Hidetada Sato (cuento)

Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Donald
Richie sirviรณ en la Marina de los Estados Unidos durante la
Segunda Guerra y en 1947 llegรณ a Tokio, donde iniciรณ
una formidable obra literaria como crรญtico de cine de

Pacific Stars and Stripes, la
revista de las fuerzas de ocupaciรณn. Se quedรณ para
siempre. Hace un par de aรฑos le dijo por quรฉ a un
periodista: โ€œAquรญ todo es tan interesante. Cada dรญa
tiene algo diferente, algo nuevo: cosas que se pueden hacer, gente
que se puede conocer. Uno se despierta todos los dรญas y
piensa: ยฟQuรฉ voy a aprender hoy? Eso es, por supuesto,
lo que me ha mantenido aquรญ.โ€

Richie
es un clรกsico vivo. Sus estudios sobre Jasujiro Ozu y Akira
Kurosawa y su historia del cine japonรฉs son imprescindibles
para los especialistas; sus propias pelรญculas son objetos de
culto; sus ensayos sobre Japรณn, deliciosos y estimulantes,
estรกn escritos con โ€œuna altura, una agudeza y un ingenio sin
parangรณnโ€, para citar a Susan Sontag; sus

Japanese Journals son una de
las obras maestras del gรฉnero. Pero el que prefiero entre sus
decenas de libros โ€“como รฉl mismo, segรบn me ha dichoโ€“
es
Geisha, Gangster, Neighbor, Nun: Scenes from Japanese
Lives, una galerรญa de
retratos del natural, capturados con ojo alerta y pluma รกgil,
en la que Mishima, Kawabata o Kurozawa no son mรกs memorables
que el tendero de la esquina. El que traduzco se publica aquรญ
con la autorizaciรณn del autor.

Notas
y traducciรณn de Aurelio Asiain

El nuevo repartidor de la nandemoya, la โ€œtienda de lo que seaโ€, el emporio local, era un muchacho alto, de unos diecinueve, cara redonda y mejillas tan rojas como las manzanas que se dan en la provincia norteรฑa de la que habรญa llegado. Su nombre era Sato, un nombre tan comรบn como las manzanas mismas.

Rodeado de anaqueles abarrotados de cepillos y cacharros y toallas y botellas de detergente, coladoras para tofu, cacerolas para sukiyaki, jabรณn en escamas, guantes de hule y lo que fuera, pedรญ el รบnico objeto que no podรญa encontrar, una piedra pรณmez para frotarme las plantas de los pies en el baรฑo.

Tras una bรบsqueda prolongada, Sato vino a decir que no tenรญan ninguna.

โ€“Se supone que tienen lo que sea, dije con severidad. 

โ€“Lo lamento mucho, contestรณ Sato, las mejillas de manzana mรกs rojas que nunca. 

Olvidado el acento de Tokio apenas adquirido, se disculpรณ en el mรกs marcado de los dialectos de Akita.

Sonreรญ al ver que mi broma pesada habรญa sido mal entendida. No importa, dije, con toda la amabilidad de que la frase es capaz. El muchacho me despidiรณ con una reverencia, todavรญa sonrojado, todavรญa disculpรกndose.

Esa noche, ya tarde, mientras escuchaba un cuarteto de Mozart, oรญ el rechinido de unos frenos de bicicleta y luego una tรญmida llamada a la puerta. Era Sato, rojo todavรญa por el ascenso de la colina. Extendiรณ una mano. Habรญa ahรญ un paquetito envuelto en papel. Mi piedra pรณmez.

โ€“O sea que sรญ la tenรญan, dije, y รฉl, asintiendo con la cabeza, mirรณ mรกs allรก de mรญ hacia la entrada. Me di cuenta de que tenรญa curiosidad por ver cรณmo vivรญa un extranjero y lo invitรฉ a pasar y a tomar una taza de tรฉ. 

Se negรณ y yo insistรญ, como exige la costumbre. Luego se quitรณ las botas y entrรณ. Era muy alto. No me habรญa dado cuenta de cuรกn alto era hasta que lo vi en la casa. Pies grandes, manos grandes. Pero no descomunales, y era ademรกs extremadamente gentil y bien educado โ€“cosa curiosa en un joven moderno.

Tomรกbamos el tรฉ cuando preguntรณ cortรฉsmente: ยฟquรฉ es lo que escucha?

โ€“Es Mozart. 

โ€“ยกAh!, Mozart, un compositor. Es hermoso. 

โ€“K590, aรฑadรญ. 

