El militar no la mira a los ojos

En Venezuela, el tumor antidemocrático no está localizado en el caso de María Corina; se trata de una metástasis voraz que se tragó a los poderes públicos.
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Franela blanca y bandera tricolor al cuello, apareció la diputada María Corina Machado. La recibían cientos de seguidores, el pasado miércoles 26 de marzo en Caracas, luego de su periplo por Washington y Lima. La estampa se viralizó enseguida por las redes sociales. Mientras tanto, en las pantallas de todas las señales del sistema nacional de medios públicos y también los privados, la imagen del presidente de la Asamblea Nacional y capitán activo del ejército, Diosdado Cabello, se repetía, una y otra vez, anunciando la destitución de Machado de su cargo de elección popular. El Estado, convertido en partido de gobierno, hace de las suyas: señala, amenaza, destituye, ofende y escoge bien que solo se escuche esa versión. La que argumenta que prácticamente ella renunció o se “despidió solita” al “aceptar un cargo” en la OEA.

 “La señora Machado no podrá entrar más en la Asamblea Nacional porque ya no es diputada, tampoco a las oficinas parlamentarias y no seguirá percibiendo el sueldo de diputada (…) perdió la inmunidad parlamentaria y puede ser detenida en cualquier momento sin previa notificación a nadie por traición a la Patria”, cantó el militar Cabello a viva voz.

Pero la de Machado también se hace escuchar, y fuerte. Contrasta con su imagen de “niñita de colegio” que tanto le critican. Porque a pesar de que no se amilana por puños (literalmente, le rompieron el tabique dentro del hemiciclo parlamentario), sabe escoger los espacios para perifonear. Esta vez buscó a la OEA y aprovechó la alianza que ofreció Panamá para usar su derecho de palabra y así poder explicar las demandas de la oposición venezolana, cada vez más acalladas en los medios del país. Por cierto, la práctica de que un embajador ceda su asiento en ese espacio a otro país tiene más de un antecedente importante, especialmente cuando  tras el golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya (2009), Venezuela cedió la silla a la canciller de esa nación, Patricia Rodas.

Monstruo de cinco cabezas

En medio de un hervidero político de polarización, el Gobierno -entre insulto y descalificación a sus críticos- llama a un diálogo que luce cuesta arriba. Entretanto, arrecia con la represión. No solo la de la calle, con tanquetas, perdigones, detenciones ilegales, torturas, furia policial y derroche de lacrimógenas compradas a Brasil, sino esa que ejecuta con la utilización del sistema judicial para castigar a la protesta, que criminaliza sin ningún cuidado a las normas.

En Venezuela, el tumor antidemocrático no está localizado en el caso de María Corina; se trata de una metástasis voraz que se tragó a los poderes públicos, y los convirtió en uno solo, en manos del chavismo (Partido Socialismo Unido de Venezuela- PSUV). En estos últimos 15 años, el movimiento que lideró el fallecido presidente Hugo Chávez hizo transformaciones. Primero creó una nueva Carta Magna en la que de 3 poderes públicos pasaron a ser cinco: al Ejecutivo, Legislativo y Judicial le sumó el Ciudadano y el Electoral. Pero en la práctica no es más que un monstruo de cinco cabezas que responde a un solo cerebro: el partido de gobierno.

Cabello, el diputado, ensayando rol de juez,  tomó los artículos 149 y 191 de la Constitución y decidió de un puntillazo que lo que aplica para funcionarios de carrera en la administración pública es igual para parlamentarios. Sabemos que el primero es alguien que ostenta un cargo de carrera administrativa, como un puesto ministerial, por ejemplo, y el segundo es escogido por los votantes para ser representados en el Poder Legislativo. ¿Se confunde Cabello? ¿O está muy claro en cómo son las cosas en este sistema de gobierno vapuleado y descosido?

María Corina Machado pertenece al poder Legislativo por decisión popular y según la constitución aprobada en 1999 a petición de quienes gobiernan y luego de un proceso constituyente que refrendaron los venezolanos, existen solo cinco maneras que pudieran quitarle su investidura: La muerte, su renuncia voluntaria, un referendo revocatorio o una decisión del Tribunal Supremo de Justicia, luego de una condena firme. Ninguna de esas cosas ocurrió mientras estaba en la OEA ni en Lima. No obstante, los dos polos del poder cívico militar de Venezuela están alineados: el presidente Nicolás Maduro refrendó las palabras de Cabello y la sentenció. “Machado se autodespidió”.

¿Traicionera?

Han intentado sus enemigos políticos separarla de su puesto y entre los cargos que se le atribuyen está el peligroso y discrecional “traición a la patria” y la dudosa y no menos subjetiva “instigación a delinquir”, por las protestas violentas que han tenido lugar en distintos estados del país y su consigna que llama a “la salida”.

No obstante, ella decidió ir a la cita en la capital de EUA y se hizo acompañar por la madre de Geraldine Moreno, una joven asesinada en Valencia por un disparo de perdigones a quema ropa en su ojo, y por el líder estudiantil Carlos Vargas. Lo que ocurrió allí y la forma como se negaron a discutir el tema venezolano ya es leyenda. También que el canciller panameño le ofreciera su espacio para insistir en el tema hasta que lo logre. Y eso desató los demonios.

Cabello, militar hasta en la forma de respirar, es una de las dos figuras de un gobierno bicéfalo que luego de la muerte de Chávez se muestran con intereses y grupos distintos, pero hermanados por el poder. Él representa el ala de las fuerzas armadas  que participó en el intento de golpe de Estado de 1992 y que escaló posiciones protagónicas durante el período de Chávez. Su diputación también ha estado en la mira legal desde que fue incorporado de regreso la institución castrense por orden del entonces Presidente, junto a otros insurgentes,  y luego fue ascendido a capitán  por Nicolás Maduro (la Constitución permite el voto a militares activos, pero no ocupar cargos de elección popular). A la muerte del líder, declaró que la oposición debió rezar porque ese deceso no ocurriera, pues era el “comandante” quien detenía sus desafueros. El lunes 4 de marzo, dos días antes de la llegada de la María Corina Machado al país, Cabello tensó la liga del conflicto con su acostumbrado verbo encendido.

Machado advirtió desde Lima que llegaba a su puesto de diputada “a seguir luchando” y así fue. Acompañada por tres parlamentarios peruanos pisó Venezuela mientras ocurría la reunión de Unasur; y no fue detenida. Su paso era interrumpido por cientos de seguidores que cantaron el himno, la abrazaron y respaldaron. Ella se fue directo a la Plaza Brión, devenida en rincón opositor en el este de Caracas y ofreció un discurso. Tachó de “nula e inconstitucional” la decisión del presidente del parlamento y dijo sentirse “más diputada que nunca”.

Ella, que ha dejado atrás su carrera de ingeniera, hija de la clase media, conservadora, promotora en su precandidatura del “capitalismo social”, caminó entre la gente… alguien le regaló una bandera y se la colgó cual bufanda. Se incorporará a su curul y los flashes tratarán de captar ese encuentro. Con él. Con ese militar que preside el parlamento, que no la mira nunca directo a los ojos.

 

 

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Periodista venezolana


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