Ilustraciรณn: Vicente Martรญ

El verdadero Karl Marx

Marx ha sido, probablemente, el pensador polรญtico mรกs influyente de todos los tiempos. Pero, como seรฑala Sperber en una biografรญa magistral recientemente aparecida en castellano, una parte importante de su obra ha sido ignorada y su figura se ha sacado habitualmente de contexto.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

En muchos sentidos, sugiere Jonathan Sperber, Marx fue “un personaje anclado en el pasado”, y su visiรณn del futuro se basaba en condiciones totalmente distintas de las que prevalecen hoy:

La consideraciรณn de Marx como un hombre contemporรกneo con unas ideas que han configurado el mundo moderno ha seguido su curso y ha llegado el momento de entenderlo de otro modo: como una figura de una รฉpoca histรณrica pretรฉrita, cada vez mรกs alejada de la nuestra: fue la รฉpoca de la Revoluciรณn francesa, de la filosofรญa de Hegel, de la primera industrializaciรณn inglesa y de la economรญa polรญtica que emanรณ de ella.

El objetivo de Sperber es presentar a Marx como lo que realmente fue: un pensador decimonรณnico empapado de las ideas y los acontecimientos de su tiempo. Si se ve a Marx de esta forma, muchas de las disputas que se produjeron en el siglo pasado en torno a su legado nos parecerรกn estรฉriles e incluso irrelevantes. Hacer “responsable intelectualmente” a Marx, en cualquier sentido, del comunismo del siglo XX  parecerรก totalmente equivocado, lo mismo que defenderlo como un demรณcrata radical, puesto que ambas aseveraciones “proyectan sobre el siglo XIX polรฉmicas posteriores”.

Marx comprendiรณ, ciertamente, algunos rasgos cruciales del capitalismo; pero se trata de “los rasgos del capitalismo de las primeras dรฉcadas del siglo XIX”, y no del capitalismo muy distinto que toma forma a principios del siglo XXI. De nuevo, aunque buscaba una nueva forma de sociedad humana que habรญa de venir al mundo tras el colapso del capitalismo, Marx no tenรญa una concepciรณn establecida sobre cรณmo serรญa esa sociedad. Querer encontrar en รฉl una visiรณn de nuestro futuro, para Sperber, es tan errรณneo como culparlo de nuestro pasado.

Sperber, que usa como una de sus fuentes principales la reciente ediciรณn de las obras de Marx y Engels, comรบnmente conocida por su acrรณnimo alemรกn, mega, construye una imagen de las ideas polรญticas de Marx que es didรกcticamente distinta a la que han preservado las explicaciones habituales. Las posturas que Marx adoptaba obedecรญan muy pocas veces a un compromiso teรณrico preexistente con el capitalismo o el comunismo. A menudo reflejaban sus actitudes ante los gobiernos europeos y sus conflictos, y las intrigas y rivalidades en las que participaba como activista polรญtico.

En ocasiones, la hostilidad que Marx sentรญa hacia los regรญmenes reaccionarios de Europa lo condujo a extremos disparatados. Fue un opositor ferviente a la autocracia rusa, hizo campaรฑa para una guerra revolucionaria contra Rusia en 1848-1849 y le consternรณ la dubitativa gestiรณn britรกnica en la Guerra de Crimea. Marx denunciรณ la oposiciรณn a la guerra de los radicales ingleses mรกs destacados y argumentรณ que la ambigรผedad de la polรญtica exterior inglesa se debรญa a que el primer ministro, lord Palmerston, era un agente pagado por el zar ruso y uno de los muchos traidores que se habรญan sucedido en el poder de Inglaterra durante mรกs de un siglo –una acusaciรณn que reiterรณ durante varios aรฑos en distintos artรญculos de periรณdicos, reimpresos por su hija Eleonor bajo el tรญtulo de Historia de la diplomacia secreta en el siglo XVIII

Del mismo modo, la lucha contra de Mijaรญl Bakunin, su rival ruso, por el control de la Asociaciรณn Internacional de los Trabajadores (ait) reflejaba mรกs el odio de Marx a la monarquรญa prusiana y a sus sospechas de que Bakunin era un paneslavista con vรญnculos secretos con el zar que su oposiciรณn al autoritarismo del anarquismo de Bakunin. Fueron estas pasiones y animadversiones propias del siglo XIX las que dieron forma a la vida polรญtica de Marx, no las colisiones ideolรณgicas que nos resultan familiares por la รฉpoca de la Guerra Frรญa.

