Las apetencias del mar

El lamento por la pรฉrdida futura de un archipiรฉlago en el Pacรญfico
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Aunque Tuvalรบ significa en tuvalรฉs “ocho islas juntas”, el nombre hace referencia a un archipiรฉlago de nueve. Esa no es su รบnica curiosidad: aรบn cuando es el cuarto estado mรกs pequeรฑo del mundo y el tercero con menor poblaciรณn (el Vaticano encabeza ambos rubros), sus 11 mil habitantes distribuidos en solo 26 km2 lo colocan en el tope de los 22 paรญses con mayor densidad de poblaciรณn; su PIB no supera los 18 millones de dรณlares, de los cuales mรกs de una tercera parte se debe a la concesiรณn de su dominio de internet, .tv, a una empresa californiana, quien lo comercializa entre las grandes televisoras; siendo que estรก en medio del Pacรญfico, nuestro cultivo de agua mรกs extenso, sus islas no tienen cursos de lรญquido potable, por lo que sus habitantes sobreviven de recolectar agua de lluvia; su รบnico aeropuerto, ubicado en Funafuti, la capital, se utiliza tambiรฉn para entrenar a los competidores de atletismo; y una cosa mรกs: dado que sus cumbres mรกs elevadas no superan los 4.5 metros sobre el nivel del mar, algunos expertos calculan que en menos de 50 aรฑos estarรก sumergido bajo el agua o, como mรญnimo, serรก inhabitable. Allรก, en los mรญticos mares del sur, a medio camino entre Hawaii y Australia, donde el mar parece salpicado de islas como perdigones, parece fรกcil imaginar el instante en que el silencio retoรฑarรก sobre las olas y una lengua se apagarรก para siempre. El novenario de islotes nos dejarรก, con su extinciรณn, llenos de nรกufragos, y sus ruinas nutrirรกn el lecho marรญtimo. Habrรก un รบltimo tuvaluano en marcharse, otro รบltimo encontrarรก allรญ su muerte.

Si una isla tiene interior, debe tener tambiรฉn personalidad y temperamento; si ademรกs es antonomasia de la unidad, de la definiciรณn, su identidad ha de ser radical. Sobran ejemplos para probarlo: Galรกpagos, la isla que matรณ la idea de dios; Madagascar y su fauna de otra galaxia; Inglaterra, con el flujo invertido de sus calles, su cerveza como un bistec, la fijaciรณn de su sociedad con el clima, sus mujeres orgullosamente pรกlidas. De modo que lo que perderemos no serรกn solamente las cimas de coral, los restos pรฉtreos de las emisiones de un volcรกn sumergido, un Estado y sus elementos tan peculiares. Tambiรฉn el dรณlar tuvaluano que equivale al australiano; su emisor nacional, el Banco de Tuvalรบ, sucursal รบnica; su estaciรณn de radio, Radio Tuvalu, asรญ como su diario, Tuvalu Echoes; el hecho de que la naciรณn es gobernada por una reina inglesa a miles de kilรณmetros y de inquietudes; sus 8 kilรณmetros de caminos pavimentados y andados siempre por la izquierda; su iglesia particular, la Iglesia de Tuvalรบ, de adscripciรณn cristiana y a la que se suma el 97% de su poblaciรณn; su himno, Tuvalu for the Almighty; y otras rarezas: la ausencia de partidos entre su bestiario polรญtico, la exigua cantidad de 15 miembros en su parlamento, y el nombre de su Primer Ministro, el seรฑor Willy Telavi, quien antes de su actual cargo cultivaba una escueta carrera policial.

No solo se extraviarรกn, en tanto las islas cedan frente a las olas, estas peculiaridades, sino la fuente de la que emanan, el corazรณn mismo de cierta originalidad. Cuando muere una isla la pรฉrdida es metafรญsica: muere con ella una personalidad cultivada y orgullosa, labrada frente a la aplanadora social, en la dialรฉctica del individuo contra el resto. No es fortuito, por tanto, que las islas representen al sujeto, empezando por que ambos son desde siempre un despojo: la parte aislada del todo, el extracto desarrollรกndose a la distancia, sin la nefasta influencia de la coerciรณn social.

Finalmente la desapariciรณn de las islas dispersarรก a su pueblo, lo obligarรก a traspasar su orilla, a mezclarse con el resto, y cierta intimidad se perderรก para siempre. 

En alguno de los mรบltiples reportajes sobre Tuvalรบ encontrรฉ la foto de una de sus islas, una isla delgada, que parece Quetzalcoatl tendido sobre las aguas mansas del Pacรญfico. Vista asรญ, expuesta a la queda fatalidad que trabajaba impostergablemente sobre sus costados, la trama del archipiรฉlago sugiere el esqueleto de todos los finales, los sintetiza en uno: la extinciรณn es la base de la empatรญa precisamente porque es el comรบn denominador de aquello que es, y en esa medida la historia de Tuvalรบ es tambiรฉn la nuestra.

Como consuelo รบnico queda la imagen poderosรญsima del que abandona su isla y se tira a la mar, de noche, en busca de otra mejor. Asรญ ocurre durante la vida: a veces, a ciegas, corremos con el riesgo de abandonar lo que ya tenemos para buscar otra pareja, otra forma de ser, un modelo narrativo menos conforme, sea porque asรญ lo deseamos o porque el vรฉrtigo nos obliga a saltar, a reinventarnos. El final de Tuvalรบ puede ser igualmente una revoluciรณn, el fuego que destroza un ciclo y nutre al siguiente, el requisito indispensable para que algo, lo que sea, eclosione. Renovar al mundo requiere que aceptemos el derrumbe de las proezas precedentes.

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es escritor. Colabora habitualmente en la revista Este Paรญs y en el diario El Nuevo Mexicano. Su cuento โ€œNombres propiosโ€ ganรณ el XV Concurso de Cuento de Humor Negro.


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