Conocรญ a Marcos Abraham Villavicencio en el aรฑo 2006. En ese entonces รฉl habรญa aparecido en los diarios de Argentina, mi paรญs, por haber vivido una epopeya. Con apenas diecisiete aรฑos, el muchacho –dominicano– se habรญa metido de polizรณn en un barco en el que habรญa resistido dos semanas sin comer ni beber agua. รl querรญa llegar a Estados Unidos, ubicado a pocos dรญas de viaje desde su ciudad; pero el cรกlculo le habรญa salido mal y habรญa terminado en un puerto de Ensenada, una localidad pequeรฑa y deslucida de la provincia de Buenos Aires.
El dรญa de su llegada Abraham fue internado por desnutriciรณn en un hospital local. Ahรญ lo vi por primera vez. Estaba escuรกlido y una cรกnula con suero le colgaba del brazo derecho. A su alrededor, entre tanto, no paraba de entrar y salir gente: Abraham era polizรณn, pero a esa altura del partido principalmente era noticia.
–Yo querรญa ir a Nueva York –explicรณ aquel primer dรญa. Abraham tenรญa el crรกneo romo y un par de ojeras inmensas, pero sobre todo tenรญa una historia. Una vida dura y maravillosa que yo irรญa conociendo a lo largo de los meses, durante un reportaje para la revista Rolling Stone que nos ubicรณ a los dos en esa relaciรณn ambigua que se da entre periodistas y entrevistados cuando ocurre un trato prolongado: no รฉramos amigos, pero cada vez nos conocรญamos mejor.
Asรญ fue pasando el tiempo –nos veรญamos, hablรกbamos– hasta que en cierto momento el gobierno se pronunciรณ sobre su caso, le negaron el asilo en Argentina y Abraham tuvo que volver a su paรญs. El dรญa de su partida fui a despedirlo al aeropuerto: su rostro perdido, flotante –estaba tomando pastillas– es lo รบnico que recuerdo de aquel รบltimo encuentro. Despuรฉs lo llamรฉ a la isla un puรฑado de veces, mas despuรฉs llegรณ el silencio, y los aรฑos corrieron hasta que unos dรญas atrรกs, curiosa o aburrida, busquรฉ su nombre en internet y leรญ, en una noticia breve en un periรณdico pequeรฑo de San Pedro de Macorรญs, su ciudad, que Marcos Abraham Villavicencio habรญa sido asesinado a la salida de un bar.
Sentรญ estupor y tristeza, pero sobre todo sentรญ una urgencia inexplicable. El muchacho habรญa sido para mรญ el rostro de un รฉxodo que en el Caribe llevaba varias dรฉcadas y que presentaba al sueรฑo americano en su versiรณn mรกs pura y atroz. ¿Quรฉ habรญa pasado con รฉl? Preguntarme por su muerte era el paso previo a preguntarme por su existencia. Asรญ que hice unos llamados, saquรฉ un pasaje, metรญ una revista Rolling Stone en la maleta, y aquรญ estoy: es febrero de 2014 y en unos minutos viajo a la isla. Abraham –o su familia– estรก esperando.
…
Repรบblica Dominicana es una isla del Caribe. Hacia el oeste comparte tierra con Haitรญ, pero el resto de los puntos cardinales estรก lleno de agua y promesas. Puerto Rico estรก a 135 kilรณmetros, cruzando el Canal de la Mona, el estrecho tormentoso en el que se unen las aguas del mar Caribe y el ocรฉano Atlรกntico. Y Estados Unidos estรก a unos quinientos kilรณmetros: una distancia que, sumada a la pequeรฑez econรณmica de Repรบblica Dominicana –y de muchos otros paรญses de la regiรณn–, no hace mรกs que multiplicar los sueรฑos de salvaciรณn.
Los registros oficiales aseguran que el 10% de la poblaciรณn dominicana vive fuera del paรญs, y los acadรฉmicos encargados de analizar estos datos aseguran a su vez que ese modelo migratorio no es el รบnico en la zona. Mรกs adelante, en Santo Domingo, la capital de Repรบblica Dominicana, el sociรณlogo Wilfredo Lozano, director del Centro de Investigaciones y Estudios Sociales de la Universidad Iberoamericana, explicarรก todo este esquema –que es complejo– de una manera muy simple. Y dirรก que toda el รกrea del Caribe estรก signada por la transnacionalizaciรณn, esto es: por un modo de abolir fronteras que estรก dado por el trรกfico de gente y que, mรกs allรก de su legalidad, funciona con eficacia desde hace dรฉcadas. Cuba, por caso, tiene casi un 10% de su poblaciรณn en el exterior; Puerto Rico tiene mรกs personas afuera (unos 5 millones) que adentro (3 millones 700 mil); Haitรญ tiene emigrada tanto a su รฉlite –que va a Francia o a Canadรก– como a sus bases, que van a la Florida; y Jamaica repite el mismo esquema de Haitรญ ya que las clases acomodadas van a Londres y las bajas, a Miami.
