La gripe populista de la Argentina

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La creencia idiosincrática de la Argentina es la de la decadencia. Los argentinos sienten permanentemente que todo va a peor, seguramente porque hubo un tiempo (a fines del siglo XIX) en que el país estuvo entre las primeras potencias del mundo. La nación es muy rica, tuvo una oportunidad de ocupar un sitial privilegiado, ésta se perdió (¿por qué?) y existe el riesgo de no volver a recuperarla nunca más. Éstas son las ideas que expresa, explícita e implícitamente, la furia autocrítica a la que los argentinos se entregan con tanta facilidad.

La ocasión de hoy es, claro, la crisis sanitaria producida por la gripe A. La enfermedad se ha ensañado con una población numerosa y aglomerada, y por tanto vulnerable, al mismo tiempo que la sanidad pública está en decadencia (justamente) y el kirchnerismo muestra la decadencia de la clase política argentina. Ésta es la razón de que los argentinos fracasen allí donde los mexicanos y los chilenos tienen (un relativo) éxito.

La ideología de la decadencia es maleable y útil. El peronismo se benefició de ella, acusando a las élites económicas de ser las responsables de la caída argentina. El progresismo, por su parte, culpó al imperialismo y los poderes trasnacionales. La derecha, al peronismo. Pero quizá el problema, como dice Mariano Grondona (Las condiciones culturales del desarrollo económico), esté en los argentinos. Igual que en los bolivianos, los ecuatorianos, los peruanos… El defecto de nuestros pueblos es su inclinación histórica a esconderse de los problemas reales (y sus reales soluciones) tras la muralla de las utopías sociales. Pretendemos, todo el tiempo, marchar hacia el perfecto futuro, que simultáneamente sea el reflejo, actualizado, de un pasado que se supone impecable. En lugar de representantes eficientes, entonces, lo que la mayoría de los latinoamericanos elige son profetas y transformadores sociales. Como los Kirchner. Y el resultado entonces está allí: un ‘proceso de cambio nunca visto’ (aunque en realidad casi nunca se haya visto otra cosa) a la par de la mayor cantidad de contagios de influenza humana de Sudamérica. Una ‘transformación genuina’ que termina beneficiando a los empresarios vinculados al gobierno.

Las elecciones parlamentarias que acaban de suceder muestran que la Argentina parece restablecerse de su última gripe profética. Más pronto que en los otros países sudamericanos (porque, al final, la Argentina es más potente y culta que ellos) los populistas de turno están siendo desplazados. Pero atención que, como muestra la falta de opciones no peronistas de cierta envergadura, el que la gripe pase no significa que el paciente haya quedado inmunizado.

– Fernando Molina

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Periodista y ensayista boliviano. Autor de varios libros de interpretación de la política de su país, entre ellos El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales (2009).


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