Ficción: el imperio de los sentimientos

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Quizás uno de los aspectos más interesantes de la cultura española contemporánea sea su incapacidad de producir efectos cómicos toda vez que se lo propone y su enorme capacidad para resultar graciosa cuando decide tomarse las cosas en serio. A esta característica nacional le debemos la risa que surge espontáneamente cuando alguno de sus escritores inaugura una posmodernidad literaria cuyos primeros textos datan de hace cincuenta años o cuando se discute violentamente la pertinencia de recurrir a la ficción en la crónica periodística como si Tom Wolfe, Truman Capote o Joan Didion no hubieran nacido aún, pero también muchos momentos de zozobra e incluso de rubor ante sus esfuerzos por hacer reír.

 

UNO

Muy posiblemente esta distancia entre los propósitos y los resultados que afecta a buena parte de la cultura española sea el producto de su incapacidad para comprender el país del que surge y para el que es concebida, lo que resulta particularmente llamativo en el marco de su ficción televisiva: en ella puede hacerse la sorprendente constatación de que la ficción televisiva española que se ocupa del pasado refleja los valores del presente con mayor eficacia que aquella que transcurre en él. Así, las teleseries españolas que se ocupan del presente (Siete vidas, Aída, Ana y los siete) lo hacen en realidad de un pasado inmediato cuyas características principales serían la vigencia de la familia monoparental presidida por un padre masculino y económicamente activo y una madre femenina cuya principal actividad económica es el consumo, la tolerancia a las minorías étnicas y religiosas residentes en el país en tanto estas sean efectivamente minoritarias en relación a las mayorías católicas y blancas y limiten su contribución a la cultura nacional a la incorporación de novedades culinarias y al aporte de mano de obra barata, la necesidad de normalizar las relaciones afectivas mediante el matrimonio civil y religioso, y el desinterés de sus personajes por la participación política. En este contexto, resulta significativo que la única teleserie española de los últimos tiempos que se ocupaba del presente practicando cierto tipo de crítica, El síndrome de Ulises, fuera cancelada de forma precipitada en 2008.

Las teleseries españolas que sitúan su acción en el pasado (Águila Roja, Cuéntame) son, por su parte, más eficaces que las que se sitúan en el presente para transmitir una imagen ajustada y realista de la sociedad española. Un ejemplo de ello es Hispania, la teleserie inspirada en la resistencia del caudillo lusitano Viriato a la invasión romana de 150 a. C. En Hispania las acciones de los personajes no están motivadas por razones políticas o ideológicas sino sentimentales –Viriato debe vengar a su hija; otro de sus hombres quiere rescatar a su prometida; otro, vengar a su mujer, etcétera–, lo que sorprende tratándose de una ficción inspirada en hechos históricos; en contrapartida, su mensaje es claro: la idea de que la democracia representativa de los lusitanos –llamados aquí hispanos por razones obvias– está incapacitada para garantizar la paz y la seguridad de sus ciudadanos, por lo que es necesaria la aparición de un caudillo fuerte cuya legitimidad provenga de un uso razonado de la fuerza. Así, Hispania trata en realidad de los retos a los que Viriato debe enfrentarse para adquirir esa legitimidad y convertirse en “rey” de los hispanos propiciando el retorno a un tiempo de paz y prosperidad sin participación ciudadana en los asuntos públicos y garantizado por la institución monárquica.

Aunque más cercana en el tiempo, la sociedad española presentada en teleseries como 14 de mayo: la República y Amar en tiempos revueltos también se articula en torno a valores similares y a una superioridad de los sentimientos sobre las razones políticas a los que los hechos históricos ni siquiera pueden servir de telón de fondo; si tan siquiera, de obstáculo necesario para la unión de los personajes y para la conciliación nacional, que es el verdadero tema de estas series y su único mensaje.

 

DOS

En la televisión española el pasado es un sitio donde suena música de orquesta a un volumen excesivo cada vez que pasa algo importante y donde todo lo malo transcurre en blanco y negro o en un muy adecuado tono sepia, pero también el sitio donde esta sociedad se legitima a sí misma y a sus instituciones con el peso de la tradición mediante la creación de un pasado común tan ilusorio como conveniente. “Cada día en esta pocilga es como un siglo en el infierno”, dice la mujer del pretor romano en Hispania, pero su afirmación a veces puede ser compartida por los consumidores de la ficción televisiva española y, en general, por cualquier persona que viva en este país y tenga los ojos desafortunadamente abiertos, y esa es su única vinculación con la realidad española. ~

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicó 'Mañana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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