La visiรณn sutilmente revisionista de Sperber se extiende a lo que comรบnmente se consideran los postulados ideolรณgicos definitivos de Marx. Hoy, como a lo largo del siglo XX, la idea del comunismo es inseparable de Marx, pero no siempre estuvo vinculado a ella. En su primer texto despuรฉs de asumir el puesto de editor del Rheinische Zeitung en 1842, Marx lanzรณ una รกspera polรฉmica en contra del principal periรณdico en Alemania, el Augsburg Allgemeine Zeitung, por publicar artรญculos a favor del comunismo. No basaba su ataque en argumentos sobre la inviabilidad del comunismo: era la idea misma lo que refutaba. Lamentaba que “nuestras ciudades comerciales, que florecieron en el pasado, ya no lo hacen”, y declaraba que el auge de las ideas comunistas “habรญa de derrotar nuestra inteligencia, conquistar nuestros sentimientos”, en un proceso insidioso sin remedio claro. En cambio, cualquier intento de introducir el comunismo podรญa atajarse fรกcilmente con la fuerza de armas: “los intentos prรกcticos [de instaurar el comunismo], e incluso los intentos masivos, se pueden responder a caรฑonazos”. Como escribe Sperber: “El hombre que habรญa de escribir el Manifiesto comunista apenas cinco aรฑos despuรฉs ¡defendรญa el uso del ejรฉrcito para reprimir un alzamiento de trabajadores comunistas!”

No se trata de una anomalรญa aislada. En un discurso ante la Sociedad Democrรกtica de Colonia en agosto de 1848, Marx se refiriรณ a la dictadura revolucionaria de una sola clase como un “disparate”: una opiniรณn tan notablemente contraria a la que habรญa expresado apenas seis meses antes en el Manifiesto comunista que posteriores editores marxistas-leninistas de sus discursos se negaron a aceptar su autenticidad. Y, mรกs de veinte aรฑos despuรฉs, cuando comenzaba la guerra franco-prusiana, tambiรฉn desdeรฑรณ como “disparate” toda nociรณn sobre la Comuna de Parรญs.

El Marx anticomunista es una figura poco conocida, pero sin duda hubo ocasiones en las que compartiรณ la opiniรณn de los liberales, los de su tiempo y los posteriores, de que el comunismo (asumiendo que fuera viable) serรญa perjudicial para el progreso humano. Y esto solo es un ejemplo de una verdad mรกs general. A pesar de sus aspiraciones y de los esfuerzos de generaciones de discรญpulos, de Engels en adelante, las ideas de Marx nunca formaron un sistema cohesionado. Una de las razones es la dispersiรณn de su vida productiva. Aunque solemos imaginar a Marx como el teรณrico encerrado en la biblioteca del Museo Britรกnico, la teorรญa fue solamente una de sus vocaciones y rara vez su actividad principal:

Normalmente las actividades teรณricas de Marx tenรญan que encontrar lugar entre otras actividades que consumรญan mucho mรกs tiempo: la polรญtica de los รฉmigrรฉs, el periodismo, la ait, dar el esquinazo a los acreedores y las enfermedades graves o fatales que asolaron a sus hijos, a su esposa y, despuรฉs de contraer una enfermedad de la piel en 1863, a รฉl mismo. Con demasiada frecuencia, los esfuerzos teรณricos de Marx se veรญan interrumpidos durante meses, o relegados a altas horas de la noche.

Pero, si las condiciones de vida de Marx eran apenas compatibles con el trabajo constante que requerรญa la construcciรณn de un sistema, el carรกcter eclรฉctico de sus ideas presentaba un obstรกculo todavรญa mรกs grande. Es un lugar comรบn de la literatura el hecho de que tomรณ ideas prestadas de muchas fuentes. La aportaciรณn de Sperber a la explicaciรณn estรกndar del eclecticismo de Marx consiste en ahondar en el conflicto entre su adhesiรณn constante a la creencia hegeliana de que la historia contiene una lรณgica de desarrollo y el compromiso con la ciencia que Marx adquiriรณ del movimiento positivista.

