Las batallas de Jean-Francois Revel

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Una contribuciรณn valiosa de la Francia contemporรกnea, en el campo de las ideas, no han sido los estructuralistas ni los deconstruccionistas โ€“que oscurecieron la crรญtica literaria hasta volverla poco menos que ilegibleโ€“, ni los โ€œnuevos filรณsofosโ€, mรกs vistosos que consistentes, sino un periodista y ensayista polรญtico: Jean-Franรงois Revel (1924-2006). Sus libros y artรญculos, sensatos e iconoclastas, originales e incisivos, resultan refrescantes dentro de los estereotipos, prejuicios y condicionamientos que asfixiaron el debate ideolรณgico de nuestro tiempo. Por su independencia moral, su habilidad para percibir cuรกndo la teorรญa deja de expresar la vida y comienza a traicionarla, su coraje para enfrentarse a las modas intelectuales y su defensa sistemรกtica de la libertad en todos los terrenos donde ella es amenazada o desnaturalizada, Revel hace pensar en un George Orwell de nuestros dรญas. Como el del inglรฉs, su combate fue, tambiรฉn, bastante incomprendido y solitario.

Al igual que el autor de 1984, las crรญticas mรกs duras de Revel fueron disparadas hacia la izquierda y de ese lado recibiรณ tambiรฉn los peores ataques. Es sabido que el odio mรกs fuerte, en la vida polรญtica, es el que despierta el pariente mรกs cercano. Porque si alguien se ha ganado con justicia ese tรญtulo, hoy tan prostituido, de โ€œprogresistaโ€ en el campo intelectual fue รฉl, cuyo empeรฑo estuvo orientado a remover los clisรฉs y las rutinas mentales que impedรญan a las vanguardias polรญticas contemporรกneas entender cabalmente los problemas sociales y proponer para ellos soluciones que fueran a la vez radicales y posibles. Para llevar a cabo esta tarea de demoliciรณn, Revel, como Orwell en los aรฑos treinta, optรณ por una actitud relativamente sencilla, pero que pocos pensadores de izquierda de nuestros dรญas han practicado: el regreso a los hechos, la subordinaciรณn de lo pensado a lo vivido. Decidir en funciรณn de la experiencia concreta la validez de las teorรญas polรญticas resulta hoy poco menos que revolucionario, pues la costumbre que ha cundido y que, sin duda, ha sido la rรฉmora mayor de la izquierda contemporรกnea, es la opuesta: determinar a partir de la teorรญa la naturaleza de los hechos, lo que conduce generalmente a deformar รฉstos para que coincidan con aquรฉlla. Nada mรกs absurdo que creer que la verdad desciende de las ideas a las acciones humanas y no que son รฉstas las que nutren a aquรฉllas con la verdad, pues el resultado de esa creencia es el divorcio de unas y otras y eso es todavรญa lo mรกs caracterรญstico (sobre todo en los paรญses del llamado tercer mundo) de las ideologรญas de izquierda, que suelen impresionar, sobre todo, por su furiosa irrealidad.

Lo novedoso, en Revel, era que los hechos le interesaban mรกs que las teorรญas y que nunca tuvo el menor empacho en refutarlas y negarlas si encontraba que no eran confirmadas por la realidad. Tiene que ser muy profunda la enajenaciรณn polรญtica en la que vivimos para que alguien que se limitaba a introducir el sentido comรบn en la reflexiรณn sobre la vida social โ€“pues no es otra cosa obstinarse en someter las ideas a la prueba de fuego de la experiencia concretaโ€“ apareciera como un dinamitero intelectual.

Un ejemplo es el escรกndalo que causรณ La tentaciรณn totalitaria, en 1976, demostraciรณn persuasiva โ€“con datos al alcance de todo el mundo pero que el mundo no se habรญa tomado hasta entonces el trabajo de sopesarโ€“ de esta conclusiรณn inesperada: que el principal obstรกculo para el triunfo del socialismo en el planeta no era el capitalismo sino el comunismo. Ademรกs de lรบcido, se trataba de un libro estimulante, pues, pese a ser una crรญtica despiadada de los paรญses y partidos comunistas, no daba la sensaciรณn de un ensayo reaccionario, a favor del inmovilismo, sino lo contrario: un esfuerzo por reorientar en la buena direcciรณn la lucha por el progreso de la justicia y la libertad en el mundo, un combate que se habรญa apartado de su ruta y habรญa olvidado sus fines mรกs por deficiencias internas de la izquierda que por el poderรญo y habilidad del adversario. Muy parecido tambiรฉn en esto a Orwell, Revel alcanzaba sus momentos mรกs sugestivos cuando se entregaba a una operaciรณn que tiene algo de masoquista: la autocrรญtica de las taras y enfermedades que la izquierda dejรณ prosperar en su seno hasta anquilosarse intelectualmente: su fascinaciรณn por la dictadura, su ceguera frente a las raรญces del totalitarismo, el complejo de inferioridad frente al partido comunista, su ineptitud para formular proyectos socialistas claramente distintos del modelo estaliniano. Pese a ciertas pรกginas pesimistas, el libro de Revel traรญa un mensaje constructivo, en su empeรฑo por presentar el reformismo como el camino mรกs corto y transitable para lograr los objetivos sociales revolucionarios y en su defensa de la socialdemocracia como sistema que ha probado en los hechos ser capaz de desarrollar simultรกneamente la justicia social y econรณmica y la democracia polรญtica. Es un libro que nos hizo bien leer en el Perรบ, en los setenta, pues apareciรณ en momentos en que vivรญamos en carne propia algunos de los males cuyos mecanismos denunciaba. El rรฉgimen del general Velasco Alvarado acababa de estatizar la prensa diaria y suprimir toda tribuna crรญtica en el paรญs y, sin embargo, la izquierda internacional lo celebraba como progresista y justiciero. Eran los dรญas en que los exiliados polรญticos peruanos โ€“apristas y populistasโ€“ se veรญan prohibidos de presentar su caso en el Tribunal Russell sobre violaciรณn de derechos humanos en Amรฉrica Latina que se reuniรณ en Roma, pues, segรบn hicieron saber los organizadores, su situaciรณn no podรญa compararse a la de las vรญctimas de las dictaduras chilena y argentina: ยฟacaso no era, el peruano, un rรฉgimen militar โ€œprogresistaโ€?

Al mismo tiempo que un socialdemรณcrata y un liberal, habรญa en Revel un libertario que corregรญa y mejoraba a aquรฉl, y ello se advierte sobre todo en Ni Marx ni Jesรบs (1970), un libro tan divertido como insolente y sagaz. Lo que allรญ sostenรญa, con ejemplos significativos, era sorprendente. Que las manifestaciones mรกs importantes de rebeldรญa social e intelectual en el mundo contemporรกneo se habรญan producido al margen de los partidos polรญticos de izquierda y no en los paรญses socialistas sino en la ciudadela del capitalismo. La revoluciรณn, esclerotizada en las naciones y partidos โ€œrevolucionariosโ€, estรก viva, decรญa Revel, por obra de movimientos como el de los jรณvenes que en los paรญses industrializados cuestionan de raรญz instituciones que se creรญan intocables โ€“la familia, el dinero, el poder, la moralโ€“ y por el despertar polรญtico de las mujeres y de las minorรญas culturales y sexuales que luchan por hacer respetar sus derechos y deben para ello atacar los cimientos sobre los que funciona la vida social desde hace siglos.

