Las democracias con altos niveles de desigualdad son como alcohĆ³licos en recuperaciĆ³n. Nunca se puede estar seguro de que no habrĆ” una recaĆda. Las protestas en Chile en los Ćŗltimos dĆas constituyen una sorpresiva recaĆda en un paĆs que para muchos habĆa logrado alejarse del fantasma de la inestabilidad que acosa a los paĆses de AmĆ©rica Latina. El descontento social que hizo erupciĆ³n en Chile nos recuerda, por un lado, que la desigualdad es una amenaza permanente para la estabilidad. Pero, y esa es la buena noticia, tambiĆ©n nos muestra que, cuando los paĆses logran niveles superiores de desarrollo y de estabilidad macroeconĆ³mica, un estallido de descontento social puede ser una oportunidad para construir una democracia mĆ”s inclusiva.
Chile era un improbable candidato para un estallido social. DespuĆ©s de todo, ha sido el paĆs que mĆ”s se ha desarrollado en AmĆ©rica Latina en los Ćŗltimos 30 aƱos. DespuĆ©s de su compleja transiciĆ³n a la democracia, Chile logrĆ³ un saludable balance de crecimiento econĆ³mico, reducciĆ³n de la pobreza y consolidaciĆ³n de sus instituciones democrĆ”ticas. La naciĆ³n sudamericana aparecĆa como un oasis de paz y tranquilidad en una regiĆ³n convulsionada. De hecho, el propio presidente de Chile, el multimillonario derechista SebastiĆ”n PiƱera āelecto para el periodo 2010-2014 y reelecto para un segundo cuatrienio no consecutivo en el periodo 2018-2022ā lo definiĆ³ de esa forma hace solo unos dĆas en entrevista en el Financial Times.
Es verdad que Chile, al igual que casi todos los paĆses de la regiĆ³n, tiene niveles muy altos de desigualdad. Pero incluso en esa dimensiĆ³n, Chile habĆa logrado mejoras. Nunca antes en la historia nacional, Chile habĆa sido a la vez tan desarrollado y habĆa tenido niveles tan bajos de desigualdad. Los crĆticos del modelo chileno correctamente apuntan a que la desigualdad ha disminuido de forma muy gradual. Pero nadie podrĆa negar que, en estas Ćŗltimas dĆ©cadas, Chile ha avanzado en la direcciĆ³n correcta.
Es mĆ”s, a diferencia de lo que regularmente gatilla las crisis polĆticas en AmĆ©rica Latina, Chile no estĆ” pasando por una recesiĆ³n econĆ³mica ni ha debido acudir al Fondo Monetario Internacional para un paquete de salvataje. Al contrario, aunque la economĆa chilena crece menos que antes, sigue expandiĆ©ndose en un contexto regional de adversidad. Chile ademĆ”s posee una situaciĆ³n fiscal privilegiada. El paĆs cuenta con un fondo soberano al que puede echar mano para solventar mayor gasto pĆŗblico. AdemĆ”s, su sana situaciĆ³n fiscal le permite endeudarse a tasas privilegiadas en los mercados internacionales.
Luego, la crisis que explotĆ³ en Chile no es por el empeoramiento de las condiciones de vida. En Chile no funcionarĆa el mensaje de āmake Chile great againā precisamente porque nunca en su historia el paĆs estuvo tan bien como ahora. La crisis es producto de que los chilenos tienen expectativas de mejoras superiores a lo que estĆ”n experimentado. Esta protesta responde a la frustraciĆ³n de estar a las puertas de la tierra prometida y todavĆa no poder entrar.
Es verdad que hay muchos nostĆ”lgicos del pasado que, al ver a millones de personas marchar por las calles de Santiago han recordado el discurso final del Presidente Salvador Allende, quien, poco antes de quitarse la vida el 11 de septiembre de 1973, dio un mensaje de esperanza ante la terrible realidad del inminente golpe militar. Allende dijo que āmĆ”s temprano que tarde, se abrirĆ”n las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejorā. Las marchas de estos Ćŗltimos dĆas, especialmente la del viernes 24 de octubre āla mĆ”s grande en la historia del Chile post golpe militar de 1973ā han llevado a muchos a recordar las palabras de Allende.
Pero los chilenos que marchan no sueƱan con la vĆa chilena al socialismo de Allende. Tampoco aspiran a seguir el camino de otros paĆses de AmĆ©rica Latina gobernados por lĆderes de izquierda. Los chilenos mayoritariamente no aspiran a ser como Argentina, Uruguay o MĆ©xico. Las encuestas de opiniĆ³n y el propio discurso de los polĆticos mĆ”s crĆticos del modelo muestran que los chilenos tienen como modelo a las democracias desarrolladas de los paĆses de la OECD. En un paĆs donde muchos servicios pĆŗblicos han sido privatizados y donde el Estado es muchas veces dĆ©bil āsi no ausenteā los chilenos quieren una cancha pareja en la que apliquen las mismas reglas para todos.
Los chilenos vieron la tierra prometida y ahora quieren entrar. Especialmente ahora que la economĆa se viene enfriandoāy la gente teme que las puertas se estĆ”n empezando a cerrarā esa creciente clase media, que todavĆa siente ese vĆ©rtigo de haber mejorado sus condiciones de vida rĆ”pidamente y el temor de volver a caer en la pobreza si las cosas empeoran, quiere que el Estado les ayude a cruzar esas puertas que estĆ”n fĆ©rreamente protegidas por la Ć©lite.
Para la Ć©lite chilena, que se siente orgullosa de liderar un paĆs con bajos niveles de pobreza, esa demanda de la clase media constituye una amenaza. Una cosa es querer que los menos afortunados dejen de ser pobres. Otra muy distinta es aceptar que esa nueva clase media te desafĆe y cuestione tus privilegios. Si bien el modelo capitalista supone la movilidad, la Ć©lite chilena aparece atemorizada de que esa movilidad signifique el riesgo de dejar el grupo de mĆ”s ingresos para que entren otros. Si en su discurso de despedida Allende dijo que los ricos en Chile no querĆan renunciar a sus granjerĆas y sus privilegios, en un audio que se filtrĆ³ por redes sociales, la esposa del presidente PiƱera, Cecilia Morel, advirtiĆ³ que ahora esa Ć©lite deberĆa renunciar a sus privilegios.
Es verdad que en Chile hay descontento e insatisfacciĆ³n. Pero a diferencia de otros paĆses donde reina la nostalgia por un paraĆso perdido, Chile se ha desarrollado y enriquecido con el modelo neoliberal. Ahora, esa clase media emergente toca las puertas de la tierra prometida exigiendo entrar. Al abrir las puertas, la Ć©lite deberĆ” renunciar a sus privilegios. El sueƱo de Allende se cumplirĆ” en unas alamedas pavimentadas por el crecimiento producido por el modelo del neoliberalismo y por la demanda de inclusiĆ³n de esa clase media emergente que no quiere terminar con la fiesta, sino que demanda ser parte de ella.
Es doctor en Ciencia PolĆtica por NYU, donde tambiĆ©n imparte clases. Profesor en la Universidad Diego Portales de Chile.