El historiador Carlos Illades ha dedicado un muy interesante libro (La inteligencia rebelde, Oceano, Mรฉxico, 2012) a exponer los debates de la izquierda intelectual de los aรฑos sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. Se centra en el anรกlisis de tres revistas, en una de las cuales participรฉ muy activamente. La lectura del libro me ha traรญdo a la mente algunos recuerdos que quiero compartir. En 1965, cuando aparece la revista Historia y sociedad, de la que fui jefe de redacciรณn, yo tenรญa apenas 22 aรฑos. Hacรญa cuatro que habรญa ingresado al Partido Comunista. El aรฑo anterior habรญa publicado mi primer libro, fruto de mis estudios de arqueologรญa. Tanto este libro como mi colaboraciรณn en el primer nรบmero de Historia y sociedad son una muestra del dogmatismo marxista que se colaba en aquella รฉpoca por todos los poros de la izquierda mexicana. Mi libro sobre el mรฉtodo arqueolรณgico era una transposiciรณn mecรกnica de tesis sacadas a trompicones de manuales soviรฉticos y de lecturas mal digeridas de Marx y Engels. Las reseรฑas que escribรญ en el primer nรบmero de Historia y sociedad son una crรญtica pedestre a Andrรฉ Gorz y a C. Wright Mills. Comienzo con estas apreciaciones autocrรญticas para matizar y enfriar un poco el rescate que se propone hacer Carlos Illades de los intelectuales de izquierda que se reunieron a publicar las revistas Historia y sociedad (1965-70, 1974-81), Cuadernos polรญticos (1974-90) y Coyoacรกn (1977-85).
Al mismo tiempo quiero reconocer que el rescate que propone Carlos Illades es muy pertinente, pues con todos sus defectos estas revistas fueron el caldo de cultivo de expresiones intelectuales meritorias y que no han sido suficientemente reconocidas. Acaso no han sido apreciadas debido a que el dogmatismo y la dura cerrazรณn de muchos contribuyeron a nublar las aportaciones mรกs valiosas y, sin duda, frenaron el vuelo de los espรญritus mรกs crรญticos.
Ahora que evoco estos recuerdos, mรกs de cuarenta aรฑos despuรฉs, me parece percibir una divisiรณn en la izquierda que ha perdurado hasta hoy. Me refiero a la que separa a los revolucionarios de los reformistas, a los obreristas de los eurocomunistas, a los populistas de los socialdemรณcratas, a los ortodoxos de los revisionistas, para usar diferentes terminologรญas usadas en รฉpocas diferentes. Las denominaciones han ido cambiando y hay muchos matices en sus expresiones, pero responden en tรฉrminos generales a dos tradiciones diferentes de la izquierda.
No es posible simplemente clasificar a las dos revistas abiertamente marxistas, publicadas por comunistas y trotskistas (Historia y sociedad y Coyoacรกn), como “revolucionarias”, ni tampoco calificar a la tercera (Cuadernos polรญticos) como “reformista”. Con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido podemos observar que miembros de Cuadernos polรญticos, como Ruy Mauro Marini y Bolรญvar Echeverrรญa, se definieron siempre, aรบn mucho tiempo despuรฉs, como revolucionarios y marxistas, lo mismo que Alberto Hรญjar o Enrique Semo de Historia y sociedad. En cambio, desde aquella รฉpoca, especialmente en los aรฑos setenta, a Carlos Pereyra y a mรญ nos pegaron la etiqueta de reformistas y revisionistas.