Tambiรฉn en lo que concierne al problema de la informaciรณn, los anรกlisis de Revel no podรญan haber sido mรกs oportunos. Cada dรญa tenemos pruebas flagrantes de que es cierta su afirmaciรณn segรบn la cual โ€œla gran batalla del final del siglo XX, aquella de la cual depende el resultado de todas las demรกs, es la batalla contra la censuraโ€. Cuando cesa la libertad para expresarse libremente, en el seno de una sociedad o de una instituciรณn cualquiera, todo lo demรกs comienza a descomponerse. No sรณlo desaparece la crรญtica, sin la cual todo sistema u organismo social se tulle y corrompe, sino que esa deformaciรณn es interiorizada por los individuos como una estrategia de supervivencia y, consecuentemente, todas las actividades (salvo, tal vez, las estrictamente tรฉcnicas) reflejan el mismo anquilosamiento. ร‰sa es, en รบltimo tรฉrmino, sostenรญa Revel, la explicaciรณn de la crisis de la izquierda en el mundo: haber perdido la prรกctica de la libertad y no sรณlo por culpa de la represiรณn que le infligรญa el adversario exterior sino por haber hecho suya la convicciรณn suicida de que la eficacia es incompatible con aquรฉlla. โ€œTodo poder es o se vuelve de derecha โ€“escribรญa Revelโ€“. Sรณlo lo convierte en izquierda el control que se ejerce sobre aquรฉl.โ€ Y sin libertad no hay control.

El libro de Jean-Franรงois Revel que, despuรฉs de La tentaciรณn totalitaria, le dio mรกs prestigio en todo el mundo fue Cรณmo terminan las democracias (1983). Lo leรญ en los intervalos de un congreso de periodistas en Cartagena, Colombia. Para escapar a las interrupciones, me refugiaba en la playa del hotel, bajo unos toldos que daban al lugar una apariencia beduina. Una tarde, alguien me dijo: โ€œยฟEstรก usted leyendo a esa Casandra moderna?โ€ Era un profesor de la Universidad de Stanford, que habรญa leรญdo Comment les dรฉmocraties finissent hacรญa poco. โ€œQuedรฉ tan deprimido que tuve pesadillas una semanaโ€, aรฑadiรณ. โ€œPero es verdad que no hay manera de soltarlo.โ€

No, no la hay. Como cuando era escolar y leรญa a Verne y a Salgari en la clase de matemรกticas, pasรฉ buena parte de las sesiones de aquel congreso sumergido en las argumentaciones de Revel, disimulando el libro con copias de discursos. Continuรฉ leyรฉndolo en el interminable vuelo trasatlรกntico que me llevรณ a Londres. Lo terminรฉ cuando el aviรณn tocaba tierra. Era una maรฑana soleada y el campo inglรฉs, entre Heathrow y la ciudad, lucรญa mรกs verde y civilizado que nunca. Llegar a Inglaterra me ha producido siempre una sensaciรณn de paz y de confianza, de vida vivible, de poner los pies en un mundo en el que, a pesar de los problemas y crisis, un sustrato de armonรญa y solidaridad social permite que las instituciones funcionen y que conceptos como respeto a la ley, libertad individual, derechos humanos, tengan substancia y sentido. Era deprimente, en efecto. ยฟEstaba, todo aquello, condenado a desaparecer en un futuro mรกs o menos prรณximo? ยฟSerรญa la Inglaterra del futuro ese reino de la mentira y el horror que describiรณ Orwell en 1984?

El lector de Cรณmo terminan las democracias emerge de sus pรกginas con la impresiรณn de que โ€“salvo un cambio tan radical como improbable en los paรญses liberalesโ€“ pronto se cerrarรก ese โ€œbreve parรฉntesisโ€, terminarรก ese โ€œaccidenteโ€ que habrรก sido la democracia en la evoluciรณn de la humanidad y que el puรฑado de paรญses que degustaron sus frutos volverรกn a confundirse con los que nunca salieron de la ignominia del despotismo que ha acompaรฑado a los hombres desde los albores de la historia.

ยฟUna Casandra moderna? Revel, panfletario en el alto sentido literario y moral que tiene el tรฉrmino en la cultura francesa, un heredero de esa tradiciรณn de polemistas e iconoclastas que encarnaron los enciclopedistas, escribรญa con elegancia, razonaba con solidez y conservaba una curiosidad alerta por lo que ocurrรญa en el resto del mundo, algo que fue una caracterรญstica mayor de la vida intelectual en Francia y que, por desgracia, muchos intelectuales franceses contemporรกneos parecen haber perdido. Sorprendรญa en este ensayo la exactitud de las referencias a Amรฉrica Latina, lo bien documentados que estaban los ejemplos de Venezuela, Perรบ, Repรบblica Dominicana, Cuba y El Salvador. Todos los libros de Revel han sido heterodoxos, desde aquel que inaugurรณ la serie โ€“ยฟPara quรฉ los filรณsofos?โ€“, devastadora crรญtica a los entonces intocables existencialistas. Pero Cรณmo terminan las democracias tenรญa, ademรกs de fuerza persuasiva, ironรญa y agudos anรกlisis, algo de que adolecรญan los otros: un pesimismo sobrecogedor.

La tesis del libro era que el comunismo soviรฉtico habรญa ganado prรกcticamente la guerra al Occidente democrรกtico, destruyรฉndolo psicolรณgica y moralmente, mediante la infiltraciรณn de bacterias nocivas que, luego de paralizarlo, precipitarรญan su caรญda como una fruta madura. La responsabilidad de este proceso estaba, segรบn Revel, en las propias democracias, que, por apatรญa, inconsciencia, frivolidad, cobardรญa o ceguera, habรญan colaborado irresponsablemente con su adversario en labrar su ruina.

Revel cartografiaba el impresionante crecimiento del dominio soviรฉtico en Europa, Asia, รfrica y Amรฉrica Latina y lo que รฉl creรญa el carรกcter irreversible de esta progresiรณn. Una vez que un paรญs cae dentro de su zona de influencia, los paรญses occidentales โ€“decรญaโ€“ consagran este episodio como definitivo e intocable, sin tener para nada en cuenta el parecer de los habitantes del paรญs en cuestiรณn. ยฟAlguien, en Washington o Londres, se hubiera atrevido a comienzos de los ochenta a hablar de โ€œliberarโ€ a Polonia sin ser considerado inmediatamente como un pterodรกctilo empeรฑado en precipitar una guerra nuclear por sus provocaciones contra la URSS? Moscรบ, en cambio, no estaba maniatado por escrรบpulos equivalentes. Su polรญtica de ayudar a los paรญses a โ€œliberarseโ€ del capitalismo era coherente, permanente, no estorbada por ningรบn gรฉnero de oposiciรณn interna, y adoptaba mรบltiples tรกcticas. La intervenciรณn directa de sus tropas, como en Afganistรกn; la intervenciรณn indirecta, mediante tropas cubanas o alemanas orientales, como en Angola y Etiopรญa; la ayuda militar, econรณmica y publicitaria, como en Vietnam y en los paรญses donde habรญa procesos guerrilleros y terroristas que, no importa cuรกl fuera su lรญnea ideolรณgica, servรญan a la estrategia global de la URSS.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la superioridad militar de los paรญses occidentales sobre la Uniรณn Soviรฉtica era aplastante. En la dรฉcada de los ochenta era al revรฉs. La primacรญa soviรฉtica resultaba enorme en casi todos los dominios, incluido el nuclear. Este formidable armamentismo no habรญa tenido el menor obstรกculo interno para materializarse: los ciudadanos de la URSS ni siquiera tenรญan idea cabal de que ocurrรญa. En Occidente, en cambio, el movimiento pacifista, en contra de las armas nucleares y a favor del desarme unilateral, habรญa alcanzado proporciones considerables y contaminaba a grandes partidos democrรกticos, como el laborismo inglรฉs y la socialdemocracia alemana.