En cuanto a los dominicanos, se integraron fuertemente a este modelo tras la muerte del dictador Rafael Leรณnidas Trujillo, quien impuso su ley entre los aรฑos 1930 y 1961 y dejรณ tras de sรญ un paรญs econรณmica y socialmente diezmado. En la segunda mitad del siglo XX, hartos de la inflaciรณn y de los apagones energรฉticos de hasta veinte horas, varios millones de dominicanos buscaron suerte en otra parte y a cualquier precio: en su intento por irse, fueron y siguen siendo muchos los que mueren en trรกnsito. Algunos se lanzan en embarcaciones que no suelen resistir la fuerza del Canal de la Mona, y terminan entre tiburones. Otros se cuelan en el tren de aterrizaje de los aviones y mueren congelados o al aterrizar. Otros viajan hasta Honduras y de ahรญ intentan cruzar la frontera con Estados Unidos, aun a riesgo de ser encontrados y fusilados por los soldados. Y otros, como Abraham, se hacen polizones, equivocan el curso del barco y quedan expuestos a una muerte por hambre.
Abraham, de hecho, no habรญa viajado solo aquella vez en la que llegรณ a Argentina. Lo habรญa hecho junto a Andrรฉs Toviejo, un amigo que no sobreviviรณ. Abraham contรณ la historia de ese viaje en el hospital de Ensenada en el que nos vimos por primera vez. Dijo que en la madrugada del 16 de junio de 2006, tanto รฉl como Toviejo habรญan llegado a nado hasta el buque griego Kastelorizo –un petrolero que habรญa atracado en el puerto de San Pedro de Macorรญs– convencidos de que el destino de ese barco era Estados Unidos. Pero el cรกlculo fallรณ. Al cuarto dรญa sin ver la tierra, Abraham y Toviejo empezaron a preocuparse. Hasta que, sin bebida y sin comida, Toviejo se desesperรณ y tomรณ agua del Atlรกntico. Esa fue su cruz. Horas mรกs tarde, el muchacho empezรณ a vomitar y a perder lรญquido y fuerzas, y en algรบn momento no queda claro si resbalรณ o si se rindiรณ: lo cierto es que Toviejo se fue al agua, donde estaba la hรฉlice. Y que su cuerpo se hundiรณ en un reverbero de burbujas encendidas de sangre.
Pero Abraham sobreviviรณ. Y dos semanas despuรฉs llegรณ a La Plata, y allรญ se dio la secuencia de la que yo estaba al tanto: primero lo trasladaron al hospital; despuรฉs llegaron los diarios; pronto su historia conmoviรณ al paรญs; luego apareciรณ la familia, desde Repรบblica Dominicana, diciendo “Dios te guarde la vida, Abraham”; semanas mรกs tarde una mujer argentina se ofreciรณ a adoptarlo; en algรบn momento Abraham se animรณ a hablar del futuro (“Quiero quedarme en La Plata”, “Me gustan los motores de auto: quiero ser mecรกnico en La Plata”) y finalmente la historia, como tantas otras, dejรณ de servir a los medios y pasรณ al olvido.
La segunda vez que vi a Abraham fue en un hospital psiquiรกtrico.
…
–Esta es su casa, amรฉn. Abraham nos contรณ cรณmo lo trataron allรก en Argentina; รฉl la pasรณ muy bien pero tambiรฉn muy mal… metido en un lugar de locos malos pero tambiรฉn con gente buena como usted, entonces para nosotros usted es de la familia –dice Bienvenido Santos, el padre de Abraham, mientras me abraza con entusiasmo. Hace tres horas que lleguรฉ a Repรบblica Dominicana y hace minutos que lleguรฉ a San Pedro de Macorรญs, la ciudad en la que naciรณ y creciรณ (y de la que escapรณ y a la que volviรณ) Marcos Abraham Villavicencio.
San Pedro de Macorรญs es una urbe ubicada en la costa sudeste de Repรบblica Dominicana que a principios del siglo XX fue un importante puente econรณmico para la isla y que en los รบltimos diez aรฑos se desplomรณ cuando la industria azucarera, uno de sus principales recursos, pasรณ a capitales extranjeros y dejรณ a media ciudad sin trabajo. En muy poco tiempo el รญndice de desocupaciรณn de San Pedro trepรณ al 30%, un nรบmero que, sumado a la cercanรญa geogrรกfica con Estados Unidos, no hizo mรกs que multiplicar los sueรฑos de salvaciรณn. Buena parte de la poblaciรณn de San Pedro fantasea con cruzar el agua y cambiar de vida. Y todos hacen el intento una, dos, o tantas veces como haga falta. En el caso de Abraham, entre los trece y los diecisiete aรฑos tratรณ de irse en once oportunidades. Pero la experiencia con la รบltima, en Argentina, donde terminรณ en un hospital psiquiรกtrico, lo disuadiรณ de seguir insistiendo.
No queda claro por quรฉ razones el muchacho acabรณ en un loquero. Sรญ se sabe que el gobierno argentino le habรญa negado el asilo porque no era perseguido por motivos de raza, religiรณn, opiniรณn polรญtica, nacionalidad o pertenencia a determinado grupo social. Y que de ahรญ en mรกs, mientras se resolvรญa su repatriaciรณn, Abraham cayรณ en un limbo burocrรกtico. Ya no dormรญa en el hospital sino en un hogar para niรฑos de la calle, y algรบn dรญa, aburrido de hacer nada, pidiรณ permiso para pasear por La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires, y se perdiรณ. Lo que ocurriรณ despuรฉs es un misterio: segรบn la policรญa, Abraham se desorganizรณ y tuvo un brote psicรณtico. Segรบn Abraham, รฉl se desorientรณ, fue visto por la policรญa, lo molieron a golpes por ser negro y extranjero, y en el acta se fraguรณ un brote psicรณtico para justificar la golpiza. En cualquier caso, Abraham fue derivado al hospital Alejandro Korn, mรกs conocido como “el Melchor Romero”: uno de los psiquiรกtricos mรกs lesivos que hay en Argentina.
