La verdadera vida de los escritores

Una breve historia de una tradiciรณn literaria vastรญsima: โ€œla literatura del escritor escrito.
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John Irving escribiรณ en un prรณlogo a El mundo segรบn Garp que “la novela trata de un novelista, aunque casi ninguno de sus lectores recuerda que sea asรญ”. Garp (de Irving), David Copperfield (de Charles Dickens), Moses E. Herzog (de Saul Bellow), Grady Tripp (de Michael Chabon), Nathan Zuckerman (de Philip Roth) y Josรฉ Garcรญa (de Josefina Vicens) forman parte de un linaje literario particular: escritores escritos por escritores.

(Advertencia: en esta conversaciรณn la repeticiรณn del sujeto “escritor” y del verbo “escribir” es completamente consciente.)

Cuando Rodrigo Fresรกn tenรญa ocho aรฑos leyรณ David Copperfield y Martin Edรฉn, y descubriรณ que “¡se podรญa ser escritor y tambiรฉn protagonista!”. Para Patricio Pron “los escritores fueron personajes misteriosos durante mucho tiempo”, hasta que los Diarios de Kafka y la obra de Bohumil Hrabal confeccionaron su manual personal del escritor. De manera รญntima y erudita, estos dos autores hablan de la literatura con escritores como personajes de ficciรณn, de las biografรญas (y autobiografรญas) de escritores; desmenuzan la obra de Nabokov y ensayan sobre la autoficciรณn (y sus figuras predominantes, quienes han elaborado algunos de los proyectos literarios mรกs ambiciosos del panorama editorial actual: Karl Ove Knausgรฅrd, Philip Roth, J. M. Coetzee, Paul Auster, Geoff Dyer, Cรฉsar Aira, Michel Houellebecq, Hanif Kureishi…).

Esta conversaciรณn es a la vez una lista de libros, de cuentos y de filmes indispensables para perfilar la figura del escritor asรญ como un ejercicio de dos escritores cuya reflexiรณn apunta hacia los lindes de la realidad y la ficciรณn.

***

Rodrigo Fresรกn: siempre me gustรณ y me sigue gustando el tรญtulo de un libro tuyo, La vida interior de las plantas de interior. Tรญtulo que a mรกs de uno le parecerรก caprichoso pero que a mรญ se me hace inevitable y muy comprensible: al ser una recopilaciรณn de relatos donde abundan los escritores, me parece tan inspirada como precisa la idea del escritor como planta de interior. Nunca animal domรฉstico pero sรญ especie vegetal que no interactรบa demasiado con lo que la rodea pero, aรบn asรญ, modifica –o decora, o perfuma– su entorno. Especie vegetal que ve para sรญ misma, en la suya y por la suya. Cuando era un niรฑo –y ya querรญa ser escritor; y no querรญa ser jugador de fรบtbol, ni presidente, ni bombero, ni Batman– ya apreciaba la idea de la literatura (de la lectura y de la escritura) como una forma de soledad inmejorablemente acompaรฑada. No sรฉ si ese fue tu caso… Ni siquiera sรฉ si te fascina la figura del escritor –mรกs allรก de sus virtudes, mรกs como personaje que como persona– y en realidad todavรญa estรกs intentando ser Messi, otro rosarino, como tรบ. ¿Messi es rosarino, no?

Patricio Pron: asรญ es, Rodrigo, Messi es rosarino y, de hecho, no creciรณ muy lejos de donde lo hice yo, aunque sus prioridades eran, evidente (y desafortunadamente para mรญ) muy distintas a las mรญas; si no lo habrรญan sido, estarรญa en este momento tratando de tirar de la instituciรณn mรกs proclive al suicidio que existe en el fรบtbol mundial y รฉl, hablando contigo. (No es necesario que agregue que, en realidad, la segunda opciรณn es la que me parece mejor y mรกs divertida.) Por lo demรกs, mi relaciรณn con la literatura, o mi relaciรณn infantil con la literatura, fue distinta a la tuya, creo, debido a la conformaciรณn de la biblioteca de mis padres, que comprendรญa casi exclusivamente libros de autores extranjeros y ensayos polรญticos: los escasos libros de autores argentinos (el Martin Fierro, por ejemplo, del que he sido y creo que sigo siendo un entusiasta) habรญan sido escritos en el pasado, y los escritores me parecรญan algo que a) pertenecรญan al pasado; o b) tenรญan lugar fuera de Argentina. Quizรกs haya que atribuirle al segundo malentendido el hecho de que yo me haya ido del paรญs para ser escritor: el primero cayรณ por su propio peso cuando un dรญa (recuerdo que era invierno y mis hermanos pequeรฑos y yo estรกbamos merendando en la cocina de la casa) vi en la televisiรณn a un escritor argentino “vivo”, lo cual me pareciรณ desconcertante. Era el peor escritor argentino “vivo” posible (Ernesto Sรกbato, por supuesto), pero eso no cambiรณ demasiado las cosas; sรญ las cambiรณ el hecho de descubrir que se podรญa ser un escritor argentino y estar vivo, pero todavรญa iba a tener que recorrer un largo camino hasta convertirme en uno y, por supuesto, hasta conocer a mis colegas y ser aceptado como un par.