Al seรฑalar la funciรณn intelectualmente formativa que tenรญa el positivismo a mediados del siglo XIX, Sperber se revela como un guรญa eficaz dentro del mundo de las ideas en que se movรญa Marx. El positivismo no ha obtenido reconocimiento entre los historiadores de las ideas, sin duda porque, entre otras cosas, ahora nos parece vergonzosamente reaccionario. Sin embargo, produjo un cuerpo de ideas de enorme influencia. El positivismo arranca con el socialista francรฉs Henri de Saint-Simon (1760-1825), pero se desarrolla integralmente con Auguste Comte (1798-1857), uno de los fundadores de la sociologรญa, y promovรญa una visiรณn del futuro que todavรญa hoy resulta dominante y poderosa. Comte afirmaba que la ciencia era el modelo de todo tipo de conocimiento genuino y esperaba el tiempo en que las religiones tradicionales desaparecieran, las antiguas clases sociales fueran sustituidas y el industrialismo (tรฉrmino acuรฑado por Saint-Simon) se reorganizara sobre la base de lo racional y armonioso, una transformaciรณn que ocurrirรญa a lo largo de una serie de fases evolutivas similares a las que habรญan hallado los cientรญficos en el mundo natural.

Sperber nos cuenta que Marx describiรณ el sistema filosรณfico de Comte como una “mierda positivista”; pero habรญa muchos paralelos entre la visiรณn que Marx y el positivismo tenรญan de la sociedad y la historia:

Pese a las distancias que Marx mantenรญa con esas doctrinas [positivistas], su propia imagen del progreso a travรฉs de fases de desarrollo histรณrico bien definidas y una divisiรณn binaria de la historia humana entre una era temprana e irracional y otra posterior cientรญfica e industrial, contenรญa a todas luces elementos positivistas.

No sin astucia, Sperber nota las similitudes fundamentales entre la explicaciรณn de Marx sobre el desarrollo humano y la de Herbert Spencer (1820-1903), quien (y no Darwin) inventรณ la expresiรณn “supervivencia del mรกs apto” y la usรณ para defender el capitalismo laissez-faire. Influido por Comte, Spencer dividiรณ las sociedades humanas en dos tipos: “la ‘militante’ y la ‘industrial’, la primera de las cuales comprende todo el pasado preindustrial y precientรญfico, y la segunda que destaca una nueva รฉpoca en la historia del mundo”.

El mundo nuevo que querรญa Spencer era una versiรณn idealizada del primer capitalismo victoriano, mientras que el de Marx, se suponรญa, debรญa llegar una vez que el capitalismo fuese derrocado; pero en algo podรญan estar de acuerdo: ambos esperaban “una nueva era cientรญfica, esencialmente distinta de las anteriores”. Asรญ concluye Sperber: “El dรญa de hoy, quien visite el cementerio de Highgate, al norte de Londres, podrรก ver las tumbas de Karl Marx y Herbert Spencer una frente a la otra, porque, pese a todas la diferencias intelectuales de ambas figuras, no es una yuxtaposiciรณn totalmente descabellada.”

Marx no solo extrajo del positivismo su visiรณn de la historia como un proceso evolutivo que habรญa de culminar en una civilizaciรณn cientรญfica. Tambiรฉn asimilรณ algo de la teorรญa de los tipos raciales. El hecho de que Marx se tomara en serio esta teorรญa podrรญa asombrarnos, pero debemos recordar que muchos pensadores decimonรณnicos –particularmente Herbert Spencer– eran devotos de la frenologรญa, y los positivistas creรญan desde hacรญa tiempo que, para ser totalmente cientรญfico, el pensamiento social debรญa basarse definitivamente en la fisiologรญa.

Comte habรญa identificado la raza (al igual que el clima) como uno de los determinantes fรญsicos de la vida social. Y la filosofรญa de Comte habรญa inspirado, en parte, el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-1855), de Arthur de Gobineau, una defensa muy influyente de las jerarquรญas innatas de la raza. Marx reaccionรณ contra el libro de Gobineau con desdรฉn, y no mostrรณ seรฑal alguna de creer en la superioridad racial en su relaciรณn con su yerno Paul Lafargue, que era de origen africano. (Su principal objeciรณn al matrimonio era que Lafargue carecรญa de una fuente de ingresos fiable.) Pero Marx no era inmune a los estereotipos de su รฉpoca. Su descripciรณn del socialista judรญo alemรกn Ferdinand Lassalle, que Sperber califica de “un estallido terrible aun dentro de los parรกmetros del siglo XIX”, ejemplifica esa influencia:

Ahora me resulta del todo claro que, como demuestra la forma de su cabeza y su cabello, รฉl [Lassalle] desciende de negros que se unieron a Moisรฉs cuando se escapaba de Egipto (si es que su madre o su abuela paterna no se aparearon con un negro). Esta combinaciรณn de judรญo y alemรกn con la sustancia bรกsica negroide debe dar un producto peculiar. La agresividad de este muchacho es tambiรฉn la de un negro.