La demostraciรณn de Revel abarcaba los dominios diplomรกtico, polรญtico, cultural y periodรญstico. Las pรกginas mรกs incisivas describรญan la eficacia con que la URSS llevรณ a cabo la batalla de la desinformaciรณn en Occidente. Prueba de que la ganรณ, afirmaba Revel, eran esos cientos de miles de demรณcratas que salรญan a protestar en las ciudades norteamericanas, inglesas, francesas, escandinavas, contra la โ€œintervenciรณn yanquiโ€ en El Salvador โ€“donde habรญa cincuenta asesores norteamericanosโ€“ y a quienes jamรกs se les hubiera pasado por la cabeza protestar del mismo modo contra los ciento treinta mil soldados soviรฉticos de Afganistรกn o los treinta mil cubanos en Angola.

ยฟCreรญa alguien todavรญa, en Occidente, que la democracia sirve para algo?, se preguntaba. A juzgar por la manera como sus intelectuales, dirigentes polรญticos, sus sindicatos, รณrganos de prensa, autocritican el sistema, manteniรฉndolo bajo una continua y despiadada penalizaciรณn, parecerรญa que habรญan interiorizado las crรญticas formuladas contra รฉl por sus enemigos. ยฟQuรฉ otra cosa explicarรญa el uso tramposo de fรณrmulas como โ€œguerra frรญaโ€, vinculada siempre a Occidente โ€“cuando fue en ese perรญodo que la URSS alcanzรณ la supremacรญa militarโ€“, asรญ como โ€œcolonialismoโ€ y โ€œneocolonialismoโ€ que sรณlo parecen tener sentido si se las asocia con los paรญses occidentales y jamรกs con la URSS? En tanto que, en la subconsciencia de Occidente, las nociones de โ€œliberaciรณnโ€, โ€œanticolonialismoโ€, โ€œnacionalismoโ€ parecรญan invenciblemente ligadas al socialismo y a lo que representa Moscรบ.

La tremenda amonestaciรณn de Revel contra las democracias me pareciรณ en buena parte fundada, pero excesivamente pesimista. Es cierto que desconsolaba ver hasta quรฉ extremo se habรญa perdido en estos paรญses el entusiasmo y la convicciรณn en la defensa de la libertad, del sistema que trajo a sus ciudadanos formas y niveles de vida que no se conocieron jamรกs en el pasado y que no conocen tampoco, ni remotamente, los que viven bajo dictaduras.

El problema que planteaba Revel en ese libro parecรญa casi insoluble. La รบnica manera como la democracia podrรญa conjurar el peligro que seรฑalaba serรญa renunciando a aquello que la hace preferible a un sistema totalitario: al derecho a la crรญtica, a la fiscalizaciรณn del poder, al pluralismo, a ser una sociedad abierta. Es porque en ella hay libertad de prensa, lucha polรญtica, elecciones, contestaciรณn, que sus enemigos pueden โ€œinfiltrarlaโ€ con facilidad, manipular su informaciรณn, instrumentalizar a sus intelectuales y polรญticos. Pero si, para evitar este riesgo, una democracia robustece el poder y los sistemas de control, sus enemigos tambiรฉn ganan, imponiรฉndole sus mรฉtodos y costumbres.

ยฟNo habรญa esperanza, entonces? ยฟVerรญamos los hombres de mi generaciรณn al mundo entero uniformado en una barbarie con misiles y computadoras? Afortunadamente no fue asรญ. Por dos razones que, me parece, Revel no sopesรณ suficientemente. La primera: la superioridad econรณmica, cientรญfica y tecnolรณgica de las democracias occidentales. Esta ventaja โ€“pese al poderรญo militar soviรฉticoโ€“ se fue acentuando, mientras la censura continuaba regulando la vida acadรฉmica de la URSS y la planificaciรณn burocrรกtica seguรญa asfixiando su agricultura y su industria. Y la segunda: los factores internos de desagregaciรณn del imperio soviรฉtico. Cuando uno leรญa en esos mismos aรฑos a sus disidentes, o los manifiestos de los obreros polacos, descubrรญa que allรก, tras la cortina de hierro, pese a la represiรณn y a los riesgos, alentaba, creciente, vรญvido, ese amor a la libertad que parecรญa haberse apolillado entre los ciudadanos de los paรญses libres.

Despuรฉs de la muerte de Jean-Paul Sartre y de Raymond Aron, Jean-Franรงois Revel pasรณ a ejercer en Francia ese liderazgo intelectual, doblado de magistratura moral, que es la instituciรณn tรญpicamente francesa del โ€œmandarinatoโ€. Conociendo su escaso apetito publicitario y su recelo ante cualquier forma de supercherรญa, me imagino lo incรณmodo que debiรณ sentirse en semejante trance.

Pero ya no tenรญa manera de evitarlo: sus ideas y sus pronรณsticos, sus tomas de posiciรณn y sus crรญticas habรญan ido haciendo de รฉl un maรฎtre ร  penser que fijaba los temas y los tรฉrminos del debate polรญtico y cultural, en torno a quien, por aproximaciรณn o rechazo, se definen ideolรณgica y รฉticamente los contemporรกneos. Sin el โ€œmandarรญnโ€, la vida intelectual francesa nos parecerรญa deshuesada e informe, un caos esperando la cristalizaciรณn.

Cada libro nuevo de Revel provocaba polรฉmicas que trascendรญan el mundo de los especialistas, porque sus ensayos mordรญan carne en asuntos de ardiente actualidad y contenรญan siempre severas impugnaciones contra los tรณtems entronizados por las modas y los prejuicios reinantes. El que publicรณ en 1988, El conocimiento inรบtil, fue materia de diatribas y controversias por lo despiadado de su anรกlisis y, sobre todo, por lo maltratados que salรญan de sus pรกginas algunos intocables de la cultura occidental contemporรกnea. Pero, por encima de la chismografรญa y lo anecdรณtico, El conocimiento inรบtil fue leรญda y asimilada por decenas de miles de lectores en todo el mundo, pues se trata de uno de esos libros que, por la profundidad de su reflexiรณn, su valentรญa moral y lo ambicioso de su designio, constituyen โ€“como lo fueron, en su momento, 1984, de Orwell, y El cero y el infinito, de Koestlerโ€“ el revulsivo de una รฉpoca.