En ese sentido, los escritores fueron para mรญ personajes misteriosos durante mucho tiempo, cosa que quizรก no te sucediรณ a ti, pues creciste rodeado de ellos. ¿Quรฉ recuerdas de eso? ¿Quรฉ ve un niรฑo en personas cuya actividad, desde una perspectiva infantil, consiste aparentemente en no hacer nada?

Rodrigo Fresรกn: para mรญ fueron, tambiรฉn, personajes misteriosos. Pero menos misteriosos que Messi en el sentido de que pasaban seguido por casa y que eran gente bastante normal (pocas cosas menos interesantes que un escritor al que no le interesa especialmente parecer escritor, ¿no?). Mis padres eran el tรญpico matrimonio –cuando estaban juntos, se separaron unas ocho veces, y tantas otras de parejas eventuales– de intelectuales porteรฑos. Mi padre, ademรกs, diseรฑaba portadas –la primera que hizo, creo, fue para una novela de un escritor misterioso y perverso y raro y genial: James Purdy y su Malcolm, en la editorial Sudamericana– y mรกs tarde diseรฑรณ artefactos basados en textos de Julio Cortรกzar y Jorge Luis Borges. Rodolfo Walsh era amigo de mis padres, Garcรญa Mรกrquez pasรณ por casa en su triunfal Discovery Tour al publicarse Cien aรฑos de soledad. Y mi madre fue pareja del legendario editor Francisco “Paco” Porrรบa durante un tiempo. De ahรญ que mi infancia haya sido una infancia con bibliotecas gordas y escritores de estatura (en todo sentido) variable. De ahรญ tambiรฉn que –no recuerdo cuando lo decidรญ, sospecho que es marca de nacimiento y trauma provocado por muerte clรญnica durante el parto, y empezar por el final de la novela de mi vida– siempre quisiera ser escritor. Y el que esa decisiรณn –anunciada a mis padres tempranamente– no significase algo conflictivo. “Va a acabar siendo periodista”, habrรกn pensado, como รบnico comentario tranquilizador para sรญ mismos. Despuรฉs de todo, no habรญa consultorio odontolรณgico o bufete de abogados a heredar (cosa que lamento cada vez mรกs; porque a esta altura, fatiga de materiales, no me disgustarรญa nada ser un muy dedicado “escritor de domingo” y tener tantos problemas solucionados). Pero, mรกs allรก de este romanticismo inmemorial –responsable, seguramente, de que mis libros siempre contengan por lo menos un escritor, rasgo a menudo seรฑalado acusatoriamente por la crรญtica y hasta por buenos amigos como una tara o un tic–; sรญ evoco un momento conmocionante en cuanto a mi percepciรณn de la figura del escritor. Debe haber sido a mis ocho aรฑos cuando, durante un verano patagรณnico, leรญ David Copperfield, de Charles Dickens y Martin Eden, de Jack London y Drรกcula, de Bram Stoker. Recuerdo la impresiรณn que me causรณ descubrir que, en las dos primeras, los protagonistas, los “hรฉroes”, fuesen escritores de profesiรณn. ¡Se podรญa ser escritor y tambiรฉn protagonista! Y que en la tercera de las novelas uno de los efectos mรกs tรณxicos del monstruo sea convertir en escritores desaforados e incontinentes a todos los que lo rodeaban: el vampirismo como el trance que obliga a alguien a ponerlo todo por escrito. Chupar sangre para transferir tinta. Y no: contrariamente a lo que dices, siempre me fascinรณ esa psicosis fรญsico-mental del escritor: ese ser sedentario fรญsico para poder convertirse en un nรณmada mental. Mรกs allรก de toda la tonterรญa mรญstica del Boom, Barcelona es una ciudad ideal para escritores porque incluye mar y montaรฑa. Ergo: te exime de eso de andar pensando –sobre todo si naciste y viviste en Buenos Aires– en tener que salir en peregrinaciรณn hacia olas o bosques.

