En el número de noviembre de esta revista, Fernando Peregrín Gutiérrez comenta un artículo mío publicado en la entrega de septiembre. Debo agradecer los elogios que contiene y acercarle algunas matizaciones. Es evidente que Peregrín piensa desde una epistemología positivista que se enfrenta con el criterio correspondiente que me anima. Creo, con todo, que si admite que el psicoanálisis no es una ciencia, no le puede oponer objeciones esgrimidas por otras ciencias. Sostengo que el psicoanálisis es una pragmática del saber, o sea un discurso que busca su norma en su práctica, por oposición a los discursos veritativos, que parten de una norma y ofrecen ejemplos de la misma. Erróneamente, Peregrín me atribuye ser un pragmatista de escuela, confundiendo pragmatismo con pragmática, aunque me hago cargo de que su error parte de una insuficiencia de mis explicaciones. Las ciencias, en efecto, tienen el deber de probar sus dichos, siempre discutibles, por lo mismo que son científicos. Esto provoca la derogación de verdades científicas por su crítica igualmente científica. La ciencia es, en este sentido, la historia de la ciencia, y no puede pretender el establecimiento de verdades definitivas como la religión. Lo que la ciencia no puede demostrar ni refutar son sus postulados o principios o fundamentos, porque ello llevaría a una infinita espiral de demostraciones y confutaciones que, justamente, la privaría de fundamento. Como he dicho, estos elementos fundacionales no son científicos, a contar desde el mayor: que el conocimiento es posible y la verdad es demostrable. Estos cimientos la ciencia los toma prestados de la filosofía.
El pasado que averigua el psicoanálisis es un invento, en el sentido radical de la palabra: encuentro de lo no buscado que se convierte en relato. O, como prefiere Peregrín, en mito, que es, como él bien sabe, relato. Es razón narrativa, o sea la razón histórica que tan bien ha explorado Ortega. No es falsa memoria sino memoria posible, porque no existe un objeto científico que se pueda aislar en una probeta y que llamemos pasado, ya que ha perdido lo esencial de su objetividad, es decir su presencia compacta y concreta.
Como se ve, las objeciones de Peregrín son pertinentes y enriquecen este intercambio. Por eso mismo, le ruego que me descargue del pecado de relativismo. El psicoanálisis sostiene algunas instituciones universales, como el complejo de Edipo, el origen totémico del Estado, la sexuación del lenguaje y la articulación del sujeto a partir del inconsciente. Nada de todo esto es relativo sino universal. Relacionar y dialogar, sí. Relativizar de manera absoluta, no. ~
Saludos, cuate.
(Buenos Aires, 1942) es escritor. En 2010 Páginas de Espuma publicó su ensayo Novela familiar: el universo privado del escritor.