La segunda vez que vi a Abraham, รฉl estaba sentado en un banco desconchado, en un pasillo revestido de azulejos pรกlidos y cortinas viejas pero sobre todo sucias, en el pabellรณn de Enfermos Agudos, en el fondo de esa inmensa nave de locos que es el Melchor Romero. Era mediados de agosto. Hacรญa ya mรกs de un mes que Abraham estaba allรญ, y aunque los mรฉdicos le habรญan dado el alta รฉl no tenรญa adรณnde ir. Abraham estaba serio, o mejor dicho: drogado. Su hablar era lento y pastoso y su voz colgaba como esos jarabes que no terminan nunca de caer.
–Cuando llegรณ de Argentina estaba gordo fofo, una gordura de pastillas que no era su gordura natural… รl nos contรณ que estuvo en un lugar horrible. Un lugar donde caรญa granizo –dice Bienvenido ahora, mientras me hace pasar a la casa. ¿Granizo? Hago memoria y es cierto: en aquellos dรญas de 2006 cayeron piedras en Buenos Aires, y todos padecimos aquel episodio pero Abraham directamente lo viviรณ como algo sobrenatural. Los polizones, dirรก Wilfredo Lozano cuando lo vea en Santo Domingo, no suelen evaluar el factor climรกtico de los lugares a los que viajan. Aรบn cuando esa circunstancia, mรกs que la econรณmica, es la que muchas veces los angustia y los hace sentir lejos de casa.
El hogar en el que creciรณ Abraham es sencillo. Estรก ubicado en el Mรฉxico, un barrio de clase baja y calles angostas, y fue levantado sobre un terreno comprado –lo sabrรฉ despuรฉs– por un miembro de la familia que logrรณ llegar a Estados Unidos y que manda un dinero mensual para mantener al clan. Bienvenido construyรณ todo esto con sus propias manos; es carpintero y albaรฑil, y enseรฑรณ el oficio a sus hijos. Abraham lo ayudaba desde los once aรฑos, y con el poco dinero que ganaba se comprรณ un planisferio y se pagรณ un curso de inglรฉs. Para ese entonces รฉl ya querรญa ir a Nueva York y pasaba tardes enteras en el puerto de San Pedro a la espera de un golpe de gracia. La oportunidad llegรณ a los trece aรฑos. En 1999 logrรณ subirse a un petrolero que, contra todo pronรณstico, no lo dejรณ en Estados Unidos ni en Europa, sino en Jamaica, donde pronto fue descubierto y deportado. Su regreso a Repรบblica Dominicana hizo un gran ruido mediรกtico: al llegar lo esperaban las cรกmaras de Primer Impacto, un famoso noticiero sensacionalista que se referรญa a Abraham como “el Menor” –un apodo que le quedarรญa para siempre– y en el que Abraham apareciรณ diciendo que se habรญa fugado porque su familia era pobre y querรญa juntar dinero para ayudar a su madre: un relato รฉpico que conmoviรณ al paรญs y que era estrictamente cierto. Tan cierto que seis meses despuรฉs el chico se volviรณ a escapar.
De eso me hablรณ Abraham las veces en las que nos vimos: de los infinitos viajes que hizo como polizรณn.
–El segundo viaje fue para Venezuela –contรณ en el Melchor Romero–. Ahรญ el barco fondeรณ muy lejos de tierra y me tuve que tirar al nado… y entonces me vio una lancha y me vio una mujer. Una mujer que me quiso adoptar.
–¿Y entonces?
–Y no. Yo le dije que no… porque no me querรญa quedar porque… Yo querรญa irme para Estados Unidos. Y eso era Venezuela. Y no querรญa estar en Venezuela. Es un paรญs malo.
–¿Malo en quรฉ sentido? ¿Te trataron mal?
–No, no. Venezuela tiene la economรญa baja.
–Y tรบ quieres un paรญs pujante.
–Con una economรญa buena, sรญ.
–Y tรบ siempre piensas que estรกs yendo a Estados Unidos.
–Claro. Yo siempre voy para Amรฉrica.
Mรกs tarde, luego de ser devuelto de Jamaica, de Trinidad y Tobago y de Haitรญ, Abraham llegรณ, finalmente, a Estados Unidos. El barco habรญa fondeado a quinientos metros de la tierra pero alguien lo vio segundos antes de que Abraham diera el salto hacia el agua. Lo encerraron en un camarote y lo รบnico que supo, horas mรกs tarde, era que habรญa estado a quinientos metros de Miami o Nueva Orleans, aunque quรฉ mรกs da: para cuando se enterรณ de que finalmente habรญa llegado a Amรฉrica, Abraham ya estaba en Haitรญ.
