Todo parece indicar que veinte años de sosiego más o menos democrático han sido suficientes para el exaltado espíritu de los españoles. Se aburren. Debería haber escrito “nos aburrimos”, pero mentiría: a mí me complace el sistema constitucional vigente, e incluso la invención autonómica que ha acabado por crear un Estado federal, o más o menos federal. En España todo es más o menos. La exactitud no es una de nuestras virtudes castizas.
Veinte años de sosiego, con el solo drama del terrorismo nacionalista vasco, parece que ya aburren al personal. En España es difícil pasar más de veinte años o un par de generaciones, sin la añoranza de una guerra civil. Ya toca, parecen anunciar desde sus opulentos despachos los burócratas del odio nacionalista, los mercaderes de la arrogancia, los histéricos hijos del Vaticano, los grandes directivos de la chapuza.
Podría ser precisamente por el hecho de que eta no ha podido asesinar a nadie en los últimos dos años por lo que a muchos de mis compatriotas les falta el chute matutino de adrenalina. Las dosis que proporcionan algunos camellos como Jiménez Losantos, Haro Tecglen o Mónica Terribas son cosa liviana para los enganchados. Saben a poco y hay mucha población sedienta de sangre.
Ustedes dirán que exagero, que no hay para tanto. Es posible y nada me gustaría más que así fuera, pero, ¿cómo va a salir del fenomenal lío en el que se ha metido el gobierno socialista, o más o menos socialista? Zapatero ha abierto tres frentes cuando, con toda probabilidad, no puede defender ni siquiera dos. Lo digo con todo el derecho: yo también le voté.
En el primer frente ha dispuesto una mesa camilla y ha invitado a los terroristas vascos a negociar el fin de los asesinatos, y lo ha hecho sin contar para nada con el pp, partido al que se le pueden asignar toda clase de epítetos pero que mueve a casi la mitad de la población. Si Aznar perdió la negociación cuando contaba con el apoyo de los socialistas, ¿cómo la va a ganar Zapatero sin el apoyo de los conservadores? Y si sale mal y mañana eta pone diez muertos sobre la mesa, según exigía textualmente su cúpula, ¿qué hará Zapatero?
En el segundo frente, en otra mesa camilla, ha invitado a los nacionalistas catalanes a que presenten una reforma del Estatuto. La condición es que no se carguen la Constitución, y ¿cómo va a ser ello posible si el actual gobierno catalán lo forman un partido independentista (Esquerra), otro, aunque residual, no menos independentista (Iniciativa per Catalunya) y otro (el socialista) cuya cúpula es antiespañola? Y si sale mal, ¿qué pasa? Maragall ha anunciado que convocaría un referéndum, como Ibarretxe. ¿Qué hará entonces Zapatero?
En el tercer frente, el gobierno más europeísta de Europa (en severo contraste con el atlantismo de Aznar) se acaba de quedar sin Europa, o con una Europa que necesita respiración asistida. Para colmo, aquellos con los que está negociando (Esquerra e ic) votaron en contra de la Constitución europea. Si Europa desaparece como horizonte político, la única defensa de los ciudadanos será un Estado-nación fuerte y eso es lo que harán los franceses, los alemanes, los holandeses y demás amiguitos. ¿Qué hará Zapatero? ¿Decirle a Maragall que vuelva dentro de un siglo?
Ante semejante panorama, hasta Churchill estaría levemente preocupado y habría comenzado negociaciones y contactos para ampliar su base de poder antes de que un vientecillo leve lo descabalgue. El equipo de Zapatero, por el contrario, se fía de aquella vieja divisa española: “sostenella y no enmendalla” y sigue sin presentar ni el más mínimo atisbo de programa. Hoy por hoy, nadie tiene ni idea de a dónde se dirige el país. Lo cual es muy divertido para gente de mi edad y nos rejuvenece, pero calculo yo que debe ser un tanto angustioso para la gente joven que acaba de comprar un piso, o mejor dicho, una hipoteca, y para los inversores maduros.
¿Qué puede suceder? No tengo aquí espacio para resumir las alternativas, pero me temo que es difícil liarse tanto en tan poco tiempo. ¡Y con qué personal! El interlocutor privilegiado de Zapatero, Pasqual Maragall, proponía en julio de 2004 que la nueva Constitución reconociera tres naciones nuevas: Cataluña, Galicia y el País Vasco. Un mes más tarde pedía que fueran cuatro y añadía Navarra por las bravas, sin más explicaciones. ¡Hala, Navarra! Y pasados quince días apremiaba a añadir Andalucía y así llegaba a cinco naciones. Bien es verdad que en aquel momento ya nadie sabía lo que podía querer decir la palabra “España”.
He tomado estos datos de un libro admirablemente inteligente y documentado, uno de esos libros que no usan el más-o-menos: Nacionalidades históricas y regiones sin historia (Alianza Editorial) del profesor R. L. Blanco Valdés, uno de los grandes expertos en derecho constitucional de este país. A él les remito si desean información sobre la empanada nacional.
Quizás ahora puedo aclarar por qué al principio hablaba de cosas terribles, como la añoranza de una guerra civil. Vean ustedes. Si la reforma del estatuto vasco y catalán no supera su paso por el congreso, vascos y catalanes serán llamados a votar en un referéndum ilegal y anticonstitucional. ¿Qué hará el Estado? ¿Mandar a la Guardia Civil? Pero si permite esos refrendos, los millones de votantes del pp tomarían la calle. En ese momento eta sin duda saldría en defensa de los vascos y las vascas. Y a todas estas, sin el paraguas europeo. ¿Se lo imaginan? –
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