Instrucciones para cruzar

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Piense en esto: de preferencia no lo haga. La verdad es que no vale la pena el ajetreo. Se lo dice quien, por distintos motivos, confiesa haber cruzado la frontera unas 1,600 veces durante su vida, por trabajo, por ansiedad o por fastidio. Atravesar una línea divisoria requiere de un esfuerzo intelectual, un conocimiento de que las naciones tienen puertas que se abren y se cierran; una idea fija de que un país, cualquiera que éste sea, se guarda el derecho de admisión a sus jardines y podría echarlo de ellos a la primera provocación.
     No obstante, si el lector recibe un llamado poderoso, como de sirenas, como de imán, y decide cruzar, le recomiendo tomar en cuenta las siguientes indicaciones:
     1. Se requiere que usted porte un documento que acredite su nacionalidad y sus intenciones. Nada molesta más a los guardianes que una persona con intenciones poco claras. Usted debe ingresar al país vecino porque va de compras (cuando hay especiales en las tiendas departamentales), para lavar su ropa sucia (porque las aguas allá son más pulcras), para ir a Disneylandia (“el lugar más feliz del mundo”); en fin, para realizar faenas que no comprometan el status quo de la sociedad.
     2. Está prohibido para el extranjero, y se lo señalarán con sus grandes dedos, recibir dinero a cambio de trabajo o trabajar a cambio de lo que sea. Por lo tanto, si cruza cotidianamente a una labor de lavaplatos, recolector de basura, mesero, sirvienta, oficinista, cajero, etcétera, deberá siempre llevar a la mano una buena historia que contarles, no importa que sea la misma cada vez.
     3. Es importante saber que las puertas están custodiadas por dos tipos de guardianes: unos llamados “Aduana” y otros llamados “Migra”. Los primeros, vestidos de azul oscuro, se interesan por lo que lleva consigo (que no sea fruta, que no sea droga); ellos suelen ser descorteses porque es parte de su trabajo, pero le dejan pasar algunas veces sin consultar sus documentos, sin mirarle a los ojos, sin pensar en su vida. Los segundos, en cambio, son seres terribles; auscultan su mirada intentando encontrar propósitos ulteriores. Quieren quebrarlo, quieren hacerle confesar que busca trabajo pues apenas le alcanza para mantener a su familia. Quieren tener el gusto de arrojarle a los leones.
     4. La paciencia puede ser útil al cruzar la frontera. Si usted lo hace en automóvil o caminando, la espera podría ser infinita. Será un integrante más de una eterna fila que no parece tener principio ni fin. Llévese una novela de muchas páginas; llévese un radio, unas barajas, algún compañero con quien jugar una ronda de dominó o Monopolio.
     5. Aunque es difícil lograrlo, intente asomarse para ver cuál de los dos tipos de guardianes cuidan la fila donde usted se encuentra. Procure que sea Aduana, de lo contrario tendrá problemas. En caso de enfrentarse a un Migra, pídale a Dios que no pertenezca a lo que en el país vecino se conoce como “minoría”, y de preferencia que no tenga ascendencia latinoamericana: se dice que son los peores porque saben que alguien siempre los vigila para que cumplan cabalmente con su deber.
     6. Si cruza en automóvil, que no le extrañe que algunos Aduanas se acerquen con un perro para que husmee sus alrededores. No se sienta humillado si el perro orina una de sus llantas. Tampoco sienta gusto.
     7. Al enfrentarse finalmente a uno de esos guardianes, sea en automóvil o a pie, debe llevar el pasaporte en la mano y la mente en blanco. Lo más apropiado es estar convencido de que ellos son seres omnipotentes, deidades, Césares caprichosos capaces de arrojarle de su imperio. Lo mejor es entregarse totalmente a sus designios, por más absurdos que éstos parezcan.
     8. Un diálogo típico podría ser así:
     —¿Qué trae de México?
     —Nada.
     —¿Qué trae de México?
     —Nada.
     —Tiene que contestar “sí” o “no”. ¿Qué trae de México?
     —No.
     —Está bien. Puede pasar.
     Espero que estas indicaciones le resulten útiles. Procure llevarlas con usted en una bolsa y repasarlas detenidamente antes de intentar el ingreso al país vecino.
     Hay quienes opinan que trasponer la frontera es un arte, que no debe ser un acto sencillo como el que se describe en este texto, que debe requerir cierto esfuerzo de la imaginación. Por eso algunas personas de alma aventurera prefieren hacerlo por espacios remotos, de difícil acceso; lugares que son custodiados con recelo por los más amplios recursos tecnológicos, por helicópteros y patrullas ansiosas de comenzar la cacería.
     Cruzar por esos extremos es una hazaña de otra índole que, como supondrá el lector, requiere de una serie distinta de indicaciones. –

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