La fiesta, la máscara y el niño

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Fotoperiodista por más de década y media, formado en la  tradición gráfica del primer unomásuno y La Jornada, el trabajo documental de Francisco Mata está registrado, además de en muchas publicaciones nacionales y extranjeras, en los libros Sábado de Gloria, América profunda y Litorales (estos dos últimos en coautoría con Eniac Martínez).  Desde hace un lustro, Mata trabaja en las fiestas populares de la Ciudad de México, fiestas pobres, rituales, desconocidas.

Este Portafolios es una breve selección de ese esfuerzo.

Una cosa imanta la mirada del fotógrafo Francisco Mata: las fiestas que se celebran en los pueblos y barrios de la ciudad: el sábado de gloria y el martirio de Jesús en Iztapalapa, la fiesta patronal y el día de muertos.

Es paradójico que sea Mata uno de los fotógrafos que mejor ha retratado el Zócalo capitalino, porque más bien parece buscar en las afueras, aunque en uno u otro espacio Mata se encuentra con la representación, el paréntesis que en el transcurrir del tiempo abren las ceremonias de los hombres: su lente mira la fiesta, ese tiempo que está fuera del tiempo.
     "Las afueras son estados de excepción de la ciudad, el terreno en el que ininterrumpidamente se desencadena la batalla que decide entre la ciudad y el campo" —escribe Walter Benjamin.

En nuestras afueras, la reminiscencia de una cultura ágrafa y rural convive con la redes del transporte colectivo; las comunidades de la periferia requieren de los días feriados del calendario para mantener vivas memoria e identidad.

En las aguas bautismales de los balnearios públicos, en las albercas promiscuas y desmadrosas, en nuestros ríos Ganges, la pasión gregaria que convoca la cuenca que ocupamos se desborda animada por las campanas de la iglesia, por la pólvora de los cohetones y la tambora de bandas y sonideros de luces estroboscópicas.
     La fiesta es el agua con que el mexicano se pasa el bocado del Dios con quien comulga, la fiesta trae el pueblo a las calles y con su olor a incienso y aguardiente reconcilia la ciudad con el campo.

Ahí asiste la mirada del fotógrafo para dar fe de cuanto pasa: un descendiente de Juan Diego carga su crianza y en su cabeza, como corona de espinas o rama de laurel, lleva un salvavidas de niño; atrás, en un plano profundo digno de Leonardo, los descendientes de aquella civilización lacustre destruida bañan sus cuerpos en un caldo demasiado sazonado por el cloro y los orines.

Jesucristo en la cruz y el cuerpo de su pueblo que acompaña su calvario; el joven que redime con su dolor el de los otros y la muchedumbre que participa en el ritual con su pasión por compartir el caos con sus hermanos. En otra imagen, el diablo niño, el diablo del hambre, roba el pan de los muertos; más allá, una pared de tabique y el trombonista que aguarda su turno entre las sombras de la fiesta; después, el ojo encontrará el toro ibérico que trajo consigo la pólvora y en la fiesta persigue a los jóvenes que se cruzan en su camino: Pamplona en versión xochimilca.

Es la lucha cuerpo a cuerpo del pavimento con la milpa, son las coces de una civilización impuesta y el lodo que atasca la rueda de la historia lo que busca el ojo de un fotógrafo que sabe que en la fiesta, como lo pensó Borges, "las calles recuerdan/ que fueron campo un día".
     Detrás de la máscara del poder, esa que reproduce los rasgos del presidente, está la miseria de un niño, detrás de las máscaras de calaveras están los rostros de las mujeres condenadas al escarnio público: las putas.

El fotógrafo que muestra la máscara desenmascara, la crónica de nuestro tiempo es ya impensable sin la mirada fotográfica, somos lo que ven los ojos del fotógrafo: nuestra religiosidad es fuente periódica de caos y teatralidad, la convivencia diaria nos sorprende reconociendo las formas plásticas de nuestra iniquidad, el rostro del hambre o la impudicia de la muerte en el arroyo de las calles.

Francisco Mata no parece crear estas imágenes para convencernos de nada, lo que hace es prestarnos sus ojos para poder ver mejor y no olvidar las caras que tenemos: el rostro de la tribu que asiste a las ceremonias reiteradas de la fe y la cara del niño sin la máscara. –

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(ciudad de México, 1962) es promotor cultural, editor y poeta. Es director del Museo de Historia Natural y de Cultura Ambiental.


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