Mi experiencia en la revista Historia y sociedad fue, casi desde el comienzo, un proceso de descubrimiento de que, fuera del marxismo ortodoxo, habรญa mucho terreno por explorar. Esta revista naciรณ como resultado de un pacto hecho por Partido Comunista Mexicano con funcionarios soviรฉticos. Debo decir que mi actitud crรญtica fue estimulada por los textos de los latinoamericanistas soviรฉticos que publicรกbamos. Eran tan malos y tan doctrinarios que incluso despertaban la aversiรณn del joven militante que yo era entonces. En la tradiciรณn autoritaria que caracterizaba a los soviรฉticos, tenรญamos permiso para cortar los textos. Casi todos comenzaban con loas rituales a los dirigentes del partido, todo lo cual era eliminado. Hay que decir que Historia y sociedad era una revista enteramente pagada por el PCUS. Los textos para cada nรบmero eran recibidos en la embajada soviรฉtica, enviados y traducidos por un equipo de la revista Novaya i Novieshaya Istoriya (Historia Moderna y Contemporรกnea, que todavรญa existe). Sin embargo, despuรฉs del primer nรบmero los soviรฉticos aceptaron que publicรกsemos por lo menos el 50 % de cada nรบmero con textos enviados por ellos. Ello ocurriรณ gracias a las presiones que ejerciรณ el secretario general del PCM, Arnoldo Martรญnez Verdugo. Desde el segundo nรบmero pude publicar un texto de Jean Chesneaux sobre el llamado modo de producciรณn asiรกtico, que era una crรญtica de la mecรกnica periodizaciรณn estalinista de la historia en cinco etapas sucesivas (comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo). En aquella รฉpoca el director de la revista, Enrique Semo, todavรญa no veรญa con buenos ojos los estudios sobre un modo de producciรณn desconocido por los manuales soviรฉticos (aunque era evidente que las sociedades prehispรกnicas mรกs avanzadas no vivรญan ni en el esclavismo ni en el feudalismo). Pero tuvo que aceptar la publicaciรณn de estas interpretaciones debido a que estaban respaldadas por los textos de Marx sobre las formas econรณmicas precapitalistas, que yo conocรญa por la traducciรณn al inglรฉs de 1964 que habรญa presentado Eric Hobsbaum y por la traducciรณn italiana de 1956. A ello dedicรณ la revista su tercer nรบmero, con la traducciรณn del texto de Marx y un artรญculo mรญo. Yo estaba en esa รฉpoca preparando un libro sobre el modo de producciรณn asiรกtico que se publicรณ en 1969.
Sin embargo, salvo algunos destellos interesantes que incursionaron en el psicoanรกlisis y en otros temas relativamente novedosos, la revista Historia y sociedad, durante toda su primera รฉpoca, fue una publicaciรณn soviรฉtica disfrazada, impregnada de dogmatismo. La interpretaciรณn marxista de la historia que dominaba era una reducciรณn mecรกnica de la polรญtica y la cultura a la economรญa, misma que supuestamente determinaba el curso de la lucha de clases hacia el ineludible futuro socialista. El estudio del llamado modo de producciรณn asiรกtico rompรญa con ese esquema y abrรญa nuevas perspectivas en la comprensiรณn de la historia.
La vinculaciรณn con los soviรฉticos se alargรณ hasta la segunda รฉpoca de la revista. Recuerdo que en enero de 1978 se organizรณ una reuniรณn del equipo de Historia y sociedad en Moscรบ, con los historiadores latinoamericanistas y funcionarios interesados en Amรฉrica Latina. Yo en esa รฉpoca vivรญa en Parรญs y no trabajaba en la revista, pero fui invitado a la reuniรณn, que fue un desencuentro lamentable entre intelectuales mexicanos (Raรบl Olmedo, Xavier Guerrero, Sergio de la Peรฑa, Enrique Semo y otros) con ideรณlogos soviรฉticos. Para describir el ambiente de la reuniรณn bastarรญa decir que, en lugar de alojarnos en un hotel, nos metieron en los dormitorios de la escuela de cuadros para extranjeros donde estudiaban decenas de militantes y compaรฑeros de camino de todo el mundo. Nos trataron como a novicios en un convento marxista, en el que habรญa horarios rรญgidos muy estrictos para todo, incluyendo la prohibiciรณn de salir por las noches. Como no aceptรฉ este rรฉgimen, tuve muchos problemas al regresar muy tarde de mis reuniones con disidentes y marginales.
La revista Coyoacรกn tambiรฉn era una publicaciรณn doctrinaria y dogmรกtica. Mientras que Historia y sociedad era una revista marxista-leninista, Coyoacรกn fue una publicaciรณn militante de inspiraciรณn trotskista, dirigida por Adolfo Gilly, y que apareciรณ en 1977 cuando Historia y sociedad vivรญa sus รบltimos aรฑos. La idea trotskista de la revoluciรณn interrumpida, a pesar de su esquematismo, estimulaba una visiรณn mรกs flexible de los acontecimientos, aunque tambiรฉn era una expresiรณn peculiar del voluntarismo tรญpicamente leninista.
