para Ricardo Enrique Núñez Ramírez,
Consejero Universitario
Leí aterrado –como siempre que me atrevo a hacerlo– a Emil Cioran: esta vez Mon pays (1996):
Aquel que entre los veinte y los treinta años no se entregue al fanatismo, al furor y a la demencia es un imbécil. Uno no es liberal mas que por cansancio, demócrata por racional. La infelicidad es cosa de muchachos. Son ellos los que promueven las doctrinas de la intolerancia y los que las ponen en práctica; son ellos los que tienen necesidad de sangre, de gritos, de tumulto y de barbarie. Cuando yo era joven toda Europa creía en la juventud, toda Europa la lanzaba a la política, a los asuntos del Estado. Agréguese a ello que el joven es medio teórico, medio filósofo, y que necesita a costa de lo que sea un “ideal” irracional. No se resigna a una filosofía modesta: es un fanático, se entrega a la insensatez, y espera.
Nosotros, los jóvenes de mi país, vivíamos de insensatez. Era nuestro pan de cada día. Situados en un rincón de Europa, desdeñados o despreciados por el universo, queríamos que se hablara de nosotros. Unos usaban pistolas para lograrlo, otros discutían las peores estupideces, las teorías más absurdas. Deseábamos resurgir a la superficie de la historia. Venerábamos los escándalos, único modo –pensábamos– de vengar la oscuridad de nuestra condición, nuestra sub-historia, nuestro pasado inexistente y nuestra humillación presente. “Hacer historia”, era la frase que llegaba constantemente a nuestros labios, la frase maestra. Improvisábamos nuestro destino, nos declaramos en rebelión abierta contra la nada. Y no temíamos al ridículo. En tanto que nuestro saber era insuficiente, nuestra experiencia debía ser sólida, inquebrantable. Nuestra experiencia acabó por convertirse en nuestra ley… y así recaímos al nivel de nuestro país.
Ahora, en el libro de ensayos de Milan Kundera El telón (traducido por Beatriz de Moura para Tusquets, 2005), me topo con los mismos párrafos de Cioran. Escribe sobre ellos Kundera:
¡Cuántos Fabricios del Dongo, Aglaias, Nastasias, Mishkins veo a mi alrededor! Están todos al principio de un viaje a lo desconocido; sin duda alguna van errabundos; pero ese vagar suyo es singular: vagan sin saber que vagan porque su inexperiencia es doble: desconocen el mundo y se desconocen a sí mismos; sólo cuando la hayan visto con la distancia de la edad adulta estarán capacitados para comprender la noción misma de vagar. Mientras tanto, al ignorar por completo la mirada que el porvenir lanzará un día sobre su pasada juventud, defienden sus convicciones con más agresividad que la que un hombre adulto, que ya pasó por la experiencia de la fragilidad de las certezas humanas, utiliza para defender las suyas.
Yo por eso… forever young!
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.