Los sombríos viejos de una aldea remota llegaron a consultar a la Cabeza Parlante.
-Sabia Cabeza, en nuestra aldea todos nos vemos con el ceño fruncido, no nos aguantamos y quisiéramos volver a la ancestral concordia.
Habló la Cabeza:
-Levantad una estatua a cada habitante. Con lo cual, a la vez, levantaréis los ánimos.
-Demasiado caro para la comunidad, sabia cabeza.
-Entonces levantad en la plaza un solo pedestal grande y suntuoso si es posible, y cada día ha de instalarse en él uno de vosotros, y cuando todos hayan cumplido su día de pedestal, volved a comenzar, y sea esto costumbre gratuita y obligatoria…
-Pero, sabia Cabeza, eso será un tormento para el estatuado, y encima hará reir a los demás.
-Precisamente -dijo la cabeza, cerrando los ojos en señal de despedida.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.