Antes que nada, quisiera agradecer la deferencia que ha tenido al aceptar responder esta entrevista, a pesar de su apretada agenda. Quisiera preguntarle, para comenzar, si cree que las medidas de reducción del déficit que ha tomado el gobierno son las adecuadas para esta fase de la crisis.
Hay que pensar que hemos vivido dos crisis superpuestas: en primer lugar la crisis financiera internacional, en la que España ha sufrido más porque aquí había una mayor construcción de viviendas pero en la que, por otra parte, gracias a la eficaz intervención del Banco de España, no se ha creado el súper apalancamiento que se ha dado en las cuentas de resultados de otros bancos por ahí fuera. Y en segundo lugar, hemos vivido una crisis de competitividad como consecuencia de la mayor inflación que se ha producido en España y de la menor productividad con respecto al resto de países competidores. Ante eso, es necesario tomar medidas de choque para paliar la desconfianza hacia España. Y se necesitan medidas estructurales. Si se hubieran tomado las medidas adecuadas hace tres años, como veníamos diciendo muchas personas, los recortes actuales no habrían sido tan dolorosos. Pero se ha producido una falta de análisis, se ha desfigurado la realidad y, como en el caso de las enfermedades, cuando no te analizas lo que tienes y no sigues un tratamiento, las medidas que hay que adoptar cuando llevas ya tres años enfermo son mucho peores que si las hubieras tomado al principio. En ese momento, habrían bastado medidas no digo que insignificantes, pero no tan dolorosas. Piense que ahora España recauda prácticamente la mitad de lo que gasta, el déficit público es del diez por ciento y la balanza por cuenta corriente sigue desajustada. De modo que hay una falta de competitividad en la economía española, una falta de ingresos suficientes en el sector público, un aumento del endeudamiento y una gran desconfianza en la política de nuestro país.
Las medidas llegan tarde, indiscutiblemente. Pero ¿cree que van en buena dirección?
España tiene que ajustar, y todo lo que sea ajustar el gasto público es bueno, aunque seguramente se está siendo débil con los fuertes y fuerte con los débiles. Van a pagar los que no tienen culpa, mientras que se podría cortar el gasto público en muchísimas partidas. Hace falta un paquete global, una visión global de lo que es el sector público y el gasto público. Siempre hay grasa que quitar, pero congelar las pensiones y cargar la mala gestión del gobierno en la espalda de los funcionarios es hacer lo más fácil, y no basta. No hay ningún asomo de medidas estructurales, ninguna reforma que aumente la competitividad de la economía española, ninguna reducción de ministerios. No hay tampoco ejemplaridad por parte del gobierno, ni pedagogía: no se dice por qué se da un giro de 180 grados a lo que se venía prometiendo y ofreciendo, no se dice: “nos hemos equivocado, cogemos la dirección contraria”. Sólo se toman estas medidas porque lo han mandado desde fuera. Y eso para un pueblo orgulloso, como es el pueblo español, es algo que cuesta.
Con todo, tal vez un ajuste como éste sea bueno a medio plazo.
En el ajuste de 1973 sucedió lo mismo que ahora: ante el shock de los productos energéticos lo que se hizo fue intentar saltar por encima de la crisis, pensando que aquí no pasaba nada, y luego la solución fue mucho más dolorosa, porque provocó la reconversión industrial que se produjo entre 1975 y 1985 o 1986. Ahora estamos ante otro ajuste doloroso por no haber querido preverlo anteriormente, y hace falta analizar muy bien lo que está pasando, explicarlo a la ciudadanía y tomar las decisiones que haya que tomar. En los Pactos de la Moncloa se llamó no sólo al principal partido de la oposición, sino a todas las fuerzas políticas para que compartieran el análisis y echaran una mano a fin de salir de aquella situación. Pero las reuniones –me niego a llamarlo pacto– de Zurbarán no sirvieron absolutamente para nada, y están lo suficientemente cerca como para pensar que se perdió el tiempo. La crisis que tenemos encima ya estaba aquí, no hace quince días o un mes, sino hace dos años, y no se quiso ver.
Además de las reformas a la arquitectura del Estado, ¿cree que será necesario tomar otras medidas de las que se hablado, como el llamado copago sanitario?
Hay que analizar cómo se prestan todos los servicios públicos. Hay que ver qué pasa con la sanidad y con la educación, y replantear el Estado del Bienestar para que se siga prestando, pero que se preste de la mejor forma posible. Hay que entender cómo un país que está viviendo por encima de sus posibilidades ajusta su forma de vida a los ingresos que tiene. Pero estamos agrandando el problema, y no resolviéndolo, porque no se está mirando la causa sino el efecto. Y el efecto es el mayor endeudamiento, pero la causa es una falta de competitividad y un vivir por encima de las posibilidades. Eso es lo que hay que ajustar.