La tesis que El conocimiento inรบtil desarrolla es la siguiente: no es la verdad, sino la mentira, la fuerza que mueve a la sociedad de nuestro tiempo. Es decir, a una sociedad que cuenta, mรกs que ninguna otra en el largo camino recorrido por la civilizaciรณn, con una informaciรณn riquรญsima sobre los conocimientos alcanzados por la ciencia y la tรฉcnica que podrรญan garantizar, en todas las manifestaciones de la vida social, decisiones racionales y exitosas. Sin embargo, sostenรญa Revel, no es asรญ. El prodigioso desarrollo del conocimiento, y de la informaciรณn que lo pone al alcance de aquellos que quieren darse el trabajo de aprovecharla, no ha impedido que quienes organizan la vida de los demรกs y orientan la marcha de la sociedad sigan cometiendo los mismos errores y provocando las mismas catรกstrofes, porque sus decisiones continรบan siendo dictadas por el prejuicio, la pasiรณn o el instinto antes que por la razรณn, como en los tiempos que (con una buena dosis de cinismo) nos atrevemos todavรญa a llamar bรกrbaros.

El alegato de Revel iba dirigido, sobre todo, contra los intelectuales de las sociedades desarrolladas del Occidente liberal, las que han alcanzado los niveles de vida mรกs elevados y las que garantizan mayores dosis de libertad, cultura y esparcimiento para sus ciudadanos de los que haya logrado jamรกs civilizaciรณn alguna. Los peores y acaso mรกs nocivos adversarios de la sociedad liberal no son, decรญa Revel, sus adversarios del exterior โ€“los regรญmenes totalitarios del Este y las satrapรญas progresistas del Tercer Mundoโ€“, sino ese vasto conglomerado de objetores internos que constituyen la intelligentsia de los paรญses libres y cuya motivaciรณn preponderante parecerรญa ser el odio a la libertad tal como รฉsta se entiende y practica en las sociedades democrรกticas.

El aporte de Gramsci al marxismo consistiรณ, sobre todo, en conferir a la intelligentsia la funciรณn histรณrica y social que en los textos de Marx y de Lenin era monopolio de la clase obrera. Esta funciรณn fue letra muerta en las sociedades marxistas, donde la clase intelectual โ€“como la obrera, por lo demรกsโ€“ era mero instrumento de la โ€œรฉliteโ€ o โ€œnomenclaturaโ€ que habรญa expropiado todo el poder en provecho propio. Leyendo el ensayo de Revel, uno llegaba a pensar que la tesis gramsciana sobre el papel del โ€œintelectual progresistaโ€ como modelador y orientador de la cultura sรณlo alcanzaba una confirmaciรณn siniestra en las sociedades que Karl Popper llamรณ โ€œabiertasโ€. Digo โ€œsiniestraโ€ porque la consecuencia de ello, para Revel, era que las sociedades libres habรญan perdido la batalla ideolรณgica ante el mundo totalitario y podรญan, en un futuro no demasiado remoto, perder tambiรฉn la otra, la que las privarรญa de su mรกs preciado logro: la libertad.

Si formulada asรญ, en apretada sรญntesis, la tesis de Revel parecรญa excesiva, cuando el lector se sumergรญa en las aguas hirvientes de El conocimiento inรบtil โ€“un libro donde el brรญo de la prosa, lo acerado de la inteligencia, la enciclopรฉdica documentaciรณn y los chispazos de humor sarcรกstico se conjugan para hacer de la lectura una experiencia hipnรณticaโ€“ y se enfrentaba a las demostraciones concretas en que se apoya, no podรญa dejar de sentir un estremecimiento. ยฟEran รฉstos los grandes exponentes del arte, de la ciencia, de la religiรณn, del periodismo, de la enseรฑanza del mundo llamado libre?

Revel mostraba cรณmo el afรกn de desacreditar y perjudicar a los gobiernos propios โ€“sobre todo si รฉstos, como era el caso de los de Reagan, la seรฑora Thatcher, Kohl o Chirac, eran de โ€œderechaโ€โ€“ llevaba a los grandes medios de comunicaciรณn occidentales โ€“diarios, radios y canales de televisiรณnโ€“ a manipular la informaciรณn, hasta llegar a veces a legitimar, gracias al prestigio de que gozan, flagrantes mentiras polรญticas. La desinformaciรณn, decรญa Revel, era particularmente sistemรกtica en lo que concierne a los paรญses del Tercer Mundo catalogados como โ€œprogresistasโ€, cuya miseria endรฉmica, oscurantismo polรญtico, caos institucional y brutalidad represiva eran atribuidos, por una cuestiรณn de principio โ€“acto de fe anterior e impermeable al conocimiento objetivoโ€“, a pรฉrfidas maquinaciones de las potencias occidentales o a quienes, en el seno de esos paรญses, defendรญan el modelo democrรกtico y luchaban contra el colectivismo, los partidos รบnicos y el control de la economรญa y la informaciรณn por el Estado.

Los ejemplos de Revel resultaban escalofriantes porque los medios de comunicaciรณn con los que ilustraba su alegato parecรญan los mรกs libres y los tรฉcnicamente mejor hechos del mundo: The New York Times, Le Monde, The Guardian,Der Spiegel, etcรฉtera, y cadenas como la cbs norteamericana o la Televisiรณn Francesa. Si en estos รณrganos, que disponen de los medios materiales y profesionales mรกs fecundos para verificar la verdad y hacerla conocer, รฉsta era a menudo ocultada o distorsionada en razรณn del parti pris ideolรณgico, ยฟquรฉ se podรญa esperar de los medios de comunicaciรณn abiertamente alineados โ€“los de los paรญses con censura, por ejemploโ€“ o los que disponรญan de condiciones materiales e intelectuales de trabajo mucho mรกs precarias? Quienes viven en paรญses subdesarrollados saben muy bien quรฉ se puede esperar: que, en la prรกctica, las fronteras entre informaciรณn y ficciรณn โ€“entre la verdad y la mentiraโ€“ se evaporen constantemente en los medios de comunicaciรณn de modo que sea imposible conocer con objetividad lo que ocurre a nuestro alrededor.

Las pรกginas mรกs alarmantes del libro de Revel seรฑalaban cรณmo la pasiรณn ideolรณgica podรญa llevar, en el campo cientรญfico, a falsear la verdad con la misma carencia de escrรบpulos que en el periodismo. La manera en que, en un momento dado, fue desnaturalizada, por ejemplo, la verdad sobre el sida, con la diligente colaboraciรณn de eminentes cientรญficos norteamericanos y europeos a fin de enlodar al Pentรกgono โ€“en una genial operaciรณn publicitaria que, a la postre, se revelarรญa programada por la kgbโ€“ probaba que no hay literalmente reducto del conocimiento โ€“ni siquiera las ciencias exactasโ€“ donde no pueda llegar la ideologรญa con su poder distorsionador a entronizar mentiras รบtiles para la causa.

Para Revel no habรญa duda alguna: si la โ€œsociedad liberalโ€, aquella que ha ganado en los hechos la batalla de la civilizaciรณn, creando las formas mรกs humanas โ€“o las menos inhumanasโ€“ de existencia en toda la historia, se desmoronaba y el puรฑado de paรญses que habรญan hecho suyos los valores de libertad, de racionalidad, de tolerancia y de legalidad volvรญan a confundirse en el piรฉlago de despotismo polรญtico, pobreza material, brutalidad, oscurantismo y prepotencia โ€“que fue siempre, y sigue siendo, la suerte de la mayor parte de la humanidadโ€“, la responsabilidad primera la tendrรก ella misma, por haber cedido โ€“sus vanguardias culturales y polรญticas, sobre todoโ€“ al canto de la sirena totalitaria y por haber aceptado los ciudadanos libres este suicidio sin reaccionar.