Observa Sperber que este pasaje demuestra que Marx tenรญa una “percepciรณn no racial de los judรญos. La combinaciรณn de judรญo y alemรกn que Marx vio en Lassalle era cultural y polรญtica”, no biolรณgica. Pero, como prosigue Sperber en su exposiciรณn, Marx llegรณ a referirse a los tipos raciales de formas que sugieren que tambiรฉn estaban basados en la ascendencia biolรณgica. Al elogiar la obra del etnรณgrafo y geรณlogo francรฉs Pierre Trรฉmaux (1818-1895), cuyo libro Los orรญgenes y la transformaciรณn del hombre y otros seres habรญa leรญdo en 1866, Marx alabรณ su teorรญa sobre el papel de la geologรญa en la evoluciรณn animal y humana, pues era “mucho mรกs importante y rica que Darwin” porque aportaba “los fundamentos de la naturaleza” para la nacionalidad y mostraba que “el tipo racial de negro comรบn solo es la forma degenerada de uno mucho mรกs elevado”. Con estas observaciones, dice Sperber:

Parecรญa que Marx oscilaba hacia una explicaciรณn biolรณgica o geolรณgica de las diferencias entre las nacionalidades, una concepciรณn que, en todo caso, vinculaba la nacionalidad con la ascendencia, explicada en los tรฉrminos de las ciencias naturales […] otro ejemplo de la influencia que ejercieron en Marx las ideas positivistas sobre la importancia intelectual de las ciencias naturales.

La admiraciรณn de Marx a Darwin es bien conocida. Cuenta la leyenda que Marx ofreciรณ dedicarle El capital a Darwin. Sperber considera la historia “un mito que se ha refutado repetidas veces, pero que resulta prรกcticamente imposible erradicar”, puesto que Edward Aveling, el amante de una hija de Marx, Eleonor, fue quien abordรณ a Darwin, sin รฉxito, para pedirle permiso y dedicarle un volumen de divulgaciรณn que habรญa escrito sobre la evoluciรณn. Pero no cabe duda de que Marx mirรณ con buenos ojos la obra de Darwin, que consideraba –como apunta Sperber– “otro golpe intelectual a favor del materialismo y el ateรญsmo”.

Menos conocidas son las profundas diferencias entre Marx y Darwin. Si Marx pensaba que la obra de Trรฉmaux era “un avance muy importante respecto de Darwin”, era porque el “progreso, meramente incidental en Darwin, en Trรฉmaux es necesario por ser el fundamento para las etapas de desarrollo en el cuerpo de la Tierra”. En la รฉpoca, prรกcticamente todos los seguidores de Darwin creรญan que este habรญa demostrado cientรญficamente el progreso de la naturaleza; pero, aunque a veces el propio Darwin era ambiguo al respecto, esa nunca fue su visiรณn fundamental. La teorรญa de la selecciรณn natural de Darwin no dice nada de ninguna mejora –como Darwin dijo una vez, cuando juzgamos a las abejas desde su propio punto de vista, resultan mรกs avanzadas que los humanos–, y una prueba de la penetrante inteligencia de Marx es que, a diferencia de la gran mayorรญa de personas que promovรญan la idea de la evoluciรณn, entendiรณ que la idea del progreso no estaba en el darwinismo. Pero, al igual que esa mayorรญa, era emocionalmente incapaz de aceptar el mundo contingente que Darwin habรญa revelado.

Como solรญa decir Leszek Koล‚akowski, “Marx fue un filรณsofo alemรกn.” La interpretaciรณn de la historia de Marx no deriva de la ciencia, sino de la explicaciรณn metafรญsica de Hegel sobre el despliegue del espรญritu (Geist) en el mundo. Marx mantuvo el fundamento material para la esfera de las ideas, pero puso patas arriba, como es sabido, la filosofรญa de Hegel; en el trรกnsito de esta inversiรณn, la creencia de Hegel de que la historia es esencialmente un proceso de evoluciรณn racional permanece en Marx como la concepciรณn de una sucesiรณn progresiva de transformaciones revolucionarias. Este proceso quizรก no fuera estrictamente inevitable; la reincidencia en el barbarismo era una posibilidad latente. Pero para Marx el desarrollo pleno de las capacidades humanas seguรญa siendo el punto final de la historia. Lo que รฉl y tantos otros querรญan de la teorรญa de la evoluciรณn era el apuntalamiento de la creencia en el progreso hacia un mundo mejor, pero el logro de Darwin consistiรณ en mostrar que la evoluciรณn operaba sin distinguir ninguna direcciรณn o estado final. Marx rechazรณ el descubrimiento de Darwin, apelando, en su lugar, a las teorรญas de Trรฉmaux, improbables y merecidamente olvidadas en la actualidad.

