¿Más filosofías? Yo no las quiero.
Papel mojado,
son escarceos
de sordos y ciegos,
più matematico che natural discorso.
Al sol no se le mira
por tragaluces y otros agujeros,
sino desde la cumbre misma,
donde anida el fénix, soslayando
los efímeros hurtos al dolor.
Con el ojo preciso
del interior artífice, diestro por ventura
en quitarse de cuentos.
Yo prefiero las cosas como vibran:
desnudas y quemantes.
Yo comprendo mejor el movimiento
vital del mundo,
las aves presentidas en un éxtasis
que arrasa los linderos
entre las alas y el volar,
entre la pertinaz pupila
y cuanto acecha sin cesar el ojo.
Vedere il sole?
Cuando niño,
Vesubio,
pensaba que tus fuegos
eran el corazón del universo.
Poco después
(Oh tiempo, tiempo redentor y mártir!)
el brillo secular de Nápoles
ensanchó mi deseo.
Así brotaron a la vida todos esos países,
con su gran simulacro,
su necesaria sombra.
Crucé los Alpes. En Ginebra
sufrí las iras
del Venerable Consistorio.
Profesé solecismos en Toulouse.
Luego llegaron Londres
y Oxford: “a philosopher”.
me designaba Cobham en sus cartas
al secretario de la Reina,
“whose religion
I cannot commend”.
Además Wittenberg, y Praga,
Frankfurt am Mein.
En suma
hoy hijo pródigo en Venecia,
furores en reposo,
no me bastan los libros, las galas, los volcanes
ni los astros que visten resplandores ajenos.
Vedo il sole.
Miro el mágico centro de la estrella
de igual a igual
puesto que todos somos uno.
Y a buen paso,
desaprendiendo frases y conceptos,
aun el infernal abismo
se me llena de luz. ~
© Vuelta, 36, noviembre de 1979