1.
No tengo idea de quién habrá ganado las pasadas elecciones: esa clase de certezas me parecen punto menos que imposibles, a estas alturas, en México. Lo que sí me queda claro es quién las perdió: el actual sistema de partidos.
2.
Para empezar, es obvio que no es ni el PRI ni el PAN ni el PRD quien ha triunfado en las elecciones de Sinaloa: el ganador es un priista financiado por panistas y perredistas, y con un significativo margen de oposición –tanto local como nacional– de parte de esos mismos tres partidos. En el caso de Oaxaca, no deja de ser una joya de retórica la declaración de Ulises Ruiz en el sentido de que una guerra sucia contra su partido fue orquestada desde las altas esferas del poder: los patos le tiran a la escopeta (y le atinan). Otro highlight de la contienda (audioespionaje incluido) es el conflicto entre la cúpula panista y el gobernador saliente de Aguascalientes, el también panista Luis Armando Reynoso Femat, a quien se acusa de haber negociado la elección con el candidato priista.
3.
Ya, en serio: ¿cuáles son los partidos que participaron (mejor ni preguntemos quiénes ganaron) en estas elecciones? Lo despistado de las notas de la prensa internacional demuestra que la lógica de la política mexicana es, para cualquiera que no viva en el país, un territorio inexpugnable.
4.
Si hasta hace poco la reforma política parecía urgente desde una perspectiva cultural e histórica, ahora parece más bien una cuestión de etiqueta: ojalá que la presión del ridículo consiga lo que la sociedad no pudo.
5.
No ha faltado quien se rasgue las vestiduras ante la alianza, en algunos estados, del PAN y el PRD: ¿cómo es posible, dicen, que estos dos supuestamente acérrimos enemigos, la izquierda y la derecha, hayan logrado acuerdos ideológicos? Confieso mi perplejidad. Para que tal alianza fuera una aberración tendría que haber una condición inexistente: que el PRD fuera un partido de izquierda. En México no hay ni un solo partido de izquierda. Para el caso, ni siquiera hay partidos de derecha en el sentido tradicional de la palabra.
6.
Más bien parece que el nuevo PRI ha revelado su más profunda naturaleza: consiste en que absolutamente todos los partidos del país utilicen los métodos clientelares del viejo PRI en cada una de sus luchas políticas. En este sentido, no es necesario esperar hasta el 2012 para saber los resultados: gane quien gane, el PRI ya ganó.
– Julián Herbert