No todas las imposturas que El conocimiento inรบtil denunciaba eran polรญticas. Algunas afectan la propia actividad cultural, degenerรกndola รญntimamente. ยฟNo hemos tenido muchos lectores no especializados, en estas รบltimas dรฉcadas, leyendo โ€“tratando deโ€“ a ciertas supuestas eminencias intelectuales de la hora, como Lacan, Althusser, Teilhard de Chardin o Jacques Derrida, la sospecha de un fraude, es decir, de unas laboriosas retรณricas cuyo hermetismo ocultaba la banalidad y el vacรญo? Hay disciplinas โ€“la lingรผรญstica, la filosofรญa, la crรญtica literaria y artรญstica, por ejemploโ€“ que parecen particularmente dotadas para propiciar el embauque que muda mรกgicamente la chรกchara pretenciosa de ciertos arribistas en ciencia humana de moda. Para salir al encuentro de este gรฉnero de engaรฑos hace falta no sรณlo el coraje de atreverse a nadar contra la corriente; tambiรฉn, la solvencia de una cultura que abrace muchas ramas del saber. La genuina tradiciรณn del humanismo, que Revel representaba tan bien, es lo รบnico que puede impedir, o atemperar sus estropicios en la vida cultural de un paรญs, esas deformaciones โ€“la falta de ciencia, el pseudoconocimiento, el artificio que pasa por pensamiento creadorโ€“ que son sรญntoma inequรญvoco de decadencia.

En el capรญtulo titulado significativamente โ€œEl fracaso de la culturaโ€, Revel sintetizaba de este modo su terrible autopsia: โ€œLa gran desgracia del siglo XX es haber sido aquel en el que el ideal de la libertad fue puesto al servicio de la tiranรญa, el ideal de la igualdad al servicio de los privilegios y todas las aspiraciones, todas las fuerzas sociales reunidas originalmente bajo el vocablo de โ€˜izquierdaโ€™, embridadas al servicio del empobrecimiento y la servidumbre. Esta inmensa impostura ha falsificado todo el siglo, en parte por culpa de algunos de sus mรกs grandes intelectuales. Ella ha corrompido hasta en sus menores detalles el lenguaje y la acciรณn polรญtica, invertido el sentido de la moral y entronizado la mentira al servicio del pensamiento.โ€

Recuerdo haber leรญdo este libro de Revel con una fascinaciรณn que hace tiempo no sentรญa por novela o ensayo alguno. Por el talento intelectual y el coraje moral de su autor y, tambiรฉn, porque compartรญa muchos de sus temores y sus cรณleras sobre la responsabilidad de tantos intelectuales โ€“y, a veces, de los mรกs altosโ€“ en los desastres polรญticos de nuestro tiempo: la violencia y la penuria que acompaรฑan siempre el asesinato de la libertad.

Si la โ€œtraiciรณn de los clรฉrigosโ€ alcanzรณ en el mundo de las democracias desarrolladas las dimensiones que denunciaba Revel, ยฟquรฉ decir de lo que ocurrรญa en los paรญses pobres e incultos, donde aรบn no se acaba de decidir el modelo social? Entre ellos se reclutan los aliados mรกs prestos, los cรณmplices mรกs cobardes y los propagandistas mรกs abyectos de los enemigos de la libertad, al extremo de que la nociรณn misma de โ€œintelectualโ€, entre nosotros, llega a veces a tener un tufillo caricatural y deplorable. Lo peor de todo es que, en los paรญses subdesarrollados, la โ€œtraiciรณn de los clรฉrigosโ€ no suele obedecer a opciones ideolรณgicas, sino, en la mayorรญa de los casos, a puro oportunismo: porque ser โ€œprogresistaโ€ es la รบnica manera posible de escalar posiciones en el medio cultural โ€“ya que el establishment acadรฉmico o artรญstico es casi siempre de izquierdaโ€“ o, simplemente, de medrar (ganando premios, obteniendo invitaciones y hasta becas de la Fundaciรณn Guggenheim). No es una casualidad ni un perverso capricho de la historia que, por lo general, nuestros mรกs feroces intelectuales โ€œantiimperialistasโ€ latinoamericanos terminen de profesores en universidades norteamericanas.

Y, sin embargo, pese a todo ello, soy menos pesimista sobre el futuro de la โ€œsociedad abiertaโ€ y de la libertad en el mundo de lo que lo era en ese libro Jean-Franรงois Revel. Mi optimismo se cimienta en esta convicciรณn antigramsciana: no es la intelligentsia la que hace la historia. Por lo general, los pueblos โ€“esas mujeres y hombres sin cara y sin nombre, las โ€œgentes del comรบnโ€, como los llamaba Montaigneโ€“ son mejores que la mayorรญa de sus intelectuales: mรกs sensatos, mรกs democrรกticos, mรกs libres, a la hora de decidir sobre asuntos sociales y polรญticos. Los reflejos del hombre sin cualidades, a la hora de optar por el tipo de sociedad en que quiere vivir, suelen ser racionales y decentes. Si no fuera asรญ, no habrรญa en Amรฉrica Latina la cantidad de gobiernos civiles que hay ahora ni habrรญan caรญdo tantas dictaduras en las รบltimas dos dรฉcadas. Y tampoco sobrevivirรญan tantas democracias a pesar de la crisis econรณmica y los crรญmenes de la violencia polรญtica. La ventaja de la democracia es que en ella el sentir de esas โ€œgentes del comรบnโ€ prevalece tarde o temprano sobre el de las โ€œelitesโ€. Y su ejemplo, poco a poco, puede contagiar y mejorar el entorno. ยฟNo era esto lo que indicaban, al mismo tiempo que se publicaba El conocimiento inรบtil, esas tรญmidas seรฑales de apertura en la ciudadela totalitaria de la llamada perestroika?

En todo caso, no estaba todo perdido para las sociedades abiertas cuando en ellas habรญa todavรญa intelectuales capaces de pensar y escribir libros como los de Jean-Franรงois Revel.

Todos los que escribiรณ fueron interesantes y polรฉmicos, pero sus memorias, que aparecieron en 1997 con el enigmรกtico tรญtulo de El ladrรณn en la casa vacรญa, fueron, ademรกs, risueรฑas, una desenfadada confesiรณn de pecadillos, pasiones, ambiciones y frustraciones, escrita en un tono ligero y a ratos hilarante por un marsellรฉs al que las travesuras de la vida apartaron de la carrera universitaria con que soรฑรณ en su juventud y convirtieron en ensayista y periodista polรญtico.