โ€“ยฟEh? se inclinรณ hacia delante, preocupado, consternado. 

โ€“Numeran a Mozart, expliquรฉ: escribiรณ montones. Asรญ llevan la cuenta. 

โ€“ยกAh!, dijo como aliviado, luego sonriรณ y sacudiรณ la cabeza para indicar que todo eso lo rebasaba, era algo de un mundo diferente: es muy bonito de todos modos. 

Le preguntรฉ el precio de la piedra pรณmez.

โ€“No, estรก bien asรญ. 

โ€“No, no estรก bien asรญ. 

Busquรฉ el precio en el papel y me di cuenta que no provenรญa de su nandemoya sino de algรบn lugar en Shibuya, muy lejos.

โ€“Esto no es de tu tienda. 

โ€“ยฟEh?, contestรณ, una respuesta habitual. Significa sรญ o no o ambas cosas, o nada. 

โ€“Pedaleaste hasta Shibuya despuรฉs del trabajo para conseguir esta piedra pรณmez. 

โ€“Tenรญamos que haberla tenido, explicรณ enrojeciendo: usted mismo dijo que nuestra tienda se supone que tiene lo que sea. 

โ€“Era una broma. 

Se me quedรณ viendo, las mejillas rojas, sorprendido. Luego, lentamente, comprendiรณ y sonriรณ.

โ€“ยกAh!, dijo, una broma. Ustedes los extranjeros son famosos por su humor. 

Usรณ yumoru pues, tรญpicamente, no hay palabra en japonรฉs para esta famosa cualidad. Luego se riรณ cortรฉsmente para mostrar que habรญa entendido. Saboreamos un rato mi gracia y luego intentรฉ de nuevo pagar mi piedra pรณmez.

โ€“Cuesta mucho menos que la taza de tรฉ que me ha dado, dijo. 

Entendรญ. Habรญa ido y la habรญa comprado no por mรญ, sino por la reputaciรณn de su tienda. Habรญan sido puestos en vergรผenza. Los habรญa desagraviado. Y era cierto, las piedras pรณmez eran desde luego muy baratas.

Mozart llegรณ a su fin.

โ€“Quรฉ bonito, dijo. 

โ€“ยฟTe gusta la mรบsica? 

โ€“Sรญ. 

โ€“ยฟCuรกl es tu compositor favorito? 

โ€“La hawaiana. 

โ€“Ah, ya veo. 

โ€“ยฟNo tiene nada de hawaiana? 

โ€“No, sรณlo clรกsica. 

Se rascรณ la cabeza, haciendo ver que kurasiku era demasiado difรญcil para รฉl.

โ€“Pero estabas disfrutando de Mozart, dije. 

โ€“Pero es demasiado difรญcil de entender, respondiรณ. 

โ€“No descubriste que era demasiado difรญcil hasta que te enteraste de que era kurasiku. Antes de eso lo estabas disfrutando. Por primera vez me vio a los ojos. La idea era nueva. Fue como si lo hubiera despertado. Pensarlo lo hizo reรญr con gusto. La vida era menos complicada de lo que le habรญan hecho creer. Habรญa estado aquรญ sentado, entendiendo a Mozart. 

Pero seguรญa teniendo sus corteses dudas.

โ€“No sรฉ, dijo. 

Usรณ una forma femenina: so kashira. Y yo a mi vez no supe. ยฟEran maneras de Akita, estaba usando mal las formas de Tokio, oโ€ฆ?

โ€“ยฟEstรก muerto tu padre?, preguntรฉ con esa franqueza por la que tambiรฉn son famosos los extranjeros. Se cerrรณ instantรกneamente, como si mi pregunta hubiera sido un dedo acusador. Bajรณ los ojos, se le congelรณ la sonrisa. Los extranjeros son como magos, deducen. Luego revelan. Tambiรฉn los japoneses deducen cosas, por supuesto, pero nunca lo dicen. 

โ€“Sรญ, contestรณ al fin: cuando tenรญa cinco. (Y entonces, como a veces ocurre, me dijo algo que no le hubiera dicho fรกcilmente a otro japonรฉs.) Se matรณ. 

Mรกs preguntas, mรกs respuestas, y su propia historieta saliรณ a la luz. Hijo รบnico de una pobre viuda que se sacrificรณ para enviar a su hijo a la secundaria. Luego la carta de presentaciรณn al pariente lejano, el viaje a Tokio, un nuevo trabajo, el brillo de las luces, la emociรณn. Carta semanal a la madre en casa, dรญa libre al mes, vagas esperanzas para el futuro. Paralelamente, la otra historia. El padre bebรญa, el padre apostaba, el padre vagabundeaba, el padre terminรณ por matarse, dejando a la viuda y a un hijo.

