Tras las capuchas que la caracterizan, la dirigencia de ETA anuncia el cese de su “acción armada” y le regala la paz a los españoles, including vascos. Bueno, no debería nadie hacer tiquismiquis porque ETA pregone la paz, aunque ella la presuma como un logro de la guerra criminal cometida durante décadas… por ella misma. En principio, la paz siempre debe ser bienvenida. Pero ¿qué clase de paz regalan los asesinos cuando no disuelven su gang ni entregan las metralletas ni se desencapuchan? Ofrecen una paz condicionada a su gusto y, evidentemente, en su “concepto”. Regalan la paz por ahora, pero, puesto que conservan las armas, la organización y las capuchas, asumirán una función de árbitros de la paz, es decir, decidirán si la paz que generosamente regalan va por un camino correcto, o sea en el modo deseado por… ETA. Y de no ser así volverán a la “acción armada”, es decir reiniciarán el asesinato al menudeo o al mayoreo, en el que ya están más que doctorados.
Y, detalle curioso, el repentino amor de ETA por la paz ha coincidido, horas más o menos, con la caída de Muammar Gadaffi. ¿Será, en efecto, coincidencia … o había buenas aunque secretas relaciones entre ETA y el gran exportador del terrorismo en el plano internacional?
En fin, por lo menos los jerarcas etarras deberían desencapucharse, para saber con quiénes se conversará en la paz que regalan tantísimo.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.