La movida madrileña

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Para casi todo español de alrededor de treinta años, la movida madrileña es el líquido amniótico de su formación cultural. La música, la pintura, la fotografía, la televisión, el cine y la radio –la única salvedad sería la literatura, y es una salvedad elocuente– han estado copados durante estos tres decenios por esa generación, que llegó a la edad adulta a principios de los años ochenta y que desde entonces ha demostrado un admirable talento para seguir siendo creativa y alcanzar el estatus de superestrella millonaria.

Todo empezó como empiezan las leyendas: fanzines, grupos de punk rock cuyos miembros nunca sabían tocar su instrumento, grabaciones de video caseras, bares poco higiénicos, mucha droga y abundante sexo pre-sida. Se acababa de estrenar la democracia en España, y toda esa gente –no serían más de doscientos, pero eran muy listos– armó un trastorno cultural que los políticos de izquierda no tardaron en tratar de absorber, con lo que el invento murió de pura burocracia. Sin embargo, los que sobrevivieron se hicieron famosos, y como dice Molina Foix en el documental Movidos. Una crónica de los 80 –emitido por la televisión autonómica madrileña y muestra última del raro intento conservador de apropiarse de quienes había despreciado–, es muy posible que Pedro Almodóvar sea el español más famoso en el mundo desde Picasso.

Pero ¿tanto talento aglutinó la movida? Sí, o al menos un talento novedoso en España. Buena parte de la cultura antifranquista fue enormemente puritana, consideraba el rock una forma de alienación capitalista, despreciaba los medios de comunicación masivos y consideraba que un intelectual de izquierdas debía vestir mal y berrear consignas con una guitarra de palo. La movida, en cambio, comprendió al instante la dimensión industrial de la cultura, la necesidad de tener jefes de prensa al menos tan buenos como los creadores y la vertiente propagandística de la provocación. Quizá por eso sigue siendo hoy el centro de la vida cultural española. Todos le rinden homenaje –singularmente, como les decía, el partido de derechas que gobierna en Madrid–, pero en realidad no lo necesita. Sigue viva y ha demostrado una refinadísima forma de inteligencia: hacerse con el poder y seguir pareciendo alternativa.

– Ramón González Férriz

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(Barcelona, 1977) es editor de Letras Libres España.


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