Ese cambio de rumbo a รฉl parecรญa provocarle cierta tristeza retrospectiva. Sin embargo, desde el punto de vista de sus lectores, no fue una desgracia, mรกs bien una suerte, que, por culpa de Sartre y una guapa periodista a la que embarazรณ cuando era muy joven, debiera abandonar sus proyectos acadรฉmicos y partir a Mรฉxico y luego a Italia a enseรฑar la lengua y la cultura francesas. Decenas de profesores de filosofรญa de su generaciรณn languidecieron en las aulas universitarias enseรฑando una disciplina que, con rarรญsimas excepciones (una de ellas, Raymond Aron, de quien Revel trazรณ en ese libro un perfil cariรฑosamente perverso), se ha especializado de tal modo que parece tener ya poco que ver con la vida de la gente. En sus libros y artรญculos, escritos en salas de redacciรณn o en su casa, azuzado por la historia en agraz, Revel no dejรณ nunca de hacer filosofรญa, pero a la manera de Diderot o de Voltaire, a partir de una problemรกtica de actualidad, y su contribuciรณn al debate de ideas de nuestro tiempo, lรบcida y valerosa, ha demostrado, como en el รกmbito de nuestra lengua lo hizo un Josรฉ Ortega y Gasset, que el periodismo podรญa ser altamente creativo, un gรฉnero compatible con la originalidad intelectual y la elegancia estilรญstica.

El ladrรณn en la casa vacรญa, a travรฉs de episodios y personajes claves, evoca una vida intensa y trashumante, donde se codean lo trascendente โ€“la resistencia al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, los avatares del periodismo francรฉs en el รบltimo medio sigloโ€“ y lo estrambรณtico, como la regocijante descripciรณn que hace Revel de un cรฉlebre gurรบ, Gurdjieff, cuyo cรญrculo de devotos frecuentรณ en sus aรฑos mozos. Esbozado a pinceladas de diestro caricaturista, el cรฉlebre iluminado que encandilรณ a muchos incautos y esnobs en su exilio parisino, aparece en estas pรกginas como una irresistible sanguijuela beoda, esquilmando las bolsas y las almas de sus seguidores, entre los que, por sorprendente que parezca, junto a gentes incultas y desprevenidas fรกciles de engatusar, habรญa intelectuales y personas leรญdas que tomaron la verborrea confusionista de Gurdjieff por una doctrina que garantizaba el conocimiento racional y la paz del espรญritu.

El retrato es devastador, pero, como en algunos otros de la galerรญa de personajes del libro, amortigua la severidad una actitud jovial y comprensiva del narrador, cuya sonrisa benevolente salva en el รบltimo instante al que estรก a punto de desintegrarse bajo el peso de su propia picardรญa, vileza, cinismo o imbecilidad.

Algunos de los perfiles de estos amigos, profesores, adversarios o simples compaรฑeros de generaciรณn y oficio, son afectuosos e inesperados, como el de Louis Althusser, maestro de Revel en la ร‰cole Normale, que aparece como una figura bastante mรกs humana y atractiva de lo que podรญa esperarse del talmรบdico y asfixiante glosador estructuralista de El capital, o la de Raymond Aron, quien, pese a ocasionales entredichos y malentendidos con el autor cuando ambos eran los colaboradores estrellas de Lโ€™Express, es tratado siempre con respeto intelectual, aun cuando exasperaba a Revel su incapacidad para tomar una posiciรณn rectilรญnea en los conflictos que, a menudo, รฉl mismo suscitaba.

Otras veces, los retratos son feroces y el humor no consigue moderar la tinta vitriรณlica que los delinea. Es el caso de la furtiva apariciรณn del ministro socialista francรฉs cuando la Guerra del Golfo, Jean-Pierre Chevรจnement (โ€œLenin provinciano y beato, perteneciente a la categorรญa de imbรฉciles con cara de hombres inteligentes, mรกs traperos y peligrosos que los inteligentes con cara de imbรฉcilesโ€) o la del propio Franรงois Mitterrand, de quien estuvo muy cerca Revel antes de la subida al poder de aquรฉl, que se disputa con Jimmy Goldsmith el tรญtulo del bรญpedo mรกs inusitado y lamentable de los que desfilan en el gran curso de estas memorias.

Revel define a Mitterrand como un hombre mortalmente desinteresado de la polรญtica (tambiรฉn de la moral y las ideas), que se resignรณ a ella porque era un requisito inevitable para lo รบnico que le importaba: llegar al poder y atornillarse en รฉl lo mรกs posible. La semblanza es memorable, algo asรญ como un identikit de cierta especie de polรญtico exitoso: envoltura simpรกtica, tรฉcnica de encantador profesional, una cultura de superficie apoyada en gestos y citas bien memorizadas, una mente glacial y una capacidad para la mentira rayana en la genialidad, mรกs una aptitud fuera de lo comรบn para manipular seres humanos, valores, palabras, teorรญas y programas en funciรณn de la coyuntura. No sรณlo los prohombres de la izquierda son maltratados con jocosa irreverencia en las memorias; muchos dignatarios de la derecha, empezando por Valรฉry Giscard dโ€™Estaing, asoman tambiรฉn como dechados de demagogia e irresponsabilidad, capaces de poner en peligro las instituciones democrรกticas o el futuro de su paรญs por miserables vanidades y una visiรณn mezquina, cortoplacista, de la polรญtica.

El mรกs delicioso (y tambiรฉn el mรกs cruel) de los retratos, una pequeรฑa obra maestra dentro del libro, es el del billonario anglofrancรฉs Jimmy Goldsmith, dueรฑo de Lโ€™Express durante los aรฑos que Revel dirigiรณ el semanario, aรฑos en que, sea dicho de paso, esa publicaciรณn alcanzรณ una calidad informativa e intelectual que no tuvo antes ni ha tenido despuรฉs. Scott Fitzgerald creรญa que โ€œlos ricos eran diferentesโ€ y el brillante, apuesto y exitoso Jimmy (que llegรณ al extremo en 1997 de distraer su aburrimiento dilapidando veinte millones de libras esterlinas en un Partido del Referรฉndum para defender, en las elecciones de ese aรฑo en el Reino Unido, la soberanรญa britรกnica contra los afanes colonialistas de Bruselas y el canciller Kohl) parecรญa darle la razรณn. Pero tal vez sea difรญcil en este caso compartir la admiraciรณn que el autor de El gran Gatsby sentรญa por los millonarios. Un ser humano puede tener un talento excepcional para las finanzas y al mismo tiempo, como el personaje en cuestiรณn, ser un patรฉtico megalรณmano, autodestructivo y torpe para todo lo demรกs. La relaciรณn de los delirantes proyectos polรญticos, periodรญsticos y sociales que Goldsmith concebรญa y olvidaba casi al mismo tiempo, y de las intrigas que urdรญa contra sรญ mismo, en un permanente sabotaje a una empresa que, pese a ello, seguรญa dรกndole beneficios y prestigio, es divertidรญsima, con escenas y anรฉcdotas que parecen salidas de una novela balzaciana y provocan carcajadas en el lector.

De todos los oficios, vocaciones y aventuras de Revel โ€“profesor, crรญtico de arte, filรณsofo, editor, antรณlogo, gastrรณnomo, analista polรญtico, escritor y periodistaโ€“ son estos dos รบltimos los que prefiriรณ y en los que ha dejado la huella mรกs durable. Todos los periodistas deberรญan leer su testimonio sobre las grandezas y miserias de este oficio, para enterarse de lo apasionante que puede llegar a ser, y, tambiรฉn, las bendiciones y estragos que de รฉl pueden derivarse. Revel refiere algunos episodios cimeros de la contribuciรณn del periodismo en Francia al esclarecimiento de una verdad hasta entonces oculta por โ€œla bruma falaz del conformismo y la complicidadโ€. Por ejemplo, el increรญble hallazgo, por un periodista zahorรญ, en unos tachos de basura apilados en las afueras de un banco, durante una huelga de basureros en Parรญs, del tinglado financiero montado por la URSS en Francia para subvencionar al Partido Comunista.