Por haber situado a Marx รญntegramente y por vez primera en su siglo, el XIX, la nueva biografรญa de Sperber serรก probablemente la definitiva durante muchos aรฑos. Escrito con una prosa lรบcida y elegante, el libro estรก cargado de penetraciones biogrรกficas e imรกgenes memorables, hรกbilmente entrelazadas con un solvente cuadro de la Europa del siglo XIX y profundos comentarios a las ideas de Marx. Se retratan vรญvidamente las relaciones de Marx con sus padres y su herencia judรญa, sus aรฑos de estudiante, sus siete aรฑos de noviazgo y luego su matrimonio con la hija de un funcionario del gobierno prusiano no muy exitoso, y la larga vida de pobreza sin desdoro y desorden bohemio que vino despuรฉs.

Sperber describe los varios oficios de Marx –en los que, segรบn el autor, tuvo mรกs รฉxito como periodista radical y fundador de un periรณdico que como organizador de la clase obrera– y analiza meticulosamente sus cambiantes actitudes intelectuales y polรญticas. No cabe duda de que Sperber acierta en presentar a Marx como una figura compleja y variable, inmersa en un mundo ya lejano del nuestro. Que eso signifique que el pensamiento de Marx es completamente irrelevante con respecto a los conflictos y polรฉmicas de los siglos xx y XXI es un asunto distinto.

El argumento de que las ideas de Marx fueron parcialmente responsables de los crรญmenes del comunismo y la convicciรณn de que Marx comprendiรณ rasgos del capitalismo que todavรญa son importantes no se pueden desdeรฑar con la facilidad que le gustarรญa a Sperber. Puede que Marx nunca pretendiera nada que se pareciese al Estado totalitario que se creรณ en la Uniรณn Soviรฉtica: ni siquiera pudo haberle pasado por la cabeza. Y, aun asรญ, el rรฉgimen que surgiรณ de la Rusia soviรฉtica fue el resultado de poner en marcha una visiรณn evidentemente marxista. Marx no se aferrรณ a una sola forma de entender la nueva sociedad que, como รฉl esperaba, iba a emerger de las ruinas del capitalismo. Como apunta Sperber: “Ya al final de sus dรญas, Marx reemplazรณ una visiรณn utรณpica, en la cual debรญa abolirse toda alienaciรณn y divisiรณn de trabajo, por otra en la que la humanidad estuviese consagrada a las actividades artรญsticas y del conocimiento.” No obstante, Marx sรญ creรญa que un mundo diferente e incomparablemente mejor podrรญa nacer cuando el capitalismo fuese destruido, y cimentaba su creencia en que ese mundo fuera posible en una mezcla incoherente de filosofรญa idealista, cuestionables especulaciones evolucionistas y una perspectiva positivista de la historia.

Lenin siguiรณ los pasos de Marx al producir una nueva versiรณn de esta fe. No hay razรณn para descartar la afirmaciรณn, de Koล‚akowski y otros, de que la combinaciรณn fatal de certeza metafรญsica y pseudociencia, que Lenin asimilรณ de Marx, tuvo una funciรณn central en la creaciรณn del totalitarismo comunista. Al perseguir la fantasรญa irrealizable de un futuro armonioso tras el colapso del capitalismo, los seguidores leninistas de Marx crearon una sociedad inhumana y represiva que colapsรณ por sรญ misma, mientras que el capitalismo –a pesar de todos sus problemas– continรบa expandiรฉndose.

Si bien es inevitable no relacionar a Marx con algunos de los peores crรญmenes del siglo pasado, tambiรฉn es cierto que ilumina algunos de nuestros dilemas actuales. Sperber no encuentra nada notable en el famoso pasaje del Manifiesto comunista en el que Marx y Engels declararon:

Todo lo que es sรณlido se deshace en aire, todo lo sagrado se profana, y el hombre finalmente se ve forzado a encarar, con sobrio sentido, su condiciรณn real de la vida y las relaciones con su gรฉnero.