Patricio Pron: me pregunto si lo que cuentas es envidiable o no; de hecho, se dice que lo mejor es no conocer a los escritores, asunto sobre el que podrรญamos discutir mucho sin llegar a ninguna conclusiรณn definitiva. Acerca de esto que cuentas, sin embargo, me gustarรญa hacerte tres o cuatro preguntas: conociste a todos esos escritores magnรญficos (y a muchos mรกs, como me consta), ¿has leรญdo sus biografรญas y/o autobiografรญas? ¿Los has reconocido en ellas? ¿Te has reconocido en ellas, en tanto escritor? ¿Existe un “relato” estable y mรกs o menos carente de variantes que vincule todas esas vidas narradas de escritores?

Rodrigo Fresรกn: Bueno, lo que te comentaba antes: lo que me interesรณ de David Copperfield y de Martin Eden es que, ademรกs de novelas, eran tambiรฉn autobiografรญas en cรณdigo. Y, sรญ, siempre me fascinรณ el gรฉnero bio-auto-biogrรกfico en lo que hace a escritores. Hay escritores (Alan Pauls entre ellos) a los que no les interesa en absoluto. A mรญ me encantan las biografรญas y las autobiografรญas del mismo modo que me apasionan esas recopilaciones de ficciones en forma de diรกlogo que son las canonizantes entrevistas a escritores de The Paris Review en las que tanto y tan bien se miente, a posteriori, acerca de lo que apenas se intuye durante el durante… De hecho, hay ocasiones en que una buena biografรญa (pienso en firmas como la de Clarice Lispector o de Stefan Zweig, que no se ofendan sus fans) casi te exime de explorar demasiado la obra. Hay obras, en cambio, que son inseparables de la vida y vidas que son parte inseparable de la obra. Uno de los escritores del que mรกs vidas he leรญdo –Francis Scott Fitzgerald– es prueba incontestable de ello: la novela de su existencia tiene el mismo arco de un cuento de hadas. ร‰xito-Fracaso-ร‰xito despuรฉs de la muerte. Es un tormentoso placer leerlas todas, aunque siempre me cuenten la misma historia. Y resulta imposible no relacionar al Gran Gatsby con el Pequeรฑo Scott. Marcel Proust es otro caso de autoescritor de su vida. Lo mismo que las alucinadas y alucinantes hermanas Brontรซ. O John Cheever –la lectura tanto de sus magnรญficos journals y cartas, como de su biografรญa a cargo del obsesivo Blake Bailey fue para mรญ el mรกs agrio de los dulzores, porque a nadie le gusta descubrir a su hรฉroe como un cretino demasiado ocurrente– que ficcionaliza un territorio ajeno y lo reclama y lo hace suyo y lo recorre una y otra vez como catarsis para su dolor y sus secretos. Y las biografรญas de Bob Dylan –el espรฉcimen sobre el que mรกs he leรญdo junto con Fitzgerald–, que siempre, inevitablemente, van a incluir algo nuevo y desconocido y formidable porque Dylan no deja de reescribirse. Los escritores que mรกs y mejor he conocido todavรญa no tienen la biografรญa que se merecen y las que hay son parciales y defectuosas. Y no sรฉ si me interesan o me interesarรญan tanto. Uno lee acerca de lo que no sabe, para saber. De ahรญ la constante frustraciรณn de toda nueva “reveladora” biografรญa de J. D. Salinger. Nada nos cuesta mรกs que aceptar que no hay mucho mรกs allรญ. Sรญ me interesa de todos ellos, tanto de los escritores prรณximos como de los distantes –y tambiรฉn eso es lo que me interesa de mucho de lo que llevas escrito, Patricio– el manejo ficcional que hacen de la figura del escritor para filtrar a travรฉs de ellos sus certezas y vivencias no ficcionales. Roberto Bolaรฑo y Ricardo Piglia y Enrique Vila-Matas y Jorge Luis Borges son escritores, todos, que no podrรญan escribir de no contar con escritores. Y me rindo ante lo de Philip Roth y Kurt Vonnegut, que han colgado buena parte de sus escritos de los ganchos de escritores inventados pero reales como Nathan Zuckerman y Kilgore Trout, quienes –como los escritores de Borges– cuentan con su propia obra mรกs allรก de la de sus creadores. Una de las novelas “con escritor” que mรกs me conmocionรณ en su momento –debรญa tener unos diecisiete aรฑos cuando la leรญ– fue la tambiรฉn criptoautobiogrรกfica El mundo segรบn Garp, de John Irving. Allรญ fue donde percibรญ por primera vez –yo, que ya era escritor privado pero aรบn no lo era en pรบblico– cรณmo podรญa llegar a ser la vida domรฉstica y cotidiana de un escritor, sus pequeรฑas/grandes miserias, y hasta cuรกl era el tipo de mujer que le convenรญa tener de pareja. No sรฉ, Patricio, si tรบ tienes algรบn libro totรฉmico en este sentido. Si recuerdas alguna novela de autoayuda que te haya resultado รบtil en cuรกnto al cรณmo se (des)hace un escritor. ¿Tรญtulo? ¿Autor?