¿Qué opina del aumento del iva para acrecentar la recaudación del Estado?
Lo que hay que hacer es aumentar la base, no aumentar los tipos. Eso se ha visto siempre. Cuando yo era agente de cambio de bolsa, mis clientes tributaban, entre renta y patrimonio, el setenta por ciento. Pero la gente no paga el setenta, lo que hace es diferir impuestos: mire usted, no vendo mi empresa hasta que no cambien los tributos o la vendo fuera o radico fuera, todo menos pagar el setenta por ciento. De modo que el problema no es de tipos, sino de base. Lo que hace falta es aumentar las bases, y eso se consigue con el crecimiento: hasta que no haya crecimiento económico no resolveremos la cuestión del paro, y mientras tengamos todo el volumen de gente que desgraciadamente está en el paro seguiremos con la factura de 36.000 millones al año en subsidios de desempleo e irá aumentando además, por vía renta, el pago de los intereses de la deuda. Es un círculo vicioso que como no lo rompamos por algún lado no saldremos adelante. Pero eso no se rompe por la vía del tipo, sino por la vía de la base. Y hay que rearmar moralmente al país, explicar muy bien a los ciudadanos dónde estamos, hacer pedagogía política para pedir sacrificios y si el sacrificio es tan grande como el que se está pidiendo, eso no puede hacerlo un gobierno que está en minoría en el Parlamento. Es necesario llamar a las otras fuerzas políticas y armar una salida consensuada de la crisis. Porque no afecta solamente a una mera acción del gobierno de un año o dos, sino que nos estamos jugando el futuro a veinte años, nos estamos jugando la posición de España en Europa y la posición de Europa en el mundo. La llamada de Barack Obama a Rodríguez Zapatero no fue una llamada de amistad, fue una llamada del presidente de la principal potencia económica del planeta diciendo que por favor no se ponga en peligro el equilibrio financiero de todos los demás. Creo que un gobierno así es insuficiente para sacar esto adelante, de modo que si no quieren llamar a las urnas y decir a los ciudadanos que decidan, tienen que llamar al resto de fuerzas políticas, como se hizo en los Pactos de La Moncloa, para analizar la situación.
¿Cómo cree que afectarán las medidas para reducir el déficit en el crecimiento y la creación de empleo?
Creo que esto es como la medicina: lo primero que hay que hacer con las heridas es saber que están ahí, limpiarlas y que cicatricen cuanto antes, y cuando la herida cicatriza el torero puede volver a torear. Pero si se deja que las heridas se infecten y no se cierran, es imposible volver a la actividad. Cuanto antes adoptemos políticas de ajuste y medidas de reforma estructural que nos permitan competir, mejor. Y cuanto más tardemos, peor.
Queda pendiente la reforma financiera.
No hemos empezado a limpiar el sistema financiero. Se ha intervenido Caja Castilla La Mancha y poco más, mientras que en Estados Unidos están pensando a través de Basilea iii cómo se disciplina el sistema financiero. Es una discusión necesaria: si el Estado debe responder para asegurar los depósitos de todos los ciudadanos, ¿qué tipo de entidades deben gozar de esa protección, y por lo tanto del control del Estado? Si el Estado responde de los depósitos de todos los ciudadanos, investigará a las entidades para que no puedan hacer ninguna cosa rara ni dedicar el interés de los depositantes a actividades arriesgadas para ganar más dinero a través de bonus o de stock options. Eso es lo que se está planeando ya en Estados Unidos, en Basilea iii, repensando el futuro en los próximos diez o quince años. Aquí estamos todavía intentando apagar un incendio cuya dimensión desconocemos, a juzgar por lo que dicen las autoridades económicas del Banco de España. Éstas afirman que hay un problema en el sector financiero, y que tenemos que utilizar el célebre frob, pero no se ha identificado todavía ni la dimensión ni a quién corresponde ni cómo se soluciona. Una vez apagado ese incendio hay que pensar cómo construir ese nuevo edificio en el que estaremos. Pero todo el tiempo que se pierda va en contra del endeudamiento, puesto que cuanto más tiempo se tarde más irá creciendo, y cuanto más tiempo tardemos en que el corazón de la economía, que es el sistema financiero, vuelva a bombear dinero hasta el último rincón, será peor. Un cuerpo en el que el sistema sanguíneo no bombea sangre al final no puede funcionar.
¿Qué opina del proceso de fusión de cajas? ¿Cree usted que debería entrar capital privado en ellas?
