Carlos Pujol (1936-2012).

Elogio intempestivo de Carlos Pujol

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Ante las sombras alucinadas de Leopoldo Marรญa Panero o la maniรกtica personificaciรณn del personaje de Pere Gimferrer, nadie pensarรญa que la cordial correcciรณn de Carlos Pujol escondรญa a un buen poeta. Lo fue con la misma vistosidad mate que tuvo el aire quebradizo o descoyuntado de Josรฉ Marรญa Valverde, atado a la fรกbrica de las obras de divulgaciรณn pero igual de atado a la poesรญa hasta el final como ese Ser de palabra que quiso ser. Claro que ha sido uno de los capitales morales de Carlos Pujol, incluso para no perder su propio aire ahilado de trabajador eficiente y alto empleado de la macroempresa Planeta en los รบltimos treinta o cuarenta aรฑos. Ahรญ anduvo ocupado haciendo informes, emitiendo dictรกmenes, resolviendo admirablemente traducciones, mejorando manuscritos. Pero siempre circulando al mismo tiempo, como novelista y ensayista, por el interior de los hombres: en el Parรญs de la Segunda Guerra, en la Barcelona de posguerra o en el fin de siglo tambiรฉn francรฉs, en los pliegues y recodos, en las minucias que lo contienen todo, como su poesรญa. Pero รฉl era visible apenas una vez al aรฑo, en torno a un premio con micrรณfonos y cรกmaras, y muy raramente en algรบn recital de poemas (porque apenas se sabรญa que los hacรญa).

Desde que La Veleta de Granada reuniรณ sus Poemas en un leve y hermoso volumen era ya imposible ignorarlo, y si me dejan una confidencia pertinente, entre los propรณsitos mรกs firmes de Domingo Rรณdenas y yo al redactar nuestra Derrota y restituciรณn de la modernidad estuvo destacar la valรญa del escritor muy por encima de su invisibilidad usual. Todos sus poemas dicen lo mismo, รฉl mismo lo ha dicho mรกs de una vez por escrito repitiendo unas lรญneas de Paul Claudel, pero no hay manera de saber quรฉ puede ser eso que siempre dicen sus poemas si no es leyรฉndolos uno a uno y cada uno de ellos, en el formato de libros unitarios o en el formato abierto de inventario de las Vidas de los poetas, Los aventureros o los gozosos Desvarรญos de la edad en clave de soneto.

El elogio del poeta empieza por la humildad de saber la “cariรฑosa indiferencia” que le espera. La frase es suya y estรก en el delantal telegrรกfico que escribiรณ para el tomo de la Veleta, pero sus veinte aรฑos รบltimos han sido de una fecundidad que pone el vรฉrtigo en los ojos y la emociรณn en la cabeza sin querer, como si esos poemas sobre la vida humilde, la vida moral de un hombre culto y sofisticado sin la menor altanerรญa de hombre culto y sofisticado, no pudiesen ser de otro modo que como son. A quienes disfrutan con los poemas mรกs concisos y secos de Joan Margarit o de Luis Garcรญa Montero, a quienes les gustaron los demarres de moralista sabio de Josรฉ Marรญa Valverde o a quienes todavรญa les conmueven un puรฑado de poemas de Jaime Gil de Biedma y otro puรฑado de รngel Gonzรกlez ha de gratificarlos con felicidad la modulaciรณn translรบcida e irรณnica de un creyente cristiano con la perplejidad a flor de piel: “Aunque a medio decir, / en verso, oscuramente, entre mรบsicas tenues como el aire, / para que no se entienda, / lo he dicho casi todo de mรญ mismo. / Es una historia extraรฑa y tan vulgar / como un tiempo de sueรฑos y ceniza / (por mรกs que pienso no me acuerdo de otra).”

Esto es un elogio intempestivo asรญ que no hay razรณn para moderar la querencia por la poesรญa pausada y lรบcida de un hombre que reservaba juicios literarios tremendistas, inconforme sin reservas con el mundo contemporรกneo. En gran medida, tambiรฉn inconforme consigo mismo y su vida de productor de libros ajenos que muy raras veces satisfacรญan sus niveles de exigencia. Hace aรฑos le oรญ decir, con la sensaciรณn de que hablaba el poeta y no el editor de tonelaje, que la literatura europea y espaรฑola de los รบltimos setenta aรฑos no habรญa dado nada de valor superior a la literatura europea y espaรฑola de los aรฑos anteriores a la guerra: nada querรญa decir nada, y la transitoriedad de una decadencia tan larga le parecรญa irreversible.

Discutรญ acaloradamente y sin el menor efecto ante la impasibilidad bondadosa y levemente misericordiosa del autor de algunos de los mejores aforismos de nuestras letras (estรกn en Cuaderno de escritura y Tarea de escribir). Es de lo que trata su poesรญa: la melancolรญa expectante de un lugar que no existe pero ha de existir. Todo canto es elegรญa y memoria, nostalgia, ironรญa y a ratos, muy a ratos, cรณlera contra la miopรญa conformista de la mayorรญa, incluida la poesรญa viva y roma: “Insistentes, homรณnimas / bestezuelas, mandรกis en el imperio / de la ridiculez / despรณtica; quedaos / con la jurisdicciรณn de ahora mismo. / Lo vuestro es la caducidad. Se escribe / buscando las palabras / que duren escondidas / cuando seรกis al fin la letra muerta.”

El optimismo biolรณgico que profesรณ se da de bofetadas con esa percepciรณn decepcionada y reticente, recelosa pero disimuladamente segura. Quizรก es esa la raรญz que explique la festiva adicciรณn terapรฉutica que provoca la lucidez de un poeta invisible. Tan enmascarado anduvo detrรกs de otros –Robert Browning o Job, Ulises o Vermeer de Delft– que podรญa parecer que sus poemas no nacรญan de su mรกs refinada mรกscara de clรกsico: “el fondo de uno mismo es el secreto / que al conocerse ya no vale nada”. ~

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(Barcelona, 1965) es catedrรกtico de literatura espaรฑola en la Universidad de Barcelona. En 2011 publicรณ El intelectual melancรณlico. Un panfleto (Anagrama).


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