–Trato de ir muy escondido, pero igual me ven… La segunda vez que lleguรฉ a Estados Unidos me denunciรณ un remolcador. Y ahรญ me llevaron por tierra, esposado de pie y de mano: primero pasรฉ por Nueva Orleรกn, despuรฉs por Luisana, despuรฉs por Miami.
–¿Quรฉ te pareciรณ Estados Unidos desde el auto?
–Liiindo. Graaande. Ese era el lugar en el que querรญa quedarme, sรญ… Conozco gente que ha escapado a la Florida y ahora estรก muy mejor.
El sueรฑo americano terminรณ en la embajada de Repรบblica Dominicana, donde se hicieron los trรกmites para que Abraham fuera, una vez mรกs, devuelto a su paรญs. En ese momento tenรญa diecisรฉis aรฑos. Y un resto fรญsico y mental para seguir insistiendo. Meses mรกs tarde, en 2005, volviรณ a meterse junto a dos amigos mรกs en la grรบa de un azucarero filipino. Creรญa que iba a Estados Unidos, pero el barco se dirigรญa a Holanda. Al cuarto dรญa de viaje, cuando estaban en altamar, un filipino los descubriรณ y los subiรณ a patadas a la popa. Los ataron de pies y manos, los molieron a golpes y los tiraron por la borda. Abraham fue el รบnico sobreviviente: un barco ruso lo vio flotando y lo rescatรณ tres dรญas despuรฉs. Desde entonces, la familia de Abraham intenta –sin suerte– llevar adelante un juicio contra los dueรฑos del buque.
–Nosotros tenรญamos un abogado pero los del barco le pagaron un soborno y se cerrรณ la causa –dice Bienvenido Santos. Estรก sentado en la sala de su casa: un espacio pequeรฑo en el que hay un sillรณn, un par de sillas, un televisor inmenso y algรบn cuadro. Y gente. Aquรญ, me entero, viven once personas, aunque siempre parece que son mรกs. El primero en acercarse fue Bienvenido pero ahora llega Dainรฉs Santos Mota, la prima favorita de Abraham: una muchacha bella, joven y de ojos enormes que me acerca un refresco y se acomoda a mi lado.
–Pregunta tรบ –dice con delicadeza. Se hace un silencio. Todos tomamos aire. Se supone que ahora empieza una entrevista formal.
–¿Quรฉ pasรณ con Abraham? –pregunto entonces.
Bienvenido mira a Dainรฉs.
–Ella estaba –dice.
Dainรฉs empieza a hablar. Cuenta que era diciembre de 2012 y que estaban en la casa celebrando el cumpleaรฑos de Ana –otra prima que vive aquรญ– y que despuรฉs ella (Dainรฉs) y Abraham salieron en moto, ya borrachos, a seguir bebiendo por el malecรณn. Eran las dos de la maรฑana y buscaban locales abiertos donde comprar cerveza con los cinco dรณlares que les quedaban. Finalmente encontraron un lugar lleno de gente. Aparcaron la moto, entraron, compraron, y al salir Abraham avanzรณ primero y pensรณ que Dainรฉs le seguรญa los pasos. Pero no era asรญ. La chica tuvo un altercado entre el tumulto. Un muchacho le dio un empujรณn, Dainรฉs le gritรณ, y en cuestiรณn de segundos se armรณ una de esas peleas que siempre comienzan por motivos estรบpidos. Cuando llegรณ a la moto y girรณ sobre sรญ mismo, Abraham vio a su prima rodeada por quince varones.
–Con mi prima no, quรฉ pasa con la muchacha –gritรณ mientras quitaba el seguro a la moto. Puso un caรฑo debajo de su ropa para hacer creer que tenรญa un revรณlver.
–Quรฉ te pasa, mamahuevo –respondiรณ alguien.
–Cรณmo asรญ, te quieres tรบ comer a la chica, ¿eh? –dijo Abraham y empezรณ a acercarse, y en un santiamรฉn comenzรณ la golpiza. Dainรฉs se zafรณ y tratรณ de pegar, pero era inรบtil. Eran demasiados. En algรบn momento llegรณ alguien con un cuchillo e intentรณ darle a Dainรฉs, pero la chica logrรณ echarse a un costado y el daรฑo le llegรณ a Abraham, que estaba detrรกs. Abraham se quedรณ de pie, inmรณvil. La primera puรฑalada le habรญa quitado un pedazo de oreja. Entonces se acercรณ otro muchacho.
–Coรฑo, tรบ no eres un hombre –le dijo a su amigo–, asรญ es que se le da un hombre –concluyรณ, y apuรฑalรณ el corazรณn de Abraham.
–Ahรญ Abraham se desplomรณ –dice ahora Dainรฉs–. Y yo le dije hey, Abraham, y me le tirรฉ encima y รฉl estaba vivo, yo sentรญa su latido pero lo tenรญa muy desgarrado eso ahรญ… รl llegรณ muerto al hospital; en el camino yo le hablaba y รฉl abrรญa los ojos, pero llegรณ muerto.