Lo que creo es que el proceso es lento, demasiado lento. Y hay que dejar que cada entidad sea lo que quiera ser, siempre que pueda. A aquellas instituciones, cajas o bancos, que lo hayan hecho bien, que les dejen ser lo que quieran dentro de lo que puedan ser. Para los que estén con problemas graves de solvencia o de recursos propios, ahí está la disciplina del Banco de España. Y para los que están en un término gris, hay que buscar los métodos usuales para obtener capital en los mercados, a través de cuotas participativas o como sea. La cuestión es que la gente salga al mercado y busque el apoyo de los inversores, y que estos reciban garantías de que seguirán controlando los capitales que han puesto en sus manos.
Probablemente la siguiente gran reforma sea la del mercado laboral.
No tiene por qué ser necesariamente la siguiente. Hay muchísimas reformas pendientes. Por ejemplo, la del sistema energético. España subvenciona con 6.000 millones de euros una serie de tecnologías distintas, una cifra que prácticamente coincide con el déficit de tarifa. No puede ser que estemos subvencionando a determinadas energías y luego se lance ese peso como una carga a los usuarios, con lo que se encarece toda la economía española. Ése es un debate pendiente.
¿Qué pasa con la industria española? Nadie se preocupa por cómo tiene que competir en el mundo global. Es importante conseguir una mayor flexibilidad, pero no sólo para el sistema laboral, sino para toda la economía. En eso está todo inventado y podemos ver qué hacen los países de nuestro entorno: cuando una fábrica de coches tiene que fabricar la mitad, lo que hace es reducir los costes a la mitad, para que la fábrica siga viviendo y, cuando venda más coches, produzca más coches y contrate más personal. Hay que buscar fórmulas posibles para hacer eso. Y luego hay que ver qué pasa con la dimensión del Estado. El conjunto de las administraciones públicas no puede vivir al nivel que vive. Ingresamos la mitad de lo que gastamos. ¿Recaudar el doble? No: por mucho que subas los tipos no te da. Tienes que ajustar el tamaño de las administraciones públicas.
Otro problema grave es la inseguridad jurídica. La justicia no funciona. Estamos en un momento de crisis y tienes que tener un sistema rapidísimo de resolución de conflictos. No puede ser que se tarden cuatro, cinco o seis años en resolverse los conflictos, hay que hacerlo rapidísimamente. Si no, el conflicto se enquista y la economía pierde rapidez y flexibilidad, pero sobre todo crea incertidumbre. Esas son algunas de las grandes reformas que hay que hacer. Y no se están haciendo.
La Unión Europea está teniendo un papel importante en esta crisis. ¿Cómo cree que esta actuando?
Los mercados están descontando, sin lugar a dudas, que en Europa hay un problema de gobernanza. Tenemos un anclaje económico fuerte, que es el euro, pero falta un anclaje político, falta la misma rapidez en lo económico y en lo monetario, en lo político y en lo fiscal. Si el presidente de Estados Unidos, para tomar una decisión sobre la economía americana, tuviera que reunir a los cincuenta estados, ver a quién le viene bien y a quién le viene mal, y después de tres o cuatro meses decidir, tendrían una economía completamente parada. Pero en Europa, para tomar decisiones importantes, se tienen que reunir 27 miembros y tomar una decisión consensuada. Cuando alguien tarda en tomar decisiones al final añade incertidumbres a una situación económica que ya es grave. De modo que Europa tendrá que replantearse qué grado de gobernanza política quiere para las medidas económicas necesarias en casos como el actual.
¿Cree que esta crisis servirá para reforzar esa gobernanza política?
Espero que sí. En Europa siempre ha habido liderazgos que salen cuando las circunstancias se ponen peor. Hubo un liderazgo claro para crear la idea de Europa después de las dos guerras europeas, y se buscó una base política, con los Derechos Humanos y el Consejo de Europa, y una base económica de paz en lo que es la libertad económica. Ahora habrá que buscar un impulso con el euro, y para eso lo que hacen falta son líderes que no miren a esta tarde, ni a mañana, sino a pasado mañana, y que miren el futuro con fuerza. Hará falta generosidad por parte de todos los países europeos y un liderazgo claro. Sin un liderazgo claro no se sale de las crisis nunca.
¿Cree que la unión monetaria va a seguir y que no va a hacer falta que ningún país salga del euro?
La unión monetaria es un anclaje económico y a la vez un anclaje político para la convivencia de los europeos, que no quieren mirar hacia atrás. Por lo tanto no se puede perder, porque significa convivencia, libertad y derechos humanos. Lo que hace falta es completarla con gobernanza política. Eso es lo que tenemos que darnos todos los europeos para no volver al pasado, a ese siglo xx que en tantos aspectos es para olvidar. O para recordar y no repetir. ~
(Barcelona, 1977) es ensayista y columnista en El Confidencial. En 2018 publicó 1968. El nacimiento de un mundo nuevo (Debate).