Patricio Pron: no me resulta fรกcil decirlo, Rodrigo; en buena medida debido a los problemas de memoria que ya conoces. Una historia personal y, por consiguiente, incompleta y caprichosa de la autoficciรณn deberรญa incluir de todos modos a los autores que mencionas y tambiรฉn a otros que tuvieron mucha importancia para mรญ, como Franz Kafka y Bohumil Hrabal: en el primero de los casos, porque los Diarios de Kafka son uno de los testimonios mรกs brutales de cรณmo actรบa y piensa un escritor en su soledad; en el segundo, por algo que parece habitual en la obra de Hrabal y es la pregunta acerca de cรณmo contar algo que es, en cierto sentido, inenarrable. Esa pregunta me parece una de las centrales del siglo xx, no en menor medida debido a que esos hechos inenarrables fueron numerosos a lo largo de ese siglo, y constituye lo que creo que unifica la lista heterogรฉnea de los libros que me interesan, tengan como personaje a un escritor o no: todos ellos se preguntan cรณmo se narra, o (mejor aรบn) cรณmo se escribe un libro. No es, por supuesto, la pregunta que aparezca mรกs a menudo en otros que me parecen igualmente importantes, como los de los autores beats (que para mรญ son imprescindibles, pero en los que el esfuerzo siempre estuvo depositado del lado de la construcciรณn de la figura del autor mรกs que de la obra), pero me parece central. En los casos mรกs “felices” de escritura metaliteraria (algunos libros de Ricardo Piglia, otros de Cรฉsar Aira; los libros de Enrique Vila-Matas y algunos de Javier Marรญas, los de Bolaรฑo, Soldados de Salamina de Javier Cercas, tus Jardines de Kensington y La parte inventada) responder a esa pregunta requiere tener a un escritor como personaje, pero en otros no es necesario (por el caso, yo he probado de las dos formas), ya que (en sustancia) toda literatura es autorreferencial de una forma en que no lo son la pintura ni la danza ni la mรบsica, por hablar de otras disciplinas, excepto en casos puntuales: en cierto sentido (y no sรฉ si piensas lo mismo) todo libro trata acerca de cรณmo escribir un libro y todo escritor “narrado” incluye las instrucciones para ser un escritor.

