Desde los años 80, cuando el régimen priísta empezó a abandonar el modelo de estado paternalista sobre el que cimentó su control sobre la vida política mexicana, cada vez que el gobierno propone una medida o lleva a cabo una acción que ataca directamente la herencia de ese pasado autoritario pone a la izquierda en una difícil disyuntiva: apoyar o rechazar la medida. La izquierda ha reaccionado con poca imaginación y mucha esquizofrenia ante tales desafíos. La detención de Elba Esther Gordillo es un ejemplo más.
Apenas se había dado a conocer la noticia cuando ya se podía apreciar una fuerte corriente de opinión en las redes sociales con algunos ejes discursivos claramente identificables:
1. La detención de la maestra es una “cortina de humo” para ocultar otros fines inconfesables, particularmente la privatización de PEMEX.
2. Es un manotazo en la mesa para incrementar la legitimidad del presidente y acobardar a otros líderes sindicales, especialmente a Carlos Romero Deschamps. Es el “quinazo” de Peña Nieto.
3. Este no es un acto de rendición de cuentas, sino de ajuste de cuentas.
4. Es un acto de “justicia selectiva” y por lo tanto no es justicia.
Por ahí también me encontré con un punto adicional menos difundido que los cuatro anteriores, pero muy cercano a mis propias convicciones:
5. La remoción de una líder sindical -sin importar lo corrupta que haya sido- reproduce el control gubernamental sobre la vida interna de los sindicatos y no garantiza una verdadera limpia y transformación del SNTE.
Por supuesto, López Obrador no dejó escapar la oportunidad de obsequiarnos un granito de su sabiduría con un tweet que resume algunos de los puntos de arriba:
En busca de legitimidad el corrupto de EPN recurre al quinazo contra su exsocia. Es afianzar el salinismo como política. Son otros tiempos”
Yo no tengo empacho alguno en decirlo con todas sus letras: suscribo todos las reservas mencionadas y aun así la detención de Elba Esther Gordillo me parece un acto encomiable. La impunidad del tipo de dirigentes sindicales representado por la maestra es indefendible desde cualquier punto de vista. El autoritarismo que no pocas veces se expresa como violencia contra las disidencias sindicales, el empleo del sindicato y sus millonarios recursos como patrimonio familiar, la red de complicidades entre las dirigencias y los poderes públicos para garantizar un enorme coto de poder a los líderes en perjuicio de la calidad del trabajo desempeñado por los miembros del sindicato (particularmente en el sector público), el cinismo de un sindicalismo dinosáurico que ya ni siquiera tiene que dar la cara para justificar su permanencia en el cargo, son todos agravios a la clase trabajadora y deberían ser un blanco permanente de una izquierda que tenga claro su compromiso con un sindicalismo honesto y representativo. La izquierda histórica acuñó el término “charrismo sindical” para describir este modelo de corporativismo a la mexicana. Fue la izquierda la que siempre estuvo señalando las tropelías de la dirigente magisterial desde que fue encumbrada por Salinas de Gortari. Por lo mismo, me parecería natural que fuera la izquierda la primera corriente política que saludara la detención de Elba Esther Gordillo y se movilizara para exigir el seguimiento legal de líderes de la misma calaña, en vez de encerrarse en su torre de resabio y desconfianza.
Innegablemente, hay un eco al “quinazo” de 1989. Un gobierno que destapa una gran reserva de legitimidad y actúa según los tiempos de su operación política y no bajo los de una justicia largamente postergada. Es cierto que hay un mensaje de advertencia para otros líderes en posición de entorpecer reformas promovidas por el gobierno actual y es claro que existe un enorme riesgo de que se mantengan las estructuras autoritarias y opacas del SNTE y se imponga a un dirigente afín a la agenda presidencial. Sin embargo, ayer fue un buen día para los maestros que han empeñado su vida en depurar su sindicato y poner sus talentos al servicio de la educación de los niños más desfavorecidos del país. Son ellos los que tendrán la última palabra.
Me gustaría dejarles, especialmente a los compas de izquierda, una pregunta abierta importada de mi muro de Facebook:
“Por supuesto que el gobierno tratará de montarse en la ola de legitimidad tras el Gordillazo, pero eso no quita que sea una buena noticia. Ya debía demasiadas la señora, ¿o era mejor que siguiera impune?”
Politólogo, egresado de la UNAM y de la New School for Social Research.