Ramos tenía razón

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Samuel Ramos y la filosofía científica

En 1934, Samuel Ramos publicó El perfil del hombre y la cultura en México. El libro reúne una colección de artículos, entre los que destaca “Psicoanálisis del mexicano”. El trabajo sostiene que el sentimiento de inferioridad es un rasgo distintivo del mexicano. En su momento, la tesis de Ramos levantó ámpula entre los intelectuales y artistas nacionalistas, que florecían bajo el mecenazgo oficial. La posición de Ramos, sin ser subversiva, desentonaba con la retórica del muralismo y del optimismo revolucionario.

Por su parte, la respuesta académica hacia Ramos fue precaria. No podía ser de otra manera en un país que aún se lamía las heridas de la guerra civil, y donde escaseaban los filósofos y científicos. El positivismo y la revolución habían arrasado con las humanidades clásicas en México. Para colmo, la psicología era una disciplina aún demasiado joven. ¿Quién iba a cultivarla de tiempo completo en aquel país?

La vida académica en México cambió. Filosofía y psicología se cultivan profesionalmente en las universidades. Los vientos cosmopolitas expulsaron a Samuel Ramos de los centros filosóficos científicos. Los investigadores lo leen, en el mejor de los casos, con condescendencia, como se leen las ocurrencias de un estudiante avezado. Los psicólogos, por su lado, desprecian el lirismo de un autor superado por los refinamientos escolásticos del psicoanálisis poslacaniano.

 

¿Ramos el metafísico?

Leí por primera vez El perfil del hombre y la cultura en México cuando cursaba primero de Filosofía en 1980 en un universidad privada. En el programa de estudios, Filosofía en México era una asignatura obligatoria para los de primer ingreso, una materia despreciada por mis profesores, más afines con la tradición escolástica.

Yo era un estudiante fuertemente ideologizado; pensaba, ingenuamente, que salvo Aristóteles y Santo Tomás el resto de los filósofos apenas si merecían una mención tangencial. Si eso opinaba de Descartes y de Hume, ¿qué iba a decir de Samuel Ramos? “Una vacilada filosófica, que me hace perder el tiempo”, pensaba.

Cuando ingresé a la unam para estudiar la maestría, me inscribí en varios cursos de lógica y filosofía analítica. Algunos de los profesores solían burlarse de Heidegger, de Husserl y, ¡cómo no!, de Antonio Caso y Samuel Ramos. Uno de mis maestros iba más allá, pues acusaba a estos últimos del atraso de la filosofía científica en México.

Cuando me pidieron que escribiera esta nota, estas fueron las dos primeras experiencias que se me vinieron a la cabeza: Ramos el charlatán, Ramos el psicólogo diletante, Ramos el sociólogo amateur, Ramos el “poco filosófico”.

 

Antigüedades mexicanas

Actualmente existe el acuerdo tácito de que El perfil del hombre y la cultura en México es una pieza de museo. Es un incunable de la cultura mexicana, cuyo valor no procede del contenido, sino de la fecha de publicación.

Si en los círculos universitarios más sofisticados sigue enseñándose a Samuel Ramos, es por el mero afán del anticuario. Es el interés de quien se regodea en una pieza demodé de la prehistoria filosófica de México. Las personas cultas saben que Tláloc era el dios del agua, que el mole lleva chocolate, y que Ramos escribió El perfil del hombre y la cultura en México.

La fraseología de Ramos, ciertamente, es caduca: ya no se habla de pelados sino de nacos. El país se urbaniza: la frontera entre la capital y “el interior” se desvanece. La admiración hacia Estados Unidos desplazó el europeísmo, que describía Ramos. De 1930 a nuestros días México ha cambiado mucho. La obra de Ramos no sale indemne.

 

El bestseller y el lugar común

Sin embargo, muy a pesar de la opinión de aquellos profesores, tengo en mis manos la cuadragésima quinta reimpresión del libro: octubre de 2005 en la Colección Austral. Nada mal para un ensayo escrito por un mexicano. El libro sigue ejerciendo una fascinación extraordinaria fuera de los cenáculos de la investigación. Los académicos podemos lanzar docenas de objeciones contra la obra. Podemos acusarla de generalizaciones precipitadas e infundadas, de perder el sentido del matiz, de lucir anticuada. El hecho es que el libro se convirtió en un auténtico lugar común.