Dainรฉs llora. Bienvenido tambiรฉn. La angustia de ambos es fresca, como si no hubiera pasado el tiempo o como si el tiempo hubiera perdido su compostura. Alguien, entre tanto, vocifera en una habitaciรณn contigua, separada del cuarto central por una cortina que oficia de puerta. Se trata de Bernarda Santos, la madre de Bienvenido, la abuela de Abraham. Bienvenido se seca los ojos y se pone de pie para ver quรฉ quiere su madre, y entonces corre la cortina y se ve esto: un cรบmulo de huesos finos y postrados en una cama. Bernarda tiene 96 aรฑos, una voz grave y, pronto lo sabrรฉ, una incapacidad para quedarse en silencio.
Bernarda criรณ a Abraham, pero aรบn nadie se atreviรณ a decirle que el muchacho estรก muerto. Desde hace un aรฑo que todos en la familia le dicen que simplemente no estรก, o que estรก muy atareado: un argumento verosรญmil pues Abraham solรญa estar ocupado. Para el momento de su muerte, Abraham tenรญa veinticuatro aรฑos, habรญa hecho varios cursos de cocina, tenรญa tres hijos pequeรฑos –con dos mujeres distintas con las que no habรญa llegado a convivir– y estaba incursionando en la mรบsica con un proyecto de reggaetรณn y dembow con el que habรญa sacado dos discos y habรญa llegado a tocar con el Lรกpiz Conciente, conocido por ser el padre del rap dominicano.
–Luego de Argentina รฉl nunca mรกs pensรณ en irse –dice Bienvenido–. รl entendiรณ que hay que estudiar, que hay que echarse p’alante, que ninguno de mis hijos tiene que tener la vida dura que yo tuve. Yo me fui en yola cinco veces para Puerto Rico y las cinco me deportaron, y la mamรก de Abraham tambiรฉn se fue en yola varias veces, y eran viajes muy duros, la mamรก de Abraham, que vive lejos de aquรญ, quedรณ mal de la cabeza de tanto viaje y yo le contaba eso a Abraham para que รฉl no repitiera lo mal hecho. Pero el sueรฑo de รฉl en un comienzo era irse. Todos queremos abrirnos la mente y progresar. Entonces cada vez que la viejita –dice Bienvenido seรฑalando a Bernarda, al otro lado de la cortina–escuchaba que sonaba la bocina de un barco ella decรญa “ay, se nos va Abraham”.
Tetรฉ, hermana de Bienvenido, tรญa de Abraham, acerca unos plรกtanos fritos con salami. Mientras como, Bernarda sigue voceando y Bienvenido y Dainรฉs vuelven a llorar. Afuera, a travรฉs de las rejas –todo el barrio tiene rejas– se ve a los niรฑos saliendo de la escuela y se ve un tronco de รกrbol echado sobre la acera. A veces Abraham se sentaba allรญ a pensar. Bienvenido siempre lo recuerda asรญ: cavilando, hablando poco, tejiendo la trama de una historia que a todos, en un principio, se les hacรญa insondable. Abraham nunca dijo que soรฑaba con irse. Pero se empezรณ a ausentar de la casa y un dรญa su abuela Bernarda le encontrรณ una mochila con chocolates y un ancla.
–Abraham quiere irse de polizรณn –le dijo Bernarda a Bienvenido. No fue una frase estridente: muchos en la familia se habรญan ido de una u otra forma. De ahรญ en mรกs, cada vez que Abraham desaparecรญa lo buscaban en el muelle y en general lo encontraban charlando con empleados del puerto.
–Abraham, tรบ le estรกs preguntando mucho a la gente de barco –llegรณ a decirle Bienvenido. Pero Abraham no respondรญa: solo sonreรญa y con esa sonrisa clausuraba cualquier pregunta nueva. Hasta que a los trece aรฑos al fin llegรณ el dรญa en el que Abraham faltรณ definitivamente de la casa para volver al tiempo convertido, ante los ojos del paรญs entero, en “el Menor”.
–รl se iba con poca cosa –dice Bienvenido–. Se llevaba unos chocolatitos, agua, un ancla y la Biblia. Le voy a mostrar la Biblia.
Bienvenido se pone de pie y trae la Biblia de Abraham. Estรก marcada. “Mirad tambiรฉn las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeรฑo timรณn por donde el que las gobierna quiere”, dice el Santiago 3, 4 que estรก subrayado.
–รl era un chico muy lector. Venga que aquรญ estรกn sus cosas –dice Bienvenido y me lleva a su habitaciรณn. El cuarto de Bienvenido tiene una gran cama sobre la que el hombre va poniendo libros y pelรญculas. Las pelรญculas son previsibles: hay de acciรณn, de terror, una de vudรบ en Haitรญ, alguna porno. Pero los libros, no: hay varios cuadernos de inglรฉs y hay un ensayo titulado Marx y los historiadores: ante la hacienda y la plantaciรณn esclavistas.
–¿Y esto?
–Ah, es que Abraham era un chico muy especial. Hay mucho para charlar y para mostrarle… –Bienvenido sale de su habitaciรณn, se asoma a un patio, mira hacia arriba–. Nosotros arriba tenemos un cuarto, puede quedarse acรก para tener mรกs tiempo y conversar mejor.
–¿No duerme nadie ahรญ arriba? –pregunto.
–Solo duerme Tetรฉ cuando viene a visitarnos.
–Pero Tetรฉ ahora estรก aquรญ. Me sirviรณ los plรกtanos.