Rodrigo Fresรกn: ah, sucediรณ lo que temรญa: ha saltado al ruedo la palabrita/palabreja: autoficciรณn. O Literatura del Yo. Cosa que a mรญ no me interesa tanto a no ser que abarque a escritores del tipo vitalista. London y Hemingway y Bukowski, como bien dices, los beatniks y el por ahora olvidado (tal vez porque su contundente y pionera realidad molesta a la hora de armar teorรญa presente y novedosa) y alguna vez muy en boga, Henry Miller. Modelos todos que, de algรบn modo, preanuncian la mรญstica movediza de los rockers; donde persona/personaje acaban siendo lo mismo y donde a menudo, con una cierta desesperaciรณn, se acude al alias (la banda del Sgt. Pepper, Ziggy Stardust, The Village Green Preservation Society, Renaldo, etcรฉtera) para, pienso, intentar mediante una ficciรณn evidente recuperar cierta realidad acaso perdida para siempre. Me pre/ocupa mucho menos el asunto como moda o estรฉtica. Acabo de terminar la nueva novela de Ben Lerner, 10:04. Y estรก muy bien a solas; pero se resiente un poco en compaรฑรญa (no porque muchos de ellos no sean excelentes escritores) de, รบltimamente y no tanto, Philip Roth, J. M. Coetzee, Paul Auster, Enrique Vila-Matas, W. G. Sebald, Dave Eggers, Guadalupe Nettel, Joan Didion, Aleksandar Hemon, ร‰douard Louis, Geoff Dyer, Karl Ove Knausgรฅrd, Lena Dunham, Javier Cercas, Sheila Heti, Tao Lin, Antonio Muรฑoz Molina, Teju Cole, Cรฉsar Aira, Rachel Cusk, Marcos Giralt Torrente, Edward St. Aubyn, Sergio Del Molino, Will Self, Milena Busquets, Bret Easton Ellis, Michel Houellebecq, Hanif Kureishi y siguen las firmas. En lo que a mรญ se refiere, en La parte inventada nada me interesรณ menos que autoficcionalizarme: lo que hay de mรญ allรญ (que, de acuerdo, es bastante pero no es un reflejo fiel) me sirve como trampolรญn para lanzarme de cabeza al estanque de tiburones de lo que nunca fui ni serรฉ. De ahรญ que jamรกs comprendiese la fascinaciรณn/boom/admiraciรณn/moda por el simple (y en realidad sencillo, tan sencilla como resulta una polaroid enfrentada a un retrato) recurso de la radiografรญa microscรณpica y hasta el รบltimo detalle del tumor. Allรญ, Knausgรฅrd como casi escaneador de su realidad. Ok, tal vez estรฉ bien escrito; pero lo de Proust me parece una aventura mรกs apasionante y meritoria. O, para no irnos tan lejos, lo de St. Aubyn. Tanto para el autor como para el lector. En lo personal, leyendo o escribiendo, a mรญ me atrae mucho mรกs la distorsiรณn que la precisiรณn. El mejor ejemplo probablemente sea el del cada vez mejor y mรกs inmenso Vladimir Nabokov. Lo que Nabokov hace con Nabokov en La verdadera vida de Sebastian Knight, en La dรกdiva, en esa autobiografรญa alternativa/novelada que es ¡Mira los arlequines! y hasta en las elipsis y lagunas de esa magistral y majestuosa memoir selectiva que esHabla, memoria. No me interesan los autores que van con la autoficciรณn por delante, como ariete en el campo de batalla, teniendo claro perfectamente dรณnde estรก el frente de combate. Me gusta mรกs la autoficciรณn cuando se presenta mรกs bien desorientada, como Fabrizio del Dongo en las orillas de Waterloo, al principio de La cartuja de Parma. De ahรญ que prefiera las maniobras de los ya mencionados Irving y Roth y Vonnegut y, mรกs recientemente, de David Gilbert en & sons, una de las mejores novelas “con escritor” (mรกs salingeresca que salingeriana) de los รบltimos tiempos y que, ojalรก, alguien traduzca pronto. A la hora del escritor como personaje, prefiero lo que hace Salinger con los cuentos de los Glass, donde el verdadero hรฉroe acaba siendo no el iluminado Seymour sino Buddy, el hermano que refleja la luz del otro. O –tal vez la cima mรกs alta en lo que hace a la literatura “escritoreada”– los relatos “con escritores” de Henry James. Estรก pendiente, pienso, una antologรญa de James que reรบna nada mรกs que a todos sus relatos con maestros escritores, con aprendices de escritor, con escritores fantasmas. James –como Kafka, a quien has mencionado oportunamente– es, a la hora de la autoficciรณn, un vitalista de polaridad negativa. Un hombre quieto que todo lo ve. Siempre pensรฉ que la lectura de su cuento “La vida privada” deberรญa ser obligatoria para todo aquel que un dรญa carraspea y levanta la mano y anuncia al mundo que cuando sea grande, o menos pequeรฑo, quiere ser escritor. En รฉl, pienso –asรญ como en tantos otros, como en “La edad madura” donde se postula aquello tantas veces citado de “Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos y damos lo que poseemos. Nuestra duda es nuestra pasiรณn y nuestra pasiรณn es nuestra tarea. El resto es la locura del arte.” Pero, me parece, nos estamos poniendo demasiados solemnes y va llegando el momento de divertirnos un poco. Y de desnudarnos bastante. Pregunta: ¿cuรกl escritor de ficciรณn es el que mรกs se te parece o al que te gustarรญa parecerte? ¿Y quรฉ biografรญa de escritor extraรฑas y esperas? Tรบ primero, yo despuรฉs…