La idea de que esta “aseveraciรณn de cambio incesante, caleidoscรณpico” anticipa la condiciรณn del capitalismo de finales de siglo XX y principios del XXI, propone Sperber, proviene de una mala traducciรณn del original alemรกn, que serรญa mucho mรกs precisa asรญ:

Todo lo que existe firmemente y todos los elementos de la sociedad de clases se evaporan, todo lo sagrado es desconsagrado y al final los hombres se ven obligados a observar sus lugares en la vida y sus relaciones entre sรญ con sobria mirada.

Y, aunque la versiรณn de Sperber es definitivamente menos elegante (como รฉl admite), no veo la diferencia de significado. Sea cual sea la traducciรณn, el pasaje seรฑala un rasgo central del capitalismo –la tendencia inherente a revolucionar la sociedad– que la mayor parte de los economistas y polรญticos, contemporรกneos de Marx o posteriores, ignoraron o subestimaron profundamente.

Los programas de los “conservadores del libre mercado”, que buscan desmantelar las restricciones reguladoras en el funcionamiento de las fuerzas del mercado conservando o restaurando los patrones tradicionales de la vida familiar y el orden social se derivan del supuesto de que el impacto del mercado puede confinarse a la economรญa. Marx observรณ que los mercados destruyen y crean las formas de la vida social al hacer y deshacer los productos y las industrias, y demostrรณ que ese supuesto era un grave error. Al contrario de lo que รฉl esperaba, el nacionalismo y la religiรณn no han desaparecido y no hay seรฑal de que vayan a hacerlo en el futuro inmediato; pero Marx captรณ una verdad esencial al percibir cรณmo el capitalismo estaba minando la vida burguesa.

Esto no significa que Marx ofrezca una soluciรณn a las dificultades econรณmicas actuales. Hay observaciones mucho mรกs iluminadoras sobre la tendencia del capitalismo a sufrir crisis recurrentes en los escritos de John Maynard Keynes o en un crรญtico y discรญpulo suyo, Hyman Minsky, que en lo que escribiรณ Marx. “La idea comunista”, que ha resucitado con pensadores como Alain Badiou y Slavoj ลฝiลพek, estรก tan alejada de toda condiciรณn social existente como las fantasรญas de libre mercado que han revivido en la derecha. La ideologรญa que promovieron el economista austriaco F. A. Hayek y sus seguidores, en la que el capitalismo es el ganador de una competencia por sobrevivir frente a otros sistemas econรณmicos, tiene mucho en comรบn con el sucedรกneo de la evoluciรณn que pregonรณ Herbert Spencer hace ya mรกs de un siglo… Recitando falacias manidas desde hace tiempo, las teorรญas neomarxistas y neoliberales sirven para ilustrar la tenacidad del poder de las ideas que prometen una liberaciรณn mรกgica del conflicto humano.

La renovada popularidad de Marx es un accidente de la historia. Si la Primera Guerra Mundial no hubiese ocurrido y provocado el colapso del zarismo, si el Ejรฉrcito Blanco hubiese prevalecido en la guerra civil rusa, como Lenin llegรณ a temer, y el lรญder de los bolcheviques no hubiese sido capaz de tomar y mantener el poder, o si uno solo de innumerables acontecimientos no hubiese ocurrido como sucediรณ, Marx serรญa hoy un nombre que la gente mรกs culta apenas recordarรญa. Pero tal como ocurrieron las cosas nos quedamos con sus errores y confusiones. Marx entendiรณ antes y probablemente mejor que nadie la anรกrquica vitalidad del capitalismo. Pero su visiรณn del futuro, que asimilรณ del positivismo y compartiรณ con el otro profeta victoriano que estรก frente a รฉl en el cementerio de Highgate, donde las sociedades industriales se encuentran a un paso de la civilizaciรณn cientรญfica de la que habrรญan desaparecido las religiones y los conflictos del pasado, es racionalmente insostenible: un mito que, como la idea de que Marx quiso dedicar su obra mรกs importante a Darwin, se ha explotado muchas veces y aun asรญ parece imposible de erradicar.

La creencia de que la humanidad estรก evolucionando hacia un estado mรกs armonioso reconforta a muchos, indudablemente; pero estarรญamos mejor preparados para lidiar con nuestros propios conflictos si dejรกramos atrรกs la perspectiva histรณrica de Marx, junto con su fe decimonรณnica en la posibilidad de una sociedad diferente de todas las que han existido alguna vez. ~

 

Traducciรณn de Andrรฉs Takeshi.

© 2013, The New York Review of Books.

+ posts


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: