Pasternak, la CIA y el libro prohibido

El vodevil de la publicación de Doctor Zhivago por la CIA se conoció a ciencia cierta en abril de este año, cuando fueron desclasificados los archivos respectivos y el nombre código AEDINOSAUR fue revelado.
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Nadie es profeta en su tierra. Y Boris Pasternak lo sabía bien. Conocido en su país sobre todo por su poesía (fue uno de los grandes poetas rusos de la primera mitad del siglo XX), Pasternak decidió un día escribir una novela, Doctor Zhivago, que el mundo occidental recuerda por la película de 1965 de David Lean, protagonizada por Omar Sharif y Julie Christie. Pero Pasternak no pudo ver la película; tampoco su novela publicada en Moscú.

Es de sobra sabido que en 1957 Doctor Zhivago fue prohibida en la Unión Soviética de Nikita Kruschev por ser considerada anticomunista. Los censores soviéticos dijeron que Yuri Zhivago estaba más interesado por los individuos que por la sociedad y, sobre todo, que exhibía una mirada antibolchevique. Años después, cuando Kruschev leyó el texto dijo que no entendía la proscripción, pues no había nada de antibolchevique en él. El libro se publicó por primera vez en Italia en 1957. Pasternak había enviado una copia con el corresponsal de Radio Moscú, Sergio d'Angelo,  al editor y miembro del partido comunista italiano, Giangiacomo Feltrinelli. La novela llegó a las librerías traducida al italiano y Feltrinelli fue expulsado del partido por prácticas anticomunistas. Más adelante le compraron los derechos de la traducción para ser publicada en inglés, francés, alemán y otros idiomas. Fue un éxito mundial. En Estados Unidos estuvo en la lista de best sellers del New York Times durante seis meses de 1958.

No obstante, la URSS y sus censores no contaban con la pericia del MI6, la agencia de inteligencia británica que históricamente le ha hecho trabajos sucios a su versión estadounidense, la CIA. Pasternak le envió copias a varios amigos y los espías ingleses no solo se enteraron en qué avión viajaría una de ellas, sino que se las arreglaron para que, arguyendo fallas técnicas, la aeronave fuera desviada a Malta, de jurisdicción británica en esa época. Los espías del MI6 buscaron en el equipaje. Encontraron el manuscrito. Le sacaron fotos y lo pusieron de nuevo en su lugar. Acto seguido lo microfilmaron y se lo proporcionaron a la CIA en, obviamente, un gesto de buena voluntad.

Durante varios meses la CIA había estado monitoreando el caso de Pasternak y su novela pecaminosa. Incluso habían abierto un expediente con el nombre clave AEDINOSAUR. Así que el presente del MI6 le vino de perlas a la agencia gringa. Rápidamente se proyectó una misión tenaz y atrevida: publicar la novela. Y hacerlo en ruso. Y como si fuera un libro impreso en la URSS (misma edición, mismo papel, etcétera). La editorial escogida para encargarse de tal gesta fue la holandesa Mouton Doctor Zhivago CIA Editions, como bien podría haberse llamado, se distribuyó por primera vez en la Exposición Mundial de Bruselas en el stand del Vaticano, en un lugar llamado misteriosamente la “Capilla del silencio”. Como seguía siendo un libro condenado, la gente arrancaba sus páginas y se las guardaba entre su ropaje para no ser descubierta. Luego lo hicieron circular en embajadas y en las fronteras con la Unión Soviética y países del bloque del Este, un fenómeno clandestino conocido en las naciones de la cortina de hierro como zamisdat. La CIA echó a andar toda su maquinaria propagandística antisoviética con la obra de Pasternak, cuando al final la única crítica al régimen soviético era que la novela había sido censurada por su gobierno.

Naturalmente, la CIA también le hizo llegar la novela a la Academia sueca del premio Nobel. Unos meses después le daban el Nobel a Pasternak. Al principio lo aceptó; después lo rechazó: el gobierno soviético le hizo ver que si lo aceptaba sería trasladado ipso facto a Siberia. Pasternak, en una apesadumbrada carta, declinó el galardón, al tiempo que la Academia sueca concluía que no habría sustituto ese año. Pasternak moriría poco después, el 30 de mayo de 1960

Doctor Zhivago, novela escrita en la tradición clásica de la novela rusa decimonónica fue publicada en la URSS hasta 1988 con la perestroika y el gobierno de Gorbachov. Curiosamente apareció en cuatro entregas en la revista Novy Mir, misma que treinta años atrás la había rechazado. Y aunque la novela haya tenido abiertos detractores, es una pintura imponente y reveladora de toda una época en Rusia (Vladimir Nabokov, por ejemplo, escribió: “Política aparte, para mí el libro es una triste cosa, desmañanada, trivial, y melodramática, con situaciones estereotipadas, abogados voluptuosos, muchachas inverosímiles y coincidencias trilladas… aplaudí que se le otorgara el Nobel por su poesía. Pero Doctor Zhivago no alcanza el nivel de su poesía”).

El vodevil de la publicación de Doctor Zhivago por la CIA se conoció a ciencia cierta en abril de este año, cuando fueron desclasificados los archivos respectivos y el nombre código AEDINOSAUR fue revelado. Un par de meses después se publicó un libro en el que se narra el periplo editorial (The Zhivago affair de Peter Finn y Petra Couvée). Cuando yo revisaba los documentos desclasificados en la página de internet de la CIA, más allá de sentirme en una película de James Bond, me vino a la mente la reflexión que hoy se hace sobre los archivos electrónicos y los cables escritos a máquina: para evitar las filtraciones de información, hoy tan en boga, las agencias de inteligencia han regresado a aquel artefacto abandonado en el armario y que muchos escritores mantienen como amante fiel: la máquina de escribir. Por cierto, la primera versión en ruso de Doctor Zhivago, edición de bolsillo, seiscientas páginas en papel biblia y financiada por el gobierno gringo, se exhibe en el museo de la CIA en Langley. A su lado está la célebre máquina criptográfica Enigma, recuperada de un submarino alemán durante la segunda Guerra Mundial y la AK-47 con la que Osama Bin Laden se defendió cuando fue acribillado.

 

 

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Escritor, maestro y literato. Ha publicado los libros Cuentos de cuarto de baño, Bajo el volcán y el otro Lowry, La última tempestad. Shakespeare y América Latina y Bebidas de tradición.


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