La irreferencia: más allá de la ficción

 La continuación del estudio de un tipo especial de palabras carentes de referente.
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Reanudo la reseña de mi itinerario hacia el meollo de la – por mí – mal llamada, aunque bienintencionadamente, irreferencia. Tras descubrir tal género de palabras carentes de referente, tales como “quintaesencia” o “agüero”, me vi obligado a delimitar mi terreno de estudios, no sólo por prurito epistemológico o por celo terrateniente sino por una miscelánea de ambos.

Mi más arduo rival en la demarcación de límites era, evidentemente, la filosofía analítica, en especial Willard V. Quine, quien, en su multicitada obra Designation and existence (1939) señala: “La gramática y la lexicografía nos dicen, independientemente de cuestiones de existencia, que la palabra ‘Pegaso’ es un sustantivo y que es equivalente a la frase ‘el caballo alado cazado por Belerofonte’; se deja a la historia y a la zoología decirnos que, más allá, la palabra "Pegaso" no es un nombre en el sentido semántico, esto es, que no tiene ningún designatum” (The Journal of Philosophy, Vol. 36, No. 26, p. 703).

Hay copiosos ejemplos más de este género palabras carentes de empiria, los cuales provienen de la mitología, la literatura y la metafísica (estas pueden considerarse como las tres caras de la misma moneda), entre las cuales se encuentran “nahual”, “yahoo” y “mónada”. Su  esencia, sin embargo, es la de ser ficciones culturales, incrustadas sólidamente en el imaginario social, y por todos reconocidas como tales (excepto, claro, por los pueriles y los insensatos). Harto disímbolos son los lexemas irreferentes, ya que en su caso, el hablante cree saber que se refieren a objetos realmente existentes y les deniega todo carácter ficticio.

Congéneres de las ficciones culturales son los nombres abstractos, como “belleza” o “bondad”, los cuales son ficciones lingüísticas sedimentadas en el tesoro lexicológico e igualmente reconocidas por el hablante como carentes de referente concreto.

Un caso aparte lo representan las palabras con objetos no-existentes propuestos por Meinong en su célebre ensayo Über Möglichkeit und Wahrscheinlichkeit. Beiträge zur Gegenstandstheorie und Erkenntnistheorie (1915), los cuales, por ser contradictorios en sí mismos (un círculo cuadrado o un hombre fiel) carecen de realidad y son obra de la facultad más prodigiosa del intelecto humano: no pensar lo imposible, ya que ello es imposible (piénselo bien el lector y lo comprobará), sino la capacidad de enunciar lo impensable. Mas también ellas, las palabras con objetos absistentes –para emplear la afortunada terminología de J.N. Findlay– son confesas quimeras y no, como los lexemas irreferentes, simulacros de objetos.

Delimitado, así, el territorio de mis investigaciones, permítaseme pasar a analizar lo poco que queda, para lo cual me limitaré a la propiedad más pasmosa de los lexemas irreferentes, esto es, a su efecto pragmático o, para decirlo con Levi-Strauss, a su eficacia simbólica. Ésta se basa en el hecho de que, a pesar de estar vacíos de referente, los lexemas irreferentes se encuentran repletos de sentido, merced a lo cual, en un enroque portentoso, lo simbólico llega a ocupar el lugar de lo real. Son palabras que se refieren a cosas inexistentes y que, al hacerlo, las crean, influyendo decisivamente en nuestras vidas. Nada lo ilustra mejor que la clásica máxima 136 de LaRochefoucauld, según la cual, Hay personas que jamás se habrían enamorado si no hubieran oído hablar del amor. Los lexemas irreferentes son anobjetales, sí, y, por lo mismo, son inobjetables, todopoderosos.

 

Postscriptum

No he podido resistirme a seguir la deriva de mi propia, acaso desviada argumentación, y me arrepiento de ello. Pues la conclusión que se vislumbra, como la oscuridad al final de un túnel iluminado, es la siguiente:

La equivalencia perfecta entre significante y referente es imposible. Para ello debería existir una palabra exclusiva para cada cosa singular y múltiples nombres para el mismo objeto en los diferentes momentos de su existencia y sus diferentes posiciones. En suma, todas nuestras palabras, todos nuestros verbos, todos nuestros sustantivos y todos sus adjetivos atributos, incluidos los lexemas irreferentes, son irreferentes.

 

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Escritor mexicano. Es traductor y docente universitario en Alemania. Acaba de publicar “Los fragmentos infinitos”, su primera novela.


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