En consecuencia, el joven Sato no bebe, no sabe nada de carreras de caballos o de mujeres y se entrega a su trabajo; y otra consecuencia, obviamente extraรฑaba a su madre, cuyo femenino so kashira acababa yo de escuchar.

Silencio. Y pesadez. Como si los dos hubiรฉramos comido demasiado. Sin duda lamentaba ya sus confesiones. Por quรฉ, si apenas esta tarde nos habรญamos conocido. La conversaciรณn languideciรณ como lo hace siempre antes de una partida. Muy pronto estaba agradeciรฉndome el magnรญfico tรฉ y haciรฉndome una reverencia formal.

Y entonces, inesperadamente, apareciรณ una cรกlida sonrisa campesina. Quizรก Sato sintiรณ que ademรกs de ser indiscreto habรญa empezado tambiรฉn a tener un amigo. Yo tambiรฉn lo sentรญ y se lo hice saber no volviendo a mencionar la piedra pรณmez.

De cualquier modo, pasรณ mucho antes de que volviera a verlo, como no fuera de pasada. De vez en cuando, al salir, lo veรญa pasar en su bicicleta, llena la canastilla de jabรณn en escamas, toallas, fibra metรกlica, detergentes. Konichiwa, decรญa, acelerando.

A veces tambiรฉn lo veรญa en los baรฑos, si iba muy tarde. Se sentaba ahรญ y se tallaba solemnemente el cuerpo robusto. Sonreรญa y decรญa konbanwa, pero cuando yo entraba en el agua รฉl salรญa. Lo entendรญa bastante bien. Es comรบn para un extranjero ser objeto de confesiones no pedidas. Es tambiรฉn comรบn para รฉl que lo eviten porque las ha recibido. El muchacho de la nandemoya, habiรฉndoselas permitido, admito que incitado por mรญ, ahora quisiera no haberlo hecho. Puede que lo haya visto como autocompasiรณn, mala cosa siempre en un joven trabajador.

Luego, ya tarde un frรญo atardecer, fui a la cafeterรญa local. La manejaba una mujer madura atormentada, que cargaba siempre un pomerania irritable bajo el brazo y con frecuencia soltaba cabellos en la crema. Debรญa su popularidad a que era la รบnica cafeterรญa del barrio. Cuando entrรฉ, la รบnica mesa no del todo llena era la que ocupaba a medias el joven Sato, reluciente del baรฑo. Me dispuse a salir pero รฉl hablรณ, sonrรญo, me seรฑalรณ la silla libre. Los dos afirmamos que habรญa pasado mucho tiempo, modo adecuado de empezar una conversaciรณn, y luego nos sentamos en un silencio cordial hasta que mirรณ en su cafรฉ.

โ€“Tiene un cabello. 

โ€“Es suyo. Es famosa por eso. 

โ€“Podrรญa ser del perro, dijo, sacรกndolo de su tasa. 

โ€“Es demasiado largo y de otro color. Es negro. 

Los dos examinamos el cabello depositado en la mesa. Despuรฉs hablamos de cosas del vecindario. ยฟY que ha sido del seรฑor Sato? preguntรฉ, con una educada tercera persona. Me mirรณ y se tocรณ la nariz para asegurarse de que me referรญa a รฉl. Esto era tambiรฉn una cortesรญa, lo mismo que mi gracioso asentimiento en respuesta. Sรญ, dije. Pasรฉ entonces a un nivel mรกs รญntimo: por ejemplo, ยฟtienes ya algรบn pasatiempo?

Pensรณ un rato antes de contestar: armas.

Al ver mi sorpresa โ€“porque la violencia era lo รบltimo que yo hubiera esperado de รฉlโ€“ sonriรณ: no para dispararlas, sรณlo las colecciono.

ยฟY tenรญa una gran colecciรณn?

No, en realidad no tenรญa una sola, pero estaba pensando en coleccionarlas. Serรญa un pasatiempo. Como mi Mozart. Yo tendrรญa mi compositor y รฉl tendrรญa sus pistolas, dijo sin ironรญa, sonriendo, complacido con la simetrรญa.

Luego percibiรณ el malentendido: No pistolas de verdad, ยฟeh?, sรณlo de plรกstico.