En contraste, Cuadernos polรญticos, que aparece en 1974, fue una revista plural de izquierda de mucha mejor calidad que las otras dos. Debo decir que fui invitado a formar parte del colectivo que la hacรญa, invitaciรณn que declinรฉ debido a que estaba empapado del sectarismo que dominaba en el medio en que estaba ubicado, actitud de la que poco despuรฉs me arrepentรญ. El equipo que hacรญa Cuadernos polรญticos era polรญticamente heterogรฉneo, e incluรญa desde las ideas nacionalistas y reformistas de Arnaldo Cรณrdova hasta las ideas maoรญstas de Ruy Mauro Marini.
Despuรฉs de leer el libro de Carlos Illades es posible comprender que la historia de las ideas en el debate polรญtico de la izquierda de los aรฑos sesenta, setenta y ochenta se comprende mejor si el anรกlisis de las revistas que se publicaron se completa con el estudio de las obras que se escribieron. Por ello Illades, despuรฉs de hacer un retrato de las tres revistas, enfoca su interรฉs en las aportaciones de intelectuales como, por ejemplo, Bolรญvar Echeverrรญa y Carlos Pereyra, acaso los mejores escritores ligados a Cuadernos polรญticos. En ellos dos se aprecia mejor, y al mรกs alto nivel, la divisiรณn que en la izquierda separa a los revolucionarios de los reformistas. Desde luego, no podemos saber hacia dรณnde hubiese llevado el reformismo a Pereyra, debido a su lamentable muerte prematura antes de cumplir cincuenta aรฑos, en 1988.
De la efervescencia intelectual de los aรฑos sesenta y setenta surgieron dos revistas mensuales que, aรบn siendo muy diferentes, se orientaron mรกs hacia las ideas reformistas. Una de ellas, la revista Nexos fundada en 1978, todavรญa se publica hoy. La otra fue El Machete, que yo dirigรญ y que se publicรณ solamente durante quince meses, a partir de 1980, y que tuvo una gran repercusiรณn por su elevado tiraje (20 mil ejemplares) y su abierta actitud iconoclasta. Sucumbiรณ debido a las presiones de los sectores mรกs dogmรกticos y duros de la izquierda. Hay que seรฑalar que desde 1982 Adolfo Gilly y yo confluimos con Carlos Pereyra durante un tiempo en el comitรฉ editorial de la revista Nexos. Creo que el estudio de estas dos revistas completarรญa el panorama intelectual de la izquierda de los aรฑos ochenta que el libro de Carlos Illades inicia.
El balance de los debates de la izquierda es sintomรกtico. Dice Carlos Illades en el Epรญlogo: “Trepada en el carro de la Revoluciรณn mexicana, la izquierda socialista evitรณ hacerse cargo de las exequias de la Revoluciรณn de Octubre”. Hasta ahora ha evitado tambiรฉn oficiar los ritos funerarios de la revoluciรณn mexicana. Aunque la idea de revoluciรณn sale derrotada en los debates de la izquierda que analiza el libro de Illades, algo parecido al reformismo se expande en sus formas populistas y nacionalistas, que invocan retรณricamente el mito revolucionario para convocar movimientos sociales. Pocos intelectuales hoy reflexionan, por ejemplo, sobre las enseรฑanzas del gran historiador Toni Judt (el รบltimo autor citado por Illades en sus conclusiones) sobre el curso de la postguerra, sobre la deriva totalitaria de las revoluciones y sobre los cambios fundamentales que tiene que hacer la socialdemocracia en su concepciรณn del mundo. Ha terminado la era de los movimientos sociales y hemos entrado, como cree Judt, en una รฉpoca en que las masas se desagregan en unidades cada vez mรกs pequeรฑas, en gran medida gracias a la televisiรณn y a Internet. Si no comprendemos estos cambios serรก difรญcil que podamos sacar enseรฑanzas de los viejos debates de la izquierda intelectual.
Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.