El día 12 de marzo de 2004, horas después del atentado islamista de Atocha donde murieron 191 personas, el escritor Félix Romeo envió un correo electrónico a sus amigos con estas palabras de Salman Rushdie, un escritor que ha sufrido la persecución del fanatismo religioso: “para demostrar que el fundamentalista se equivoca, tenemos que saber primero que se equivoca. Tenemos que estar de acuerdo en qué es lo que importa: besarse en público, los bocadillos de jamón, la divergencia de opiniones, la última moda, la literatura, la generosidad, el agua, una distribución más justa de los recursos mundiales, las películas, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor. Esas serán nuestras armas”.
Esas palabras son oportunas hoy, tras el atentado asesino contra la redacción del semanario francés Charlie Hebdo. La libertad de expresión es un derecho irrenunciable, un elemento básico para el funcionamiento de una democracia. Una sociedad abierta se basa en la divergencia de opiniones. Las ideas solo se desarrollan cuando se enfrentan unas con otras, y las convicciones religiosas y morales deben formar parte del debate intelectual. Un régimen liberal no puede respetar un supuesto derecho a no ser ofendido.
Someter a crítica a las ideas es también reivindicar una concepción humanista que incluye el derecho a cambiar de opinión: reconocer el derecho de los demás a expresar ideas que no nos gustan también hace que nosotros mismos no seamos prisioneros de lo que pensamos en un momento determinado. La crítica de las ideas en tanto ideas –y esa crítica puede ser agresiva, sarcástica y destructiva– es un elemento imprescindible del respeto a las personas y su autonomía intelectual, a su libertad y derechos fundamentales.
En este día tan triste, Letras Libres manifiesta su solidaridad con esta publicación francesa y con las familias de las víctimas, expresa su repulsa ante este crimen y reafirma su compromiso con la libertad de expresión.
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