Patricio Pron: ¡Quรฉ pregunta, R.! Responderla supone exhibir la disonancia entre lo que uno quisiera ser y lo que (inevitablemente) es. Sin embargo, voy a responderla asรญ: pese a que jamรกs he padecido el problema (y toco madera al respecto, o beso una imagen de la virgen de San Nicolรกs o de la que tan bellamente llaman “Desatanudos”), mis escritores favoritos son siempre los “bloqueados”, no solo los “reales” (entre ellos Francis Scott Fitzgerald y William Faulkner, que debieron su bloqueo parcial y/o total a Hollywood, donde, como se sabe, “un escritor es un primer borrador de ser humano”), hasta los “ficcionales”, como el magnรญfico Barton Fink de la pelรญcula homรณnima, el protagonista de Que no muera la aspidistra, de George Orwell, que intenta sin รฉxito terminar un poema รฉpico que describa un dรญa en Londres, y el profesor bloqueado de la novela de Michael Chabon Chicos prodigiosos, tambiรฉn filme de Curtis Hanson. (Acerca del tema hay un capรญtulo en cierto ensayo reciente titulado El libro tachado, anรณnimo o de autor desconocido.) Por lo demรกs, si tuviera que escoger solo a uno, elegirรญa a Bruce Gold, el escritor y profesor torpe, priรกpico y fatuo que desea acceder a una posiciรณn de preeminencia a la que nunca accede por decenas de motivos, incluyendo una amante descerebrada, una madre adoptiva loca, un padre abusador y, por supuesto, รฉl mismo. No mucho de esto se parece a mi vida cotidiana, pero la reacciรณn de Gold, que es de solitaria y muy estoica desesperaciรณn, podrรญa ser la mรญa.

(Al margen de esto, coincido totalmente con la reivindicaciรณn de Henry Miller y Vladimir Nabokov, y parcialmente con tu lista, de la que yo quitarรญa mucho y a la que agregarรญa a Alejandro Zambra y a Juliรกn Herbert: pero ya se sabe que las listas solo existen para que uno no estรฉ de acuerdo con ellas.)

Rodrigo Fresรกn: de adelante para atrรกs: aรฑado a Zambra y a Herbert. Hecho. En cuanto a quitar, Patricio, yo soy de los que les gusta mezclarlos a todos y que se maten entre ellos. Y que gane el mรกs fuerte (que, ay, en muchos casos no tiene por quรฉ ser el mejor). En lo que hace a biografรญa faltante (punto que, veo, has eludido u olvidado) me interesarรญa una buena biografรญa de Harold Brodkey. Escritor al que se considera un triunfal fracasado y que –aseguran quienes lo conocieron– era insoportable al punto de asegurar que todos lo plagiaban, incluyendo Sean Connery a la hora de hacer de padre de Indiana Jones. Asรญ, el desmesurado “fracaso” de Brodkey a mรญ me resulta estilรญsticamente mucho mรกs interesante que el triunfo de, por ejemplo, Raymond Carver, cuya biografรญa (excepciรณn hecha de las partes en las que Gordon Lish lo corta y recorta a medida, como si fuese su monstruo frankenstiano) se me hizo aburridรญsima. Y, por supuesto, estarรฉ primero en la fila para comprar la biografรญa de Philip Roth a cargo de Blake “Yo Miro Debajo de Todas las Camas y Piedras” Bailey (quien, por cierto, ha publicado no hace mucho una memoir dolorosa e interesante sobre su hermano caรญdo). Y, ah, celebro tu invocaciรณn del Bruce Gold de Joseph Heller. Heller es un escritor del que todos sus personajes –incluyendo al rey David y al piloto de combate Yossarian– son escritores aunque no escriban. Lo que, poniรฉndonos pronรญsticos, nos llevarรญa al concepto de escritor tachado mรกs que bloqueado. El escritor que se tacha antes incluso de bloquearse. Y por si te interesa: no hace mucho leรญ un ensayo donde se revelaba –con argumentos verosรญmiles– que ni Fitzgerald ni Faulkner la habรญan pasado mal en Hollywood y que, en realidad, se habรญan dedicado, con gran inspiraciรณn, a hacรฉrsela pasar mal a sus sufridos inspiradores.

