Fonema-cero

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(Sobre Invisible/Indecible de Verónica Gerber)

Algunos recuerdos están bordeados únicamente por el silencio; las coordenadas que les darían sentido parecen haberse perdido. Estos objetos y situaciones que archivamos no tienen un significado evidente. Un gesto o un silencio incómodo dejan en nosotros una huella que nos hereda la tarea neurótica de desentrañar su mensaje. La instalación Invisible/Indecible de Verónica Gerber, expuesta en “el Clauselito” del Museo de la Ciudad de México, nos invita a mirar distintas superficies monocromas en que las afirmaciones sobre la invisibilidad se traslapan con recuerdos sobre la crueldad y la ausencia.

En su montaje, cuadros situados a distintas alturas parecen continuar el mural de las mil ventanas de Joaquín Clausell, ubicado en el cuarto contiguo. Pero las ventanas en la instalación están abiertas a la temporalidad de los espectadores: algunos marcos se encuentran huecos, pero otros invitan a mirar a detalle su superficie para descubrir distintos matices que son el umbral donde algunas frases bordadas comienzan a volverse significantes.

Hilos blancos o negros sobre soportes del mismo color –algunos de ellos ajedrezados – trazan de manera velada breves narraciones entorno la transparencia: Más del 90% de la materia no se ve; algún recuerdo: Ellas se hablan al oído con la misma malicia que tenían las niñas de mi primaria; o muestran la capacidad del lenguaje para nombrar lo que no está: Aunque el abuelo falleció el verano pasado, mi abuela todavía me escribe en plural: Querida Vera: te recordamos siempre y en especial este día… Feliz cumpleaños. En primera instancia, la obra es una acumulación de afirmaciones y anécdotas sobre la invisibilidad, el silencio y la ausencia.

(Ellas se hablan al oído con la misma malicia que tenían las niñas de mi primaria)

El juego perceptivo que las presenta, sin embargo, es central: la instalación hace experimentable un momento que frecuentemente nos es vedado en nuestra relación con el lenguaje. Me refiero a aquel en que la relación entre el significante y el significado está aplazada y percibimos la cualidad plástica de una letra o una palabra, así como el soporte del cual se diferencia para concretar su sentido. Al igual que Alicia en la tienda de la oveja, frente a la pieza Invisible/Indecible experimentamos cómo los objetos –lingüísticos – están alrededor y al mismo tiempo escapan a la vista. El llamado fonema-cero definido por Jakobson se hace presente en la potencialidad que tienen esas formas de adquirir una cualidad sonora en la relación con las letras a su alrededor. A diferencia de las desventuras sufridas por Alicia, el espectador puede aprehender esas palabras que se camuflan y leer las anécdotas. Todas ellas circundan un vacío similar, pero en conjunto parecen dar voz al silencio que rodea a esos distintos recuerdos.

Un ensayo escrito por la artista acompaña la exposición y da algunas pistas: “El día en que fui expulsada de la cofradía de las niñas [de mi primaria] desee con todas mis ganas tener el poder de no ser vista”. El tono que se lee en el texto parece hacerse presente en el espacio. Los cuadros son quizá su registro desencarnado. Algo así como una sonrisa sin rostro o el tono de la voz anclado con tinta invisible en el vacío de la escritura.

(Más del 90% de la materia no se ve)

– Juan Pablo Anaya

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(Ciudad de México, 1980). Trabaja como profesor, es ufólogo por convicción y escribe. Kant y los extraterrestres (Tierra Adentro, 2012) es su primer libro.


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