La expresión “lugar común” suele utilizarse como una arma arrojadiza en contra de los adversarios. En su origen, el término no fue peyorativo. En la teoría aristotélica de la argumentación, lugar común significa un espacio lógico compartido: una regla de inferencia o una creencia comúnmente aceptada, desde donde se puede entablar un diálogo. Samuel Ramos merece, pues, el calificativo de lugar común en el mejor sentido del término. Nos guste o no, cargamos a cuestas con su hipótesis.

 

Futbol y sentimiento de inferioridad

Ahora que se acerca el mundial del futbol, El perfil del hombre y la cultura en México se revela de una actualidad pavorosa. La inminencia del mundial intensifica el tufillo de mexicana resignación. La derrota convive, ya desde ahora, con el entusiasmo popular. El director técnico de la selección mexicana, Javier Aguirre, declaró a la prensa española que no podemos aspirar a mucho en el mundial, porque siempre nos quedamos en octavos de final. Afirmó, además, que el país en general está “muy jodido” [sic], y eso que él participa en la campaña federal “Vive México” para impulsar el turismo. Sus palabras armaron un escándalo y, sin embargo, sabemos que son verdaderas.

Confieso que no sé de futbol, pero cuando enciendo la radio percibo en nuestros comentadores deportivos un estado de frágil autoengaño. Ese estado de ánimo me recuerda el diagnóstico de Samuel Ramos sobre los mexicanos. Por más que intentamos convencernos de que somos una potencia futbolera, debemos contentarnos con llegar, con suerte, a octavos de final. Ignorante en asuntos de futbol, me quedo con la impresión de que la derrota es el modus vivendi del deporte mexicano.

Pasemos del discurso del futbol a la economía, la política y, en general, a la vida social. La intuición fundamental de Ramos parece acertada. El sentimiento de que este país ha fracasado se cuela por todas las rendijas.

 

Ramos el ensayista

Curiosamente, fue un filósofo analítico quien me hizo retomar el estudio de Samuel Ramos. En El búho y la serpiente (2007) Guillermo Hurtado advierte que El perfil del hombre y la cultura en México se malentiende cuando se lee en clave metafísica. Este era el error de mis profesores de licenciatura y de maestría.

Las consideraciones de Ramos sobre la identidad mexicana valen siempre y cuando se escape a la tentación del esencialismo. “Lo mexicano” no es una esencia monolítica, ni un gen que pueda aislarse en laboratorio.

El libro es un ensayo, un escarceo, una aproximación. No debemos absolutizar sus conclusiones. Como observó Octavio Paz en su entrevista con Claude Fell, la explicación de Ramos “no era enteramente falsa, pero era limitada y terriblemente dependiente de los modelos psicológicos de Adler”.

Quizás el mismo Ramos dio pie al malentendido esencialista, pues tras él algunos jóvenes del grupo Hiperión insistieron en diseccionar el alma nacional. Se escribieron, entonces, ontologías y fenomenologías del mexicano que acabaron por imitar los cuadros de chinampas y alcatraces de Diego Rivera. El híbrido no pudo ser peor, porque esa metafísica mexicana ni siquiera tenía el encanto de la artesanía para turistas.

Me temo que fueron los académicos quienes dieron al traste con la obra de Ramos al exigirle más allá de sus posibilidades. La sobreexplotación agotó el manantial. A excepción de La fenomenología del relajo de Jorge Portilla –muy inferior a Ramos– aquellos textos no sobrevivieron el paso del tiempo.

Es fuera de la academia donde más se aprecia El perfil del hombre y la cultura en México. La persona de la calle y el autodidacta son mejores lectores de ensayos que el académico. A nosotros se nos dificulta la ambigüedad, esas zonas borrosas entre investigación y creación, tan propias de la ensayística.

 

El desaliento como modus vivendi

A unos meses del bicentenario, El perfil del hombre y la cultura en México resucita. El desaliento, una de las formas más amargas del sentimiento de inferioridad, cunde en nuestro país. Dudo mucho de que un encuestador pueda refutar la intuición de Ramos.

Tuve la suerte de vivir el verano de 1976 en Estados Unidos. Incluso los adolescentes respirábamos el ambiente de fiesta: Happy Birthday America! La gente se enorgullecía de pertenecer al imperio más poderoso del mundo. Qué distinto del aire que respiramos aquí. Nuestro perfil no ha cambiado: nos sentimos inferiores. Se ha llegado al punto de que el presidente Calderón nos conmine a no hablar mal de México.

Por lo pronto, la esperanza nacional está fincada en el Chicharito Hernández, no en la economía, la cultura, la religión, y mucho menos en la política. Por lo visto, Samuel Ramos tenía razón… ~

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