–Ah no, esta es una Tetรฉ. Pero luego tengo otra hermana, otra Tetรฉ, la que vive en Estados Unidos.
Bienvenido cuenta entonces la historia de la otra Tetรฉ. La sรญntesis es que se fue en barcaza cinco veces a Puerto Rico y que en el รบltimo viaje, hace ya veintisรฉis aรฑos, el mismo oficial que la habรญa devuelto en su anterior intento se hizo el distraรญdo y la dejรณ pasar. Hoy Tetรฉ tiene la ciudadanรญa americana y, al igual que cientos de miles de dominicanos que viven afuera, manda todos los meses un dinero con el que la familia entera puede resolver apuros bรกsicos. Unos dรญas despuรฉs, en su oficina en la universidad, Wilfredo Lozano dirรก que las remesas son, luego del turismo, la segunda fuente de ingresos de Repรบblica Dominicana: todos los aรฑos por esa vรญa entran 3,500 millones de dรณlares al paรญs. Una parte imperceptible de esa cifra sale del bolsillo de Tetรฉ, a quien todos llaman –para diferenciar de la otra Tetรฉ– “Tetรฉ la grande”.
…
Llego al dรญa siguiente con un bolso. Me recibe Tetรฉ con un abrazo y me sienta frente al televisor.
–Mira tรบ el noticiero, ponte cรณmoda –dice. Luego me acerca una olla pequeรฑa con arroz, pollo y habichuelas–. Come.
Como el guiso acompaรฑada por los gritos de Bernarda. Al rato termino y Tetรฉ se sienta a mi lado.
–Ahora vamos a ver la novela –dice. Nadie aquรญ trabaja afuera de la casa. En todo San Pedro, y en buena parte del paรญs, la gente vive del chiripeo (los trabajos eventuales), los empleos precarios en las zonas francas, el turismo y las remesas del extranjero. Asรญ que, bueno, todos estamos aquรญ mirando la novela. Un rato despuรฉs, cuando ya vi dos programas distintos, se escucha la voz de Bienvenido en la sala.
–Sierva.
Parece que me habla a mรญ. Doy la vuelta y veo a Bienvenido: estรก guapรญsimo. Se ha baรฑado. Lleva pantalones negros de vestir, zapatos lustrados, y una camisa blanca que contrasta con la piel morena. Bienvenido quiere llevarme a conocer el puerto de San Pedro, el lugar al que iba a buscar a su hijo cuando desaparecรญa. Le digo que sรญ. Subimos a un mototaxi y partimos. La ciudad pasa a una velocidad cansina que permite ver detalles. Ahรญ estรกn los edificios antiguos y venidos a menos; ahรญ estรกn los negocios oscuros como cuevas en las que los hombres sudan un oficio. Respiro hondo: me gusta el olor del salitre en la cara.
Unos minutos despuรฉs estamos en el puerto. Hay guardias escoltando la entrada a los muelles, y de modo inesperado alguien nos pide una autorizaciรณn que no tenemos. Aรบn no lo sabemos, pero lo cierto es que nunca podremos traspasar esta entrada. Dรญas mรกs tarde Teddy Heinsen, presidente de la Asociaciรณn de Navieros de la Repรบblica Dominicana, dirรก en Santo Domingo que han tenido que intensificar los controles portuarios luego de que Estados Unidos pusiera en una lista negra a los navรญos salidos de la isla.
–A Estados Unidos no le interesa tanto el inmigrante ilegal como el miedo a que llegue gente con drogas o dinero para lavado o terroristas. En la Asociaciรณn llevamos invertidos 25 millones de dรณlares en personal portuario, escรกneres, detectores de mentiras y cรกmaras infrarrojas para identificar polizones que se cuelan en los barcos. Gracias a eso pudimos salir de la lista negra. Los ilegales ahora se van en yolas, pero ya no tanto en barcos.
Impedidos de entrar, entonces, con Bienvenido bordeamos a pie toda la zona de aduanas y entramos a un callejรณn que desemboca en el mar. La vista es bella. Recorremos el malecรณn y se ve la bruma, la espuma, la costura del horizonte. Dรญas atrรกs, por e-mail, el poeta dominicano Frank Bรกez me dijo algo hermoso: “Una cosa es un pueblo de montaรฑa y otra cosa es esto. Aquรญ solo puedes ver el mar. Aquรญ el horizonte solo te dice vรกmonos.”
Pienso en eso mientras miro el puerto. Se ve un buque inmenso, amarrado, tranquilo.
–¿Cree que Abraham fue un muchacho feliz?
–Bueno… –Bienvenido vacila–. รl comenzรณ a vivir una vida no tan desesperante a lo รบltimo… Pero antes รฉl estaba desesperado por conocer otro mundo y no estaba feliz porque a veces uno tiene un sueรฑo en la vida, ¿y cuรกndo uno es feliz? Cuando realiza ese sueรฑo que uno tanto anhelรณ.
Nos quedamos en la costanera hasta que cae la noche y volvemos a la casa. Subo a mi cuarto para darme un baรฑo. En eso estoy cuando alguien toca la puerta.
–Luego sube Natalie para dormir con usted –grita Tetรฉ.
