĆ­as y sus privilegios, en un audio que se filtrĆ³ por redes sociales, la esposa del presidente PiƱera, Cecilia Morel, advirtiĆ³ que ahora esa Ć©lite deberĆ­a renunciar a sus privilegios.

Es verdad que en Chile hay descontento e insatisfacciĆ³n. Pero a diferencia de otros paĆ­ses donde reina la nostalgia por un paraĆ­so perdido, Chile se ha desarrollado y enriquecido con el modelo neoliberal. Ahora, esa clase media emergente toca las puertas de la tierra prometida exigiendo entrar. Al abrir las puertas, la Ć©lite deberĆ” renunciar a sus privilegios. El sueƱo de Allende se cumplirĆ” en unas alamedas pavimentadas por el crecimiento producido por el modelo del neoliberalismo y por la demanda de inclusiĆ³n de esa clase media emergente que no quiere terminar con la fiesta, sino que demanda ser parte de ella. 

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Es doctor en Ciencia Polƭtica por NYU, donde tambiƩn imparte clases. Profesor en la Universidad Diego Portales de Chile.


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