Pensรฉ en su padre. Pero รฉl, sentado ahรญ, sonriendo, no.

No volvimos a encontrarnos hasta despuรฉs de Aรฑo Nuevo. Apareciรณ ya tarde un anochecer con unas frutas de regalo: manzanas de su lejana provincia nativa, Akita. Pero esta vez se veรญa serio y cuando lo invitรฉ a pasar se quitรณ de una vez las botas, sin titubear. Y anunciรณ que querรญa tener un sodan โ€“una charla, una discusiรณn.

Se sentรณ en su cojรญn y se mirรณ las manos. Un sodan no comienza de inmediato. Lo precede un silencio que puede durar cierto tiempo mientras la persona que necesita la discusiรณn parece darle vueltas en su cabeza a la mejor manera de comenzarlo. Su cabeza inclinada estaba preรฑada de pensamiento pero รฉl no abrรญa la boca.

Fui a la cocina, hice tรฉ, pelรฉ varias de las manzanas, las cortรฉ, las puse en un tazรณn, lo llevรฉ todo y รฉl seguรญa sentado ahรญ, suspendido, en silencio. Y finalmenteโ€ฆ

โ€“Vine para tener un sodan. 

โ€“Ajรก. 

โ€“No tengo a nadie mรกs con quiรฉn hablar de esto. 

โ€“Ajรก. 

โ€“Quisiera que me aconsejara tambiรฉn porque es extranjero y lo sabe todo sobre esta clase de cosas. 

Por ahรญ comenzรณ, remontรกndose tanto y aรฑadiendo tanta informaciรณn que pasรณ un tiempo hasta que al fin entendรญ. Para decirlo llanamente, estaba enamorado.

Nunca habรญa pensado que lo estarรญa, pero ahora sentรญa, ahora sabรญa, en este mismo lugar โ€“golpeรกndose solemnemente el pecho con el puรฑoโ€“ que esto era de verdad. Estaba profundamente enamorado, nunca se recobrarรญa. Hablรณ con una gran seriedad. Eso evitรณ cualquier ligereza que yo de otro modo habrรญa mostrado. Tambiรฉn me puse serio.

โ€“Pero quรฉ buena noticia, dije: estar enamorado es maravilloso. Tendrรญas que estar feliz, seguro. 

โ€“ยฟDeberรญa? Me mirรณ con suspicacia, frotรกndose el pecho. 

โ€“Claro. El amor es famoso por eso. 

Me mirรณ dudando.

โ€“Entonces me pregunto si de verdad estoy enamorado. No me siento feliz. 

Pronto habrรญa mรกs informaciรณn. Habรญa conocido a la chica en la escuela primariaโ€ฆ luego la habรญa olvidado del todoโ€ฆ pero esta vez, de regreso en Akita para las vacaciones, la habรญa encontrado trabajando en la cafeterรญa local, y ella habรญa sido linda con รฉl y lo habรญa llevado al cine y habรญan dado una larga caminata, y ella querรญa sobre todas las cosas salir de Akita y venir a Tokio, y รฉl trabajaba en Tokio y asรญ ellos deberรญan casarse, y ella lo amaba y asรญ รฉl la amaba tambiรฉn. Ahora bien, ยฟquรฉ pensaba yo de todo eso y quรฉ deberรญa hacer?

Un japonรฉs en mi posiciรณn habrรญa sido de lo mรกs inรบtil. Habrรญa examinado ambos lados, y precisamente cuando pareciera que estarรญa a favor de cierto curso de acciรณn, dirรญa: pero por el otro ladoโ€ฆ De modo que toda responsabilidad por los infortunios venideros pudiera evitarse.

Pero yo no era japonรฉs y precisamente por eso el muchacho perdidamente enamorado habรญa venido a mรญ. Ahรญ estaba esa espantosa cosa llamada amor, amenazando su nueva vida en Tokio. Querรญa que le dijeran quรฉ hacer al respecto. Quรฉ hacer era claro. Deberรญa negarse a brindarle a ella una ruta de escape del hรณrrido Akita. Pero semejante consejo, yo lo sabรญa, no encajarรญa con su estado de รกnimo presente. Estaba demasiado arrebatado por la enormidad de todo eso: estar enamorado. Asรญ que mencionรฉ la posibilidad de que no estuvieran realmente casados y vivieran juntos por un tiempo en Tokio.

โ€“Oh, no, dijo con alarma: ยกquรฉ pensarรญan los de la nandemoya! ยฟy ademรกs, quรฉ pasarรญa con los niรฑos? Serรกn ilegรญtimos. 