Natalie es una de las hijas de Ana y es una de las nietas de Tetรฉ. Asรญ son las cosas. Pienso en eso y escucho los gritos de Bernarda, y empiezo a notar que esta serรก una noche larga. Bajo para la cena. Tetรฉ me espera con una silla frente al televisor.
–Aquรญ no tenemos mesa, asรญ que comemos solos –dice Tetรฉ y me extiende un plato de arroz con frijoles–. Siรฉntate a ver la novela.
La novela de la noche se llama Novio de alquiler.
Detrรกs de su cortina, sobre la cama, postrada, Bernarda vocifera sin respiro:
–¡tetรฉ tetรฉ tetรฉ, marรญa marรญa marรญa, dรณnde estรก marรญa!
–¡Marรญa estรก en su casa, mamรก, deja la bulla!
Asรญ veo la novela. Tetรฉ me mira.
–Usted sabe que Natalie solo duerme con Bernarda.
–¿Cรณmo?
–Que ella solo puede dormir si estรก en la cama con su abuela.
–¿Y por quรฉ va a dormir conmigo?
–Para acompaรฑarla a usted.
–Ah, pero no necesito compaรฑรญa.
–¿Usted no tiene miedo de dormir sola?
Le digo que no. Le pregunto cรณmo hace la niรฑa para dormir con esos gritos.
–Creciรณ durmiendo con Bernarda –Tetรฉ se encoge de hombros–. Natalie es la รบnica que no siente sus gritos.
Va llegando gente a la sala. Ahora estรกn Ana, la hija de Tetรฉ; รoรฑo, hijo de Marรญa y hermano de Dainรฉs; Humberto, hijo ya no sรฉ de quiรฉn, y en fin: todo empieza a parecerse a esos pasajes del Gรฉnesis donde los nombres de los padres y los hijos se suceden hasta que el lector pierde el conocimiento. Me estoy mareando. Solo veo que las mujeres son hembrones con el culo izado como una bandera; y que los varones tienen todos unos cuerpos titรกnicos. Muchos de ellos se pasean reciรฉn baรฑados y con la toalla envuelta a la cintura. En vez de enviarme a Natalie podrรญan subir a Humberto o a รoรฑo, pienso. Pero me callo. Y al rato me voy a dormir.
…
Me despiertan los gallos y los gritos de Bernarda. En cierto momento junto fuerzas, bajo y tomo un cafรฉ. Miro a Tetรฉ y estรก exhausta. Duerme en el cuarto contiguo al de Bernarda y desde hace aรฑos que no concilia el sueรฑo de un modo decente. Le ofrezco ir a buscar a Marรญa para que la reemplace. Salgo. Camino por un callejรณn angosto que da algunas curvas hasta dejarme en la casa de Marรญa, que es tambiรฉn la de Dainรฉs y la de Esmeliana, su niรฑa.
La casa es un lugar muy limpio y prolijo, con cortinas de tul rosado y un retrato enmarcado con las fotos de dos de los tres hijos de Abraham. Sin embargo no es eso lo que llama la atenciรณn (la casa de Bienvenido tambiรฉn es limpia y prolija) sino el silencio. Aquรญ hay silencio.
–Abraham huyรณ de eso –dice Dainรฉs–. A รฉl no le gustaba toda esa bulla. Cuando se fue no dijo ni la direcciรณn donde vivรญa. Reciรฉn al tiempo me llevรณ a mรญ a conocer y la llevรณ a mi mamรก, que era como una madre para รฉl.
La madre biolรณgica de Abraham se llama Mireya y estรก en Bayaguana, una localidad ubicada en el norte de la isla. Abraham nunca viviรณ con ella. Apenas naciรณ, Mireya se fue en yola a Puerto Rico y dejรณ a Abraham al cuidado de su abuela Bernarda. En Puerto Rico, Mireya conociรณ a un dominicano llamado Marco Villavicencio que ya tenรญa la ciudadanรญa portorriqueรฑa. Se casรณ con รฉl y lo convenciรณ –con el apoyo de Bienvenido– de reconocer a Abraham y darle el apellido. Luego regresรณ, pero se fue a vivir a otra parte del paรญs.
–A Abraham le iba a servir mรกs tener el apellido de un hombre de allรก, asรญ algรบn dรญa le iba a ser mรกs fรกcil irse. Uno tiene que ser generoso, tiene que pensar en el hijo –dijo ayer Bienvenido, sentado en el malecรณn. Por esa razรณn Abraham no lleva el apellido Santos sino el Villavicencio. Por lo demรกs, Abraham nunca viviรณ con su madre y el rol materno siempre estuvo repartido entre Bernarda y Marรญa.
Marรญa ahora estรก mirando fotos de Abraham. Las trajo para mostrรกrmelas. Las mรกs antiguas lo muestran pequeรฑo, flaquito, niรฑo; parecido al chico que languidecรญa en el hospital de Ensenada. Las รบltimas, en cambio, lo muestran desafiante y robusto, dueรฑo de todos los tics estรฉticos de un mรบsico de reggaetรณn.
