Gringo viejo (1985), me parece, es una de las novelas que peor le salieron a Carlos Fuentes: una frido-novela calculada desde y para la siempre redituable “crisis identitaria mexicana” en su versión exportable. (Aquí lo explico en detalle, por si alguien los requiere.)
En la novela (que sucede durante la obvia revolución) hay una escena bastante curiosa cuando el generalazo Tomás Arroyo, compulsivamente mexicano y lleno de máscaras, y la sincera y púdica gringuita Harriet Winslow, se acercan calientones a la previsible cama binacional, a pesar de que mi general ya tuvo a bien cantarle el bolero que dice
Chingada seas gringa y chingada sea La Luna y chingadas sean todas las viejas que no se parecen a mi madre.
Luego, procede a mostrarle a la gringuita pudorosa y encargada de representar a la “civilización” la poderosa virilidad tectónica de la raza, para ver si se anima a derribar el muro de las diferencias culturales. Pero a pesar de tener ante sí al laboriosamente encuerado general, el enigma sigue intrigando a Harriet… ¿No será que para el mexicano hasta el sexo es otra máscara?
Mientras ella se pierde en estas disquisiciones dignas de Keyserling, el “garañón elemental” Arroyo devela ante la gringa un verdadero cuerpo-crisis-de-identidad con su
duro pecho moreno y su ombligo hondo y su sexo inquieto, nunca en reposo, a medio llenar como la botella de mezcal, como si los largos y duros testículos, semejantes a un par de aguacates peludos, columpiándose pero duros como piedras entre sus esbeltas, lampiñas, lustrosas piernas indias, estuvieran ocupados incesantemente en la tarea de volver a llenar el pene negro, otra vez brilloso, palpitante, coronado por una aureola del vello más negro que ella había visto jamás
(Hay que reconocer la osadía de esta metáfora de la nacional verga patria: Botella de mezcal con aguacates peludos.)
La gringa compara entonces la verga tricolor con “el pene” de su antiguo novio gringo: "un pene dormido como un enano".
Y listo: otro triunfo de México, cabrones.
Exhibida la botella de mezcal, mi general pone manos a la ñora y la penetra con su “pene como espada que podría cortarla en dos”. Luego, fascinada por esa botella llena de identidad, ella se la mete a la boca, ansiosa de que le vacíe sinceramente su enigma mexicano.
Y entonces sucede algo muy extraño: mi general Arroyo rehusa vaciar su mezcal con guacamole en la boca del imperialismo.
Como Harriet ya rozó al misterio del Anáhuac y ha dejado de ser púdica y protestante, se enoja bastante con la verga y le asesta un ataque racista y le alza un muro y todo eso, y le grita:
¿Qué te pasa, qué te hace ser como eres, chingada verga prieta, qué te hace negarte a la mujer?
La respuesta está en el viento, o en los comentarios de los sabios cuanto pacientes lectores:
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.