โ€“Bueno, no necesitas tener ninguno, no precisamente ahora en todo caso. 

โ€“Pero la gente enamorada suele tener hijos. 

Esto sacรณ a flote una cuestiรณn delicada. Querรญa asegurarme de quรฉ tan lejos los habรญa llevado ese amor que se tenรญan. ยฟPero cรณmo averiguarlo? Sato seguรญa siendo lo bastante joven para ser mojigato.

โ€“ยฟTienes alguna experiencia previa? (Creo que fue keiken la palabra decente que usรฉ). 

โ€“Oh, no, nunca antes he estado enamorado. 

โ€“No, lo que quiero decir esโ€ฆ ยฟhan tenido ella y tรบ alguna experiencia? (Otra vez keiken, porque no se me ocurrรญa otra palabra decente.) 

โ€“No, รฉsta es la primera vez que nos hemos sentido de este modo. 

Keiken no era evidentemente la palabra que querรญa. ยฟCรณmo dirรญa uno โ€œintimidadโ€ en japonรฉs, con todas las connotaciones cursis y cuasi mรฉdicas?

โ€“ยฟSe han abrazado? โ€“atrevรญ, sabiendo que daku se usa a veces para indicar mayores intimidades. Tal vez entendiera lo que yo querรญa decir. 

Pareciรณ que sรญ. Se sonrojรณ, luego dijo: una vez. Y tambiรฉn nos besamos. Una vez, aรฑadiรณ con escrรบpulos.

Era mi oportunidad.

โ€“ยฟY algo mรกs? 

โ€“ยฟParados en el frรญo de esa playa? Y ademรกs estaba nevando. 

โ€“Ya veo. 

Satisfecho de que el enredo amoroso no hubiera llegado demasiado lejos, dije: asรญ que estuviste viรฉndola y un dรญa en la playa hablaron, se abrazaron y se besaron.

Sacudiรณ la cabeza, no, era diferente.

โ€“Un domingo ella me llevรณ al cine y luego fuimos a caminar a la playa y luego nos abrazamos y nos besamos y nos enamoramos. 

โ€“Todo en un dรญa. 

โ€“En una tarde. 

โ€“Seรฑor Sato. ยฟCรณmo sabe que estรก enamorado? 

โ€“Ella lo dijo. 

โ€“Ajรก. 

Me mirรณ con unos ojos sin esperanza, luego dejรณ caer la cabeza y mirรณ la mesa, el tรฉ sin probar. Ahรญ sentado, deshecho, un muchachote campesino de grandes manos.

Hay algo femenino en los muchachos enamorados. Parecen convertirse en las muchachas de las que estรกn enamorados. Aquel encuentro en la cafeterรญa era fรกcil de imaginar. Probablemente ella se sentรณ ahรญ como รฉl estaba ahora: quieta, consumida por su propรณsito.

Durante los dรญas que siguieron รฉl pareciรณ no correr su bicicleta tan rรกpido, no se tallรณ tan escrupulosamente en el baรฑo, no atendiรณ a los clientes con una diligencia tan eficiente. Era como si estuviera constantemente preocupado.

Ella le escribรญa muy seguido, dijo, y sus noches las ocupaba escribiendo cartas en respuesta. A veces me mostraba las de ella, me las leรญa. No trataban de Sato. Trataban de quรฉ espantosa era la vida en Akita y de lo que iba a hacer en Tokio despuรฉs de que se casaran. Tenรญa tantas cosas quรฉ hacer, que me preguntรฉ si รฉl alguna vez la verรญa, pero no dije nada de tales pensamientos.

โ€“Me pregunto si aprobarรก tu colecciรณn de armas, fue todo lo que me permitรญ decir. 

Sonriรณ arrepentido. Sabe lo de mi padre. Dice que fue espantoso que lo hiciera. Espera que yo sea mejor esposo que รฉl.

Aรบn entonces contuve la lengua. Quisiera no haberlo hecho. Creo que deberรญa haberle dicho lo que pensaba, pero no dije nada. Una razรณn fueron mis propios sentimientos, mi desconfianza de mis propios motivos para hablar. Otra, que estaba empezando a darme cuenta de cuรกn importante era para Sato estar enamorado. No, quizรก, la chica, pero ciertamente el nuevo centro que eso le habรญa dado a su vida. En unos cuantos meses habรญa madurado. Ahora era un hombre joven responsable, ya no un muchacho. Hasta su cara parecรญa haber cambiado, haberse hecho mรกs enjuta. Y su mirada ya no era tan directa, tan inocente. Ahora era una mirada introvertida.