–Todos en San Pedro conocen a Abraham como “el Menor” –dice Bienvenido tras de mรญ, mientras mira el afiche. Acaba de entrar a la casa de Marรญa. Vino a buscarme para volver al puerto y ver si nos dejan entrar. Esta vez, dice Bienvenido, el salvoconducto es su abogado, un tal Fernando que a la vez es director de aduanas. Fernando es el encargado de llevar la causa contra el barco filipino que arrojรณ a Abraham al mar. Bienvenido cuenta la historia mientras vamos caminando hacia el puerto. Segรบn dice, eran cuatro los polizones que estaban en el barco. A los tres primeros, los filipinos les pegaron con fierros y luego los tiraron desvanecidos al agua. Pero con Abraham pasรณ algo distinto.
–¿Este no es Abraham, el que nos hace los mandados allรก en San Pedro? –dijo uno.
–Sรญ, hombre, no le pegues. Solo amรกrralo y tรญralo al mar.
Asรญ fue que Abraham fue arrojado en pleno ocรฉano y debiรณ afanarse por sobrevivir. Aรฑos atrรกs, en el loquero, Abraham lo contรณ de esta forma:
–Creo que sobrevivรญ porque todavรญa creo en Dios –dijo–. Muy difรญcil… muy difรญcil. Todo era mar, mar…
–¿Y cรณmo hiciste?
–Flotaba. Las amarras se aflojaron con el agua y yo me las quitรฉ, y luego flotaba. Y rezaba.
Hasta que por la maรฑana saliรณ el sol y un barco ruso lo vio flotando. Asรญ se salvรณ.
–Como los barcos con polizones deben pagar multas altas, muchas veces la tripulaciรณn mata a los muchachos que encuentran –dice ahora Bienvenido–. Eso no pasa siempre. Muchos barcos los entregan a la justicia, pero los filipinos tienen mala fama. Esa vez murieron todos menos mi hijo. Dios tenรญa grandes planes con Abraham.
Bienvenido avanza con paso resuelto. Arriba hay un sol furioso del que hay que cuidarse: Bienvenido se cubre con una Biblia.
–¿Si Dios tenรญa grandes planes, entonces por quรฉ Abraham estรก muerto?
–Marcos Abraham nos dejรณ una historia, cumpliรณ su funciรณn. Y ahรญ terminรณ su vida.
Bienvenido se detiene antes de llegar al puerto. Hace comentarios vacuos sobre los edificios de Aduanas –sobre la arquitectura– pero noto que estรก llorando.
–¿Quรฉ funciรณn cree que cumpliรณ Abraham?
–Amรฉn… Nos dio a nosotros como una forma de superaciรณn, tรบ me entiendes. Que uno no debe quedarse “con estoy aquรญ”, y ya. Todavรญa uno estรก vivo, uno tiene que hacer lo que ustedes estรกn haciendo: descubrir las cosas, luchar por esas cosas.
Bienvenido se seca la cara. En ese paรฑuelo hay sudor, hay lรกgrimas, hay mรกs de una cosa. Luego llega al puerto y pide entrar, pero una vez mรกs nos niegan el paso –el abogado Fernando aรบn no llegรณ a su trabajo– y debemos irnos. Bienvenido decide entonces dar una nueva vuelta por el pueblo. En el camino saluda personas y seรฑala lugares: la maternidad donde naciรณ Abraham, el restaurante donde comieron con Abraham, un cementerio.
–¿Aquรญ estรก enterrado Abraham? –pregunto.
–No, este es el cementerio de los ricos. Marcos estรก en Santa Fe, mรกs lejos de aquรญ. Lo velamos en mi casa y luego los muchachos, los otros hijos mรญos, decidieron llevarlo con su mรบsica.
Santa Fe no queda lejos; son veinte minutos en moto y le pido a Bienvenido que vayamos hasta allรก. Accede. Subimos a la moto de un muchacho llamado Robin y salimos de la ciudad en poco tiempo. Antes del mediodรญa estamos en el cementerio. Es un predio grande y descampado; una suerte de pueblo chico con cielo inmenso. Entramos en moto y andamos entre las tumbas hasta llegar a una zona de lรกpidas precarias y pastizales crecidos. Ahรญ bajamos. Bienvenido camina entre pequeรฑas cruces blancas y algunas florecillas silvestres. Voy detrรกs. En un montรญculo de cemento gris, sin nombre, sin flores, estรก enterrado Marcos Abraham Villavicencio. Apoyo una mano en el cemento. Hay un sol tremendo pero el cemento estรก frรญo. No practico ningรบn culto pero por algรบn motivo pido a Bienvenido que haga una oraciรณn. รl se arrodilla, baja la cabeza, cierra los ojos. Ora.
–Amรฉn.
Terminado todo me persigno como si diera las gracias, y cuando me pongo de pie siento un puntazo hondo en un dedo. Grito. Algo grande me picรณ, pero levanto el pie y no veo nada.
–¿Fue una hormiga? –pregunto, mirรกndome el dedo.
–Fue una hormiga –opina Robin, que estรก con nosotros.
–Es Abraham –dice Bienvenido, y sonrรญe.
Entonces pienso en Abraham como una hormiga –una hormiga rabiosa– y entiendo que esa es una buena metรกfora. Y sonrรญo tambiรฉn. ~
(Buenos Aires, 1976) es editora de la revista Orsai. Ha publicado los libros de no ficciรณn, Los imprudentes y Los otros, y sus crรณnicas aparecen en varias antologรญas del gรฉnero.