Coincido con tu simpatรญa por el Grady Tripp de Michael Chabon, que no es otra cosa que la versiรณn feroz y descarrilada de –ya lo mencionรฉ– mi favorito entre los modelos imaginarios: el domรฉstico y padre de familia, y cada vez mรกs lento frente a su mรกquina de escribir, T. S. Garp de John Irving. Me gusta Garp –quien tuvo la desgracia de ser representado en el cine por el insoportable Robin Williams– porque posee la dosis justa de malditismo. Es un desgraciado, de acuerdo, pero tambiรฉn es una excelente persona. Confรญo en que se nos recuerde asรญ… Y eso es interesante a la hora de la representaciรณn de todo escritor ficticio: no hay escritores angรฉlicos y/o generosos. Los escritores por definiciรณn son seres mรกs bien egoรญstas, solipsistas, siempre en primera persona del singular. Esto se aprecia aรบn mรกs claramente en las buenas pelรญculas “con escritor”. Mencionaste a Barton Fink, quien jamรกs se detiene a escuchar la “gran historia” que tiene para contarle su vecino de habitaciรณn hotelera y asesino en serie. Pero ese egoรญsmo tambiรฉn estรก presente en el Antoine Doinel de las pelรญculas de Franรงois Truffaut, en (de nuevo Irving) el escritor infantil inmejorablemente retratado por Jeff Bridges en Una mujer difรญcil, en el seductor patolรณgico y sci-fi de 2046, en el Joseph Mitchell interpretado por Stanley Tucci de El secreto de Joe Gould en el homocatรกstrofe (ya mencionado) Grady Tripp, en el anciano monumento soรฑador en la Providence de Alain Resnais, en el vencido Marcello de La dolce vita, en el resentido de Una historia de Brooklyn, en la bohemia tontuela del chico de Betty blue y –muy sutil y especialmente– en el que para mรญ es uno de los escritores mejor actuados de todos los tiempos: Paul Benjamin (William Hurt) en Smoke, de Wayne Wang & Paul Auster. Allรญ se muestra con perfecta y regocijante precisiรณn la soledad de un escritor y lo que ese escritor estรก dispuesto a hacer para que dejen sola a su soledad, por favor, ¿sรญ? Para ir despidiรฉndonos, se me ocurre algo tremendo (y espero que no suceda nunca y que, de ocurrir, aparezca despuรฉs de muerto; por suerte la tradiciรณn biogrรกfica en nuestro idioma es muy pobre y su compulsiรณn investigativa mรกs bien limitada: serรญa terrible que alguien se pusiese a verificar nuestras mentiritas pronunciadas en festivales y mesas redondas y presentaciones y bares como รบnica parte interesante de, me consta, vidas mรกs bien poco ocurrentes desde un punto de vista aventurero; no, no somos ni London ni siquiera Garp, quien acaba asesinado por una fanรกtica feminista). No sรฉ si lanzar la pregunta, pero aquรญ voy: de publicarse una biografรญa mรญa, ¿quรฉ parte buscarรญas a pie de librerรญa para leer ahรญ mismo? Tratรกndose de Pron, como escritor-escrito, a mรญ me gustarรญa mucho retroceder hasta tus dรญas frรญos y alemanes, ya escritor รฉdito, pero en una especie de limbo expectante a la espera que comience el stage 2 de tu carrera. Me gustarรญa saber –mientras me despido y te dejo la tarea de bajar el telรณn– si allรญ, proyecto de acadรฉmico, estuviste tentado mรกs de una vez de dejar de escribir y convertirte en un maestro ร  la Grady Tripp…

Patricio Pron: quรฉ bueno que mencionas a Harold Brodkey y a Raymond Carver (me gustan ambos por razones distintas), Una mujer difรญcil y Betty blue: de esta รบltima no recuerdo nada excepto la belleza inquietante de Bรฉatrice Dalle; de hecho, de Betty blue no recordaba siquiera que hubiera un escritor en ella, pero ahora recuerdo que lo habรญa y que ese escritor devenรญa uno cuando por fin tenรญa algo acerca de lo que escribir, que era la esquizofrenia de su novia, demostrando (una vez mรกs) que los escritores somos unos cerdos y unos desalmados.