No menos notable fue la averiguaciรณn de las misteriosas andanzas de Georges Marchais, secretario general de aquel partido, durante la Segunda Guerra Mundial (fue trabajador voluntario en fรกbricas de la Alemania nazi). Esta segunda primicia, sin embargo, no tuvo la repercusiรณn que era de esperar, pues, debido al momento polรญtico, no sรณlo la izquierda tuvo interรฉs en acallarla. Tambiรฉn la escamoteรณ la prensa de derecha, temerosa de que la candidatura presidencial de Marchais quedara mellada con la revelaciรณn de las debilidades pronazis del lรญder comunista en su juventud y sus potenciales votantes se pasaran a Mitterrand, lo que hubiera perjudicado al candidato Giscard. De este modo, rechazada a diestra y siniestra, la verdad sobre el pasado de Marchais, minimizada y negada, terminรณ por eclipsarse, y aquรฉl pudo proseguir su carrera polรญtica sin sombras, hasta la apacible jubilaciรณn.

Estas memorias retrataban a un Revel en plena forma: fogoso, pendenciero y vital, apasionado por las ideas y los placeres, curioso insaciable y condenado, por su enfermiza integridad intelectual y su vocaciรณn polรฉmica, a vivir en un perpetuo entredicho con casi todo lo que lo rodeaba. Su lucidez para detectar las trampas y autojustificaciones de sus colegas y su coraje para denunciar el oportunismo y la cobardรญa de los intelectuales que se ponen al servicio de los poderosos por fanatismo o apetito prebendario, hicieron de รฉl un โ€œmalditoโ€ moderno, un heredero de la gran tradiciรณn de los inconformistas franceses, aquella que provocaba revoluciones e incitaba a los espรญritus libres a cuestionarlo todo, desde las leyes, sistemas, instituciones, principios รฉticos y estรฉticos, hasta el atuendo y las recetas de cocina. Esa tradiciรณn agoniza en nuestros dรญas y yo al menos, por mรกs que escruto el horizonte, no diviso continuadores en las nuevas hornadas de escribas, con la excepciรณn tal vez de un Andrรฉ Glucksmann. Mucho me temo, pues, que con Revel, vaya a desaparecer. Pero, eso sรญ, con los mรกximos honores.

La muerte de Jean-Franรงois Revel el 30 de abril de 2006 abriรณ un vacรญo intelectual en Francia que, en lo inmediato, nadie ha llenado. Ella privรณ a la cultura liberal de uno de sus mรกs lรบcidos y aguerridos combatientes y nos dejรณ a sus lectores, admiradores y amigos con una sobrecogedora sensaciรณn de orfandad.

Habรญa nacido en 1924 en Marsella y aprobado todos los requisitos que en Francia auguran una carrera acadรฉmica de alto nivel (Escuela Normal Superior, agregaciรณn en filosofรญa, militancia en la resistencia durante la ocupaciรณn) y enseรฑado en los institutos franceses de Mรฉxico y Florencia, donde aprendiรณ el espaรฑol y el italiano, dos de los cinco idiomas que hablaba a la perfecciรณn. Su biografรญa oficial dice que su primer libro fue Pourquoi des philosophes? (1957) (ยฟPara quรฉ los filรณsofos?), pero, en verdad, habรญa publicado antes una novela, Histoire de Flore, que, por excesivo sentido de autocrรญtica, nunca reeditรณ. Aquel ensayo, y su continuaciรณn de cinco aรฑos despuรฉs, La Cabale des dรฉvots (1962) (La Cรกbala de los devotos), revelaron al mundo a un formidable panfletario a la manera de Voltaire, culto y pugnaz, irรณnico y lapidario, en el que la riqueza de las ideas y el espรญritu insumiso se desplegaban en una prosa tersa y por momentos incandescente. Recuerdo haberlos leรญdo sorprendido, sacudido, irritado y, a fin de cuentas, con inmenso placer. Todos los grandes iconos en aquellos aรฑos quedaban bastante despintados en esos ensayos que denunciaban el oscurantismo gratuito, pretencioso y tramposo del lenguaje en que se expresaba buena parte de la filosofรญa de moda (de Lacan a Heidegger, de Sartre a Teilhard de Chardin, de Merleau-Ponty a Lรฉvy-Strauss). El panfleto, en el siglo xviii, no era en modo alguno esa forma retรณrica de diatriba vulgar y casi siempre insustancial que define en nuestra รฉpoca aquel vocablo, sino una comunicaciรณn polรฉmica de alta cultura, un desafรญo semejante a las cartas de batalla medievales pero en el orden de las ideas, que empleaban los mejores talentos, volcando en esos textos sus mejores prendas intelectuales, para llegar a un pรบblico mรกs vasto que el de los especialistas. Entre las mil actividades que desempeรฑรณ Jean-Franรงois Revel, figura la de haber dirigido en la editorial inconformista de J. J. Pauvert una excelente colecciรณn, llamada โ€œLibertรฉsโ€, de panfletos en la que desfilaban Diderot, Voltaire, Hume, Rousseau, Zola, Marx, Breton y muchos otros.

A esa dinastรญa de grandes polemistas, rebeldes y agitadores intelectuales pertenecรญa Jean-Franรงois Revel y fue una verdadera suerte para la cultura de la libertad que, en 1963, abandonara su carrera universitaria para dedicarse de lleno al periodismo y a escribir sus ensayos, que llegaron a un pรบblico muy vasto, gracias al esfuerzo que hizo siempre, muy coherente con las crรญticas que habรญa formulado a sus colegas filรณsofos, de conciliar el rigor intelectual con la claridad de la expresiรณn. En esto fue todavรญa mucho mรกs lejos que Raymond Aron, su amigo y maestro y a quien heredรณ la responsabilidad de ser el gran valedor de las ideas liberales en un paรญs y en un momento histรณrico en que โ€œel opio de los intelectualesโ€ (como llamรณ Aron al marxismo en un ensayo cรฉlebre) tenรญa poco menos que hechizada a la intelectualidad francesa. (La obnubilaciรณn llegรณ a tal extremo que el inteligente Sartre habรญa declarado, a su regreso de un viaje a Moscรบ: โ€œLa libertad de crรญtica es total en la Uniรณn Soviรฉtica.โ€) Todos los libros de Revel, sin excepciรณn, estรกn al alcance de un lector medianamente culto, pese a que en algunos de ellos se discuten asuntos de intrincada complejidad, como doctrinas teolรณgicas, eruditas polรฉmicas de filologรญa o estรฉticas, descubrimientos cientรญficos o teorรญas sobre el arte. Nunca recurriรณ a la jerga especializada ni confundiรณ la oscuridad con la profundidad. Fue siempre claro sin ser jamรกs superficial. Que eso lo consiguiera en sus libros, ya es un mรฉrito; pero lo es todavรญa mรกs que รฉsa fuera la tรณnica de los centenares de artรญculos que escribiรณ, en las publicaciones en que a lo largo de mรกs de medio siglo comentรณ cada semana la actualidad: France Observateur, Lโ€™Express (del que fue director) y Le Point.

