Hubo un tiempo en que para saber qué pasaba en los rincones más sórdidos de la cultura marginal había que escuchar transmisiones semiclandestinas en estaciones de radio de onda corta, suscribirse a ciertas publicaciones o recorrer tiendas underground en busca de documentos y panfletos. No obstante, incluso así, era y sigue siendo difícil conseguir información sobre los muchos grupos de extrema derecha activos que operan en los Estados Unidos y otros países. Internet ha abierto la posibilidad de descubrir las ideologías fascistas que circulan en el submundo del odio racial, y conocer, en sus propias palabras, sus fantasías psicópatas, segregacionistas y criminales.
El atroz atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono estremeció al mundo y transformó el panorama político internacional. Sin embargo, para la mayoría de las organizaciones de la extrema derecha racista estadounidense el ataque del 11 de septiembre es una calamidad bienvenida y una excelente oportunidad para aprovechar la paranoia, el miedo y el desconcierto con objeto de promover su causa, reclutar miembros y soñar con su propia revolución. Las opiniones de estos grupos, publicadas en sus páginas web, varían desde quienes ven en el atentado señales apocalípticas y conspiraciones siniestras hasta quienes han hecho suyo el discurso moderado de la izquierda, la cual considera el ataque una consecuencia de la política estadounidense en el Medio Oriente (con la diferencia de que, para estas organizaciones, la tragedia es que hayan muerto hombres y mujeres blancos y "patriotas"). Llama la atención que pocas de estas organizaciones expresen rabia o tristeza y, a pesar de su naturaleza belicosa, casi ninguna llame a la venganza o la guerra. Muchos de estos grupos creen en la teoría de que la agresión fue organizada por los servicios de inteligencia israelíes, aunque ninguno presenta prueba alguna. Gente como James Bo Gritz, uno de los líderes más conocidos del movimiento "patriótico", tan sólo repite rumores como el de que los servicios secretos de Bélgica sabían que la Mossad estaba involucrada en el atentado, o que cuatro mil israelíes no se presentaron a trabajar a las Torres el 11 de septiembre, ya que su gobierno les avisó que "algo grande" sucedería.
La organización Sheriff's Posse Comitatus, en su página de internet, lamenta la muerte de policías y bomberos, pero celebra "la caída de las torres de marfil" y este "ataque a la bestia maligna del ZOG" (el Zionist Ocupation Government que, en las fantasías de la extrema derecha, domina los Estados Unidos). Para detener el terrorismo, la fórmula de los miembros de Comitatus consiste en expulsar a todos los judíos y a los no blancos de "Nuestra tierra prometida, esta nueva JerUSAlén…" Además, sus propagandistas afirman que "Si nuestras fronteras hubieran estado mejor vigiladas o, mejor aún, cerradas a inmigrantes no blancos y no cristianos, se habría evitado la agresión". El líder de la muy promocionada World Church of the Creator comenta, respecto de los ataques de represalia que perpetran algunos civiles contra musulmanes y árabes: "Ahora tenemos que ayudar a canalizar este odio hacia los judíos".
Para la organización neonazi National Alliance, lo único lamentable del atentado es que murieron algunos "blancos no liberales y no traidores a su raza". El portavoz de este grupo, Victor Gerhard, lanzó además un llamado a otros supremacistas a seguir el ejemplo de la violencia para llevar a cabo una verdadera revolución: "NOSOTROS deberíamos destruir Nueva York y Washington, y no esperar a que una banda de camelleros lo hagan por nosotros". No debemos olvidar que, para estos grupos, Nueva York es Jew York, una urbe cosmopolita y tolerante que representa todo lo que es inaceptable: una nueva Babilonia de la perdición, que debe ser destruida de una u otra forma. El líder de este grupo, William Pierce, declaró que los ataques fueron una "consecuencia directa de que los americanos hayan cedido el poder de su nación a los judíos". Muchos de estos grupos denuncian el ataque como una consecuencia del tratamiento brutal que los israelíes dan a los palestinos; sin embargo, resulta muy difícil creer que tengan estimación alguna por el pueblo palestino o cualquier otro grupo "no ario".
Una de las visiones más absurdas sobre los atentados suicidas de Nueva York y Washington es la de Liz Michaels, una de las pocas "patriotas" que llaman a matar a los autores de este acto y a destruir a todas las naciones que los apoyan y protegen. Lo que realmente preocupa a la señora Michaels, como a muchos otros, es que se esté utilizando los ataques del 11 de septiembre para justificar nuevas restricciones a los derechos individuales y convertir a los Estados Unidos en un Estado policiaco. Esta preocupación ha dado lugar a una paradójica y oportunista alianza entre las derechas militantes, la National Rifle Association, varias asociaciones cristianas y la American Civil Liberties Union, entre otros grupos liberales.
Acaso entre toda la retórica que llena las páginas electrónicas de la extrema derecha, pocas opiniones reflejan mejor la imbecilidad de la mentalidad neofascista que la de Michaels en el sentido de que el éxito de la agresión terrorista se debió a las leyes que prohíben portar armas, "ya que unas cuantas personas armadas en esos aviones habrían impedido los trágicos secuestros". –
(ciudad de México, 1963) es escritor. Su libro más reciente es Tecnocultura. El espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra (Tusquets, 2008).