A modo de adelanto de la biografรญa que espero que nadie escriba nunca, y para ahorrarte el importe de la compra, te confieso que mi “รบnico” plan en Alemania era dejar de ser escritor, harto como estaba de mรญ mismo y de los libros que habรญa escrito hasta ese momento; recuerdo esos aรฑos como unos en los que fui feliz de forma muy distinta a como lo soy ahora, unos aรฑos en los que cada atardecer seรฑalaba la hora de un triunfo personal sobre el deseo y/o la necesidad de escribir, que veรญa como un vicio o como un infortunio; cuando finalmente volvรญ a hacerlo (es decir, cuando fracasรฉ en mis esfuerzos por no ser un escritor: un fracaso mรกs y esa convicciรณn expresada en la pregunta habitual acerca de “¿Quรฉ le hace una raya mรกs al tigre?”), decidรญ hacerlo bajo premisas por completo distintas y eso lo cambiรณ todo para mรญ, dando paso a lo que mencionabas antes como mi stage 2. Espero con curiosidad un tercero y un cuarto, convencido como estoy de que uno de los pocos privilegios de ser un escritor consiste en ser otro y otros con cada nuevo libro.

Al margen de esto, y a pesar de que (como sabes) no soy un gran fan de las biografรญas de escritores, no cabe duda de que me abalanzarรฉ sobre la tuya cuando esta sea publicada, y lo harรฉ por dos razones: la primera (obviamente: soy escritor), para ver quรฉ se dice en ella de mรญ (el biรณgrafo futuro deberรก dedicar un amplio espacio a esta conversaciรณn, que es lo mejor que tรบ y yo habremos hecho el dรญa dos de marzo de 2015; y espero que su libro tenga un รญndice onomรกstico confiable y de fรกcil consulta); la segunda razรณn para leer tu biografรญa serรก volver a los momentos que estรกn en el fondo de buena parte de tu trabajo y en algunos casos constituyen parte de la “leyenda Fresรกn”: el nacimiento clรญnicamente muerto, la huida por los pelos de Argentina, las lecturas en el centro comercial Mata de Coco (en Caracas), los comienzos en el periodismo, la elevada suma de dinero que una antigua novia tuya te pidiรณ por haber entorpecido involuntariamente su carrera, y que tรบ pagaste gustoso en virtud de que solo se trataba de la mitad de los ingresos obtenidos con Historia argentina, el viaje a Guadalajara en el que conociste a Ana, la pรฉrdida del primer borrador de Mantra, la escritura del segundo, el nacimiento de Daniel, la escritura del que serรก tu prรณximo libro. Quizรกs algunos de esos momentos sean inventados (me consta, sin embargo, que Ana y Daniel son la otra parte que no es “la parte inventada” de tu biografรญa), y es posible que esto irrite a algunos lectores. A mรญ, en cambio, me gustarรก saber que lo son, ya que nunca he entendido por quรฉ razรณn a un escritor se le deberรญa exigir capacidad de engaรฑo en la ficciรณn y honestidad fuera de ella. Ni siquiera entiendo quรฉ separarรญa a esa ficciรณn de lo otro y por quรฉ eso “otro” serรญa preferible para algunos. Escribir escritores es (tambiรฉn) insistir en que no hay nada fuera de la ficciรณn y que la vida de los escritores tambiรฉn es ficticia. ¿Quiรฉn dijo, por otra parte, aquello de que “la realidad no existe y el sentido de la literatura es demostrarlo”? Un placer conversar contigo, como siempre. ~

 

Publicado como contenido exclusivo en nuestra aplicaciรณn para tabletas de abril 2015

 

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicรณ 'Maรฑana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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