Por ignorantes, o para tratar de desprestigiarlo, muchos cacรณgrafos lo han presentado en estos dรญas como un pensador โ€œconservadorโ€. No lo fue nunca. Fue, en su juventud, un socialista, y por eso se opuso, con crรญticas acerbas, a la Quinta Repรบblica del general De Gaulle (Le style du Gรฉnรฉral, 1959), y todavรญa en 1968 se enfrentรณ, en un ensayo sin misericordia, a la Francia de la reacciรณn (Lettre ouverte ร  la droite). El aรฑo anterior, habรญa sido candidato a diputado por el partido de Franรงois Mitterrand. Toda su vida fue un republicano ateo y anticlerical, severรญsimo catรณn del espรญritu dogmรกtico de todas las iglesias y en especial la catรณlica, un defensor del laicismo y del racionalismo heredados del Siglo de las Luces (se explayรณ al respecto con sabidurรญa y humor en su libro-polรฉmica con su hijo Matthieu, monje tibetano y traductor del Dalรกi Lama: Lemoine et le philosophe, 1997). Dentro del espectro de variantes del liberalismo, Revel estuvo siempre en aquella que mรกs se acerca al anarquismo, aunque sin caer en รฉl, como sugiere aquella insolente declaraciรณn del principio de sus memorias: โ€œAborrezco a la familia, tanto aquella en la que nacรญ como las que yo mismo fundรฉ.โ€

Pero es verdad que el grueso de sus crรญticas, y esos libros que provocaron verdaderos seรญsmos intelectuales en el seno de la correcciรณn polรญtica, se dirigรญan a esa izquierda enemistada con la cultura democrรกtica, la sometida al dogmatismo marxista o maoรญsta, y, sobre todo, a la acobardada y paralizada por el temor de ser acusada de โ€œvenderse a la reacciรณnโ€, que sirviรณ en tantos paรญses de caballo de Troya del totalitarismo, y a la proliferaciรณn de una literatura polรญtica supuestamente progresista sin vuelo, sin mรบsculos y sin alma, hecha de lugares comunes y retรณrica estupefaciente. La tentation totalitaire (1976), Comment les dรฉmocraties finissent (1983), Le terrorisme contre la dรฉmocratie (1987) y La connaissance inutile (1988) provocaron intensas y estimulantes polรฉmicas y sirvieron para mostrar que un pensador liberal podรญa ser capaz, si tenรญa el talento, la cultura y la valentรญa de un Revel, de encarnar el verdadero espรญritu inconforme y trasgresor en tiempos de abdicaciรณn y aplatanamiento moral de la izquierda democrรกtica.

Pero serรญa una gran injusticia hablar de Jean-Franรงois Revel sรณlo como ensayista polรญtico. En realidad, fue un humanista moderno, con curiosidades por todo el abanico de vocaciones y disciplinas, las letras y las artes, como testimonian sus libros y sus artรญculos que versan sobre los temas mรกs diversos. Pero en ninguno de los temas sobre los que escribiรณ aparecรญa como un mero diletante. Su ensayo sobre Proust es delicado y sensible, una lectura original, con algunos hallazgos sorprendentes. Y tambiรฉn lo son sus escritos sobre el arte y la crรญtica de arte, que revelan una larga frecuentaciรณn de museos, galerรญas y bibliotecas afines. Su hermosa Uneanthologie de la poรฉsie franรงaise (1984, 1991) muestra una curiosa mezcla de amor por la tradiciรณn y la vanguardia al mismo tiempo y es, como todo lo que escribiรณ, iconoclasta y original. Su libro sobre gastronomรญa, Un festin en paroles (1979), es, quรฉ duda cabe, el libro de alguien que sabรญa muy bien de lo que hablaba. Verlo disfrutar de la comida era un espectรกculo, sรณlo comparable al que ofrecรญa Pablo Neruda frente a una mesa llena de manjares. Todo su inmenso amor a la vida โ€“a esta vida, la รบnica en la que creรญaโ€“ trasparecรญa allรญ, en el brillo feliz de sus ojos, en la seriedad con que probaba cada bocado, en la gran sonrisa que era signo inequรญvoco de su aprobaciรณn.

Desde que, en su juventud, pasรณ dos aรฑos en Mรฉxico, como profesor, se interesรณ en Amรฉrica Latina, leyรณ mucho su literatura y estudiรณ su historia y siguiรณ sus avatares polรญticos con la seriedad y la falta de prejuicios que le permitieron conocer al continente de las esperanzas frustradas como muy pocos intelectuales europeos. Tambiรฉn en este campo dio una batalla que nunca podremos agradecerle bastante los latinoamericanos. Es verdad que no era suficiente contrapeso al inmenso caudal de estereotipos y distorsiones que anegan por lo general los artรญculos y ensayos sobre Amรฉrica Latina que se publican en Europa, pero sin รฉl las cosas hubieran sido todavรญa mucho peor. Cada una de las giras de Jean-Franรงois Revel por los paรญses latinoamericanos en las รบltimas tres dรฉcadas fueron enormemente positivas y gracias a รฉl, por ejemplo, el venezolano Carlos Rangel se animรณ a publicar sus magnรญficos ensayos.

El temible polemista era un hombre bueno, generoso, un amigo leal, deslumbrante en las conversaciones de pequeรฑos grupos, cuando, con una copa en la mano, se abandonaba al chisme, la anรฉcdota, la picardรญa y el humor, inmensamente divertido. Parecรญa haberlo leรญdo todo, pues sobre casi todo hablaba con una solvencia tranquila y una memoria de elefante, pero no habรญa en รฉl ni asomo de pedanterรญa. Todo lo contrario. Nos conocimos a principios de los aรฑos setenta y, desde entonces, fuimos amigos, y tambiรฉn, creo que puedo decirlo sin parecer jactancioso, compaรฑeros de barricada, porque ninguno de los dos se avergonzaba de ser llamado un liberal, palabra que, a pesar de todas las montaรฑas de insidia con que han querido ensuciarla en estas dรฉcadas, sigue siendo, para mรญ, como lo era para Revel, una palabra hermosรญsima, pariente sanguรญnea de la libertad y de las mejores cosas que le han pasado a la humanidad, desde el nacimiento del individuo, la democracia, el reconocimiento del otro, los derechos humanos, la lenta disoluciรณn de las fronteras y la coexistencia en la diversidad. No hay palabra que represente mejor la idea de civilizaciรณn y que estรฉ mรกs reรฑida con todas las manifestaciones de la barbarie que han llenado de sangre, injusticia, censura, crรญmenes y explotaciรณn la historia humana. Y pocos intelectuales modernos obraron tanto como Jean-Franรงois Revel para mantenerla viva y operante en estos tiempos difรญciles. ~

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Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perรบ, 1936) es escritor. En 2010 obtuvo el premio Nobel de Literatura. En 2022, Alfaguara publicรณ 'El fuego de la imaginaciรณn: Libros, escenarios, pantallas y museos', el primer tomo de su obra periodรญstica reunida.


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