A los ochenta y tres años murió el poeta Juan Gelman. Avecindado en México, fue merecedor del Premio Cervantes en 2007. Al concederle este reconocimiento el poeta Daniel Saldaña París escribió:
“Sam Dale y Juan Gelman”
Sam Dale, de Sidney West,
se alegra y rememora los tiempos idos
al descubrir que Juan Gelman, de Buenos Aires,
recibió ayer el Premio Cervantes
“pero sam dale vigilaba la puerta y Dios no entra por ahí
así que viuda tora marinera se le murió la camisa
y la enterró ya tarde ya tardísimo
y manzanitas de oro había en las ramas”
J.G.
sam dale recordó su camisa enterrada.
sam dale recordó, pasados los años,
esas mañanas picoteadas por gallinas
y recogió un periódico amargo, sudoroso,
que esperaba a Dios enfrente de su puerta.
según las noticias que leyó sam dale
juan gelman vivía en su casa de méxico.
ah, pensó sam dale, el bueno de juan
es un acontecimiento de lo sagrado
cuando pasea
sus amaneceres por la página.
("Sam Dale y Juan Gelman", 13 de diciembre de 2007)
Años atrás, al otorgársele el Premio Juan Rulfo, el poeta David Huerta lo celebró así en las páginas de Letras Libres:
“Recuerdo a Juan Gelman en medio de la brisa fría de Saint Denis, caminando al lado de su esposa Mara Lamadrid, en diciembre de 1995, y recuerdo haberlo recordado entonces tal y como lo vi un año antes, en agosto de 1994, en la Selva Lacandona, durante la Convención Democrática organizada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Esas dos imágenes del gran poeta argentino, ahora galardonado con el Premio Juan Rulfo, tienen un valor entrañable en mi memoria: representan dos de las estribaciones más poderosas de la personalidad multidimensional de Gelman. En Saint Denis, Gelman asistía a las celebraciones del centenario del nacimiento de Paul Éluard; en la Selva, acudía al llamado de unos campesinos indígenas sublevados "contra el mal gobierno".
Él venía del Sur profundo de nuestro continente, de la atormentada Argentina. Y había conocido ahí —como las conocería en el exilio— penas sin cuento, que arrostró con un temple admirable, verdaderamente ejemplar. Su lección era y es de coraje y de lucidez, con el fervor poético por delante, contra toda injusticia.
Juan Gelman llega a una espléndida madurez rodeado por la admiración y el cariño de miles de lectores. Alguien, que en realidad no es nadie, podrá decir que su premio fue impuramente decidido o "politizado". No hay que hacer caso de pequeñeces. Démosle en cambio un abrazo grande a Juan Gelman por su vida, por su escritura, por sus momentos entre nosotros.“
("Dos imágenes de Juan Gelman", Letras Libres, octubre 2000)
Descanse en paz.