De los doce millones de alemanes que escaparon o fueron expulsados de Europa occidental al final de la guerra, la vasta mayoría provenía de Checoslovaquia (3,5 millones) y Polonia (7,8 millones). La mayor parte del segundo grupo salió de tierras arrebatadas al Reich derrotado y asignadas a Polonia por los aliados. Cerca de la mitad de estos doce millones de alemanes huyeron y cerca de la mitad fueron deportados, aunque una división clara resulta imposible, ya que algunos de los que huyeron regresaron más tarde para luego ser deportados.
A finales de 1944 y principios de 1945, unos seis millones de alemanes huyeron ante la inminente llegada del Ejército Rojo; fue entonces cuando ocurrió la mayor parte de las seiscientas mil muertes entre los refugiados alemanes. Muchos de estos eran simplemente personas que quedaron atrapadas entre dos ejércitos; algunos fueron masacrados intencionalmente por los soldados soviéticos o murieron en campos soviéticos. Los asesinatos también fueron perpetrados por checos y polacos. Hitler comparte la responsabilidad por tales muertes, ya que las autoridades alemanas no fueron capaces de organizar oportunamente las evacuaciones.
Las deportaciones de alemanes durante la posguerra, resultado directo de la guerra de Hitler, fueron un proyecto checoslovaco, polaco, soviético, británico y estadounidense. Durante la guerra, los líderes en el exilio de la Polonia y la Checoslovaquia ocupadas expresaron su deseo de mantener bajas sus cifras de población alemana en la posguerra, y los aliados aceptaron que se expulsara a la población alemana después de la victoria. Churchill recomendó una “limpieza total”, y el Consejo Aliado de Control emitió un plan oficial para transferir a seis millones de alemanes.
El gobierno checoslovaco (que no era comunista) contaba con la aprobación de Stalin para expulsar a sus alemanes, pero también con la aquiescencia de Churchill y Roosevelt. Polonia estaba bajo control soviético, pero a decir verdad cualquier gobierno polaco habría expulsado a los alemanes. Además, los comunistas polacos habían aceptado la propuesta de Stalin para que Polonia abarcara mucho más espacio hacia el oeste, lo que implicaba expulsar a más alemanes de lo que los políticos polacos democráticos habrían deseado. (Esto también suponía la deportación de polacos de la zona oriental del territorio polaco de antes de la guerra, que los soviéticos se anexionaron. Cerca de un millón de estos deportados polacos se asentaron en las tierras de las que se había expulsado los alemanes.)
De mayo a diciembre de 1945 las autoridades polacas y checoslovacas echaron a cerca de dos millones de alemanes más allá de sus fronteras. Desde enero de 1946, las autoridades polacas y soviéticas continuaron desterrando a los alemanes, al tiempo que las fuerzas británicas, soviéticas y estadounidenses se organizaban para recibirlos en sus zonas de ocupación en Alemania. Durante 1946 y 1947, los soviéticos recibieron a poco más de dos millones de alemanes en su zona, los británicos a cerca de 1,2 millones, y los estadounidenses a unos 1,4 millones. A partir de entonces, las deportaciones continuaron a un paso menor.
Es cierto que las deportaciones fueron un caso de responsabilidad colectiva y que supusieron un trato mezquino, pero los índices de mortandad entre los civiles alemanes –unos seiscientos mil de entre doce millones– fueron relativamente bajos si los comparamos con los demás acontecimientos que se abordan aquí. Atrapados en el final de una guerra librada en su nombre y, después, en un consenso aliado a favor del cambio de fronteras y la deportación, estos alemanes no fueron víctimas de una política de exterminio estalinista comparable al Terror o la hambruna. ~
Traducción de Marianela Santoveña
Timothy Snyder (1969) es un historiador estadounidense, profesor en la Universidad de Yale, especializado en la historia de Europa Central y del Este y en el Holocausto. Su libro más reciente en español es 'Nuestra enfermedad. Lecciones de libertad en un diario de hospital' (Galaxia Gutenberg, 2020).