Y como yo era la รบnica persona a la que podรญa hablarle de este acontecimiento abrumador, sus visitas eran frecuentes. Ya no escuchรกbamos a Mozart. Hasta la plรกtica sobre armas fue hecha a un lado. Me habรญa convertido en el doctor con el que discutรญa su dolencia. Lo absorbรญa completamente.

Lo hacรญa, observรณ el doctor, porque eso le permitรญa ser una persona que no habรญa sido antes. Y aunque eso lo atormentaba, debe de haberlo agradecido. Al menos tenรญa algo cierto en su vida cambiante, la roca de su amor, inmรณvil resistiendo la corriente.

Asรญ que, por todas esas razones, no hice ningรบn intento de tratar al paciente, simplemente lo dejรฉ salir, volverse mรกs y mรกs enfebrecido. Confieso que, aunque le deseaba lo mejor, encontraba esas noches que pasaba cantando su alabanza cada vez menos interesantes. Por mรกs empeรฑo que pusiera en guiarlo hacia otras cosas, como las colt y las wichenster, la conversaciรณn volvรญa sin remedio a Akiko โ€“asรญ se llamaba.

Y una noche apareciรณ, pรกlido y agitado. Se parรณ en la entrada, una carta en la mano. Brevemente, anunciaba que Akiko se iba a casar con un seรฑor Watanabe al que conocรญa y a quien le estaba yendo bien en una compaรฑรญa de Osaka, de modo que no vendrรญa a Tokio para ser la seรฑora Sato. Lo lamentaba mucho, pero no habรญa nada que hacer. Le pedรญa que se cuidara, esta primavera hacรญa un frรญo fuera de temporada.

Lo hice pasar y, como era una noche de primavera inexplicablemente fresca, le di un ponche caliente. Entonces, tan aliviado por su carta como รฉl estaba enojado, le dije, entre otras cosas, que tenรญa suerte de haber descubierto el carรกcter de la chica antes de casarse, que se habรญa librado, que habrรญa otra mucho mรกs digna de รฉl.

Todas estas sensatas observaciones fueron rechazadas y vi que, a pesar de todo, Sato seguรญa estando enamorado, y ahora mรกs que antes. Estaba enamorado porque necesitaba estarlo y no hacรญa mรกs que oรญr mis comentarios, moviendo ausente la cabeza. Estaba decidido. Iba a dejar su trabajo, sin decรญrselo a nadie. Iba a tomar el tren para Akita esa misma noche. Otra vez de pie en la entrada, lo mirรฉ: un hombre infeliz crecido, y me maravillรฉ ante el poder de las emociones, la fuerza de la necesidad. Tratรณ de sonreรญr. No pudo.

No volvรญ a verlo. El resto lo escuchรฉ de los vecinos, todos los cuales estuvieron escandalizados durante una semana o cosa asรญ. Habรญa regresado a Akita, habรญa cierta chica ahรญ, y quiรฉn lo hubiera pensado, un muchacho encantador, un trabajador confiable como รฉl.

Como sea, ella trabajaba en aquella cafeterรญa, el habรญa ido ahรญ, y entoncesโ€ฆ pero aquรญ las historias variaban. Tal vez hubo una discusiรณn, tal vez ella habรญa gritado en presencia de los otros clientes. En cualquier caso fue probablemente despuรฉs de algo asรญ cuando รฉl fue a ver a su madre, por รบltima vez.

โ€“Se matรณ, dije, viรฉndolo ante mรญ, pensando en su padre: se disparรณ. 

Bueno, eso no lo sabรญan. Bueno, muy bien, probablemente se matรณ. Parece que lo encontraron en la playa, en la lluvia, evidentemente mucho despuรฉs de muerto. ยฟDe un disparo? No, no lo creen. No tenรญa una pistola, ยฟves? La historia era que habรญa tomado una navaja de la cocina de su mamรก y la habรญa usado. Al menos eso era lo que la gente decรญa.

No pude enterarme de nada mรกs. El dueรฑo de la nandemoya se negรณ a contestar mรกs preguntas. Me parรฉ frente a la tienda y pensรฉ en รฉl: Hidetada Sato, de diecinueve aรฑos, solo en esa playa helada. ~

ยฉ Donald Richie

De Geisha, Gangster, Neighbor,

Nun: Scenes from Japanese Lives, Kodansha, 1987.

+ posts


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: